Somos un grupo de creyentes de habla castellana, unidos por el anhelo de profundizar en el estudio de la Palabra de Dios y en las doctrinas recuperadas durante la Reforma Protestante. Conscientes de las limitaciones que puede suponer la barrera del idioma, procuramos establecer un espacio donde sea posible compartir, aprender y crecer en la fe, todo ello en el marco de nuestra lengua materna. Asimismo, reconocemos la complejidad inherente a la experiencia de ser inmigrante, con los desafíos que ello conlleva en el ámbito cultural, emocional y espiritual. Por tal razón, aspiramos a que este espacio sea también un lugar de acogida y edificación mutua en medio del peregrinaje cristiano.
Nuestra Misión
Fortalecer nuestra fe: Estudiando las Escrituras y las enseñanzas fundamentales de la Reforma, como las "Cinco Solas", que enfatizan la centralidad de la gracia, la fe, Cristo, las Escrituras y la gloria de Dios.
Fomentar la comunión: Proporcionando un espacio de encuentro y aprendizaje bíblico donde podamos edificarnos mutuamente.
Apoyar nuestras iglesias locales:
Complementando, y no sustituyendo, la vida y participación en nuestras congregaciones, con el propósito de enriquecer nuestra experiencia cristiana; fomentando asimismo la participación activa en la iglesia local y facilitando que los nuevos creyentes encuentren una comunidad cristiana adecuada donde congregarse.
Somos cristianos de confesión reformada, o que hemos abrazado progresivamente esta fe, unidos por un firme compromiso con la verdad del Evangelio y el valioso legado de la Reforma. Nos congrega el anhelo de vivir una fe genuina, sólidamente arraigada en las Sagradas Escrituras y expresada mediante el amor y el servicio al prójimo.
Estudios bíblicos: Sesiones regulares para profundizar en la Palabra de Dios.
Recursos doctrinales: Materiales que exploran las enseñanzas de la Reforma y su relevancia hoy.
Foros de discusión: Espacios para compartir preguntas, experiencias y reflexiones.
Apoyo mutuo: Oración y acompañamiento en nuestro caminar cristiano.
Creemos y Confesamos
Como cristianos protestantes, afirmamos la centralidad del estudio bíblico y la validez del uso de credos y confesiones históricas. Reconocemos que la Iglesia de Cristo, siendo una comunidad invisible y universal, es al mismo tiempo una Iglesia visible que confiesa públicamente su fe y anuncia el evangelio.
Nuestra base confesional incluye el Credo Apostólico, la Confesión de Fe de Westminster, los Cánones de Dort y el Catecismo de Heidelberg. Estas declaraciones doctrinales no sustituyen la autoridad de las Escrituras, sino que, al estar subordinadas a ella, nos orientan en su correcta interpretación y aplicación.
Algo de Historia
El Credo Apostólico es una de las confesiones de fe más antiguas y veneradas de la cristiandad. Aunque no fue redactado directamente por los apóstoles, resume con fidelidad la enseñanza que ellos transmitieron a la Iglesia primitiva. Su origen se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando era utilizado como fórmula bautismal en las comunidades cristianas, especialmente en Roma.
Su estructura básica comenzó a consolidarse hacia finales del siglo II, en respuesta a la necesidad de afirmar la ortodoxia frente a las herejías emergentes. A lo largo del siglo IV y comienzos del siglo V, el texto fue refinado y adoptado ampliamente en la liturgia de la Iglesia occidental. Desde entonces, el Credo Apostólico ha perdurado como una expresión clara, concisa y profundamente reverente de la fe cristiana, proclamando las verdades fundamentales sobre Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, así como sobre la Iglesia, el perdón, la resurrección y la vida eterna.
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La Confesión de Fe de Westminster es una de las más ricas y profundas expresiones del pensamiento reformado, nacida en un tiempo de gran convulsión religiosa y política. Redactada entre 1643 y 1646 por una asamblea de pastores y teólogos piadosos reunidos en la Abadía de Westminster, su propósito no fue meramente académico, sino eminentemente pastoral: proveer a la Iglesia de Cristo de una guía fiel, bíblica y edificante para la fe y la vida cristiana.
Esta confesión, profundamente enraizada en las Escrituras, articula con claridad las doctrinas fundamentales de la fe reformada, como la soberanía de Dios en la salvación, la suficiencia de las Escrituras, la centralidad de Cristo y el papel del Espíritu Santo en la santificación del creyente. No es un documento frío, sino una confesión nacida del amor a Dios y al pueblo de Dios, escrita para instruir, consolar y fortalecer a los creyentes en medio de la lucha espiritual.
