Lo que Beloaga vio y sus paredes pudieron oir. Historia del castillo de Beloaga


Importancia del castillo de Beloaga


Durante los cinco largos siglos que permaneció en pie, el castillo de Beloaga se convirtió en el símbolo del valle. Así lo refleja el escudo de Oiartzun, ya que es Beloaga el castillo representado en él. Por otro lado, la historia del castillo nos devuelve la conciencia navarra que perdimos, esto es, nos recuerda que fuimos parte del reino navarro, puesto que la esencia del castillo es navarra. Y es que, por un lado, el castillo se levantó dentro del reino navarro. Por otro lado, fue conquistado el año 1200, cuando Castilla conquistó la parte occidental de Navarra. Deapués, transcurridos siglo y medio, en 1366, de nuevo se menciona el castillo cuando la parte conquistada volvió a unirse a Navarra. Y derribarlo, también lo derribaron junto con otros castillos navarros al cabo de otro siglo y medio. Además, se conserva documentación medieval abundante sobre diferente conflictos en los que estuvo involucrado. Y para terminar, hay que señalar que las ruinas de Beloaga, hoy en día, son los restos del edificio más antiguo que se conserva en Oiartzun, al menos, hasta que no se analicen mejor los vestigios de la iglesia románica que se encuentran enterrados bajo la iglesia de San Esteban.


Ubicación del castillo de Beloaga y etimología


Las ruinas del castillo de Beloaga están situadas en el valle de Oiartzun, concretamente en las peñas de Arkale del barrio Gurutze. El castillo  constaba de una torre y la fortaleza principal que se hallaba a los pies de la torre, y aunque algunos afirman que este segundo recinto data de las Guerras Carlistas, si reparamos en su estructura se puede apreciar que es de la misma época que la torre. Según otros autores es posible que existiera alguna fortificación en estas peñas desde la época de los romanos, pues era la atalaya perfecta para vigilar el transporte de mineral que se realizaba desde las minas de Arditurri hasta Oiasson, la ciudad romana de Irun. Y la moneda romana de Faustina la Grande, del siglo II, que se ha hallado a finales del 2022 confirma, de alguna manera, esta hipótesis.


Según decía Koldo Mitxelena, quizás influido por la cercanía de la estela romana de Anderregui, el nombre de Beloaga podría proceder del latín, es decir, de Belona, nombre de la diosa romana de la guerra. Pero si consultamos el diccionario "Orotariko Euskal Hiztegia" encontraremos la palabra peloa/pelua. Y es que, a pesar de que en muchos lugares se les denomine azazkalak (uñas) a las distintas pezuñas de los animales, en algunos pueblos de Euskal Herria conservan todavía el término apatxak para denominar las pezuñas de dos uñas de vacas, ovejas o cabras, y peloa para denominar la pezuña de una única uña de caballos, yeguas, asnos o mulas. Por lo tanto, con el término pelodunak, y por extensión peloak, se denominarían a los animales de una uña, y Peloaga vendría a significar lugar de yeguas o caballos, quizás el nombre del pequeño valle que se halla bajo el castillo. Y de ahí habrían tomado el nombre el castillo y los caseríos que rodean esa pequeña cuenca: Pelugain, Peloaga, Peluzar, Pelutxiki, Peluberri y Pellibar. El nombre también ha tenido su evolución, Beloaga/Veloaga en la Edad Media, Feloaga los siglos XVIII y XIX y hoy en día los nombres de los caseríos han adoptado la letra P.

Los siglos anteriores a la primera referencia de Beloaga


La primera referencia que tenemos del castillo de Beloaga es del año 1200, pero veamos algunos acontecimientos históricos anteriores a la fecha. Con la caída del Imperio romano, año 476, comienza la guerra sin tregua contra godos, francos y musulmanes, tal y como se refleja en sus crónicas, hasta que el año 824, a consecuencia de la segunda victoria contra los francos, se crea el reino de Pamplona.


Pensamos que el castillo de Beloaga se levantó el siglo X o XI, ya que el castillo de Hondarribia está documentado en la época de Sancho II, hacia el año 950, y el castillo de Donostia en el reinado de Sancho el Mayor, esto es, hacia el año mil; lo que nos hace suponer que el castillo de Oiartzun podría ser también de esa época, pues entre otras funciones enlazaba visualmente los dos castillos anteriores mediante señales.


