Módulo 1:

Perspectiva de Género 

y Diversidad

¡Bienvenidos y bienvenidas al Módulo 1 de Ley Micaela!

En el apartado anterior, se realizó un recorrido por algunas normas internacionales, nacionales y provinciales dirigidas a eliminar las distintas formas de violencias y discriminación hacia mujeres y personas LGBTI+, que dan marco a las intervenciones y políticas públicas del Estado en esta materia. En este primer módulo se propone estudiar algunos conceptos que nos servirán de herramientas para entender la sociedad en la que vivimos y la base invisible de las violencias y desigualdades: un entramado de relaciones que ha permitido que durante muchos años estas problemáticas se mantuvieran en el ámbito de lo privado y doméstico, y no como un asunto público y de Estado. 

Se busca, de esta forma, aproximarnos a la perspectiva de género y diversidad para volver a mirar en esa clave nuestros espacios de trabajo, de intervención, las políticas públicas e incluso, por qué no, nuestras vidas personales. El recorrido propuesto a continuación podría ser, para la mayoría, un primer acercamiento a estos temas, por lo que representa una valiosa oportunidad para ejercitar la reflexión y la revisión de las propias trayectorias, historias de vida, marcos de ideas, creencias y crianzas, en clave de género. 


Se propone abordar este marco conceptual en tres ejes:

Eje 1- GÉNERO Y PERSPECTIVA DE GÉNERO: En el que leemos qué es la perspectiva de género, el género como categoría de análisis de las relaciones de poder, la socialización genérica, los roles y estereotipos de género. 

EJE 2- DIVERSIDAD: En el que leemos la diferencia entre identidad de género, expresión de género y orientación sexual. Las identidades que conforman el colectivo LGBTI+.

Eje 3- MACHISMO Y PATRIARCADO: En el que abordaremos las desigualdades estructurales y el patriarcado como sistema de opresión, el machismo, la división sexual del trabajo y los mandatos del lenguaje. 

EJE 1
Género: El concepto en boca de la sociedad

En este último tiempo, resulta cada vez más frecuente escuchar expresiones como “perspectiva de género”, "identidad de género" o “violencia de género”, entre otras, pero ¿de qué hablamos cuando decimos “género”? ¿Es innato o se construye? ¿Cómo afecta a nuestras vidas? Los y las invitamos a leer, parte por parte, este entramado complejo de lo que es el género. 

Entonces, primero...¿qué es el género?

Este concepto surgió en los años 70 con la intención de visibilizar las desigualdades sociales existentes entre varones, mujeres y diversidades por lo que ha sido un gran aporte histórico. El género abarca un conjunto de creencias, actitudes, costumbres, roles que tenemos y que dan forma a nuestra identidad. Abarca desde la ropa que usamos, el largo de nuestro pelo, lo que nos gusta, las tareas que realizamos, las decisiones que tomamos, hasta cómo nos relacionamos con nuestras parejas, amistades o familias.

El género no es algo natural, sino que refiere a una construcción social y cultural. Esto quiere decir que aprendemos a ser varones y mujeres según lo que las sociedades van definiendo como lo propio de lo femenino y lo masculino. El asunto es que, aquello que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas según estos esquemas, implica fuertes desigualdades entre los géneros que es preciso revisar. 

¿Y cuáles son estas desigualdades? Podemos pensar en nuestros ámbitos familiares y observar cómo se distribuyen las tareas domésticas y de crianza. Podemos reflexionar sobre los vínculos de pareja o sexo-afectivos en relación a cómo se establecen allí las decisiones y los cuidados entre las personas. 

Según nuestra identidad de género ocupamos un lugar en una estructura social que establece jerarquías. Éstas se presentan como “dadas” o “naturales”, pero en realidad no lo son. Es decir, el hecho de que a las mujeres estadísticamente les toque más que a los varones realizar tareas domésticas y a ellos ocupar puestos de poder, no es algo natural sino cultural y social.  La estructura social nos clasifica y, a la vez, nos condiciona a lo largo de nuestras vidas a través de la transmisión cultural de lo esperable para cada género. Es así que nuestros afectos, discursos, cuerpos, relatos, lenguajes y percepciones se encuentran atravesadas por el género y las relaciones de poder que esta categoría devela, sin que muchas veces reflexionemos al respecto. 

¿Y cuál es la diferencia cuando hablamos  del "sexo"?

