¿Hace falta "la Nueva Naturaleza"?
(Reseña del libro The New Wild de Fred Pearce, a cargo de Liam Heneghan)
A quien escribe esta presentación, pocos libros que haya leído le han parecido más desvergonzadamente sesgados y poco rigurosos que The New Wild de Fred Pearce. Este autor, que asombrosamente goza de una elevada reputación como periodista científico, comete innumerables atropellos contra la ciencia y la razón en dicho libro, con el descarado propósito de sumarse al carro del llamado “neoconservacionismo”, una corriente que en los últimos años está promoviendo la completa domesticación de la Naturaleza en la Tierra, con la excusa de que estamos en el “Antropoceno” y de que, por tanto, lo natural y lo artificial son supuestamente ya una misma cosa (o más bien que ya no queda Naturaleza que conservar). Para ello, los seguidores de esta corriente utilizan típicamente sin reparos una serie de argumentos falaces que van desde crear hombres de paja (afirmar que la conservación se basa en identificar “salvaje” con “virgen” o en defender un estado de equilibrio estático en los ecosistemas) hasta extraer conclusiones generales injustificadas a partir de datos puntuales. Lo peor es que ha tenido bastante eco en aquellos sectores menos ecológicamente informados (desde periodistas al público en general).
La siguiente reseña de Liam Heneghan señala acertadamente los principales defectos teóricos del libro de Pearce. Sólo hay que lamentar que Heneghan, al igual que otros muchos individuos interesados en la conservación, se haya tragado inocentemente el cebo envenenado de que la noción del equilibrio de la Naturaleza (o clímax) es algo obsoleto. Para empezar, la falsa idea de equilibrio de la Naturaleza entendido puramente como “estasis”, es decir, como ausencia total de cambio en los ecosistemas, jamás ha sido defendida por nadie que conociese mínimamente la Naturaleza (menos aún por biólogos o conservacionistas). Para continuar, una cosa es que la Naturaleza esté en constante flujo o movimiento y otra que dichos cambios no sigan nunca un ningún orden ni se ajusten a ciertos límites y reglas en ningún caso. A menudo existen equilibrios dinámicos en los ecosistemas (por ejemplo, clímax); suele haber cierta constancia incluso dentro del propio cambio o perturbación (por ejemplo, sucesiones). E incluso en aquellos casos en que las perturbaciones y los cambios parecen ser irregulares e impredecibles, hay ciertos límites, no todo vale, ni todo es posible. En ciencia el caos no es desorden absoluto, incluso en él hay cierto orden. Y para acabar, aun en el caso de que fuese cierta la exageración de que en la Naturaleza todo es perturbación, de ahí no se puede extraer como conclusión lógica que las perturbaciones artificiales son iguales que las naturales y deben ser no ya excusadas, sino incluso promovidas. Esto es hacer un uso ideológico torpe y deshonesto de ciertos “hechos científicos”.