A partir del año 1035 se formó el Reino de Aragón y después el de Castilla; y cuanto más poder adquirieron estos reinos, más peligrosos se volvieron para Navarra. Durante el siglo XII estos dos reinos  atacaron sin tregua a Navarra usurpándole La Rioja y La Bureba, aunque los navarros las recuperaron en otras tantas ocasiones.


La situación se volvió insostenible, y dejaron el arbitraje en manos del rey inglés, Enrique II, que pasaba largas temporadas en Burdeos al ser también señor de Normandía, Anjou, Aquitania y Guyena, y con el tratado de paz permanente que firmaron en 1179 Navarra perdió La Rioja, Bureba y parte de Bizkaia. Sancho VI, temiendo que el objetivo de los castellanos pudiera ser apoderarse de todo el reino, activó una política de defensa construyendo o renovando castillos como Burandón, Toloño, Treviño, Zabalate, Arganzón, Aizorrotz, Marañón o Antoñana, y una política de fundación de villas amuralladas, tales como Donostia( 1180), Gasteiz (1181) o Durango (1182).


Enrique II estaba casado con Leonor de Aquitania y era suegro de Alfonso VIII de Castilla, pero en 1192 Sancho VI casó a su hija Berenguela con Ricardo Corazón de León, príncipe de Inglaterra. De esta forma el príncipe inglés se convirtió en cuñado tanto de Alfonso VIII como de Sancho VII, el próximo rey navarro, pero era más afín al navarro por todas las ayudas que le prestó contra el rey de Francia, por lo cual se vio recompensado con la incorporación de la Baja Navarra al Reino de Navarra.

De Rebus Hispaniae, Ximenez de Rada.

Gasteiz, año 1200

Primer texto donde aparece el castillo de Beloaga


Los reyes de Castilla y Aragón se reunieron en Calatayud, y rompiendo el pacto de 1179 atacaron el reino de Navarra, después de haber acordado cómo repartirlo. Sancho VII el Fuerte consiguió una tregua con el rey de Aragón concediéndole a su hermana en matrimonio, y ante el peligro castellano decidió viajar a tierras almohades a pedir ayuda, ya que su cuñado Ricardo Corazón de León acababa de fallecer en Francia, después de ser herido en el sitio al castillo de Chalus, pero Sancho fue retenido por el nuevo califa y obligado a luchar contra algunas tribus sublevadas. Entonces, Alfonso VIII, aprovechando esta circunstancia, invadió Navarra en 1199. Trebiño y Zabalate resistieron, al igual que Vitoria, que viendo que no podían rendirla por armas después de un asedio de casi un año, decidieron rendirla por hambre. Una vez caída Vitoria, tomaron el Duranguesado y cayeron fácilmente los pequeños castillos de las tierras de Ipuzkoa. Según la crónica de Rodrigo Ximenez de Rada se hicieron con Gazteiz, Marañón, Arluzea, Ataun, Zaitiegi, Aizorrotz, Ausa, Donostia, Beloaga y Hondarribia. Trebiño y Zabalate fueron canjeados por Izura y Miranda de Arga por encontrarse estas plazas muy cerca de Pamplona.

 

Esta es la primera referencia escrita del castillo de Beloaga y nos recuerda que al menos hasta que entraron los ejércitos castellanos estos castillos y tierras, al igual que sus habitantes, eran navarros.

Sancho VII regresó en 1201 e intentó realizar un pacto con el rey de Aragón para recuperar la tierras perdidas, pero no lo consiguió. Después firmó otro pacto con el rey inglés, Juan Sin Tierra, contra franceses y castellanos, y a consecuencia de esto en 1204 recibió bajo su protección las tierras de Baiona, asegurándose una salida al mar. Ese año, el rey castellano enfermó gravemente y redactó un testamento prometiendo que si sanaba devolvería a Sancho todas las tierras que ocupó. Alfonso se curó, pero no sólo no las devolvió, sino que entró a sangre y fuego en Lapurdi y Gascuña, aunque más tarde se retiró por no poder mantener el ejército en aquellas tierras. 


