Página 16. Cuentos de profesoras y profesores.

Esta página es para compartir cuentos del profesorado.  Espero tu cuento para subirlo.

 

 

¿Fue el Diablo?

                                                                                    Por Catalina Chávez Escandón

 

n su juventud,  Evaristo Tajimaroa se juntó con gente mala. “Cuatreros”, para ser exactos. Con esas actividades ilícitas  se hizo de dinero,  y así  regresó a su pueblo para  comprar  propiedades y vivir con cierta comodidad. Sus tierras le proveían de frijol, trigo, maíz, calabazas y otros productos que de manera esporádica sembraba y vendía. Se casó y vivió en relativa calma hasta que llegó la vejez.

 

En sus últimos días, Evaristo  era el tema de conversación de aquella  población de la meseta tarasca y los murmullos de la gente  tomaban como punto de referencia su quebrantada  salud. Aunque siempre fue delgado ahora parecía estarlo más, su color moreno, según decían, tenía un tono violáceo como de haber recibido quemaduras, golpes con algún objeto de metal  candente.  Otros más,  decían que se había vuelto temeroso y que a menudo hablaba solo. Cuando le preguntaban a Edelmira, su mujer, por la salud de su esposo, no contestaba y se limitaba a decir que estaba bien, que comía y dormía normalmente. Lo cierto es que ella también parecía temerosa y evitaba salir a la calle a más que fuera indispensable.  

 

El rumor de que algo fuera de lo común  estaba sucediendo en el matrimonio Tajimaroa,  se convirtió en el tema de conversación.  Las personas que lo conocieron joven recordaban los días en que regresó al pueblo en condiciones económicas muy superiores a aquellas con las que había partido para la Tierra Caliente, decían que la situación actual no se debía solamente al robo de ganado sino también a que había hecho un pacto con el Diablo a fin de poseer más riquezas, pero que tarde o temprano,  “El Maligno” vendría a cobrarle lo prometido y sin duda alguna éste había regresado para reclamar  a  Evaristo la parte que le correspondía por los favores recibido:  ¡su alma!

 

Los rumores aumentaron y se dijo que habían visto a doña Edelmira platicar con el Párroco del pueblo,  y que éste la había acompañado a su casa a visitar a Evaristo Tajimaroa; pero todo estaba rodeado del más grande misterio. A últimas fechas Evaristo  ya no salía para nada de su casa y esto intrigaba a la población. Se decía también, que quien pasaba frente a su casa, ya bien entrada la noche se  podían observar   resplandores de un fuego devastador, se escuchaban ruidos extraños, como si arrastraran  cadenas y se escuchaban  alaridos y lamentos  de alguien que luchaba desesperadamente por librarse de alguna tortura o de las garras de algún animal feroz.

 

En la víspera de su muerte, aumentó el hostigamiento que estaba sufriendo Evaristo al tratar de librarse del “Siniestro”. En su desesperación, se dijo,  había salido corriendo de su hogar, de madrugada, y en su carrera había logrado llegar al llano,  muy cercano al pueblo,  en esa ocasión sembrado de trigo, y que  el Diablo al darle alcance lo había tomado con sus garras como si se tratara  una presa de caza y se lo había  llevado  volando. En su vuelo iba  dejando una estela de trigo quemado y un fuerte olor a azufre. Estas veredas de fuego, aceite y sangre serpenteaban por varios metros y luego desaparecían como si de pronto se hubiese elevado por los aires hasta volver a aparecer  más adelante, y dejar nuevamente ese rastro infernal. Por fin, las huellas parecían  terminar en la orilla del sembradío donde se encontró a don Evaristo sin vida.

 

Después de este acontecimiento y pasados los días del novenario surgió nuevamente el tema de la muerte de don Evaristo Tajimaroa, algunos decían que sí se había salvado, otros que no, y otros más insistían que todavía por las noches se escuchaban, en el potrero, voces, alaridos, súplicas, forcejeos y que de manera inexplicable seguían apareciendo rastros como de alguien que corre se eleva y vuelve a caer. ¿Qué pasó en verdad aquella noche? Pocos lo saben. Pero lo que sí hemos observado es que en el cementerio, la gente evita pasar cerca de la tumba de Evaristo.

Su mujer ha ido recuperando, poco a poco,  su quebrantada salud, y mucho de  su tiempo lo dedica a las labores de Dios. 

El presente texto es producto de mi imaginación y sólo tiene el propósito de ponerlo a la disposición de los lectores por si de él se pudieran extraer posibilidades de trabajo en el aula

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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