NI UN CUENTO EN MI MEMORIA

Documental : "La Memoria de los Cuentos"

Ni un cuento en mi memoria.

El documental La memoria de los cuentos recoge los cuentos que durante años se contaron en las casas de las familias españolas, transmitidos de generación en generación a modo de enseñanzas, historias para pasar el rato e incluso burlas hacia el sistema.

Son los cuentos que conforman la cultura tradicional y popular española. Los cuentos con los que nuestros tatarabuelos, bisabuelos, y abuelos crecieron, que formaron parte de la historia de su vida y sin embargo, hasta nosotros, en lugar de llegar estos ‘cuentos maravillosos’ han llegado las producciones de Disney. Es una verdadera lástima, porque al fin y al cabo dichas producciones no son, nada más, que una versión extranjera y adaptada de tales cuentos.

Ha sido una sorpresa muy desagradable descubrir que de todos los cuentos narrados a lo largo del documental sólo uno me era familiar. Lo cual no sólo me ha sorprendido de una forma poco grata, sino que también me ha hecho pensar que no es tal desconocimiento, lo que quiero en mi futuro.

Es sorprendente el poder que tienen los cuentos de unir y crear lazos afectivos entre niños y mayores, de hecho, hay una frase en concreto que ha llamado notablemente mi atención ‘Cuando le cuentas un cuento a un niño, él sabe que le importas’ Nunca me había detenido a pensar sobre este tipo de cosas, pero he descubierto que estamos ante una verdad universal; contar un cuento a un niño, supone dedicar un determinado tiempo a imaginar juntos una historia, a crear unos personajes, un paisaje, un contexto, unas vidas… al final, creáis un mundo diferente, siempre juntos ¿realmente puede existir algo que una más, algo más personal? Además, al mismo tiempo, se produce un traspaso de información de adulto a niño, una forma de transmitir los conocimientos sobre la vida, de la forma más natural que existe, que es mediante la palabra.

En los últimos ochenta años la forma de vida española ha sufrido una serie de cambios innumerables; la llegada de las nuevas tecnologías, de la televisión, de internet, de las consolas…ha supuesto un antes y un después en el modo en el que los más pequeños (y también los más grandes) invierten su tiempo libre. Y no sólo su tiempo libre, hemos sido una generación afortunada, que además de contar con todas las facilidades materiales, también hemos sido formados y educados. Frente a nosotros, encontramos a las generaciones anteriores, para quienes ir a la escuela era un privilegio y trabajar el pan del día a día. Últimamente, he dedicado gran cantidad de mi tiempo a pensar en este tipo de cosas, y si bien es muy triste, no puedo dejar de preguntarme si todos estos cambios; toda esta tecnología, todas estas facilidades, todos estos lujos con los que hemos sido bendecidos, no han sido sino, una maldición. Hemos perdido la conciencia del valor, tanto del valor de lo material, como del valor de la memoria, y cada vez que salgo a la calle y escucho a la gente hablar o enciendo la televisión para ver el telediario, o cualquier serie o programa, me reafirmo más en mis pensamientos.

Soy de esas personas que creen que para aprender hay que sufrir, cuando te lo dan todo hecho, cuando limpian detrás de ti los estropicios que tú mismo vas creando y que son tu responsabilidad, olvidamos valorar lo que tenemos, olvidamos que nuestros actos tienen unas consecuencias, y también olvidamos que todo lo que tenemos no es nuestro, sino de alguien que trabajó para lograrlo y que nos lo entrega por amor y voluntad. Olvidamos que para lograr un objetivo hay que trabajar, hay que sudar…pero claro, siempre es más sencillo levantarse por la mañana, tener el desayuno en la mesa y creer que es nuestro derecho que el desayuno este ahí cada día, cuando la realidad, es bien diferente. Hay una frase que, en mi opinión, lo resume a la perfección: ‘Nunca vemos más de lo que nos interesa o queremos ver’.

Toda esta educación que durante años hemos recibido, parece que ha caído en un pozo sin fondo, si ni siquiera somos conscientes de lo afortunados que somos por haber nacido en familias que nos han entregado su amor (y todo lo que hemos necesitado o querido) sin condiciones.

Llegados a este punto, parece que me he vuelto loca, ¿qué tendrá que ver una cosa con la otra? Bueno, bajo mi punto de vista todo ello está muy relacionado, antes mencioné que hemos olvidado y perdido el valor de la memoria, y es ahí en donde los cuentos toman su lugar, los cuentos con los que crecieron nuestros abuelos, ¿no os parece vergonzoso no conocerlos? E incluso, ¿no comprender lo que transmiten? Yo me avergüenzo de mi misma, sólo con pensarlo. Estos cuentos recogen creencias, tradiciones, culturas, enseñanzas, críticas…. Son HISTORIA. Sí, HISTORIA, con mayúsculas, historia de vida real. ¿Y qué hacemos nosotros? los cultos y estudiados, pues los hemos sustituido por ‘Shrek’, ‘La que se avecina’ o ‘El grand theft auto’… (Sería una lista demasiado larga si tuviésemos que mencionar todos) no me entendáis mal, no estoy proponiendo la eliminación masiva de todas éstas digamos… ‘novedosas y modernas’ series, películas y videojuegos, no estoy tan chiflada y sé que sería un imposible, pero, realmente ¿son excluyentes?

Ahora pienso en mi niñez, en la niñez de mi madre y mi abuela, y no puedo evitar plantearme cómo será la posible niñez de mis hijos y que es lo que quiero para ellos. Desde luego, no quiero ese desconocimiento moral lamentable que parece caracteriza a las generaciones actuales (en la que por supuesto incluyo la mía). Luego me lo planteo desde la perspectiva de la maestra que algún día espero ser, ¿qué es lo que quiero para mis alumnos? Y entonces, sólo me viene una frase a la cabeza, que ya lleva algunos años acompañándome: ‘Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros’ (Herbert Spencer) Pues bien, creo que esa va a ser mi máxima, y para ello me parece indispensable transmitir a las futuras generaciones el valor de la memoria, el valor de lo material y sobretodo el valor del sufrimiento y pienso que no hay mejor manera que a través de los cuentos maravillosos. Estos cuentos, que durante siglos acompañaron a nuestros antepasados, y que nosotros hemos sacado por la puerta de atrás, sí son un derecho, un derecho cultural e histórico, del que no debemos privarles.

Para concluir, ya me voy alargando demasiado, simplemente quiero señalar, que esto, que comenzó como un trabajo más para clase, ha sacado lo mejor y lo peor de mí a fuerza de darle vueltas en la cabeza, y espero que estas palabras (que no pretenden ser más de lo que son…reflexiones de una estudiante) consigan que alguien más también se detenga un segundo y piense en el mundo y las personas que estamos creando y en mi opinión, también destruyendo.

Lucía Vázquez Sanz.

Grado Maestro Educación Primaria.

Gijón, 18 de diciembre de 2013.