Más arriba decíamos que “aprendemos a ser varones y mujeres”. Esta idea nos lleva a preguntarnos: ¿cómo llegamos a internalizar los mandatos y las formas de relacionarnos? Aunque todas las personas nacen con un cuerpo con determinadas características genéticas, hormonales y fisiológicas que las ciencias médicas, como parte de la cultura dominante, llaman “sexo”, nadie nace como niña o niño, ni como mujer o varón. En todo caso, se nos asigna un sexo y un género y nos identificarnos o no con esa identidad durante los “procesos de socialización”. Cuando hablamos de “procesos de socialización” podemos dar cuenta de que aquello que se espera de lo femenino y lo masculino nos fue enseñado: en nuestra familia, en la comunidad, en la escuela, a través de los medios de comunicación (que todo el tiempo exponen “modelos” de cómo ser) y por medio del Estado, a través de distintos usos, costumbres, dinámicas y formas de comunicar que aún reproducen estos modelos. 

Entonces, mientras al hablar de "género" nos referimos a una construcción social y cultural, el "sexo" se define a partir de algunas características físicas y anatómicas de los cuerpos, en especial aquellos que son visibles, asociados a los genitales. El sexo es asignado al nacer y nuestra sociedad es lo que determina si las personas "son" mujeres o varones.

Si el género se construye… ¿dónde, cómo, cuándo pasa? 

Hagamos un ejercicio para reflexionar. 

¿Alguna vez escucharon que se cuestione que se vista a las niñas de rosa y se les regale muñecas mientras que a los niños se les elige ropa celeste y se les ofrece una pelota? Si escucharon este cuestionamiento, es posible que alguna vez hayan pensado: ”Pero ahora es diferente”, o “es una exageración que se cuestionen los juguetes y los colores”. Y efectivamente sería una exageración cuestionar la división sexual de juguetes y colores si no reflexionáramos primero ¿qué tipos de juegos enseñamos a las infancias según sean clasificadas como niñas o como niños? y ¿qué aprendizajes sociales conlleva cada uno de estos juegos?

Cuando a un niño se le dice que no puede jugar con una muñeca, se lo priva de aprender a cuidar a otras personas . ¿Acaso no han visto a un niño cocinar una torta de pasto y tierra o confeccionar una ropita con un mantel? Estos juegos le permiten ir ensayando el cuidado y también el autocuidado e ir descubriendo que hay tareas comunes a toda la familia. Y cuando le decimos a una niña que no puede jugar a la pelota, la privamos de que ejercite su fuerza y destreza física, de que aprenda a jugar en equipo y a que sienta que puede recibir apoyo y reconocimiento en una grupalidad.

Cabe aclarar que no es un problema transmitir estos aprendizajes en sí, en tanto se pueda reflexionar sobre el sesgo de género en los procesos de socialización y se pueda prestar atención a que no sea sólo una parte del mundo la que ofrecemos. Es decir, cuando acompañamos crianzas e inclusive cuando nos vinculamos entre pares, es importante preguntarse: a esta persona ¿qué parte del mundo le fue ofrecido como posible y qué parte le fue negada? ¿qué partes le ofrezco yo como mundo posible y qué partes le niego? 

Ahora...¿qué son los roles y esterotipos de género?


Lo que aprendemos a través de la socialización de género va a repercutir en cómo nos comportamos, sentimos, pensamos en el cotidiano, cómo somos mujeres y varones, y va a impactar en las desigualdades que se establecen en nuestra participación en la sociedad.

A lo largo de la vida, ejercemos distintos roles: somos estudiantes, trabajadores, trabajadoras, profesionales, docentes, amigas, amigos y amigues, parientes, etc. Como vimos en el proceso de socialización genérica, los roles y la forma de desempeñarlos se aprenden pero también varían con el tiempo y con el momento histórico-social. ¿Cómo era la infancia para sus abuelos? ¿Se esperaba que la mujer trabajase en los años ’40? ¿Era socialmente aceptado que un padre cambiara los pañales hace 30 años?

Nuestro entorno -inmediato y general- nos enseña a cumplir determinados roles y lo hace aprobando o sancionando nuestra conducta según se adecue o no a lo que se espera de cada quien. El comportamiento que “corresponde” a las personas según se las vea como varones o como mujeres es algo en lo que la sociedad nos educa apenas nacemos. Podríamos decir que usualmente la educación que recibimos en función de nuestro género es dicotómica, en la que, por ejemplo, se nos enseña que los varones deben ser fuertes, imponentes y valientes y las mujeres sensibles, solícitas y contemplativas. Por tanto, se espera que los varones tengan la capacidad para dirigir, mandar y gobernar. Mientras que de las mujeres, se espera la disposición para obedecer, acompañar, atender y cuidar de las demás personas. 

