En la cultura griega la palabra que equivale al concepto de destino es MOIRA, que literalmente significa parte dividida de un todo. Mitológicamente, en la cosmovisión griega, el destino de cada uno es la parte que se nos otorga antes de nacer y depende de cada uno de nosotros qué hacer con esa parte.
Hace 18,000 años había un chico llamado Moira que vivía solo en una isla de Australia. Moira llevaba 13 años aislado. Sus padres habían desaparecido un día en que salieron a cazar. El valiente joven había aprendido a cazar, cocinar y mantenerse vivo en una isla de solo 100 habitantes. Todos vivían una vida llena de distracciones. En la isla estaban los mismos 100 habitantes desde que sus padres desaparecieron. Un día, Moira vio a un barco que se aproximaba al perímetro de la isla. En él, viajaban dos hombres uniformados y en sincronía. Buscaban a Moira para llevarlo ante el dios Ares. El asustadizo joven se fue con los dos hombres sin pensarlo; sabía que no debía desobedecer a los dioses. En el barco se encontró cara a cara con Ares, el dios del destino y de la suerte. A partir de ese instante iba a empezar su vida nueva en Australia. Cuando llegó a a su destino, lo llevaronron al castillo del dios Ares. Moira estaba confundido en medio de un castillo inmenso y suntuoso; se sentía abrumado con todo. Le empezó a dar mucho miedo ya que era algo nuevo para él. Le falló su autoestima y eso lo llevó a escaparse del castillo.
El castillo estaba en medio de un desierto. Moira empezó a correr y correr. Corrió durante varias horas sin cansarse; lo único que veía de frente era la arena. De repente, se detuvo y decidió sentarse junto aun solitario cactus que apareció de la nada. Se quedó quieto, meditando en su destino, calculando el siguiente paso. Estaba hambriento y el cansancio comenzó a a poderarse de él en cuanto estuvo quieto durante algunos minutos. Desgastado y con calor decidió volver al castillo y tratar de convencer al dios Ares de que lo llevara de regreso a su amada isla.
De vuelta en el castillo, se encontró con los dos hombres del barco, uno a cada lado de la inmensa y pesada puerta que daba acceso al mundo de Ares, al destino. Uno de ellos, el más enigmático, le entregó un sobre sellado; el otro lo arrastró a un cuarto hermético donde volvió a encontrarse solo frente a su destino.
Dentro del sobre había una carta de sus padres, pero Moira no comprendió nada porque era analfabeta. Entonces decidió esperar a Ares. Las horas pasaban y el cuarto se hacía cada vez más oscuro, grande y tenebroso; Moira se sentía cada vez más solo y vacío. De repente, comenzó a escuchar voces acercándose. Aturdido por la oscuridad y la larga espera, se encontró de súbito en otra habitación inmensa donde lo esperaban Ares y los dos hombres. Por primera vez sintió miedo, pánico. Su baja autoestima no le permitía descubrir lo que tenía delante: había otra puerta y tocaba a avanzar, atravesarla sin saber qué le esperaba del otro lado. Sintió que le abandonaban las fuerzas y que no tenía el valor necesario para avanzar. Pasó horas ante la puerta tratando de superar el terror ante lo desconocido.
Durante la noche, Moira fue recuperando poco a poco la fuerza; algo de valor creció poco a poco en su interior. Algo nuevo nació dentro de él. Reflexionó sobre las largas horas de angustia que acababa de vivir y se sintió con fuerza para avanzar. Estaba decidido; seguiría avanzando. Haría lo que tenía que hacer para no quedarse estancado frente a su destino y, entonces, tocó a la puerta.
Pasaron algunos minutos en los que Moira comenzó a sentirse angustiado ante la espera y retrocedió. Mientras retrocedía, iba perdiendo la esperanza poco a poco. En un instante y sin pensarlo, se detuvo y la puerta se abrió lentamente, muy lentamente. Con esa misma lentitud, la esperanza volvió a entrar en el corazón de Moira.
La esperanza se transformó en sorpresa, la sorpresa en asombro, en admiración y en una repentina sensación de paz que le devolvió la esperanza al joven cuando sus ojos se cruzaron con la mirada expectante y amorosa de sus padres. Moira, invadido por una emoción inmensa e indescriptible, entró al castillo para hundirse en un abrazo reconfortante con sus padres. Elllos le contaron su historia; Moira se apropió de su destino y comprendió que todo lo que había vivido era necesario para alcanzar la plenitud de este instante.
Unos años después, Moira ocupó el lugar de sus padres en el castillo de la vida. Regresó a Australia y se convirtió en el dios del destino y la esperanza y le dio a su isla muchos años de esperanza y fertilidad. Su dominio se ha extendido a lo largo y a lo ancho del planeta y permite a los seres humanos encontrarse con su destino sin temor.