Vidas cambiadas por el poder de Dios
La historia del cristianismo está profundamente entretejida con las vidas de hombres y mujeres extraordinarios, cuya fe se manifestó con claridad y poder en medio de circunstancias sumamente adversas. Contra todo pronóstico, supieron perseverar en la fidelidad al evangelio, aun cuando ello implicó atravesar guerras, desplazamientos forzosos o habitar regiones remotas y hostiles, donde la supervivencia misma representaba un desafío constante. No obstante, en dichos contextos, su testimonio fue elocuente: una fe vivida con sencillez, pero con una profundidad que evidenciaba el poder transformador de Dios en sus vidas.
En épocas más recientes, otros creyentes han debido enfrentar un tipo distinto de oposición: la creciente presión de narrativas ideológicas de corte socialista y materialista, muchas veces articuladas desde el paradigma del marxismo cultural. Tales corrientes, activas tanto en el plano académico como en el sociopolítico, han buscado no solo desarticular los fundamentos morales de la sociedad —como la familia natural—, sino también desacreditar y socavar la autoridad de la Iglesia y de las Escrituras. Frente a ello, numerosos cristianos, desde el momento de su conversión o desde los púlpitos y cátedras teológicas, han alzado una voz clara, firme y amorosa, dando razón de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 P 3:15), y resistiendo con integridad en medio de un clima cultural adverso. Conscientes de que la Iglesia de Cristo no puede ser destruida, pues descansa sobre la promesa irrevocable de su Señor (cf. Mt 16:18), han perseverado en su vocación con valor y humildad.
A continuación, ofrecemos —a modo de testimonio— una selección de algunas de estas vidas ejemplares. Son historias de fe y de valor, pero también de profundo rigor bíblico y de fidelidad inquebrantable a las Escrituras. A través de ellas, se hace visible la obra de Dios en distintas generaciones y contextos, y se confirma que, en todo tiempo, el Señor ha levantado testigos que proclamen su verdad con convicción, sabiduría y amor.
Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.