Entonces, ¿qué son los estereotipos de género? Son justamente atribuciones binarias que recaen sobre cada persona y descansan en el imaginario social. Son modelos que se imponen como los “correctos”, “buenos”, “bellos” o “deseables”, para cada género, lo cual restringe y limita la posibilidad de expresión de la diversidad y deja por fuera la complejidad y heterogeneidad de cada persona. Dentro de estas pautas transmitidas, que son entendidas como “naturales”, pero no lo son. Por lo general los estereotipos de género son rígidos y binarios. Y a su vez, generan una presión muy grande porque transmiten la necesidad de cumplir -correctamente- con los mandatos sociales a ellos asociados que establecen, por ejemplo, que la mujer debe ser madre para ser una “mujer completa”; o bien, que el varón debe sostener económicamente al hogar sino no es “lo suficientemente hombre”.

Para completar la información, queda a disposición el siguiente video del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación:


Entonces, ¿cómo miramos estas problemáticas? ¿Qué es la Perspectiva de género y diversidad?

Si bien en este módulo nos centramos en las desigualdades basadas en el género, es importante saber que existe una variedad de determinaciones que constituyen el lugar de poder de cada sujeto y que se intersectan con el género, tal como la raza, la clase social, la edad, la discapacidad, entre otras. Estas diferentes formas de jerarquizar los cuerpos y las vidas componen una diversidad de lugares y condiciones de vulnerabilidad que se suman a la cuestión de género. Y una persona que atraviesa diferentes situaciones de vulnerabilidad cuenta con mayores obstáculos para el acceso a sus derechos y a una vida libre de violencias. 

El enfoque o la perspectiva de género y diversidades es un punto de vista, una forma de mirar y explicar las relaciones sociales. Constituye una herramienta que nos ayuda a entender, contextualizar y visibilizar las relaciones desiguales entre las personas que se reproducen en la sociedad, para identificar y transformar las desigualdades. 

Las personas somos diversas porque nuestras identidades son singulares y el modo en que nos vinculamos con el mundo también es propio y personal. El respeto por la diversidad significa reconocer a cada persona en su particularidad. 

TRANSVERSALIZACIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO Y DIVERSIDAD

Mirar las relaciones sociales con estas lentes permite:

Transversalizar el enfoque de género y diversidades implica legislar y diseñar políticas públicas para todas las personas incluyendo los puntos de vista y demandas de la población LGTBI+, para pensar esos instrumentos con todas las voces. 

EJE 2

¿De qué hablamos al decir Diversidad?

Llegado a este punto, seguramente estén pensando: ¿todo lo que somos está atravesado por el género? Y la respuesta indudablemente es: SÍ. Por esta razón cobra mucha relevancia el concepto de identidad de género, así como el de expresión de género y el de orientación sexual, lo que explica la diversidad de formas de ser, sentir, amar y vivir según cada persona.  Para empezar con estos conceptos, les proponemos que reflexionen un minuto sobre lo siguiente: ¿se sienten identificadas/identificados con el género que les asignaron al nacer? ¿Cómo se identifican según qué género les atrae sexo-afectivamente? ¿Qué nos enseñaron sobre cómo expresarnos? Revisemos algunos conceptos.

A. Identidad de género

La identidad de género refiere a la “vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género como la vestimenta, el modo de hablar y los modales” (Artículo 2 de la Ley 26.743, sancionada el 9 de mayo de 2012 y reglamentada el 2 de julio de 2012). 

Todas las personas tenemos una identidad de género, pero entonces, ¿cuál es la diferencia entre una persona trans y una persona cis?

Comúnmente se cree que sólo quienes desean cambiar el género que les fue asignado al nacer poseen “identidad de género”. Pero como ya venimos viendo, todas las personas tenemos una identidad de género que se construye a lo largo de nuestras vidas. 

