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Un oráculo le había dicho a Acrisio, rey de Argos, que moriría a manos de su nieto. Como Acrisio no tenía más que una hija, Dánae, decidió encerrarla en una torre para que le fuera imposible mantener relaciones con hombre alguno. Pensaba Acrisio que, si conseguía no tener nietos, quedaría a salvo del destino adverso.
Pero Zeus, encaprichado de Dánae, se las ingenió para penetrar en la habitación de la joven y violarla en forma de lluvia de oro. Pasado un tiempo, Dánae se percató de que estaba embarazada, y meses más tarde dio a luz a Perseo. Cuando Acrisio descubrió lo que había ocurrido, arrojó a su hija y a su nieto al mar, encerrados en un cofre de madera. Confiaba en que, sin tener que matarlos él directamente, ambos perderían la vida. Pero el mar se calmó y madre e hijo llegaron a las playas de Serifos, donde fueron acogidos por Dictis, hermano del rey Polidectes.
Andando el tiempo, cuando ya Perseo era un mozalbete, el rey Polidectes se enamoró de Dánae, y al ser rechazado por esta trató en vano de acercarse a ella por la fuerza. Naturalmente, la presencia de Perseo era un grave obstáculo para el monarca, que buscaba un pretexto para librarse del joven. Fue así como en cuanto se le presentó la ocasión le encomendó una misión que a buen seguro habría de acabar de su vida: la de traerle la cabeza de la Gorgona Medusa.
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El cuadro representa el momento exacto del mito en el cual Dánae está siendo violada Por Zeus en forma de lluvia de oro tras haber sido encerrada por su padre Acrisio por temor a que el hijo que esta tuviera acabara con su vida.
El paisaje mostrado en el cuadro es la habitación en la cual Dánae se encuentra encerrada. En cuanto a esta podemos decir que los elementos que visualizamos en ella son una cama, cuyas sábanas son blancas y granates, y una serie de cojines encima. La cama en si se encuentra desecha ya que Dánae se encuentra recostada encima. Visualizamos además una especie de tela en la zona izquierda del cuadro en color granate que ejerce la función de cortina. Sin embargo, no todo el paisaje del cuadro es simplemente una habitación, encontramos al fondo del cuadro un paisaje tormentoso del cual amaina una lluvia dorada sobre Dánae y la mujer que se encuentra en segundo plano.
En primer plano observamos a una Dánae completamente desnuda en posición relajada y desinhibida llevando únicamente encima sus pendientes y una pulsera.
Su expresión se muestra placentera y despreocupada. Lleva el pelo semirrecogido dejando así suelta una pequeña cantidad de pelo que recae sobre sus senos. A la derecha de Dánae observamos a una mujer anciana cuya inclusión enriquece la pintura al brindar sofisticados contrapuntos: vejez frente a juventud, fealdad frente a belleza, figura vestida frente a figura desnuda. El rostro de la anciana muestra desesperación la cual va simultáneamente ligada a la acción que esta ejerce, tratando de coger la lluvia dorada con su mandil. La vestimenta de esta mujer consiste en un vestido ajustado a la cintura que deja al aire su robusta espalda y cuyas abombachadas mangas le llegan hasta un poco más arriba del antebrazo. A la cintura lleva atado un mandil y a la cabeza una especie de semiturbante. A la derecha de Dánae observamos la figura de un perro, símbolo de fidelidad. El perro muestra una postura relajada, pues este se encuentra dormido. Sobre Dánae observamos una tormenta la cual representa a la figura de Zeus de la cual desciende una llovizna dorada que representa el éxtasis de placer. Identificamos que este es Zeus porque la tormenta es el más claro ejemplo de simbología ligada a este dios.
Vistos todos los elementos de este cuadro debido a la influencia de la luminosidad en el mismo, la atención se fija en Dánae y su figura despreocupada ya que en ella predominan los colores más llamativos. En si es un cuadro ordenado donde podemos distinguir perfectamente los distintos elementos que así se muestran, hecho que evita transmitir una sensación de caos.
En la obra “Metamorfosis” de Ovidio se encuentra este mito sobre Dánae (siglo IV, 607-613). En el cuadro aparece el paisaje literario justo cuando Zeus intenta introducirse en forma de llovizna en la habitación de Dánae y la anciana con su mandil intenta cerrar el paso a las intenciones del dios.
