Edición: Dra. María Martínez - Prof. Sandra Acevedo

Aventuras de un chef galo

Diego Ariza-Oller

En la década de 1850, Francia era reconocido por ser uno de los lugares más exquisitos y refinados en la alta cocina del mundo. Cocineros de todos los continentes se reunían en los exclusivos restaurantes de Paris para aprender el oficio de cocinar. También muchos jóvenes franceses, tales como el hoy famoso Chef se daban cita en Paris para perseguir el sueño de brillar en el oscuro mundo de los fogones.

Al cocinero Chef, siempre le ha fascinado el arte de cocinar. Se había formado durante años en las cocinas de los mejores restaurantes de Francia, perfeccionando su oficio y aprendiendo nuevas técnicas. A diferencia de la mayoría de los cocineros, quería más. Chef estaba obsesionado con encontrar una nueva delicia para su menú que se pudiera disfrutar en todo el mundo. Quería traer al mundo una delicia que  hiciera sonreír de satisfacción a cada individuo, como él mismo lo hace cuando los cocina. 

Se hicieron muchos intentos de hacer un nuevo regalo para el mundo. Pasaron semanas, tal vez meses, cocinando. Desafortunadamente, cada intento de un nuevo regalo que  surgía de la ingeniosa mente de Chef, terminaba siendo un fracaso. Lentamente, descendió a una profunda depresión a causa de ello. Un día, mientras cocinaba,  Chef derramó accidentalmente un poco de una mezcla fina de harina, leche y huevo sobre una estufa plana y caliente. 

A pesar de que esto fue un error, probó su error y se enamoró. Un solo bocado fue suficiente para curarlo de su depresión y sabía que ese era el placer que quería compartir con el mundo. Chef consideró, la crêpe  como el invento más maravilloso y sencilllo que había nacido, más que de su ingenio, de su descuido... como suele pasar con los grandes descubrimientos de la humanidad desde que la manzana cayó sobre la cabeza de Benjamin Franklin y desde siempre.

Chef estaba decidido a compartir esta creación con los "gourmands" de  todo el mundo. Entonces, reunió un equipo élite de cocineros que estuvieron dispuestos a ayudarlo en esta ímproba tarea. Cada miembro de este equipo fue seleccionado entre los cocineros de los mejores restaurantes del mundo, reconocidos por su exquicitez y sus aportes a la alta cocina. La ambición de Chef era compartir el  placer de engulir una crepa. Rápidamente descubrió que contaba con el apoyo de sus colegas quienes se contagiaron rápidamente de su entusiasmo culinario.

Entonces, dio instrucciones alos  los cocineros para que fueran a sus respectivos países de origen y abrieran  restaurantes de pastelería en nombre de Chef. La crêpe sería el plato estrella del menú de cada restaurante. Con el pasar del tiempo, Chef logró su objetivo. Su negocio de crepés se extendió rápidamente por todo el mundo, llegando a lugares como Japón, República del Congo, Brasil y Puerto Rico.¿Quién, en los albores del siglo XXI, no ha probado una deliciosa y sencilla crepa? 

A propósito, ahora me dirigiré a mi cocina para preparar un rico desayuno de crepas con crema y fresas. !Oh la lá!