Una clasificación o taxonomía de niveles de aprendizaje sirve tanto para elaborar como para juzgar una prueba de evaluación. Su interés recae en diferenciar, con un determinado criterio, diversos tipos de aprendizajes, con lo cual se consiguen pruebas que tienen en consideración un abanico más amplio de aprendizajes.
La taxonomía de Bloom, publicada por primera vez en 1956, tuvo un impacto extraordinario porque sistematizó de una forma sencilla todos los niveles de aprendizaje cognoscitivo. Hasta entonces, el interés de la enseñanza y de la evaluación se centraba sobre todo en los niveles más bajos de aprendizaje, pero la taxonomía de Bloom ayudó a equilibrarlo con la atención a los niveles superiores de los procesos cognitivos (ver descripción y ejemplos de la taxonomía de Bloom). Posteriormente se elaboraron taxonomías para los ámbitos afectivo (Krathwohl, Bloom y Masía, 1964; De Landsheere, 1982) y psicomotor así como otras propuestas sobre el dominio cognoscitivo con criterios diferentes a los de Bloom. De Landsheere (1997) describe hasta seis taxonomías diferentes para el ámbito psicomotor y otras cuatro para el ámbito cognoscitivo.
Una adaptación de la taxonomía de Bloom para el aprendizaje reflexivo se puede consultar en el documento enlazado aquí.