Contexto
Contexto
El agua y los servicios relacionados con el agua son componentes fundamentales del bienestar humano y, como tales, son factores clave para el desarrollo socioeconómico en Europa. Sin embargo, los sistemas de agua dulce están bajo una amenaza grave a largo plazo debido a una variedad de factores de estrés, como la contaminación orgánica e inorgánica, las alteraciones geomorfológicas, los cambios en la cobertura del suelo, la extracción de agua, las especies invasoras y los patógenos.
Los extremos hídricos que llevan a la escasez (comúnmente asociados con una gestión inadecuada del agua, con la consecuente reducción del caudal de los ríos y el agotamiento de las aguas subterráneas) y/o las inundaciones (cada vez más recurrentes, localizadas y de mayor magnitud, a menudo atribuibles al cambio climático) no solo son factores de estrés por sí mismos (ya que influyen en los hábitats, la exposición química, las funciones ecológicas y la diversidad), sino que también son impulsores de otros factores de estrés que, a su vez, pueden exacerbar las dinámicas económicas y políticas, conduciendo a una mayor escasez y a una mayor exposición a sequías, inundaciones y otros extremos hídricos asociados al cambio climático.
Su relevancia es aún mayor en regiones semiáridas, como la cuenca mediterránea, caracterizadas por flujos fluviales altamente variables y la ocurrencia de caudales extremadamente bajos y altos, y que dependen de actividades económicas vinculadas al agua, como la agricultura de regadío, la energía hidroeléctrica y el turismo. En estas regiones, la seguridad económica está cada vez más ligada a la seguridad hídrica. Esto ha dado lugar a una mayor frecuencia y magnitud de eventos extremos de caudal (sequías e inundaciones).
La concurrencia conjunta de una miríada de factores de estrés (químicos, geomorfológicos, biológicos, económicos) produce sinergias nuevas y desconocidas, así como efectos inesperados.