CIS-GÉNERO: Si frente a la formulación de la pregunta del comienzo sobre si se sienten identificadas o identificados con el género que les asignaron al nacer, la respuesta es que sí, que existe una identificación con el género que les asignaron al nacer, entonces estamos ante personas cis-genero (el prefijo “cis” significa “del mismo lado”)

TRANS-GÉNERO: Si, por el contrario, no hay una correspondencia con el género que les asignaron al nacer, estamos ante personas trans-género (el prefijo “trans” significa “al otro lado”). Cuando decimos transgénero, nos referimos a una persona que puede realizar un cambio de género a otro. Puede incluir cirugías, el uso de hormonas u otras modifiicaciones corporales que llevan a expresar su género

Es importante, en la actualidad, saber que también existen personas que  no se sienten identificadas con los roles y estereotipos sociales de lo que implica ser varones o mujeres y se definen como personas “no binarias” (reconocidas actualmente con DNI X). 

B. Expresión de género 

Las expresiones de género refieren a la vestimenta, el modo de hablar, el lenguaje, la apariencia, los gestos, las actitudes o las construcciones de género socialmente asociadas a imágenes de masculinidad y feminidad culturalmente establecidas. No todas las personas se sienten necesariamente cómodas con las formas y expresiones preestablecidas para el género con el que se identifican.

Cada persona puede y tiene derecho a elegir de qué manera expresar su género, ya sea a través de sus modos de hablar, en la forma en que se viste, en cómo usa su pelo e incluso en sus características corporales.

Esto quiere decir que una persona (sea trans o cis) puede elegir tener el pelo largo o corto, vestirse de tal o cual manera o realizarse cirugías sin que esto ponga en cuestión su identidad de género. Escindir estas dos ideas (identidad y expresión de género) que durante muchas décadas estuvieron asociadas, nos ayuda a ser amigables con las experiencias y vivencias de las otras personas, respetarlas y valorarlas sin juzgar cómo viven sus cuerpos.

C. Orientación sexual

La orientación sexual es otro aspecto de la identidad de las personas. Cuando hablamos de orientación sexual nos referimos a la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo o de su mismo género, o más de un género, así como a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas.

Entonces la atracción afectiva, erótica y/o sexual tiene múltiples formas de expresarse, tantas como personas hay en el mundo. Por ello, la construcción de la sexualidad es también una dimensión del género. En nuestra sociedad, la práctica de una orientación no heterosexual puede implicar una ruptura con las expectativas sociales, roles y estereotipos de género. Existen personas heterosexuales, homosexuales, bisexuales

¿Cuál es la diferencia?

La heterosexualidad: hace referencia a la atracción entre varones y mujeres.
La homosexualidad: hace referencia a la atracción entre personas del mismo género
La bisexualidad: hacer referencia a la atracción que las personas sienten por varones o mujeres indistintamente. 

Es importante saber que muchas personas LGBTI+ -lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales, travestis, intersexuales, entre otras- son excluidas y discriminadas en espacios laborales a causa de su orientación sexual o su identidad de género. En contextos económicos desfavorables, la visibilidad de una orientación sexual, identidad o expresión de género no hegemónica ocasiona una disminución de oportunidades, lo que lleva a las personas a estar más expuestas a situaciones de riesgo para lograr subsistir. La lógica patriarcal  produce prejuicios y discriminaciones hacia las personas LGBTI+. ¿Escucharon hablar de homofobia, transfobia, lesbofobia o bifobia? Es muy importante entender que no se trata de “fobia” en tanto ésta es un problema de salud mental. Por esta razón los organismos internacionales y activistas LGBTI+ recomiendan el uso de términos tales como “discriminación por orientación sexual, identidad de género y/o diversidad corporal”.

EJE 3

¿QUÉ SON EL MACHISMO Y EL PATRIARCADO?

En los ejes anteriores, abrimos la puerta a pensar que la forma en que nos concebimos, actuamos, decidimos y construimos nuestra identidad, que no se desarrolla como un proceso natural signado por nuestra biología y tampoco como un proceso individual signado por nuestro psiquismo, sino que responde a un contexto social, cultural, político y económico. A continuación, veremos cómo se ordena este sistema, cómo se regulan los géneros y cómo se esconden las desigualdades y las violencias. 

Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos del Patriarcado?

Cuando hablamos de patriarcado nos referimos al sistema social, político, cultural y económico en el que vivimos que se basa en la supremacía de la masculinidad hegemónica y su capacidad de ejercicio del poder como autoridad.

Esta forma de organización social reproduce un modelo conforme al cual los varones son ubicados en posiciones de privilegio respecto de las mujeres y otras identidades de género por lo que se establecen relaciones de poder asimétricas entre sí. Esto constituye una situación de injusticia y falta de equidad que está en la base de las diferentes formas de violencia contra mujeres, lesbianas, travestis, trans y +. Este orden está naturalizado y socialmente legitimado.

Seguramente, si revisamos nuestras trayectorias personales, educativas, familiares, nuestros entornos y espacios de participación, encontraremos, sin dudas, muchos de los aspectos allí mencionados. Del mismo modo, si revisamos la historia argentina, podremos encontrar un sinnúmero de hitos y hechos históricos que reflejan estos modelos. Por ejemplo, en los últimos años se revalorizaron figuras como las de Juana Azurduy y María Remedios del Valle, cuyas hazañas no fueron reconocidas sino hasta hace poco tiempo. Las historias nacionales contadas y enseñadas sólo a partir de los logros masculinos mientras se invisibilizan los aportes de las mujeres y otras identidades, han sido, sin dudas, productos del patriarcado.

Para seguir pensando, reflexionemos: ¿qué otras mujeres de la historia que consideres que no han sido verdaderamente reconocidas podés traer a tu memoria? 

¿Cuál es la diferencia con el Machismo? (¡No son sinónimos!)

Es la actitud o manera de pensar que sostiene que los varones son superiores a las mujeres y LGBTQI+. Se trata de un conjunto de prácticas, compartimientos, dichos, pensamientos ofensivos contra todo lo que no es "ser varón". El machismo, a diferencia del patriarcado se atribuye a las personas mientras que el último a un sistema de organización sociocultural. 

La división del trabajo por género


Pero, ¿cómo impacta lo dicho en el mundo del trabajo? Es importante ver el impacto que tiene la estructura social patriarcal en el mundo del trabajo y por lo tanto en la estructura económica de la sociedad en la que vivimos. De esta forma, se busca mostrar que la discusión sobre estos temas no es sólo un debate de ideas, sino que tiene un impacto material en la vida de las personas.

Cuando hablamos de división sexual del trabajo, nos referimos a cómo se distribuyen las tareas entre varones y mujeres y cómo se reparte el trabajo en la sociedad en función del género, es decir, quién hace qué cosas. ¿Quién cocina? ¿Quién cuida? ¿Quién toma decisiones? ¿Cuál es la tasa de desempleo de mujeres? ¿Y la de varones?

Es útil entonces que sepamos que existen dos categorías para clasificar los trabajos: trabajo Remunerado (empleos a los que se les otorga valor económico y visibilidad social) y  trabajo No Remunerado (trabajos que se suelen realizar en la esfera doméstica. Se considera que quienes realizan estas tareas tienen capacidades innatas para hacerlas. Este tipo de trabajo no cuenta con rédito económico ni visibilización social, aunque sin él no se podría sostener el sistema social).


¿Cocinar todos los días en casa o en un merendero es un trabajo socialmente valorado? ¿Cuidar cotidianamente a personas mayores o a infancias es remunerado económicamente? ¿Quiénes son las personas que mayoritariamente se forman para ser enfermeras o docentes? Estos trabajos, roles y tareas suelen estar asociadas a las identidades feminizadas. Sin embargo, en los últimos años, debido a las sucesivas crisis económicas que atravesamos, todo el mundo tuvo que “salir” a trabajar, es decir, a buscar un empleo asalariado, pero ¿esto implicó una redistribución de las tareas domésticas y de cuidado? En algunos, es posible que estas tareas se hayan “democratizado” progresivamente pero ello no significa que esta cuestión se encuentre zanjada. Generalmente sucede que las mujeres o identidades feminizadas buscan empleos remunerados pero continúan realizando las tareas del hogar. Este fenómeno se denomina “doble o triple jornada laboral femenina”, concepto que da cuenta cómo las mujeres cargan con la jornada de trabajo en el mercado laboral, junto a la realización de las tareas domésticas y de cuidado e incluso, en ocasiones, con el cumplimiento de actividades o tareas comunitarias en el barrio.

¿De qué trabajos se ocupa cada persona en nuestra sociedad? ¿Cuántas mujeres ingenieras conocen? ¿y cuántos varones secretarios? ¿Conocen mujeres o personas que sean albañiles o electricistas? ¿Cuántos maestros de nivel inicial han visto en las escuelas? ¿Cuántas mujeres son choferes de colectivo? ¿Cuántos varones se emplean como niñeros? ¿Cuántas mujeres o identidades feminizadas ocupan cargos de mayor jerarquía tanto en el sector público como en el privado?