Aunque concebida originalmente para la Iglesia de Inglaterra, la providencia de Dios quiso que su mayor acogida se diera en la Iglesia Presbiteriana de Escocia y en muchas otras iglesias reformadas alrededor del mundo, donde hasta el día de hoy sigue siendo una norma subordinada de fe, útil para la enseñanza, la predicación, la disciplina eclesial y la formación del pueblo de Dios.
La Confesión de Westminster no pretende reemplazar la Palabra de Dios, sino confesar humildemente lo que la Iglesia ha creído siempre, en obediencia al Señor que la ha llamado a ser columna y baluarte de la verdad (1 Timoteo 3:15).
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El Catecismo de Heidelberg, publicado en 1563, es una joya doctrinal y devocional de la Reforma protestante. Nacido en el corazón del Palatinado alemán, bajo el gobierno del piadoso príncipe Federico III, este catecismo fue redactado con el propósito de unificar doctrinalmente a su territorio y de edificar al pueblo de Dios en una fe viva y consoladora.
Sus principales autores, Zacarías Ursino y Gaspar Oleviano, ambos profundamente influenciados por la teología reformada y calvinista, dieron forma a un catecismo que no solo enseña, sino que consuela el corazón del creyente. Su estructura gira en torno a tres ejes fundamentales: miseria, redención y gratitud, reflejando el camino espiritual de todo cristiano según las Escrituras: el conocimiento de nuestra ruina por el pecado, la salvación en Cristo, y la respuesta agradecida de una vida santa.
Desde su primera pregunta —«¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?»— el Catecismo de Heidelberg establece un tono pastoral, profundamente personal y esperanzador. Más que un simple manual doctrinal, es una confesión de fe centrada en Cristo, escrita para alimentar el alma y formar el corazón en piedad verdadera.
Adoptado oficialmente por muchas iglesias reformadas, especialmente en los Países Bajos y luego en diversas partes del mundo, este catecismo ha servido por siglos como guía fiel para la instrucción catequética, la predicación y la vida devocional del pueblo de Dios.
Hoy, como ayer, el Catecismo de Heidelberg sigue siendo un instrumento providencial que, con ternura pastoral y firmeza bíblica, ayuda al creyente a responder con humildad, confianza y gratitud al amor eterno de su Redentor.
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Los Cánones de Dort nacieron en el contexto de una gran lucha por la fidelidad doctrinal en la Iglesia Reformada de los Países Bajos. Fueron redactados durante el Sínodo de Dordrecht (o "Dort"), que se reunió entre 1618 y 1619, convocado para responder a la creciente controversia provocada por las enseñanzas del teólogo Jacobo Arminio y sus seguidores, los llamados remonstrantes.
La preocupación central del sínodo no era meramente intelectual, sino profundamente pastoral y espiritual: proteger el rebaño de Cristo de enseñanzas que debilitaban la gloria de Dios en la salvación y robaban al creyente la seguridad que brota del evangelio de la gracia soberana. Frente a una visión del hombre como juez último de su destino, los Cánones afirmaron con humildad y firmeza la verdad bíblica de que la salvación es del Señor, de principio a fin.
Organizados en cinco puntos (en respuesta a los cinco artículos de los remonstrantes), los Cánones enseñan con claridad y reverencia las doctrinas de la depravación total, la elección incondicional, la expiación limitada (o particular), la gracia irresistible y la perseverancia de los santos. Pero lo hacen no como un frío esquema teológico, sino como una declaración profundamente pastoral, centrada en la misericordia de Dios y en el consuelo que esta doctrina ofrece al alma afligida.
En cada línea de estos Cánones resuena la certeza de que nuestra esperanza no descansa en nosotros, sino en el amor eterno del Padre, la obra suficiente de Cristo y el poder eficaz del Espíritu Santo. Por ello, lejos de provocar orgullo, estas doctrinas producen humildad, adoración y gratitud.
Aprobados como uno de los Tres Formulares de Unidad de las Iglesias Reformadas continentales (junto con el Catecismo de Heidelberg y la Confesión Belga), los Cánones de Dort siguen siendo hoy una fuente de seguridad para el creyente: una proclamación solemne de que ningún hijo de Dios será jamás arrancado de su mano (Juan 10:28).
"Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación"