4to. debate
¿Podemos ser felices?
"La naturaleza no nos ha dado solamente el deseo de la felicidad, sino también su necesidad... sin la posibilidad de satisfacerla y sin que ni mucho menos la felicidad tenga sitio en el mundo". El "Zibaldone" de Leopardi prosigue con muchas otras ideas más sobre la cuestión de si podemos alcanzar la felicidad llegando en las últimas páginas a contestar que no, definitivamente. Los maestros de la filosofía, Aristóteles y Schopenhauer, añaden otras reflexiones. Actualmente también existe una idea de la felicidad burocratizada, rebajada a la categoría del azar o la suerte, o caracterizada como una "samaritana" del bienestar y la despreocupación permanente.
Aristóteles
SE PUEDE SER FELIZ
La razón conduce a la felicidad
Si el hombre es, por naturaleza, un ser racional entonces el uso de la razón conduce a la autorrealización, o bien al estado que da la felicidad y que representa la condición natural del hombre. Ser feliz no es una apuesta ni un juego o tener buena suerte sino el resultado que se obtiene del buen gobierno de las pasiones, del uso de la voluntad y de la mesura en los deseos.
La felicidad es un estado
Para Aristóteles, la verdadera felicidad es aquella que se mantiene, que exige permanencia y constancia. Es un estado de la mente. No coincide con el placer sensible: los animales, por ejemplo, sienten placer pero no están destinados a ser felices porque la felicidad es consciencia del placer, del conocimiento y de la razón.
La felicidad es una experiencia colectiva
Aristóteles está lejos de la idea de felicidad como un hecho puramente privado, cerrado a las relaciones con los demás, egoísta. Este raro estado emocional debe poseer una dimensión abierta, intersubjetiva, pública, política. No se pueden tocar las nubes con el dedo sin dejarse ver.
Schopenhauer
NO SE PUEDE SER FELIZ
El deseo produce infelicidad
Para Schopenhauer, el hombre está destinado a la infelicidad porque desea lo que no puede tener. El sufrimiento es su estado natural; su vida "oscila como un péndulo entre el dolor y el hastío". Así pues, ser feliz es una condición inalcanzable y nunca una experiencia presente: o es algo que se recuerda y lamenta o es algo que se espera eternamente.
La felicidad es un instante
Para Schopenhauer la felicidad está en el instante, es una momentánea cesación del dolor. El deseo, que produce malestar, en el movimiento basculante de la vida, cede su lugar al hastío. En este fugaz pasaje, estar bien significa no estar mal. Un estado de felicidad duradero no es posible.
La felicidad es una aspiración individual
El arte de ser feliz, o mejor, "vivir lo menos infelizmente posible", como escribe Schopenhauer, concierne al individuo, nunca a la sociedad, y como seres individuales es necesario anularse, debilitar el deseo de lo imposible ejercitándose en una técnica individual y ascética que recuerda al nirvana.
CONOCE
La psicología positiva estudia científicamente la felicidad y el bienestar. La psicología positiva explica que nuestra felicidad es el resultado de nuestra herencia genética, las circunstancias y las acciones que hacemos. En su libro Authentic Happiness (2002), Martin Seligman propone la siguiente fórmula:
F= R+C+V
F es el nivel perdurable de felicidad, que resulta de sumar R, el rango base de felicidad, que son las características con el que nacimos, más C, que son las circunstancias, y V, que son las acciones que emprendemos de manera voluntaria. La felicidad auténtica no es el placer de tomar un helado en un día caluroso o de disfrutar de un concierto de nuestra música favorita. La felicidad auténtica está relacionada con el bienestar que obtenemos al ejercitar los talentos y fortalezas de carácter que nos hacen únicos, contribuyendo a mejorar nuestra vida, la de los que nos rodean y la de la sociedad.
3er. debate
¿Quién soy yo?
En la gramática de la existencia el "yo" es la regla principal. Rige y mide la identidad del hombre, su relación con lo otro y con lo distinto de sí. Esas dos únicas letras son capaces de sintetizar un mundo entero. La palabra "yo" es un veloz monosílabo que reivindica las enseñanzas de dos maestros: Descartes, el filósofo del "cogito, ergo sum" ( "pienso, luego existo") y Freud, el explorador del inconsciente y de las fuerzas que gobiernan lo que cada individuo esconde dentro de sí mismo y olvida. Innumerables veces pronunciamos la palabra "yo" y, a menudo, encabezan las frases de quien habla, indicando una posición determinada. Pero, ¿qué estamos diciendo cuando decimos "yo"?
Descartes
EL HOMBRE ES RAZÓN Y CONCIENCIA PLENAS
Yo soy mi pensamiento
La búsqueda filosófica de Descartes se apoya sobre la certeza del pensamiento, la única seguridad en una realidad donde la duda cuestiona la existencia de cualquier otra cosa. Si yo dudo (incluso de mi propia existencia) entonces no puedo dudar de mi pensamiento que duda y, entonces, "ese pensar" se convierte en la certeza de mi existencia: yo existo como "cosa pensante", afirma el filósofo francés. El mundo material y el cuerpo son territorio de los sentidos: pero los sentidos engañan, son falaces. Por ello, la identidad del sujeto coincide con el pensamiento antes que con la corporeidad. Y cuando el hombre muere, muere el cuerpo y el alma (mente o pensamiento), como el principio espiritual que es, sobrevive.
El yo es la consciencia
Descartes inaugura la filosofía moderna, filosofía en la que la conciencia tiene el significado de "consciencia subjetiva" de sí mismo y de los propios procesos mentales. De nosotros mismos, de nuestra existencia como seres conscientes, estamos seguros directamente. Todo lo demás cae bajo la corrosiva crítica de la duda.
El yo es dueño de sí mismo
El yo, para Descartes, es el sujeto pensante y consciente de sí mismo, opuesto completamente a su componente natural: espíritu contra materia, mente contra cuerpo. En su célebre tratado "Las pasiones del alma" Descartes nos ofrece una especie de "medicina" para convertirnos en los únicos dueños relevantes de nuestro yo. ¿Cómo? A través del dominio de las pasiones, que sólo puede conseguirse con el instrumento de la razón.
Freud
LO IRRACIONAL Y LO INCONSCIENTE TAMBIÉN FORMAN PARTE DEL SER DEL HOMBRE
Yo soy mi cuerpo
Freud, padre del psicoanálisis, reivindica la razón del cuerpo. Descubre y rebate que no existe una manifestación "pura" del pensamiento. Incluso las producciones más elevadas del "yo" (el pensamiento y el arte) pueden reconducirse y subsumirse en pulsiones biológicas. Cada acto humano (en los síntomas neuróticos, en los sueños, en los delirios y fantasías) es la consecuencia de fuerzas. motivaciones e impulsos que permanecen, en numerosas ocasiones, desconocidos y ocultos a la razón. Y el "modelo" de funcionamiento de nuestro aparato psíquico es, prevalentemente, de naturaleza orgánica o física ...
El yo es lo inconsciente
Con Freud, el inconsciente se convierte en una construcción teórica que comprende los aspectos más motivacionales de la personalidad, tanto sana como patológica. Y aunque no llega a exaltar el lado oscuro e inconsciente de la vida contra la razón y la conciencia, el médico austríaco sostiene que la nueva ciencia debe explorar lo que no se conoce, lo que está escondido porque está "reprimido" y que es determinante en la conducta afectiva, intelectual y social de los seres humanos.
El yo no es dueño de sí mismo
El yo, para Freud, no es pura transparencia, no es la fuerza de una razón que se enseñorea del mundo. El sujeto alberga, dentro de sí, más "partes". El "yo" es la parte consciente del hombre, sí, pero es sólo una pequeña porción de la "topografía" de la psique: el "yo" padece las inhibiciones y presiones del "super-yo" (la "voz" normativa que cada uno ha incorporado y que ordena, sanciona y penaliza con el sentido de la culpa) y también las sacudidas del "ello" (id, en alemán), que es lo inconsciente, el manantial profundo donde surgen los deseos y las pasiones.
CONOCE
El debate sobre el "yo" es muy rico y hay tres tesis principales:
a) teorías monistas materialistas: como el "materialismo fisicalista" (José Ferrater Mora, Paul Feyerabend) y el "materialismo emergentista" (Mario Bunge)
b) teorías dualistas: como el "dualismo platónico" (Platón), el "hilemorfismo" (Aristóteles), el "dualismo cartesiano" (Descartes) y el "dualismo interaccionista" (John C. Eccles)
c) más allá del monismo y del dualismo: como el "interaccionismo emergentista" (Karl Popper) y el "estructurismo" (Pedro Laín Entralgo)
PIENSA
1.- Este problema, ¿es de tipo filosófico, científico o religioso?
2.- ¿Podría, en un futuro, complicarse este debate con el desarrollo de la inteligencia artificial? [Una lectura estupenda para contestar esta pregunta es el libro "Yo, robot" de Isaac Asimov]
2do. debate
¿Por qué existe el mundo?
¿Qué existía antes del "big bang" o del "principio bíblico"? En las teogonías clásicas se mencionan furiosos flujos en un océano primigenio, se habla de oscuridad y de un caos completo. Después, en el recién nacido kósmos, aquel desorden y aquel espacio salvaje se transforman en la totalidad ordenada del universo, en algo bello y armonioso. Contra este problema del origen se "estrellan" los porqués tanto de la ciencia como de la religión. Demócrito, uno de los lejanos padres del pensamiento científico, sostiene la casualidad del universo: según él, los átomos de la materia se mezclan sin sentido ni propósito. En cambio, Platón, es el filósofo griego que anticipa la noción judaico-cristiana de "creación": para él, el mundo puede achacarse a una causa, a la mano de un artífice inteligente. Es una cuestión tan compleja que aún hoy nos ocupa.
Demócrito
EL MUNDO EXISTE POR CASUALIDAD
El azar es la causa del mundo
Demócrito, fundador del atomismo y discípulo de Leucipo, es considerado el padre de la ciencia. Describe la materia como un conjunto de átomos que se agregan unos a otros y se disgregan entre sí siguiendo la única ley de la casualidad. Las distintas "formas indivisibles" (o "átomos") se mueven espontánea y mecánicamente, encontrándose, mezclándose y desuniéndose en una vibración eterna en la que se generan los "vórtices" que hacen surgir las cosas que, en el fondo, están destinadas a escindirse y destruirse.
El universo no existe para el hombre
Si la ley que rige el mundo es la "ley de la casualidad" entonces el hombre no puede ser el destinatario del orden y la belleza de todo lo que existe. El hombre mismo es un "microcosmos", un conjunto de átomos y vacío, y su destino está en sintonía con el "macrocosmos" al cual pertenece. El universo conocido y visible es solamente el diez por ciento. Existe una masa restante que fluctúa en la nada, en la que la materia se condensa de la misma manera que la escarcha al amanecer. Una de tantas de esas gotas es el ser humano, hijo del azar.
Platón
EL MUNDO EXISTE POR UNA CAUSA
Una finalidad concreta es la causa del mundo
Platón afirma que la materia, por sí sola, no basta para explicar el origen del mundo. Sostiene que "el Universo ha sido realizado por un Artífice con razón e inteligencia", y que es el resultado de un proyecto y de una acción deliberada. El fundamento del Cosmos se encuentra en una causa representada por el Demiurgo, la figura divina que ha sustituido el caos por el orden eligiendo el modelo de "lo que vive en sí". Es decir, el mundo se presenta como un organismo gigantesco, dotado de alma y de cuerpo.
El universo existe para el hombre
Para Platón todo lo que existe en el mundo tiene un destinatario: el ser humano. El Demiurgo, que es "bueno", introduce el orden "por amor". Según la versión bíblica, dominada por el antropocentrismo y anticipada parcialmente por Platón, el universo ha sido creado de manera que el hombre pudiese aprovecharse de él, asumir el control y admirar la belleza de los espectáculos naturales. Los científicos que apoyan el "principio antrópico" hablan de evolución interna de la materia y de una inteligencia ordenadora que guía el universo hacia la aparición de la conciencia y de la mente humana.
Conoce
Existen tres versiones principales del principio antrópico que fueron categorizadas en 1986 por los físicos Barrow y Tipler como sigue:
Razona
Einstein dijo que "Dios no juega a los dados". Stephen Hawking dice que "Dios no sólo juega a los dados. A veces también echa los dados donde no pueden ser vistos".