El uso del tiempo, brecha de género y salarial

Para seguir pensando esto, podemos traer el concepto de “uso del tiempo”, que refleja que aún en los casos donde hay una mejor redistribución de las tareas domésticas y de cuidado siguen siendo las identidades feminizadas quienes ocupan más tiempo de sus vidas realizando estas tareas, (pre) ocupándose y pensando en asuntos como qué se puede cocinar, qué hay que comprar, cuándo es la reunión de “padres” o cuándo alguien de la familia tiene que ir a un control médico.

Cuando se habla de “brecha de género” en el ámbito laboral se hace referencia a esta desigualdad que se evidencia en el salario. Las mujeres o identidades feminizadas cobran menos por ejecutar la misma tarea que un varón. Por otra parte, las profesiones, oficios o roles a los que se dedican las identidades feminizadas en mayor medida suelen ser las peores pagas, si es que lo están. Ambas situaciones hacen que en la actualidad las mujeres e identidades feminizadas perciban aproximadamente un 30% de ingresos menos que los varones. Ese porcentaje se denomina “brecha salarial”.

Para completar la información, queda a disposición el siguiente video del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación:

Una importante metáfora para comprender la división del trabajo por género: el techo de cristal

Metáfora utilizada para describir las barreras invisibles ("de cristal") a través de las cuales las mujeres y personas LGTBI+ pueden ver las posiciones de élite (por ejemplo, en el gobierno o el sector privado) pero no las pueden alcanzar. El techo de cristal es lo que impide que grandes cantidades de mujeres y minorías étnicas consigan y se aseguren puestos de decisión y empleos más poderosos, prestigiosos y mejores pagos. 

Mandatos del lenguaje

Reflexionar sobre el patriarcado como sistema de dominación a nivel cultural, social, económico implica una revisión de todas nuestras prácticas cotidianas. Cuando se dice que es un sistema que abarca todo, se habla incluso también de nuestras prácticas como hablantes de un idioma. Pero, ¿qué relación hay entre esto y el idioma?

¿Qué hacemos cuando decimos? 

Una práctica frecuente es generalizar en masculino, con lo que se incurre en la invizibilización de las mujeres y otras identidades en e uso del idioma, lo que implica una mirada sexista del mundo y de las personas, plasmada en los usos de la lengua. 

¿Cómo y cuándo?

Un buen número de sustantivos, artículos, adjetivos, pronombres en español se utilizan con el género masculino para referirse a la totalidad de las personas presentes en una determinada situación.

¿Lo evitamos? ¿Cómo lo hacemos?

Existen alternativas para evitar este uso. Revisamos algunas.


1. El uso del sustantivo colectivo

En lugar de usar...                                                     Podemos usar...

-El hombre ha creado sistemas....                                -La humanidad ha creado sistemas        

-Los derechos del hombre                                            -Los derechos humanos 

 -Los ciudadanos                                                         -La ciudadanía 

-Los campesinos                                                        -Las personas que trabajan en el campo


2. Doble forma femenino/masculino

En lugar de usar...                                                                 Podemos usar...

-Hombres que trabajan en la oficina.                                        -Hombres y mujeres que trabajan en la oficina

 -Los investigadores han avanzado en la vacuna.                     -Los investigadores y las investigadoras han avanzado en la vacuna. 

 -Los niños tienen derechos.                                                   -Las niñas y los niños tienen derechos.


3. Uso de abstractos 

En lugar de usar...                                                                 Podemos usar...

-Enviar los documentos a los coordinadores.                         -Enviar los documentos a las coordinaciones

-Es responsabilidad de cada jefe de departamento.               -Es responsabilidad de las jefaturas de departamento.

-Se van a reunir todos los directores.                                   -Se van a reunir los y las titulares de las direcciones.


4. Uso de pronombres "quien" y "quienes" 

En lugar de usar...                                                         Podemos usar...

-Los que participan en este proyecto                                -Quienes participan en este proyecto

-Los que no asistan                                                        -Quienes no asistan 

-Los que tengan boleto podrán pasar                              -Quienes tengan boleto podrán pasar

-El que suscribe                                                            -Quien suscribe