La magia de las mandalas

Sobrevivir en tiempos de crisis

Prof. Sandra Acevedo

El tiempo más feliz de la vida de Lolita: las clases virtuales. 

La necesidad de detenerse

No es necesario que me presente. Llevo el tiempo suficiente en Saint John's Scool como para que los estudiantes me conozcan y sepan que no acostumbro faltar. Me encanta mi trabajo. Llego a la escuela entre 6:00 y 6:45 am. Eso sí: a las 3:30 pm, me encamino directo a la salida, junto a mi buena amiga, la Dra. Martínez. Nuestro lema: ya cumplimos, ya nos vamos.

En tres ocasiones, la vida me ha llevado a detenerme. Hace unos años, me fracturé un codo. Estuve cinco días en mi casa, bajo los atentos cuidados y vigilancia de mi inseparable Lolita. Luego vino el terrible diagnóstico del problema con las cuerdas vocales: "muscular tension disphonia". La reomendación médica: "Un mes sin hablar. Lo mejor es que se quede en su casa."

Eso dijo el médico, yo dije algo diferente: para eso tenemos  la tecnología. Guardo gratos recuerdos de las...dos semanas que pasé evitando hablar. En cuanto llegó el micrófono portátil de "AMAZON", mis clases volvieron a ser ese espacio de diálogo, batalla y consenso que tanto disfruto.

Las tardes que pasé junto al patólogo del habla me han ayudado muchísimo a mejorar el uso que hago a diario de mis cuerdas vocales. Ese año, varios estudiantes de la clase 2021 se vistieron para imitarme durante "Spirit Week". En realidad, la ocasión se prestaba porque mi atuendo se convirtió en un disfraz: bufanda, chal, micrófono.

Los estudiantes fueron unos verdaderos caballeros andantes y finas damiselas. Por mi parte, me limitaba a proyectar las instrucciones y a hacer anotaciones cada vez que alguien tenía una pregunta o necesitaba más explicación. Ahora que lo pienso bien, fue una buena preparación para las clases virtuales.

Muñecas de trapo

De ese tiempo, conservo una colección de bufandas de distintos colores y tejidos. Todas ellas viajaron a Europa, en las maletas de mis sobrinas el pasado mes de noviembre. Todas, menos una: mi favorita. Era una bufanda de pura lana en vivos colores que utilizaron mis sobrinas para hacer muñecas de trapo....mucho antes de su primer viaje a Europa.

Rebelde y libre

Siempre he sido una mujer de recursos. Desde que abandoné la vida religiosa, he vivido sola y he tenido que descubrir los caminos alternos al vacío, a la soledad y a la tristeza. Lo primero: una perrita y mantener un grupo de pocas, pero buenas amigas que me sirven de apoyo. También celebran conmigo la vida y la libertad de ser mujer soltera en el siglo XXI que -- como bien saben mis estudiantes -- no es lo mismo que haber vivido en los tiempos de la pastora Marcela (siglo XVII).

Contemplar las mandalas, una vez terminadas, aumenta mi sensación de libertad.

La batalla conmigo misma

Leo mucho, dibujo mandalas y navego en la internet con cierta soltura. La verdad es que tengo mucho tiempo para explorar nuevas maneras de acercarme a temas viejos sin aburrirme nunca de dar cada año los mismos cursos y llegar cada día al mismo apartamento donde solo me esperan los ladridos felices de Lolita. Mi capacidad de escucha me ha ayudado a sobrevivir a la soledad. Me gusta escuchar voces agradables y más sabias que la mía: música, buen cine, buena conversación y muchos, pero que muchos libros.

Entre las voces que me acompañan, hoy dirijo mi agradecimiento a la profesora y compañera, Ilanit Edry. Como buena maestra de arte, ella insiste en que cualquiera puede dibujar. Para  convencerme de que yo también podía, aunque no lo creyera, me enseñó distintas técnicas para hacer mandalas...y se hizo el milagro.

Además, de leer sobre el arte de las mandalas, leí mucho sobre la espiritualidad detrás de los círculos. Fue así como llegué a integrar el arte en mis momentos de silencio y reflexión. Fue así como descubrí que cualquier mandala, por insignificante que parezca, por muchos defectos que pueda descubir en ella, al final será un círculo perfecto en el que lo más importante es el conjunto. Los defectos, las dificultades para llegar al producto final, se olvidan cuando el círculo se completa.



"La única batalla que el ser humano puede ganar es la batalla consigo mismo.".  (Cervantes, 1617)

Esta fue la primera mandala; a penas tenía fuerza en las manos para manejar el compás. Así ocurre: algunas veces no somos capaces de llevar las riendas de nuestra vida. Es el momento de parar: mucho líquido y muchos mimos.

La incertidumbre y el caos

La tercera ocasión en que tuve que detenerme fue el mes pasado. Entonces, no hubo atrechos. La enfermedad era contagiosa y, por el bien de todos, lo mejor era quedarme en mi casa...con mi Lolita que volvió a ser la perrita más feliz del mundo. Esta vez, fueron las mandalas y los mensajes de texto de mis amigas los que vinieron al rescate. Hoy, un día antes de volver a la batalla, decidí contar mi experiencia de meditación, relajación y sanación dibujando mandalas.


"Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades".  (Cervantes, 1617)

Esta es la segunda mandala, la de los trazos inexactos la que me hizo preguntarme cómo, cuándo y por qué.

Trazos indefinidos

Como no podía dormir en las noches, pasaba horas intentando manejar el compás para hacer círculos que se interceptaran en el punto preciso para hacer un buen dibujo. Me sorprendió descubrir que, aunque calibrara cuidadosamente el compás, el trazado quedaba fuera de sitio una y otra vez.

En mi experiencia de amateur, poco experimentada en asuntos artísticos, las mandalas se han convertido en una forma de meditación. Esta que está a la izquierda refleja mi estado interior durante los días de recuperación: poca energía, poco entusiasmo, debilidad. Descubrí que en momentos como ese toca mirar al centro y reenfocarse. Si observan detenidamente la mandala, su centro es la parte más definida, en medio de trazos indefinidos.

"Caminante, no hay camino, se hace camino al andar y al volver la vista a trás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar" 

 (Antonio Machado - poeta)

Empieza a aparecer la luz 

Los invito a volver a mirar al centro de este dibujo. Ahora está más definido y las líneas claras se entrecruzan en el punto preciso. Llegó el momento de avanzar, de hacer trazos prcisos y de utilizar colores que iluminen la mandala. Me dirán que no es la misma, que he hecho trampa porque esta es otra mandala. Les aseguro que no hay trampa. Así es la vida. En tiempos de crisis, tenemos que descartar varios modelos hasta llegar al trazado exacto,  hasta alcanzar el camino preciso que nos lleve a donde deseamos llegar.

Ya todo está en calma

He aquí el modelo terminado; el que tiene la forma y los colores exactos y definitorios. Todas las líneas confligen en el punto exacto. El trazo fluye libre y guía el compás al lugar preciso.

Los colores, las formas todo lleva al centro desde donde nace una tenue luz amarilla, el color de la alegría.

La armonía, el equilibrio en las formas y los colores son reflejos de que, en este momento, todo está en calma. Retomo la vida en el punto en que se detuvo y me pregunto si acaso las mandalas me ayudaron a conseguir la paz o si  son acaso solo el reflejo de mi mundo interior.

Mandalas en tiempo de paz