Notas históricas de nuestro terruño
Biblioteca Popular Prof. Dionisio Chaca
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SEPARACION DE LOS RIOS DIAMANTE Y ATUEL
Por Dionisio Chaca
Fuente: Revista de la Sociedad de Historia y Geografía de Cuyo. Tomo II, Cuarto Trimestre de 1946, Mendoza.
Tres o cuatro veces, en mis visitas a la ciudad de San Rafael, he tratado de averiguar si en alguna época lejana los dos grandes ríos que riegan tan rica región, corrieron juntos para volcar luego sus aguas en un solo raudal al río Salado, continuación del Desaguadero. Pero las personas a quienes interrogué, sea porque eran nuevas en la región o porque en realidad nada sabían del asunto, contestaron que “la unión de los dos ríos jamás existió”. Es probable que tuviera la mala fortuna de interrogar, precisamente, a personas que nada sabían, porque, al fin, encontré un vecino, el Sr. Pedro Sarmiento, que me dijo haber oído él a viejos pobladores de la estancia “El Babache”, que ellos también sabían “de oídas” que el Diamante y el Atuel se juntaban, hace muchos años, en las inmediaciones de “Negro Quemado”. Ya esto era algo; era, por lo menos, un buen punto de partida para llegar a la verdad. Pero es que la insistencia de mis preguntas no se basaba en este detalle solamente. Fundaba yo mi investigación en datos muy importantes, consignados en antiguos documentos existentes en el Archivo Administrativo e Histórico de Mendoza. En ellos se habla con frecuencia de “La Junta de los ríos Diamante y Atuel”, con motivo de las expediciones de D. José Francisco de Amigorena, de D. Francisco Esquivel y Aldao y de otros.
Con tales antecedentes, seguí investigando hasta que al fin di, en el Archivo Histórico de Córdoba, con el documento que más adelante reproduzco.
Es un interesante informe del comandante del Fuerte de San Rafael, en el que después de referirse a las tentativas para establecer un camino seguro y directo de carretas entre Buenos Aires y Talca, a través de la pampa y de la cordillera, hace referencia también a la utilísima obra efectuada por él de la “separación de los ríos Diamantes y Atuel, a unas 10 leguas al naciente del nuevo emplazamiento del Fuerte”.
Al dar a conocer a nuestros lectores el preciso y aclaratorio informe del Sr. Teles Meneses, guíanos no solamente el propósito de dejar bien establecido el hecho de que los dos gran des ríos sanrafaelinos corrieron juntos en tiempos pasados — como sucedió también con el Mendoza y el Tunuyán— sino el de exhumar y hacer presente también ante las nuevas generaciones este otro eminente servicio prestado por tan esclarecido funcionario: de la época colonial, a los pueblos del sud mendocino. Honrar a los hombres a quienes la patria debe algo es obra no sólo de justicia póstuma, sino de imperioso e ineludible deber para todo pueblo libre.
Febrero de 1938.
ARCHIVO DE CORDOBA
Informe de Don Miguel Teles Meneses Sodré , sobre caminos de Mendoza que comunican con Chile.
“Desde que recibí el oficio de V. E. de 11 de Febrero de 1808, en que se sirve ordenarme la averiguación de las distancias que hay desde las Juntas del Diamante a las Naciones de Osorno, Muluches, Imperial, Valdivianos y demás de las costas del mar chileno, como también si podrá hacerse transitable para carretas el Camino al Boquete de la Cordillera que conduce a Talca: no he cesado de practicar las más vivas diligencias.
Para ello he tenido que valerme de los caciques amigos y comparando las relaciones de todos ellos, he deducido un resultado que será el objeto de esta composición.
Desde el Río Diamante a Balbarco se pasan otros diez y siete Ríos y Riachuelos que van detallados en el plano que tengo el honor de incluir a V. S. para su mejor inteligencia, aunque hay otros muchos más ríos después del expresado de Balbarco (como se ve en el plano) es preciso tomar éste por punto de relación para fijar las distancias reguladas por los Indios. Estos gradúan sus días de camino a diez leguas y bajo de este principio asientan que desde el Río de Balbarco hasta el Boquete Alicó hay doce días de camino. El paso intermedio es regado por arroyos de bastante agua, hermosísimos planos llenos de robles, pinos, cipreses, alerces, manzanos y duraznos, salpicados de fresas o frutillas, hacen deliciosos estos lugares y dan claras pruebas de su riqueza inútil en manos de los Pehuenches, Güilliches y Patagones que la poseen.
En el punto de Alicó es baja la Cordillera y su tránsito libre en todas las estaciones. Desde él hasta Osorno, se regula mes y medio de camino yendo con cargas. En este viaje hay que pasar los Ríos Niule, Italcó, Salaja. Son caudalosos y se pasan en balsa; sigue el Duquecó a vado; el Biobio en barcos; el Imperial en balsa; Toltén a vado; el Blanco lo mismo. Este último pasa junto a Valdivia y es constante que cuando los Güilliches, Ranqueles, Llanistas y Pehuenches invadían las Pampas de Buenos Aires, iban a vender a Valdivia los ganados que allí robaban. Estas invasiones han cesado por la oposición que hacen a ellas los Pehuenches desde que se aliaron con nosotros.
La distancia que hay desde el Diamante hasta los moluches es de cuatro meses de camino según me informó el gran Gobernador Ripán-Pichapi, cuando estuvo en esta Ciudad pasó por el Boquete de Alicó y no cesaba de ponderarme la hermosura y feracidad de los planos que abarcan la Imperial, situada en la costa del mar chileno. La distancia que hay desde el mismo Diamante hasta aquella arruinada Ciudad es de dos meses y medio de camino marchando al sur por entre montes de excelentes maderas, habitados por Güilliches y Mapuches.
La Villa Rica queda en la misma costa del mar chileno; la riega el Río Tolten y la habitan los Güilliches. Los Caciques Mapuches aseguran que en aquella costa se han visto tres embarcaciones con gente blanca.
Por lo que respecta al camino de Ruedas por el camino de Talca conozco lo aventurado que puede ser la franqueza de mi opinión; pero sería despreciable a mis mismos ojos si fuese capaz de faltar por respeto alguno a la sinceridad con que debo hablar a V. E. El Gobierno de Concepción tiene un grande interés en apropiarse este descubrimiento y por lo mismo no deben parecer extraños los esfuerzos que ha hecho para realizarlo. El Comisionado Dn. Santiago de Zerro y Zamudio era seguramente el hombre menos a propósito para esta insuperable empresa; la manejó tan mal como era de creer y sin embargo su interés personal le precipitó al extremo de intentar fascinar la Superioridad con mentidas relaciones y soñadas esperanzas. Este ha sido el origen de tantas discusiones y de la oscuridad con que hemos visto tratado un punto tan obvio.
Existe efectivamente un camino de Ruedas hasta dicho Boquete, pero se halla dominado por los Ranqueles, Puelches y Güiliches que jamás consentirán el tránsito de los Españoles.
Por esta razón es visto que debemos considerar la existencia de éste camino como si fuera negativa, pues no siéndonos lícito usar de la fuerza, no hay medio para asegurarnos su posesión.
En estos breves rasgos queda trazado cuanto hay de efectivo en el particular, y aunque no sea esto conforme a las relaciones que se han dado a la Superioridad, los respetos debidos a V. S. me autorizan para decir francamente que sus autores no han visto el camino que tan menudamente detallan. Me sería facilísimo probar esta verdad, pero lo considero ajeno de este papel.
Existe otro camino libre de inconvenientes y que ofrece las mismas ventajas; éste es el que hay entre el Río Atué y el Cerro Nevado, sin que haya más obstáculo para el tránsito de Buenos Aires que unas pequeñas eminencias fáciles de allanar. La única dificultad que se ofrecía en este camino era la enorme travesía sin agua que había desde la Laguna del Agua Dulce hasta el Fuerte de San Rafael; pero ésta, ya no existe. Desde el momento en que se me encargó de la Comandancia de esta Frontera, dediqué mis conatos, no solo a los deberes de mi empleo sino también a todo cuanto pudiera ser útil al Estado. Miraba con dolor perderse las aguas del caudaloso Río Diamante y a fuerza de investigaciones personales encontré un punto distante diez leguas de San Rafael corriendo al E. en que podía darse un piquete al Río. Puse en planta mi pensamiento venciendo inmensas dificultades y por fin tengo la más vista de las complacencias en asegurar a V. S. que ya no existe la gran confluencia de los Ríos Atué y Diamante; las aguas de éste abandonaron su formidable caja y han enriquecido con su caudal cincuenta leguas de la espantosa travesía que ya está reducida a solo doce leguas. No tardarán las aguas en vencer los cortos escollos que les presentan algunos arenales y talvez antes de seis meses las aguas del famoso Diamante, correrán unidas a las del Río Tunuyán.
Si yo tuviera la desgracia de ser poseído por la fatal manía de los proyectistas, se me presentaba una bella ocasión para hacer mi nombre memorable. Haber hecho cambiar en corto tiempo el curso que por tantos siglos ha recorrido un Río de los más caudalosos, hacer desparecer una espantosa travesía y fertilizar una inmensa extensión de terrenos, son objetos de demasiadas consecuencias, pero la única importancia que deseo se deduzca de ellos en beneficio mío, es la de tener esta mera prueba de mi celo en beneficio del Rey y de la Patria.
Salvado ya el inconveniente de la travesía y allanadas fácilmente las pequeñas eminencias, podrán venir la carretas por el camino Real de Buenos Ayres hasta diez leguas antes del Fuerte de San Rafael, pasarán la antigua caja del Diamante y los vados del Atué y caminando sobre su orilla, dejando al sur el Cerro Nevado, llegarán hasta el Boquete. Ignoro si éste podrá pasarse en carretas, pero los diarios de la expedición dirigida a aquel punto por el Exmo. Sr. Marqués de Sobremonte en el año de 1804, darán una completa luz sobre la materia.
Verificado el camino se habría un copioso manantial de riqueza para los habitantes de la jurisdicción de B. Ayres y de la Provincia que V. S. manda; llevarían fácilmente sus ganados a Talca, Curicó y demás puntos del Reyno de Chile que claman por la apertura de este camino conociendo las inmensas ventajas que habría de producir a ambos Reynos un útil y recíproco comercio.
Nuestros amigos los Pehuenches y Puelches, actuales poseedores de parte de este camino se acostumbrarían más y más a nuestro trato; irían conociendo sus ventajas y se dispondrían a formar una parte integrante de la gran Monarquía Española.
Hasta aquí van expresadas las noticias que he podido adquirir sobre los puntos cuya indagación se dignó V. S. encargarme; resta ahora dar a V. S. con la mayor puntualidad noticia de todas mis operaciones en el Fuerte de San Rafael desde el 12 de Enero de 1808 en que tuve el honor de dar a V. S. el último parte.
En aquella época, no era el Fuerte más que una muralla de adobón, con altura de dos y media varas, ni debía ser más atendiendo que su construcción era provisional, pues debía formalizarse un Fuerte en otro punto distante de él poco más de una cuadra. Esto prevenían las órdenes que me dio la Superioridad al encargarme esta Comisión; pero las circunstancias variaron y apuraba la necesidad de reforzar este punto. La numerosa concurrencia de los indios había aumentado enormemente. Los amigos me hablaban con recelo de las visitas frecuentes de los Güiliches y últimamente el estado vacilante de las cosas exigía que dando oídos a las voces del honor tratase de reforzar el punto que me estaba confiado. Los auxilios de Mendoza llegarían tarde a una distancia de setenta leguas; las apuradas circunstancias del Erario no hacían admisible la urgente petición de refuerzos que la corta guarnición (siempre incompleta por las ocupaciones de campo) ni menos para emprender los enormes gastos que exigía la construcción del Fuerte principal. En tan apuradas circunstancias no tuve más recursos que los que me dictara mi celo y guiado por él, he hecho lo siguiente:
La débil muralla presentaba poca resistencia al transcurso del tiempo y por lo mismo la calcé con piedra trabándola por fuera con otra de adobes que le dio solidez y duración. Llegado a la altura de las dos y medias varas que tenían la muralla seguí trabándola con adobes y levantándola con ellos en todo su espesor hasta la altura de cuatro y media varas que ahora tiene. Se construyeron nuevamente los cuatro Baluartes con sus garitas de adobes y se circundó toda la Fortaleza con un buen empedrado que ocupa una vara y media. Enseguida se construyeron en el lienzo del sur buenas habitaciones de adobe que son: una sala de Armas con escaños y armeros, una habitación para el Capellán; la Capilla ubicada frente al portón de la Fortaleza; las viviendas del Comandante y el Ayudante.
Todo este lienzo está resquadrado por corredores en los lados del Norte y Sur y los pavimentos de las viviendas perfectamente empedrados. También lo está toda la circunferencia de las mismas habitaciones y el recinto de la Fortaleza.
En el lado del Oeste hay cuatro habitaciones de adobón que ocupan todo el lienzo. El del Este, lo ocupan enteramente los Cuarteles. Últimamente en el lado del Norte se halla el portón empedrado en su salida hasta la distancia de cinco varas. La Parte del Este la ocupan dos Quartos y el Cuerpo de Guardia; éste tiene una puerta a la Plazuela de la Fortaleza y otra al interior del portón. El lado del Oeste está ocupado por otros dos Quartos y por un Calabozo. Este se halla dominado por un altillo que por la parte anterior sirve de fachada y en su cima se ve tremolar la bandera. Fuera de la muralla y en corta distancia de ella hay una casa con corredores por todo el gran patio para alojamiento de indios; otra de adobe para habitación de vecinos y se está construyendo otra también de adobe. Hay además siete habitaciones en un lienzo al S. 0. de la Fortaleza y cerca de él unas diez y ocho casas de paja.
Además de esto, aprovechándome de la suma deferencia con que me tratan los indios he sacado de entre ellos a más de veinte españoles y a dos esclavos que entregué a sus amos. También había algunas mujeres que saqué igualmente.
Estas gentes son la hez del Reyno de Chile; los asesinatos y lo robos los hacen abandonar su religión y su patria y para librarse del justo castigo que merecen sus enormes delitos se internan a los indios y siguen su abominable vida; siendo lo peor de todo la facilidad con que talvez pudieran causar alguna alteración en los ánimos turbulentos de los Infieles,
Por lo que hace a la población, cuenta ya más de trescientas personas en que se comprenden 24 indios. La mayor parte de este Vecindario se ha mantenido y se mantiene a mi costa. Bien comprenderá V. S. que este me es un gravamen excesivo; ha llegado a hacerse insoportable y por lo mismo me veo en la inevitable precisión de solicitar se me exonere de él; seguiré en franquear como hasta aquí los obreros Directores de Carpintería y Albañilería en que se hallan ocupados soldados y criados míos y quisiera hallarme con proporciones para seguir manteniendo la población a mi costa. Crea V. S. que me es imposible y por lo mismo me preparo a dirigir a V. S. un memorial sobre este asunto.
Este es el resultado de mis ocupaciones, lo presento a V. S. para que se sirva hacerme las advertencias que estime oportunas. Mis deseos se dirigen al mejor servicio del Rey y como para su calificación es tan esencial la aprobación de V. S, será completa mi satisfacción si llega a merecer que mis desvelos puedan granjeármela.
Nuestro Señor Gde. a V. S. muchos años, Mendoza 20 de Setiembre de 1809.
MIGUEL TELES MENESES
Sor. Gdor. Intendente de la Provincia de Córdoba.
LA HISTORIA DE LA CRUZ NEGRA
Por Gabriel Rey
Con todo respeto, a la memoria de don RaymundoPalleres, baqueano y arriero, un hombre íntegro.-
Muchas gracias a Monseñor Rafael Eleuterio Rey que fue el primero en relatarme la historia de "La Cruz Negra".
Muchas gracias a los paisanos del Valle de Uco que fueron proporcionándome más detalles; labriegos, baqueanos, arrieros y domadores, gente de campo que quiero con el alma. Gracias, sobre todo, a "La Cruz Negra" por su claro mensaje.
El camino entre la ciudad de Mendoza y la antigua estancia de don Eugenio Bustos mide algo más de cien kilómetros. En el siglo diecinueve los medios de transporte animal eran diversos: un buen jinete bien montado podía recorrerlo en una sola jornada, en carros de posta se podía también pero había que cambiar los caballos al menos una vez. A lomo de mula demandaba, normalmente, dos jornadas de marcha y en un carro de bueyes, tres. –
Don Raymundo Palleres traía una comisión importante de su patrón. Don Raymundo era un hombre serio, leal y fiel, honorable.
La Pampa del Sebo, unos 50 Km. que van desde el río Mendoza (a la altura de Luján) hasta el arroyo La Estacada (el límite entre Tupungato y Tunuyán), es la peor parte de la travesía. Desolada, de clima desértico y sin aguadas, la pampa era dura de cruzar en aquella época. Las penurias eran el calor, la sed, la soledad, también las gavillas, los gauchos alza’os, bandidos que esperaban al turco mercachifle o al viajero desprevenido.
Don Raymundo conocía muy bien el lugar, en innumerables ocasiones había hecho el mismo viaje, siempre atento, siempre vigilante. Esa vez, que lamentablemente sería la última, era portador de una gran suma de dinero. Su patrón, don Eugenio Bustos, confiaba plenamente en la baquía y en la lealtad de su viejo servidor. El hombre iba a darle una prueba de que no se equivocaba; dura prueba, tanto que, estoy seguro, don Eugenio no se hubiese atrevido a pedírsela. Era el año 1864.
Don Raymundo había entregado una importante carga de mercaderías en Mendoza, por eso volvía con una recua de unas doce mulas descargadas, y había hecho unas cobranzas por venta de ganado a nombre de don Eugenio; en el tirador portaba el producto de esas operaciones: mucho dinero, dinero de su patrón, su responsabilidad. Dicen que montaba una mula zaina, la única que no llegó a la estancia.
A la altura de Zapata, por el paraje que ahora se llama popularmente “La Cruz Negra”, don Raymundo conoció que lo emboscaban. Arriero muy baqueano, lo advirtió con mucha anticipación (Nota 1) y . . . se supo perdido. Quizás, si hubiese estado solo y bien montado, habría salvado la vida, quizás. Lo separaban diez Km. de la ciudad de Tunuyán, vadeando el arroyo, y un buen pingo le habría dado una leve chance de salvar el pellejo. A cargo de una recua y en su lerda mula . . . era hombre muerto.
La gavilla bajó de los cerros, al galope, la polvareda se divisaba claramente. Era mediodía y don Raymundo estaba en su segunda jornada de viaje. Tuvo tiempo, unos segundos para analizar bien la situación y tomar la resolución que su sentido del honor le exigía y su baquía le aconsejaba.
Nada podemos saber sobre los pensamientos últimos de este hombre, pero pueden deducirse. Seguramente ni calculó que entregando el dinero y suplicando por su vida tenía alguna esperanza, mínima, casi nula, de volver a ver a su familia. . . perder el honor le habría resultado inaceptable.
Yo, para mi coleto, estoy convencido de que no vaciló ni un instante. Hecho a los sufrimientos de la vida, leal a su patrón (don Eugenio era un hombre conocido por su buen corazón) y con ese sentido del deber que hoy. . . no es tan común, don Raymundo supo en el acto qué hacer. Abrió el tirador, aseguró el grueso fajo de billetes de banco en las alforjas de una de las cargueras, la más baqueana, las largó a todas y las animó por la rastrillada.
Las mulas, naturalmente, buscaron la querencia.
Se quedó solo en el camino y esperó monta’o su destino; un criollo, siempre que pueda, morirá monta’o. Me lo imagino sereno, sin emociones, como eran los viejos de su estirpe, acostumbrados a enfrentar la vida sin aspavientos; calla’os y tranquilos para todo, hasta pa’ matar y morir.
De la gavilla no se sabe nada. Algunos hablan sobre la nacionalidad de los alza’os, pero ese detalle no aporta gran cosa. Eran bandidos, delincuentes, piratas del desierto. Ladrones y asesinos nacidos a uno u otro lado del Ande ¿qué más da? El hombre, que era pacífico, sacó el facón y vendió su vida a precio de coraje, sin entregar nada de su honra, ni una pizca.
La versión oficial dice que lo esperaban en un recodo del camino (¡Imposible!). Si así fuera, lo habrían prendido muy fácilmente, a él y a sus mulas. No, la gavilla no era muy numerosa y bajó de los cerros, es la única manera en que puede entenderse lo que pasó después. Me imagino tres o cuatro hombres, no más. Si hubiesen sido muchos, dos de ellos podrían haber perseguido las mulas que huían al trote mientras los otros atacaban al baqueano y de haber esperado en un recodo, adelante en el camino, habría sido todavía más fácil.
Las mulas no pueden escapar de un jinete bien montado a caballo, había que darles tiempo. A diez kilómetros de Tunuyán sólo había una forma de poner la tropa a salvo: don Raymundo largó y apuró las mulas, después esperó facón en mano y dio pelea. Ése fue su acto heroico, cubrir con la vida la responsabilidad que le habían confiado.
Seguramente estos matreros no querían acercarse a la ciudad y el entrevero hizo que la recua tomara la ventaja necesaria para desanimarlos en la persecuta, así los animales llegaron a destino.
Se llevaron la zaina con el apero, las botas con las espuelas, la rastra con el tirador y dejaron el cuerpo tendido, cara al sol. Seguramente no imaginaron la fortuna que viajaba en las alforjas de una de las fugitivas.
Pasada la siesta, las mulas arribaron a la querencia, la estancia que hoy es ciudad y lleva el nombre del antiguo pionero puntano: Eugenio Bustos.
Cuando el patrón supo que la recua llegaba sin arriero y que en las alforjas estaba el dinero, temió lo peor. De inmediato mandó una comisión en busca de su emisario y a la noche los tuvo de vuelta con las tristes noticias.
No figura en mis registros el lugar de la sepultura de don Raymundo Palleres, seguramente el cementerio de San Carlos. Tal como se acostumbraba, don Eugenio mandó dejar una seña en el sitio preciso en que ocurrió la desgracia: una gran cruz de madera a la vera del camino, exactamente donde fue hallado el cadáver. Poco tiempo bastó para que se difundiera la historia del martirio de un hombre que era conocido en la zona, respetado y querido de todos. El lugar se volvió santuario.
Hasta acá los datos ciertos y alguna "razonable imaginación" para componer esos detalles que no podemos conocer.
Ahora la leyenda, que dice que la cruz era blanca y un día, por milagro, “. . . amaneció negra”. Hasta la fecha, casi ciento cincuenta años más tarde, la tradición de los viajeros de la zona es hacer una pequeña pausa en el camino para rezarle a “La Cruz Negra”.
Con el tiempo, el progreso asfaltó la vieja rastrillada transformándola en la Ruta Nacional 40. Los carros se volvieron automóviles y, de a poco, los viajeros fueron pasando de largo no más, sin tiempo para la parada.
Los negocios, las obligaciones del trabajo, el ritmo de vida de los tiempos modernos. La tradición de la paradita en La Cruz Negra se fue debilitando, no se ha perdido pero ya no es la misma.
Yo recuerdo, hace muchos años, que hasta los buses de línea se detenían. Pocos son los que conocen la historia, casi nadie se percata de leer la placa que guarda el nombre y cuenta la pequeña gran hazaña de ese gaucho humilde. (Nota 2).
Por los últimos años del siglo vigésimo el tráfico intenso entre Tunuyán y Mendoza exigía una cinta asfáltica de mejores condiciones. La obra se hizo, La Cruz Negra ya no quedó a orillas del camino sino a unos cuantos metros hacia el oeste y los viajeros que se detienen ahora son muchos menos, principalmente camioneros, los herederos de los antiguos carreros de bueyes y, tal vez, los últimos gauchos de las rutas argentinas.
La Cruz Negra conserva su fama de milagrera y mucha gente cumple sus promesas de todo tipo. Las ofrendas son diversas, en agradecimiento casi todas por alguna gracia recibida.
Es común que los penitentes peregrinen desde Tunuyán, a pie claro, hasta la Cruz Negra a modo de promesa o en agradecimiento. Cuando yo era poco más que un niño, los estudiantes que terminaban su curso de secundaria en Tunuyán, peregrinaban hasta el paraje, era tradicional.
Yo, que he recorrido esa ruta infinidad de veces, he evocado cada vez a don Raymundo al pasar frente a la gran cruz que, supongo, no ha de ser la original, pero nunca me detuve.
Los negocios, las urgencias, el ritmo de la vida moderna, claro; pero las cuatro o cinco veces que cabalgué esos caminos hice allí un respetuoso alto en la larga jornada, no para pedir un milagro, no porque debiera agradecer algo en especial, sí para rendir un homenaje humilde a la memoria de un gaucho que prefirió morir con honor, en paz consigo mismo, honrando, seguramente, una vida vivida en el mismo código y me he sentido profundamente hermanado con ese hombre al que no conozco y apenas puedo imaginar, pero al que me unieron las mismas penas del duro camino y la admiración más sincera.
Siempre me he puesto a pensar cómo pudieron suceder realmente las cosas. Pareciera que con el cuerpo duro después de ocho horas a caballo la mente funciona mejor o tal vez en esa pequeña pausa, con un pancito casero, un poco de charque y la bota generosa, llenita de vino tinto, se encuentra uno más predispuesto a la reflexión.
Me imagino a don Raymundo en el momento crucial de su vida, realmente crucial. Lo veo claramente: De unos cincuenta años, solo en su mula, con su cara oscura, muy curtida por el sol y el viento del desierto. No muy alto, un poco “guatón” como suelen ser los paisanos de mi tierra y con ese sombrero cuyano, negro y de ala muy ancha. Pero sobre todo lo veo tranquilo, muy tranquilo, sin ninguna emoción; porque el verdadero paisano cuyano es así, sereno, tranquilo; nada lo conmueve, ni siquiera el olor de la muerte.
Todos pasamos a diario por una o varias situaciones como ésa, en las que tenemos que optar entre nuestra conciencia y nuestra seguridad, entre nuestro deber y nuestra comodidad o conveniencia. Afortunadamente no siempre nos va en ello la vida, sin embargo muchas veces elegimos mal.
La intención de don Eugenio Bustos al ordenar plantar esa cruz, es clara. Es tradición eso de evocar la Cruz de Cristo en memoria de los caídos a la orilla del camino (una costumbre que por la campaña argentina sigue vigente). Pero yo veo, además, otro símbolo y también lo creo muy apropiado: La cruz de los caminos, los dos caminos que se cruzan, el llamador y el otro, el que se debe tomar.
La historia oficial nos sugiere la lamentable imagen de una víctima de las circunstancias y yo creo que don Raymundo Palleres fue en verdad un héroe (no me canso de nombrarlo, como un homenaje, se llamaba RAYMUNDO PALLERES). Un pequeño héroe humilde, pero de ejemplo vigoroso. No lo sorprendieron desprevenido, un baqueano está siempre alerta, y no murió por causa fatal, fue su propia decisión.
Seguramente, como ya dije, estaba perdido desde el primer momento, pero la forma en que pasaron las cosas nos hace ver, muy claramente, cuál era su postura y cuál fue su elección. Aún estando perdido hay muchas formas de morir. Él buscó sin vacilar por el camino correcto, el del honor, y salvó la responsabilidad que le habían confiado.
No perdió la vida por nada ni mucho menos se la quitaron. No, él la sacrificó para cumplir su cometido. Lo mataron, pero no lo rindieron, no lo doblegaron.
Éste es el mensaje que me ha transmitido la Gran Cruz en el murmullo del viento serrano mientras mi cabalgadura secaba su lomo al sol y yo, sentado en mi recado, entornaba los ojos tratando de evocar aquel momento de 1864.
Lo recuerdo y vuelvo a quitarme el sombrero…
Gabriel Rey
PD: Se encuentra actualmente en construcción la siempre prometida y largamente postergada “Doble vía Mendoza – Tunuyán”, una especie de autopista que, aún respetando el trazado actual de la ruta, incluso arrimándose un poco a “La Cruz Negra”, seguramente la alejará más de los viajeros al permitir un tránsito más veloz.
Seguramente la tradición de la paradita se debilitará aún más y, algún mal día, quizás se pierda para siempre la memoria de don Raymundo.
Yo le sugiero, mi amigo, que si alguna vez sus pasos unen las ciudades de Mendoza y Tunuyán, no pase sin detenerse frente a La Cruz Negra.
Sean cuales fueren sus creencias religiosas, incluso si no tiene ninguna, haga una pequeña pausa; el lugar no lo vale por sus instalaciones ni su paisaje, no el mejor del trayecto, pero, le aseguro, la memoria de un tal acto de honor y lealtad le ayudará mucho cuando le vengan esas dudas que la vida suele enviarnos a todos.
Paz y bien.
(Nota 1: Muchas veces he sido testigo de este hecho notable: Un paisano baqueano previene con mucho tiempo la presencia de otro jinete, aún cuando no ha visto ni escuchado nada. "Anda gente en el campo", suelen decir, y nunca se equivocan).
(Nota 2: La placa -un papel tras un vidrio, en verdad- contiene un grueso error al afirmar que don Raymundo llegaba de Chile. Si así fuera habría pasado por el camino de "Vista Flores" y "Campo Los Andes", arrancando desde San Gabriel, en territorio chileno, bajando de "El Valle", vadeando el río Tunuyán y pasando por "El Portillo Argentino" (5000 m snm), "Manantiales", "El Refugio Scarabelli", "El Capitán Lemos", "El real de la Cruz", "El paso de los puntanos", "El Manzano Histórico", "La India Muerta", "El Gran Chaparral", "Las Higueritas", "La Tía Juana" , "Los Sauces" y "San Julián Reyna", a más de 40 km. del paraje "La Cruz Negra". Sólo viajando desde Mendoza podía transitar esos rumbos).
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NUEVOS DATOS REFERIDOS AL ACCIDENTE DE
HENRI GUILLAUMET
EN LA LAGUNA DEL DIAMANTE
Recibo original firmado por el representante de La Compañía General Aeropostal del total de la correspondencia que transportaba el avión de Guillaumet cuando tuvo un aterrizaje forzoso en la Laguna del Diamante, Departamento de San Carlos. (1)
Los señores Paul Gardey (casado con Antuca Farías, hermana de Juanita Farías de Rodriguez) y Mario Romero (casado con Pilar Caravaca, hermana de doña Luz Caravaca de Gracia) llegaron hasta el avión en diciembre de 1930 y retiraron dicha correspondencia. Es interesante destacar que la correspondencia procedente de Chile iba dirigida a países de América, Europa y Africa.
Titular del Diario Los Andes del 18 de diciembre de 1930
Se refiere al recate de la documentación y que se está estudiando la forma en que se recatará el aeroplano que quedó abandonado en la Laguna del Diamante
Agradecemos a la señora Silvia Estrella de Gracia que nos hizo llegar tan valiosos documentos.
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El Caudillo del Fuerte San Carlos
Cuando se hace referencia a los caudillos que lucharon, murieron y mataron durante las guerras civiles que precedieron a la organización nacional, pocas veces se habla del caudillo de Mendoza, "el fraile" Aldao.
José Félix Aldao, hijo de Francisco Esquivel y Aldao, antiguo Comandante de San Carlos, nació en Mendoza el 11 de octubre de 1785. En 1806 se ordena sacerdote dominicano y en 1817 integra como Capellán, el Regimiento 11º del Ejército Libertador. Pero en la batalla de Chacabuco, no puede reprimir su instinto guerrero y se pone a la par de los soldados en la contienda. Tras esta acción deja los hábitos definitivamente.
Desde 1827, año en que es designado por el gobierno de Mendoza Comandante General de la Frontera del Sud, fija su vivienda y su base de operaciones en el Fuerte de San Carlos. Allí se va convirtiendo en la autoridad militar suprema y de hecho la civil por la gravitación de su recia personalidad. Ejercerá desde entonces, hasta los días de su muerte (1845), una influencia poderosísima sobre las cosas de la vida pública y privada de Mendoza, cuyos gobiernos precisarán de su apoyo de comandante supremo de la frontera para instalarse y desenvolver su acción. (1)
Dice Sarmiento: " Don Félix ha gobernado a Mendoza por el temor que los gobernantes tenían de desagradarle y una palabra suya arrojada en la conversación en el Fuerte, bastaba para provocar medidas gubernativas, o derogar una ley vigente. ¡Y esto ha durado diez años, hasta que la Providencia, el vino y la crápula se han servido disponer de su existencia! Sólo después de la revolución de 1840 se encargó del gobierno."... y agrega más adelante: "La única mejora que Mendoza ha recibido durante este gobierno ha sido poblar su frontera del sur con inmigrados de Chile que se han reunido en villorios y alquerías a la sombra del fuerte San Carlos que habitaba Aldao, que siempre mostró mucho interés por el acrecentamiento de aquellas poblaciones" (2)
Desde esta fortaleza Aldao dirige su feudo que se extiende desde la margen derecha del río Mendoza, hasta el fondo de la Patagonia, en poder de los Pehuenches, Huiliches y otros indios.
En el Melocotón, hoy Campo de los Andes, arma una estancia donde cría ganado, convirtiéndose en uno de los criadores más poderosos del sur de Mendoza.
En San Carlos organiza un escuadrón de granaderos a caballo, más dos milicias de la guarnición del fuerte y dos piezas de artillería del mismo y marcha al sur a reprimir y castigar a los indios y a los pincheyrinos por los continuos malones.
En 1829 organiza las fuerzas que llevará a Córdoba para ponerlas a las órdenes de Facundo Quiroga en su lucha contra los unitarios.
Las fuerzas de Aldao tienen la particularidad no sólo de estar integrada por muchos sancarlinos, sino entre las tropas se encuentran también mujeres con ropas masculinas que se han lanzado a la guerra civil junto con sus hombres.
"En todos los encuentros se mostró soldado intrépido, acuchillador terrible, enemigo implacable", así lo definió Sarmiento en su libro «Vidas de Fray Félix Aldao y el Chacho»
Hombre de varias mujeres, de vida licenciosa, amante del juego, de las carreras de caballos, del vino y de la buena mesa, el caudillo impone su estilo a la sociedad mendocina y al pueblo del Valle de Uco. Es tal su fanatismo y la soberbia de su autoridad que dicta un decreto ( 31 de mayo de 1842) declarando que "todos los unitarios son locos" y que así debían ser tratados; que los más notables de entre ellos, residentes en Mendoza, fuesen llevados a un hospital y curados como locos; que ninguno de ellos podía contratar, testar, ser testigo, tener personería civil ni política, ni poder disponer de más de diez pesos; que aunque fuese absolutamente necesaria la declaración de un unitario, lo reconociese previamente un médico y certificara sobre el estado de su razón.(3).
En este ambiente de sospechas, denuncias y persecuciones, la vida se hacía muy difícil para muchas familias de Mendoza. Algo similar a lo que ocurría simultáneamente en Buenos Aires, bajo el régimen de Rosas.
Un famoso caso que afectó a San Carlos y que posiblemente aun lo afecta si creemos en maldiciones, fue el proceso contra el Presbítero José Serapio Pintos, Julián Frigolé y Carmen Corvalán, en 1843.
Todo comenzó cuando el comisario de policía, Benigno Solanilla dio parte al gobierno provincial que el cura José Serapio Pintos, recién llegado de Chile, a la finca de Frigolé en el Valle de Uco, había predicado contra los generales Aldao y Rosas, en la capilla del solar.
Frigolé, asustado por el agresivo sermón, decidió denunciar por escrito a las autoridades lo sucedido, ignorando que su señora, Carmen Corvalán era quien informó al sacerdote el estado en que se encontraba la provincia bajo el régimen de Aldao. La señora de Frigolé le había expresado con lujo de detalles el estado de "irreligión" en que se hallaba Mendoza, y que "el Gobernador era un hombre enteramente entregado a los vicios, pues por parte del sexto mandamiento, era persona que andaba siempre cambiando de mujeres y tenía más hijos que pelos en la cabeza; además que era un carnicero declarado y un hombre entregado al hurto, pues toda la provincia iba siendo esquilmada en sus bienes a fuerza de contribuciones; y el que se negaba era desposeído de todo lo que tenía, que pasaba al estado". Le dijo también que el que no llevaba la insignia federal, debía pagar una fuerte multa si era hombre o se le aplicaba un moño rojo con alquitrán en la cabeza, si era mujer.
Algunos testigos aseguraron que el presbítero desde el púlpito había dicho " que el general Aldao era un apóstata, que despedía fuego infernal por la boca y las narices: que todos los que hablaban con él estaban descomulgados".
En realidad la señora Corvalán le había prevenido al sacerdote el peligro de expresar en voz alta lo que le había contado. Como ejemplo de lo que podía ocurrir, le hizo referencia de lo sufrido por una señora del pueblo, parienta de ella que había estado criticando a la concubina de Aldao. Esta mandó a un soldado con una varilla de membrillo para que llevase a la señora acusada a palos hasta la casa del general. Una vez allí, la mujer de Aldao la hizo estaquiar, ayudada por el soldado y la criada que la había denunciado, y ella personalmente "le echó en 'las partes' un plato de ají, tras lo cual la echaron a la calle..."
En definitiva el cura José Serapio Pintos fue condenado a ser pasado por las armas. Don Julián Frigolé debía pagar una multa de cien pesos y doña Carmen Corvalán también fue condenada a muerte, aunque posteriormente, en consideración de su sexo y de estar embarazada, se le conmutó la pena por el pago de 400 pesos.
Cuando el sacerdote se sentía definitivamente perdido, el ministro general, don Celedonio de la Cuesta, resolvió aprobar las penas impuestas al matrimonio Frigolé y "suspender, por ahora, lo resuelto contra el Presbítero”. (4)
Cuentan los memoriosos, que un viejo baqueano que acompañaba al cura de regreso a Chile, al llegar al lado chileno del límite, lo oyó decir:
"¡Nunca progresarás San Carlos¡. ¡Yo te maldigo!..."
Evidentemente, a pesar de las alturas, la voz del sacerdote no alcanzó los cielos, y San Carlos sí progresó. La justicia divina no podía hacer responsable al sufrido pueblo sancarlino, de los excesos de su caudillo, ni de los errores y abusos de una época en que la Patria estaba todavía en formación.
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1) Jorge A. Calle. "José Félix Aldao. monje Dominico y General de la Santa Federación" Edit. Domingo Viau & Cía. Buenos Aires. 1938.
2) Domingo Faustino Sarmiento. "Vidas de Fray Félix Aldao y el Chacho" Edit. Argos. Buenos Aires. 1947.
3)Antonio Zinny. "Historia de los gobernadores de las provincias argentinas" -III- Parte II. Edit. Hyspamerica. Biblioteca Argentina de Historia y Política.Buenos Aires. 1987.
4) Proceso contra el Presbítero José Serapio Pintos, Julián Frigolé y Carmen Corvalán. (Expediente original en el archivo de Calle, Jorge A. Año 1843)
Fue publicado en :Eugenio Bustos, San Carlos, Mendoza , HUELLAS , - Nº 9 - Página Nº 10.11. La Revista de la Biblioteca Popular Prof. Dionisio Chaca.
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El primer loteo de Eugenio Bustos.
Su nacimiento
Aquí transcribimos algunos datos de los planos que acompañamos. Bien podríamos decir que parece la partida de nacimiento de nuestro pueblo
Documentos del archivo de la Biblioteca Popular Prof. Dionisio Chaca
"Villa Eugenio Bustos"
Terrenos de valorización Asegurada. Trazado Perfecto. Plaza Pública. Calles de 20 metros. Arboladas. Sobre la Ruta Nacional 40 (actual calle San Martín). Estación del Ferrocarril Pacífico. Servicio de Ómnibus Agua potable. Agua de Riego. Iglesia. Escuela Don Bosco. Escuela Provincial. Comisaría. Farmacia. Médico. Fábricas. Bodegas. Comercios. Hotel.
Superficie Total: 14 H 7794 m2.
Títulos treintenarios perfectos. Libres de gravámenes. Escrituras Inmediatas. Venta Particular.
Año 1942
José G. León Martillero Público.
Por cuenta y orden de la Sra. Celia Bustos de Quiroga
Loteo en la "Villa de Eugenio Bustos"
Departamento San Carlos
10 manzanas fraccionadas en 149 espléndidos lotes de toda superficie.
Frente al cuadro de la Estación F.C.P. Sobre la Ruta Nacional Nº 40, Carril a San Rafael.
En 50 mensualidades, sin interés. Venta a particulares únicamente.
Planos e informes en los escritorios de la Bodega La Celia en Eugenio Bustos, San Carlos o en mi escritorio ( de José G. León) en 9 de Julio 1884, Mendoza.
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LAS DOS FUNDACIONES DE SAN CARLOS
En 1770 Fundación del Fuerte
En 1772 Fundación de la Villa de San Carlos
A pesar de que la mayoría de los actuales pobladores de estas tierras somos descendientes de los pueblos que vinieron a dominar a los indios y usurparles sus dominios, no por eso, debemos olvidarlos, o negar su existencia. Es más, los indios forzaron las circunstancias que llevaron a las fundaciones de San Carlos.
En carta del 23-1-1770, el Corregidor del Risco (del Cabildo de Mendoza) dice a la Real Audiencia (del Reino de Chile de quién dependía) que el cura de Uco llegó a refugiarse a la estancia de D. Mateo de Contreras en atención a las alarmantes noticias de alzamiento de indios que tuvo y de cómo invadían las tierras de D. Pedro Correa y de D. Juan de Videla.(1)
Efectivamente, desde fines de 1769 la Real Audiencia venía recibiendo noticias sobre un posible alzamiento de pehuenches y huiliches. Mucho antes, en 1753, varios vecinos propietarios de las tierras, entre los que figuraban Correa y Videla, se quejaban de las incursiones contra sus campos y solicitaban al Cabildo que se corriera a los indios al sur del Río Diamante. (2)
Dice Chaca en la Historia de San Carlos, que la conquista y colonización logró transformar poco a poco al indio sedentario, pacífico y agricultor de la época prehispánica, en indio montaraz, fugitivo y ladrón. Ahora conocía el hambre, el odio, la mentira y la venganza.
El Fiscal de la Real Audiencia, dio sus instrucciones con fecha 27-1-1770: tener listas las milicias, observar los boquetes (de la cordillera) por donde puedan salir los pehuenches y huiliches, poniendo centinelas que avisen de sus movimientos; que se haga un fuerte de estacada en la «Isla» defendido por veinticinco hombres montados, con oficiales y cabos; y que antes de marchar se delibere por pluralidad de votos. He aquí el origen de la primer fundación de San Carlos.
El Cabildo de Mendoza, por acta del 5-2-1770 ordena «formar un fuerte en el Paraje nombrado la Isla». Basaba esta decisión en «las circunstancias de hallarse la Ciudad amenazada de invasión de los Indios Infieles». Disponía también “que la obra se haga de pared de adobón con mezcla de paja para su mayor consistencia en atención a que en aquellas cercanías no hay madera de cuadra y considerándose de gravísimo costo el cortarla y conducirla de las distancias considerables a que se hallan situados los montes donde hay esta providencia:”
“Que para este efecto se fabriquen cuatro tapeadillos a dirección del Diputado quien determinará el número de peones que han de trabajar en esta faena a quienes se asalarearán a razón siete pesos al mes dándoles la caballería necesaria para que se conduzcan al destino.”
“Que la provisión de carne que hubiese de gastar en la manutención de esta gente se saque de la Estancia de Dn. Juan de Videla como la más inmediata y de otra cualquiera en defecto de ésta, pasándole recibo al dicho Director de las reses que se consumiesen para que con este documento se libre su importe.”
“Que respecto a haberse comprado seis palas y seis azadas para esta expedición y ser necesarias otras tantas piezas para esta obra, se compren y se libre lo que importaren como igualmente todo el costo que hasta la cabal perfección de dicha obra se impendiere.”
“Y atendiendo al celo conque el maestre de Campo Dn. Juan Martínez de Rozas, vecino de esta Ciudad ha desempeñado los encargos para que ha sido destinado a beneficio de esta Ciudad […], le.debían nombrar y nombraron Director Superintendente de la obra, para que a su arbitrio se construya con la extensión y figura que tuviera por conveniente trayendo un plano de la dicha fortaleza para informar al. Superior Gobierno de este Reino”
Surge de estos documentos, que en "La Isla o Real de San Carlos" Dn. Juan Martínez de Rozas, fundó el Fuerte San Carlos en 1770, de acuerdo a las instrucciones recibidas del Cabildo de Mendoza y conforme a un plano que él mismo confeccionara.
Dos años después, en 1772, el Corregidor Dn. Juan Manuel Ruiz, realiza la fundación de la Villa de San Carlos.
Dice Chaca: « en el asiento denominado "La Isla o Real San Carlos" se hicieron en los años 1770 y 1772, dos fundaciones completamente distintas: la del Fuerte y la de la Villa o población de San Carlos»(2)
El acta de Fundación expresa “En el paraje de la Isla -Fuerte San Carlos, en tres días del mes de octubre de mil setecientos setenta y dos el Señor General Dn. Juan Manuel Ruiz, Teniente Coronel de Dragones de los Reales Ejércitos de Su Majestad, Corregidor, Justicia Mayor, Gobernador de Armas y Alcalde Mayor de Minas y Registros de la Provincia de Cuyo [...] para la determinación y. dictamen de la construcción de la Villa que se ha determinado, establecer al abrigo del referido Fuerte de San Carlos [...], estando todos juntos y congregados dicho Sr. Corregidor hizo manifestación de un mapa o plano de la plaza, calles y demás disposiciones de la fundación de dicha, a la parte del poniente del Fuerte, inmediato a sus murallas y bajo de su Artillería.”
“[... ]Conferido su asunto con consideración a lo que por lo presente permite el paraje y los fondos y posibles para principiar la Construcción y establecimiento de dicha Villa y lo importante que es al servicio de su Majestad, Paz quietud y seguridad de la Ciudad de Mendoza, cabeza principal de la Provincia y sus estancias, [...] mandó dicho Sr. Corregidor se pasase sin pérdida de tiempo a la medición y señalamiento de ella. » (2)
El acta fue firmada por Juan Manuel Ortiz, Juan Martínez de Rozas y otros. El 8 de octubre de 1772 se hizo la entrega de tierras a los pobladores.
San Carlos celebra su fundación, el 4 de noviembre de 1772, por el día del Santo Patrono San Carlos Borromeo.
(1) “La Provincia de Cuyo del Reino de Chile” . J.L.Espejo . 1954. Chile.
(2) “Síntesis Histórica del Departamento Mendocino de San Carlos”. Dionisio Chaca. 1964. Buenos Aires.
* El presente texto ha sido copiado de Huellas Nº 4. 1996. Año2, Revista de la Biblioteca Popular Prof. Dionisio Chaca.
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Cuando el fuego destruyó la identidad de los Sancarlinos
Si hubiera algún sancarlino de más de 145 años, bien podría disimular su edad por falta de documentación que probara la fecha de su nacimiento.
Era pleno invierno en San Carlos, y posiblemente el intenso frío o algún documento que era necesario hacer desaparecer, fueron la fuente de inspiración de Eugenio Ortiz, quien sin pensarlo mucho, prendió fuego la Capilla de la Villa, destruyéndola casi por completo.
Casualmente, el incendio comenzó en el archivo. Recordemos que en esa época los nacimientos o bautismos, casamientos y defunciones se inscribían exclusivamente en los libros de las Parroquias, por lo que eran fuente imprescindible para determinar la filiación de cualquier persona.
Por esa razón, era muy común en aquellos tiempos incendiar templos para destruir precisamente esos documentos de identidad personal que afectaban intereses particulares.
A causa de ese incendio, ocurrido a principios de agosto de 1852, todas las partidas de defunción, de bautismo y matrimonio anotados en los libros de la Capilla de San Carlos se perdieron, quedando así los pobladores sin antecedentes que acreditaran su verdadera filiación.
Eugenio Ortiz, como dijéramos, perpetrador del nefando crimen, fue conducido a la Capital de Mendoza por tres soldados de Infantería Cívica y puesto a disposición de las autoridades.
Pero, los sancarlinos, como siempre lo han hecho, no se quedaron en lamentos ante la adversidad. El 31 de marzo de 1853, para proceder inmediatamente a su reconstrucción, formaron la "Comisión pro Obra de la Capilla", compuesta por Dn. Nicolás Ortiz como presidente, Dn. Santiago Ribas y Dn. Francisco Lencinas como vocales, con el Vº Bº de Dn Vicente Peralta y de Dn Juan Toledo, en su calidad de Jefe y Ayudante del Fuerte, respectivamente.
No era fácil la vida en esa época, sin embargo los habitantes de San Carlos se unían solidariamente para reconstruir su Capilla con la misma devoción que cuatro meses más tarde, el 9 de julio de 1853, todos los sancarlinos— cerca de tres mil habitantes— juraban solemnemente la Constitución Nacional, recién aprobada por el Congreso Constituyente.
Eran las épocas difíciles, del comienzo de la organización nacional. Un incendio había borrado los antecedentes de todo un pueblo. Pero su identidad, su verdadera identidad que los distinguía, como valientes, esforzados y patrióticos ciudadanos, no podía ser borrada por las llamas y aún hoy persiste incorruptible.
Ser sancarlino, es un torrente de virtudes que corre por las venas de nuestro pueblo desde su orígenes y para siempre.
Fuente: Chaca, Dionisio, Síntesis histórica del departamento mendocino de San carlos, Bs.As. Editorial progreso,1964, págs. 168 a 170.
Fue publicado en :Eugenio Bustos, San Carlos, Mendoza , HUELLAS , 1997 - Año 3 - Nº 6 - Página Nº 9. La Revista de la Biblioteca Popular Prof. Dionisio Chaca.
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