En las tierras recién conquistadas de Ipuzkoa y Araba no existía aún una frontera cierta con la tierras que continuaban siendo navarras, por lo que Alfonso VIII y los siguientes reyes castellanos se apresuraron a amurallar y otorgar cartas pueblas a las poblaciones más cercanas, con la intención de reforzar los nuevos límites. Así, Alfonso VIII concedió la carta puebla a Hondarribia en 1203, señalándole los límites. A los pocos años hizo lo mismo con Oiartzun, y aunque el documento no se conserva, Fernando III confirmó en 1237 la carta de privilegios otorgada por su abuelo. Continuando con la política de fronteras, en 1256, amurallaron Tolosa, Segura, Agurain, Contrasta y otras villas, y comenzaron los graves incidentes entre las gentes que hacía unos años eran del mismo  país. El bandidaje y los robos de ganado en la nueva frontera, amparados por la diferente jurisdicción que les ofrecía el nuevo reino, hizo que la nueva frontera fuera bautizada como la frontera de los malhechores. De todos modos, la zona se apaciguó pronto, ya que Carlos II de Navarra, alistó en su ejército a los señores de Ipuzcoa y Araba para defender las tierras que poseía en Normandía.

Carlos II de Navarra

 Eduardo de Inglaterra

Pedro I de Castilla

Segunda referencia


Comenzó la guerra de los 100 años entre ingleses y franceses (1337-1453), y Carlos II de Navarra colaboró activamente con los ingleses, pues tenía grandes propiedades en Normandía. Además, en sus puertos había asentadas familias vascas, ya que eran parada obligada de los barcos que partían desde los puertos vascos a Flandes. En aquella época la familia más poderosa del valle de Oiartzun eran los Huarte, y cuando comenzó esta guerra aparecen enviando una compañía de soldados desde del puerto de Oiartzun (Pasaia) bajo el estandarte de los Huarte. El año 1355, Beltrán de Huarte, cabeza del linaje, recibe 20 libras anuales como pago por los servicios prestados en Normandía. Y después fue Ayero Huarte el fiel servidor del rey de Navarra.

En 1356, estando Carlos II en el castillo de Rouen, fue apresado con su escolta y al día siguiente ajusticiaron a cuatro de sus acompañantes sin juicio alguno. Este hecho hizo que todos los navarros apoyaran a los ingleses, y entre el duque de Lancaster y el príncipe de Gales tomaron París e hicieron prisionero al rey de Francia.


En 1365, a la guerra de los cien años se le suma la guerra de sucesión de Castilla, donde Enrique II el Usurpador arrebata el poder a su hermanastro Pedro I y este logra escapar a Burdeos. En septiembre de 1366, se firmó el tratado de Libourne entre el príncipe de Gales, Carlos II y Pedro I, en el prometía al príncipe de Gales y duque de Aquitania 500.000 florines y los puertos de Bilbo, Bermeo y Lekeitio, mientras que Carlos II recuperaría Araba, La Rioja y Gipuzkoa con sus villas y castillos. Así, en 1367 partieron las tropas del príncipe Eduardo con las navarras hacia el sur y vencieron a Enrique II en Nájera, huyendo éste a Avignon.


En el tratado de Libourne (1366) se mencionan los castillos que recuperaba Nafarroa y esa es la segunda referencia del castillo de Oiartzun, referencia que nos muestra que después de siglo y medio no había cambiado tanto la situación, ya que mucha gente seguía sintiéndose navarra. Y no era extraño, pues los nobles de Gipuzkoa y Araba, incluso algunos de Bizkaia, eran escuderos del rey navarro, e iban con él a la guerra. Los Huarte, por ejemplo, mantenían compañías en las fronteras, y existe mucha documentación sobre sus tropas. Gracias a las reuniones mantenidas, sobre todo con el bando oñacino, se logró un gran consenso para volver a unirse a Navarra. Actores de esta unión fueron los Zabaleta de Lesaka, los Alzate de Bera y los Huarte de Oiartzun.


En 1368, Carlos II nombró a Pedro López de Amezketa merino y capitán de Gipuzkoa y a Ayero Huarte capitán de la zona del Urumea hasta el Bidasoa. Aunque no hay documentación que vincule a Ayero Huarte con Beloaga, en aquella época no había familia más poderosa que ellos, para que fueran los señores del castillo. 

Pero Pedro I no cumplió sus promesas, no pagó a Eduardo y continuaba cobrando impuestos en tierras de Araba; por lo tanto, el príncipe de Gales y Carlos II le abandonaron. Aprovechando esta situación Enrique II firmó un tratado con Francia, y entró en Castilla con las tropas de Du Guesclin venciendo a Pedro I en marzo de 1369. Pedro I, en el tumulto de la batalla, intentó refugiarse en la tienda del francés, pero se encontró con su hermanastro, que le asesinó de una puñalada ayudado por Du Guesclin.


En 1372 Ayero Huarte y otros nobles se reunieron con Carlos II, pero estaba visto que sin la ayuda de los ingleses y mientras Francia continuase al lado de Castilla no había ninguna posibilidad. Así, en 1373 la sentencia arbitral del cardenal Guy de Boulogne devolvió La Rioja, Araba y Gipuzkoa a la corona castellana, y Enrique II castigó al valle con duras sentencias que le hacían depender más de Villanueva de Oyarço, prohibiendo a los vecinos del valle nombrar oficiales, poniéndolos bajo la jurisdicción de la villa, resultando de todo ello duros enfrentamientos. En 1376, 1381 y 1384 también hubo sentencias reales contra el valle, prohibiendo vender pan, carne, vino o sidra en el mercado, teniendo que trasladarse para ello a la villa.

Casa torre de los Huarte (Altzibar, Oiartzun)

Tercera referencia


Continuando con la política fronteriza que hemos mencionado anteriormente, en 1320 se fundó Villanueva de Oyarço en el lugar de Orereta, uno de los núcleos del Valle de Oiartzun, y al intentar obligar a todos los habitantes del valle a habitar la villa y pagar los gastos de amurallarla comenzaron una serie de conflictos entre la villa y el valle

De todos modos, el Valle de Oiartzun trató de ser independiente de Villanueva. Nombraba oficiales propios y reunía concejo, pero no acudía a las celebraciones de Villanueva ni obedecía sus sentencias.


En 1453, el rey de Castilla, Juan II, da un giro en su política y reconoce el villazgo al valle y su segregación de Villanueva de Oyarçu, pero Villanueva impugnó la orden, porque quedaba reducida a poco más que a los terrenos del barrio de Orereta. Los enfrentamientos se endurecieron. Además, Juan II murió y su hijo Enrique IV derogó el Privilegio de separación. La provincia envió representantes al valle, pero en en la lucha que se entabló algunos fueron asesinados y otros heridos. Ante estos excesos la provincia para castigarlos entró por la fuerza, tomó las casas fuertes y otras llanas, quemando unas y derribando otras, e inutilizó molinos y ferrerías, siendo muertos y apresados algunos vecinos. Y aquí tenemos la tercera referencia, a pesar de ser un tanto indirecta, la cual nos recuerda la conflictiva separación del valle con respecto a Orereta. En 1455 Enrique IV ordenó en Arévalo que nadie se sumase a los 60 hombres reunidos en las torres de Oiartzun, Aunque utiliza torres en plural, pensamos que se refiere a Beloaga, pues el valle estaba dominado por la Hermandad. En la orden dice el rey que sabía que esperaban refuerzos del reino y de fuera de él, para hacer muchos males a la Provincia, y que perdonaría al que dejara las armas, pero que confiscaría los bienes a los que continuaran rebelados. En julio nombró árbitros a Martín de Gamboa y Martín Lope de Lazkano, cabezas del bando gamboíno y del oñacino. La Hermandad de Gipuzkoa y el concejo de Oiartzun firmaron unas capitulaciones que recordaban a tiempos de guerra, y el arbitraje quedó en manos del Tribunal Real. Por fin, con la sentencia de los Reyes Católicos de 1491 se dividió el valle, correspondiendo dos tercios de las tierras a Oiartzun y un tercio a Orereta-Errenteria.


Es posible que todavía hubiera algún Huarte haciendo frente al rey y a la Provincia en Beloaga, puesto que en las capitulaciones es un Huarte el primero que firma por parte del concejo de Oiartzun. De todos modos, desde la quema de Arrasate en 1448, la situación estaba cambiando radicalmente. La Hermandad de Gipuzkoa se posicionó en contra de los bandos, y aunque en 1456 se unen ambos bandos para desafiar a la Hermandad, fue entonces cuando el poder real y el de la Hermandad aumentaron en detrimento de los linajes. Enrique IV, que visitó Donostia en 1457, desterró a los cabezas de linaje, aprovechando su ausencia para desmochar algunas torres, y cuando volvieron del destierro les obligó a someterse a la Hermandad. La torre de los Huarte también fue derribada esos años, mientras Juan de Huarte, desterrado, luchaba contra el reino de Granada. Las élites de los burgos y de las ciudades amuralladas vencían mientras el sistema feudal caía.

Privilegio de exención, 1453

Cuarta y quinta referencia


En 1463, Enrique IV viajó a Hendaia para entrevistarse con el rey francés Luis XI, y como conocía el conflicto que mantenía el valle con Orereta, aprovechó la ocasión para visitar el lugar. Cuando vio que el vecindario del valle era mayor que el de la villa y que la población se hallaba dispersa frente las fronteras de Nafarroa y Francia, ordenó que se cumpliera la exención y segregación otorgada por su padre, orden que se ratificó en Valladolid el año 1470, aunque los litigios continuaron. algunos años. Es muy probable que fuera este rey el que pasara una noche en el palacio de los Urdinola, en el lugar donde se encuentra actualmente Landetxe, puesto que fue por esas fechas cuando los Urdinola comenzaron a destacar y se sabe que colocaron en la entrada dos columnas unidas por una cadena en honor a que un rey pernoctara en el palacio.


Pero Enrique IV comenzó a tener problemas en la Corte, pues algunos cabecillas se sintieron desplazados del poder, viendo cómo colmaba de bienes y títulos a su valido Beltrán de la Cueva. Ante esto se levantaron contra el rey acusándole de estar manipulado por Beltrán de la Cueva. Y en 1464 se escenificó el derrocamiento del rey; montaron un gran tablado fuera de las murallas y después de una misa oficiada por el arzobispo de Toledo, éste, el marqués de Villena y los condes de Plasencia y Benavente, entre otros, destronaron a un muñeco de madera vestido de luto que representaba al rey, acusándolo de ser amigo de los musulmanes, homosexual y, sobre todo, de no ser el padre de Juana, a la que llamaban Juana la Beltraneja, ya que se decía que era hija de Beltrán de la Cueva. En la escenificación proclamaron rey a Alfonso, hermanastro de Enrique IV. 


Se levantaron dos ejércitos en armas. En Gipuzkoa el mariscal García II López de Ayala también se rebeló contra el rey y participó en las luchas civiles a favor del infante Don Alfonso junto con el marqués de Villena, por lo cual le concedieron el señorío de Orduña. Y en este contexto nos encontramos con la cuarta y quinta referencia. El 20 de abril de 1466, Enrique IV despachó una real orden en Segovia dirigida al alcalde de Gipuzkoa para que se apoderaran del castillo de Beloaga, donde el mariscal García II López de Ayala se había hecho fuerte, ordenando derribarla a ras del suelo. Y aunque algunos historiadores pensaban que ocurrió así, no se cumplió la orden, puesto que en 1468 la Provincia solicita que se devuelva el castillo a López de Ayala. El rey no concedió la solicitud, pero tampoco derribó el castillo.

Luis XI y Enrique IV en Hendaia (Montes Iturrioz)


Enrique IV (Beloaga)


La farsa de Ávila

Últimas referencias

Ese año muere el joven Alfonso y Enrique IV firma un acuerdo con su hermanastra Isabel la Católica, por el cual heredaría el reino; pero en 1469 el matrimonio secreto de Isabel con Fernando de Aragón hizo que el rey rompiera el pacto, proclamando heredera a su hija Juana, que terminó casándose con su tío Alfonso V de Portugal. En 1474 muere Enrique IV y comenzó la guerra de sucesión castellana entre los partidarios de Isabel y los de Juana. A Juana le apoyaron Portugal y Francia, y a Isabel la mayoría de nobles castellanos. 