1er. debate
¿Qué es la verdad?
Una de las misiones que se le encomiendan a la filosofía es la indagación sobre la verdad y la falsedad. La búsqueda de un criterio apropiado para reconocer la verdad ha sido siempre un motivo recurrente en el estudio del conocimiento a lo largo de toda la filosofía occidental. En este recorrido su enemiga histórica ha sido la "retórica", en tanto que técnica de un discurso hábil, y que ya en el diagnóstico de Platón es, a la vez, una medicina y un veneno para el alma. Incluso las palabras deshonestas pueden parecer honestas si se las combina sabiamente. ¿Es posible, y necesario, diferenciar la verdad de la falsedad? ¿O la verdad sufrirá siempre una especie de sometimiento al arte de la persuasión? Las primeras respuestas a esta cuestión son ya antiguas, aunque no han sido todavía superadas. Gorgias de Lentini, maestro de retórica, y Sócrates, filósofo del diálogo, buscador de la verdad, nos muestran algunas respuestas a este problema.
Gorgias de Lentini
LA VERDAD NO EXISTE
Todo es persuasión
Para Gorgias, inventor de la retórica, la palabra y su encantamiento, "seduce, persuade y transforma el alma". La verdad está unida siempre a la persuasión, al arte que "con la fuerza del logos, hace parecer grandes las cosas pequeñas y pequeñas las grandes". Gorgias es un sofista, sabio en griego, "embaucador" en el imaginario común, o mejor, una persona que es capaz de demostrar que es verdadero incluso lo que no lo es.
Existen muchas verdades
Gorgias es un "relativista". Piensa que la verdad no es ni absoluta ni única; que depende del ángulo visual (o la perspectiva) del individuo: y que hay tantas verdades como personas. Los sofistas, grandes viajeros, refuerzan esta tesis con el ejemplo de los distintos valores, leyes y costumbres que han conocido en los lugares que han visitado.
El poder crea la verdad
Si todo es falso (si todo es verdadero, obviamente, también todo es falso) y lo real aparece como construcción del arte del sofista, entonces estamos a un paso de reconocer que puede existir una ética manipulada por el poder y que, por simple autoridad, se puede imponer cualquier circunstancia falsa presentada como verdadera. En nuestros días, por ejemplo, se habla de una "ética televisiva" creada y manipulada por los medios de información. Pero, por ejemplo, los "reality-shows": ¿cuánta verdad transmiten?
Sócrates
LA VERDAD EXISTE
La verdad existe
Sócrates es el primer adversario de los sofistas griegos. No niega la fuerza de la dialéctica y no desconoce la importancia de la actividad retórica pero, sin embargo, señala una finalidad distinta a aquella que sólo atiende a la convicción virtuosa de quien escucha: es más, transforma esa finalidad en un medio de purificación intelectual. La verdad, para él y sus seguidores, emerge del diálogo. Eso sí. la única certeza es la necesidad del diálogo y la discusión.
Sólo existe una verdad
La verdad sólo es una y surge como fruto, precioso, del diálogo. Sócrates piensa que nunca se termina de dialogar. Los interlocutores, en un enfrentamiento democrático y razonando las propias opiniones, alcanzan lo que el filósofo ateniense llama "omologhia" o consenso.
La verdad está por encima del poder
Lo verdadero se impone a través de su propia evidencia, sin mediaciones. La verdad brilla con luz propia y no necesita de las sugestiones del poder para ser creída. No necesitamos detectores para captar las grandes mentiras extendidas por la "gran maestra" de retórica de nuestro siglo: la televisión. Las mentiras se descubren con la razón.
Razona
Si digo: "no existe ninguna verdad absoluta", ¿no estaré diciendo que sí hay una verdad absoluta e indiscutible (precisamente la de que "no hay ninguna verdad absoluta") y, por tanto, no estaré contradiciéndome y afirmando lo contrario de lo que afirmo?
Es lo que se llama una paradoja (o "aporía").
Juega
El dilema del prisionero presenta una buena ocasión para reflexionar sobre el valor de la verdad (o, quizá, de la sinceridad). La enunciación clásica del dilema del prisionero es: La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante seis meses por un cargo menor.
Lo que puede resumirse como: