Atenas y su puerto, el Pireo, estaban amuralladas y se encontraban unidas por un largo corredor defendido por las Murallas Largas que se habían erigido al retirarse el ejército persa (segundas guerras médicas). Este complejo fortificado constituía una posición inexpugnable para las posibilidades bélicas de la época, mientras que la conexión marítima y la hegemonía ateniense en el mar aseguraban el abastecimiento indefinido de la población y permitían desarrollar ataques en las costas del territorio enemigo.
A consecuencias de esto y de estrategia de dejar el campo arrasado a los Espartanos, que invadieron el Ática en el año 431 a.C , la población de Atenas se había cuadruplicado con los refugiados, muchos de los cuales vivían hacinados en precarias chozas improvisadas, situación que creó en la capital del imperio y su puerto las condiciones ideales para el ataque de un enemigo mucho más peligroso que el ejército espartano.