La caída del gigante
Siempre he sido un gigante. Apenas recuerdo aquellos tiempos pasados en los que se me consideraba un recién nacido, un niño, un joven... He visto pasar épocas y gentes cuyas vidas son cortas comparadas con el tiempo que llevo yo sobre la Tierra. A mis pies se han besado los enamorados, han jugado los niños, han paseado los ancianos... y yo los he observado, siempre inmutable, siempre silencioso, testigo mudo de acciones y reacciones, de secretos y de alegrías...
He visto reyes y presidentes, he visto el abandono y la ruina de todo lo que me rodeaba. He soportado lluvia, nieve, sol... incluso golpes y el maltrato de aquellos que no ven más allá de sus narices. Me han mirado con admiración e indiferencia, me han tratado como a un servivo con alma y espíritu, me han considerado un dato estadístico...
Pero el fin llega cuando menos lo esperamos y a veces de nada sirve la fortaleza y el orgullo. La fuerte ventisca nocturna que no ha podido con otros más jovenes, inexpertos y débiles ha podido conmigo y ahora permanezco en el suelo, derribado e indefenso, esperando la muerte definitiva.
Muchos vienen a ver mi cadáver aún lleno de savia. La mayoría de ellos no sabía de mi existencia hasta que he caído y ahora vienen, me miran, me fotografían, e incluso hay quien quiere un pedazo de mí. Siento su compasión y escucho voces hablando de mi fortaleza, de las increíbles dimensiones de mi cuerpo, pero sé que su lástima es efímera y cuando pasenunas horas, sólo seré una anécdota más que se olvidará poco a poco...
Ya nadie se preocupa por un árbol caído...
En memoria del Cedro del Líbano caído en el Real Jardín Botánico de Madrid el 15 de enero de 2010