En diferentes versiones, se dice que había un ángel o una anciana, Tiziano ha decidido representar a la anciana para destacar el contrapunto vejez-juventud que he mencionado en el anteriormente, a grandes rasgos no ha cambiado nada a excepción de la escena literaria en la que se menciona que Dánae estaba sola y encerrada en la torre.
Creo que Tiziano ha elegido representar este fragmento porque es el punto cumbre del mito, su hubiera sido yo el que pintara este cuadro habría puesto una expresión de preocupación en el rostro de Dánae.
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SOPORTE: es un cuadro hecho en lienzo y utiliza la técnica del óleo. Su pincelada es suelta, pues es visible.
COMPOSICIÓN: tiene una composición simétrica pero dinámica. Para colocar las figuras ha utilizado un esquema triangular, con las nubes como parte superior, y se encuentran líneas diagonales. Se trata de una pintura tectónica.
LÍNEA Y COLOR: Predomina el color sobre la línea, ya que se trata de pincelada suelta. Son colores cálidos, saturados, realistas y de fines representativos.
LUZ: La luz es natural y de fines representativos. La luz se dirige a las figuras del cuadro.
ESPACIO: Hay una perspectiva aérea generada por claroscuros y la pincelada suelta
FIGURAS: Son figuras realistas, de canon perfecto. Están colocadas en escorzo y juegan con la contraposición entre la mujer vieja y la mujer joven y sus diferencias (diferencia de edad, diferencia en el color de la piel de ambas, la belleza de la joven, el gesto de cada una de ellas). Tienen expresión y están individualizadas. Interesan mucho las texturas.
Como características propias del pintor veneciano señalamos la luz dorada (podemos señalar la llovizna dorada), la riqueza y sensualidad en los personajes representados (se puede apreciar en la figura desnuda de Dánae), el colorido con predominio de tonos nacarados y lo recargado de las composiciones (la contraposición del claroscuro predominante alrededor del cuadro).
Esta Dánae recibiendo la lluvia de oro es al menos la tercera versión autógrafa de un diseño que Tiziano plasmó primero en un cuadro conservado en el Museo de Capodimonte de Nápoles, y después en la versión para Felipe II ahora perteneciente a los Duques de Wellington. Existen diferencias notables entre los tres cuadros, tanto en sus figuras y elementos como en el tipo de pincelada. La versión del Prado es la más tardía, y varios documentos prueban que no pudo ser la perteneciente a Felipe II. Velázquez hubo de comprarla en Génova, durante su primer viaje a Italia (1629-31), y consta que al regresar a Madrid se la vendió a Felipe IV. Posiblemente fue el pintor sevillano quien decidió emparejar en el Alcázar de Madrid el cuadro de Venus y Adonis con la versión de Dánae que él había aportado, y la de Felipe II, peor conservada, se trasladó al Palacio del Buen Retiro. De allí hubo de sustraerla José Bonaparte.
Becerra Gaspar, 1565
Dánae y la lluvia de oro. 1605.
Museum of city of Los Angeles.
F. Boucher.
Dánae.
1756.
Museo Helsinki
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Escogí este cuadro porque es uno de mis cuadros favoritos, ya que anteriormente ya me toco exponer este cuadro, me gusta la pintura mitológica y entre este tipo de pintura desde mi punto de vista creo que destacan Tiziano y Rubens. Lo que más me ha gustado de este cuadro ha sido la contraposición de los tonos claros frente a los tonos oscuros y los perfectos detalles que hacen que esta obra sea digna de estar donde está. Me gusta esta escena ya que contemplamos a la diosa Dánae desnuda y tumbada en su lecho. En una mezcla prodigiosa de interior-exterior llueven de un cielo tormentoso monedas de oro. Resulta maravilloso el cromatismo dorado que confiere a la escena una atmósfera irreal. Dánae está relajada y despreocupada, actitud que me parece muy extraña y que contrasta con la de su sirvienta, que se apresura a recoger las monedas con su delantal.
Me gusta esta escena ya que contemplamos a la diosa Danae desnuda y tumbada en su lecho. En una mezcla prodigiosa de interior-exterior llueven de un cielo tormentoso monedas de oro. Resulta maravilloso el cromatismo dorado que confiere a la escena una atmósfera irreal. Dánae está relajada y despreocupada, actitud que me parece muy extraña y que contrasta con la de su sirvienta, que se apresura a recoger las monedas con su delantal.