En 1476 Francia reunió en Baiona un gran ejército bajo las órdenes de Alain de Labrit o Albret, con la intención de tomar la plaza fuerte de Fuenterrabía. Con un contingente no muy numeroso vadeó el río Bidasoa con la intención de dominar Irun, Oiartzun y alrededores. Así, después de un ataque a Irun, entró el 20 de abril en Oiartzun, dando fuego a la torre de la Iglesia con un grupo de personas en su interior. Después de arrasar medio valle y parte de Villanueva, se dirigió a Donostia, pero en el camino se encontró con el merino de Gipuzkoa, el conde de Salinas. En una dura batalla venció al conde y la gente de Donostia tuvo que huir hacia Hernani. 


Y aquí tenemos la sexta referencia. Cuando Labrit volvía a Baiona a preparar el ataque contra Hondarribia, tomó el castillo de Beloaga. En una carta que escribió el señor de Labrit a Luis XI, rey de Francia, explicando los pormenores de esta guerra, relataba que Beloaga era una plaza fuerte, castillo roquero que se encontraba sobre unas peñas entre La Rentería y Hondarribia, que era la más bella atalaya de Gipuzkoa y que en ella dejó a 200 lacayos para custodiarla.


Mientras el señor de Labrit preparaba el ataque a Hondarribia, el capitán de esa plaza, Juan de Gamboa, recibió la ayuda de Juan López de Lazkano, aunque no era suficiente. Después de nueve días intensos de luchas, llegaron por Jaizkibel tres mil hombres de las milicias forales, que hicieron retirarse al ejército francés. 

Luis XI ordenó a Labrit que volviera a reorganizar el sitio, y entre tanto el capitán Purget de Baiona cruzó el Bidasoa con sus hombres. Enterados en Hondarribia salieron en su busca las milicias acompañadas por el señor de Lazkano. Estos los derrotaron, pero el capitán con unas decenas de soldados se hizo fuerte en la torre de Aranzate de la plaza de Irun, y al no rendirse, el propio señor de Aranzate dio la orden de dar fuego a su torre, acabando con la mayoría y apresando al resto.

Cuando Labrit atacó, los soldados de Hondarribia estaban surtidos de artillería y aguantaron los ataques durante cincuenta días, y cuando los portugueses se retiraron de la batalla de Toro, comenzó  a concentrarse el numeroso ejército prometido por Isabel la Católica a los hondarribitarras. Al enterarse de aquella noticia, el señor de Labrit abandonó el sitio a la ciudad.


La guerra había terminado y en 1478 se firmó la paz de San Juan de Luz. Sin embargo, en la tregua de 1476 se acordó que hasta nueva orden Beloaga quedara en manos de Labrit y que la guarnición tendría el derecho de abastecimiento asegurado, séptima referencia. Además, en las crónicas de Alonso de Palencia (1482) se dice que a este lado del Bidasoa había un castillo en manos de los franceses desde donde hacían muchas incursiones y causaban muchos males. Aunque no menciona el nombre, está claro que se trata de Beloaga. Después de la tregua se vuelve a mencionar dos veces el castillo. La primera en una carta de Fernando a Juan de Gamboa, en la que le advierte que no firme una nueva tregua hasta que no recupere Beloaga. Y al poco tiempo, en otra carta dirigida esta vez a su padre, Juan II, le pide perdón por recuperar el castillo de Beloaga sin consultarle, ya que Juan II buscaba un acuerdo más general con Francia, con la intención de recuperar para Cataluña la tierras de Rosellón y Cerdaña. Décima referencia.

Juana e Isabel de Castilla


Últimos acontecimientos de la Edad Media en Navarra


Catalina I de Navarra heredó un reino desahuciado por la guerra civil alentada por los castellanos, y se vio sometida a las presiones de Castilla y Francia a la hora de elegir pretendiente. Al final, optó por el francés Juan de Albret, hijo de Alain, señor de Labrit, lo que los Reyes Católicos consideraron un insulto, y comenzaron a preparar la venganza. Por la corta edad de los reyes navarros, Alain de Labrit gobernó Navarra en calidad de virrey. Después Cesar Borgia, que se casó con Carlota de Labrit, hermana del rey, llegó a ser mariscal de los ejércitos de Navarra. Los reyes, que se habían casado en 1486, sufrieron la humillación del conde de Lerín, al no autorizarles la entrada en Iruñea para la ceremonia de la coronación hasta 1494. Más tarde el sucesor del conde, sobrino de Fernando el Católico, se involucró más, si cabe, en la guerra contra sus señores naturales, y finalmente, a pesar de que Juan III de Albret consiguió en 1507 desterrar al conde de Lerín y consolidar la paz, en 1512 el duque de Alba entró con las tropas en Navarra y conquistó el reino. 


Después de la conquista se produjeron tres intentos para recuperar el reino. Cuando los castellanos desbarataron el segundo intento en 1516, el Cardenal Cisneros ordenó derribar un sinfín de murallas, castillos y torres. Por tanto, es muy probable que Beloaga también se derribara con esa orden. 

Edad Moderna

Pero la historia de Beloaga no terminó ahí, puesto que las ruinas del castillo se utilizaron en varias guerras. En el siglo XIX los liberales construyeron un fuerte, utilizando las caídas paredes del castillo para protegerse. En el edificio principal montaron la cocina y los barracones de soldados y oficiales, y subidos a un corredor que habían montado en casi toda la línea de la muralla podían disparar bastante protegidos. Y en la torre montaron el polvorín y un pequeño cañón para disparar desde la cima. En la última Guerra Carlista, el fuerte fue tomado por los carlistas, pero finalmente fue recuperado por el capitán Prudencio Arnao con una compañía de mikeleetes el 15 de septiembre de 1875. Al finalizar la guerra ordenaron no derribar el fuerte, pensando que podían reutilizarlo, pero debido a la mediocridad de las construcciones, a los pocos años se desmoronó y acabó desapareciendo. 

En la guerra de 1936, cuando el 23 de julio el coronel Beorlegui intentó entrar a Oiartzun, los milicianos se enfrentaron a él, pero el 27 de julio llegó la ayuda de Ortiz de Zárate y tuvieron que retirarse hacia Pikoketa y las Peñas de Arkale. Aunque en la zona de Beloaga no hubo demasiados enfrentamientos, PIkoketa llegó a ser un verdadero frente.

Terminó la guerra, pero no para los presos republicanos. Arkale se llenó de barracones, donde enviaron a cientos de presos, esto es, a los Batallones de Trabajadores a construir infraestructuras y búnkeres para los franquistas, trabajando como esclavos. Solo en Oiartzun había tres batallones: uno en Arkale, otro en Babilonia y el último en Aritxulegi y se calcula que pasaron unos 7.000 presos por los barracones de Oarsoaldea. Ellos construyeron, entre otras obras, la carretera de Jaizkibel, la de Erlaitz y el túnel de Aritxulegi.

A partir de 1939 comenzaron a construir en Gipuzkoa y Navarra, frente a la frontera francesa, la llamada Línea de Defensa Vallespín, llenando la frontera de bunkers. Y es que Franco pensaba que los republicanos huidos a Francia se reorganizarían para recuperar el gobierno del país. Así, atravesaron las peñas e lado a lado para construir un observatorio desde donde controlarían los movimientos de Hendaia. Y al poco tiempo, viendo que Hitler iba a ser derrotado, extendió el sistema defensivo a todo el Pirineo.

El periódico La Voz de Guipúzcoa de 1893 hace una patente distinción entre el fuerte liberal y las ruinas medievales: la cimentación de la primitiva fortaleza subsiste fuerte y dura cual la roca en que se empotra, pero, en cambio, están ya por el suelo las fortificaciones levantadas durante la última guerra civil (última guerra carlista) sobre dichas ruinas arqueológicas.

Por lo tanto, en nuestra opinión, el castillo de Beloaga, que ha estado olvidado bajo la vegetación, es testigo de una historia que se nos ha ocultado, testigo silencioso, pero no mudo, puesto que se conservan suficientes documentos y restos sobre el castillo. Por ello, creemos que es necesario hacer un esfuerzo para preservar las ruinas y conservarlas como es debido.