Jardín Sierra

Sebastián Delgado

Gabriella Isabel González Hernández vivía con sus padres en un "penthouse" en Nueva York. Podría decirse que tenía la vida perfecta; cada día, vivía su fantasía de fashionista y nunca repetía un "outfit". Siempre estaba muy enfocada en su apariencia, en tener ropa y productos de  lujo. Lo podía hacer ya que su mamá era una exmodelo y su papá generaba mucho dinero como cirujano plástico. Gabriella no era Gabriella sin su AMEX


Un día, los padres de Gabriella entraron a su cuarto para  informarle que pronto se mudarían a Puerto Rico. Gabriella no lo podía creer. No le gustaba la idea de ir de un apartamento lujoso en una de las ciudades más grandes del mundo a una isla chiquita en el Caribe que “probablemente ni tenía wifi”. 

A pesar de la resistencia de Gaby, una calurosa tarde de verano llegaron a Guaynabo, Puerto Rico. Ahora le tocaba comenzar estudios en una nueva escuela y vivir en una urbanización llamada "Jardín Sierra". Estos cambios eran muy drásticos para Gabriella ya que estaba acostumbrada a vivir en una ciudad donde tenía todo cerca; los servicios básicos funcionaban; las carreteras no tenían cráteres y el lujo y el "comfort" se encontraban en cada punto de Manhatan.


También le tocaba hacer nuevos amigos en Puerto Rico. Le temía al "bullying" que, debido a su pobre dominio del español, le esperaba en su nueva escuela. Rápidamente  descubrió que los demás la veían como una chica de alto estatus. Sus compañeros se le acercaban para indagar de dónde eran sus "outifts" y cómo había adquirido su exquisito gusto en el vestir. 

Quedó sorprendida; en Nueva York ella no se veía como alguien tan interesante y llamativa. Los puertorriqueños de San Juan estaban impresionados con su exquisita apariencia y no le importaba nada su escaso dominio del español. Tan pronto llegó, se fascinaron con su estilo de vida, tanto que trataron de imitarla. Quedaron maravillados con su acento único. Pronto todo el mundo a su alrededor estaba usando palabras como “sexi”, “chatear”, y “trolear”. Ella vio que finalmente había llegado al nivel de "influencer" que quería ser. 

Con el tiempo, Gabriella se convirtió en el centro de atención de la juventud de Jardín Sierra, tanto que hasta le cambiaron el nombre a "Garden Hills". Todos querían ser como ella, vestir como ella y hablar como ella. Se sentía poderosa y adorada por todos, pero en su corazón, aún seguía añorando la gran manzana. A pesar de toda la atención y admiración que recibía, se dio cuenta de que no tenía amigos verdaderos.

Nadie la conocía realmente y ella tampoco conocía a nadie de verdad. Podía sentir todo el poder en el mundo pero no tenía a nadie con quien hablar de sus sentimientos. Ni siquiera sus padres, porque temía perder su influencia. Aunque sus frases se comenzaron a usar por todo Guaynabo, su imagen prestigiosa no la quería perder y llegó a ser una mujer muy hostil e infeliz. Aún sentía el "home sickness" de los grandes rascacielos de su pasado.  Muy pronto, Gaby decubrió la verdad que encierran los refranes y las máximas populares. Encontró uno que definía perfectamente su aprendizaje como influencer en Jardín Sierra;



Nadie la conocía realmente y ella tampoco conocía a nadie de verdad. Podía sentir todo el poder en el mundo pero no tenía a nadie con quien hablar de sus sentimientos. Ni siquiera sus padres, porque temía perder su influencia. Aunque sus frases se comenzaron a usar por todo Guaynabo, su imagen prestigiosa no la quería perder y llegó a ser una mujer muy hostil e infeliz. Aún sentía el "home sickness" de los grandes rascacielos de su pasado.  Muy pronto, Gaby decubrió la verdad que encierran los refranes y las máximas populares. Encontró uno que definía perfectamente su aprendizaje como influencer en Jardín Sierra: "Las apariencias engañan".