Aguinaldo 2016
AGUINALDO 2016
¡CON JESÚS, recorramos juntos la aventura del Espíritu!
¡CON JESÚS, recorramos juntos la aventura del Espíritu!
Guardo en mi mente y en mi corazón recuerdos imborrables de la fiesta del bicentenario del nacimiento de Don Bosco que pudimos vivir durante el mes de Agosto en la tierra santa salesiana de Valdocco y del Colle Don Bosco. Me alegra escuchar los ecos de las celebraciones que han tenido lugar en tantos rincones del mundo para festejar este acontecimiento. Gracias al Espíritu Santo la Familia Salesiana de Don Bosco está muy viva.
El bicentenario del nacimiento de nuestro padre Don Bosco nos ha ofrecido la oportunidad de poder recordar su historia, profundizar en sus intuiciones pedagógicas y revitalizar algunos rasgos de su espiritualidad. Este fue el programa que propuso mi predecesor el P. Pascual Chávez, programa que ha sido fecundo. Entrelazando los hilos de la historia, la misión y la espiritualidad salesiana de los orígenes hemos re descubierto qué significa vivir con pasión nuestra vocación salesiana. Como toda vocación, la nuestra también encierra una historia de amor entre Dios y una vida concreta, ya sea una mujer, un hombre o un joven. Solo dando importancia a los orígenes de nuestro carisma, donde está dibujada la vocación salesiana, lograremos proyectar juntos la misión juvenil que como Familia Salesiana hemos recibido, y dejaremos traslucir la espiritualidad de la que bebemos y nos alimentamos.
Mi querida Familia Salesiana, me acerco un año más a ustedes, para presentar el Aguinaldo y lo hago con palabras de fraternidad y de cariño; les propongo este nuevo impulso intentado acercarme a los mismos sentimientos con los que lo proponía Don Bosco. Sé que muchos esperan esta presentación. El Aguinaldo deja ver la riqueza de la familia que formamos. Quiere ser una ayuda para estrechar lazos de comunión y compartir caminos de misión, impulsados por el Espíritu Santo que, en la Iglesia de este tiempo, estimula a recorrer nuevos caminos. Por eso decimos “Con Jesús, recorramos juntos la aventura del Espíritu”.
Como podrán ver en las páginas que siguen a continuación, deseo hablar de Dios y de Jesucristo que es el fundamento de nuestra vida personal y de nuestra Familia Salesiana; pero también hablo de la misión, que describo como “aventura del Espíritu”; y de la comunión entre nosotros y como Iglesia, que formulo en la expresión “recorrer juntos”.
Este tiempo de servicio como Rector Mayor me ha permitido conocer mejor y amar más a la Congregación y a nuestra Familia Salesiana. He tenido el privilegio de poder ser testigo de muchos caminos llenos de vida por donde el Espíritu conduce a nuestra Familia Salesiana hoy. Estoy convencido de que el Espíritu Santo está siendo muy generoso con todos nosotros y espera de nuestra parte la misma disponibilidad que encontró en Don Bosco, Madre Mazzarello, Domingo Savio y toda la escuela de santidad de nuestra gran familia religiosa que estuvieron dispuestos a seguir a Jesús con radicalidad, dejándose guiar por el Espíritu de Dios.
Decir ¡CON JESÚS! desde el inicio del Lema del Aguinaldo nos habla de que Él es la puerta de entrada y el centro de toda nuestra reflexión.
El camino que proponemos en estas páginas es mucho más que unaestrategia pastoral; es la afirmación de que sólo con Jesús, en Jesús y desde Jesús, podemos hacer un camino que sea realmente significativo y decisivo para nuestras vidas.
Al igual que en las llamadas de Jesús en el Evangelio, hoy como entonces se fija y contempla con atención a cada persona, el fondo de su corazón, y desde ahí hace resonar su invitación a seguirlo. De eso se trata en la vida cristiana: arranca de una vocación, del sentirse llamado por el propio nombre. Ésta es, esencialmente, seguimiento de Jesús.
Jesús es quien toma la iniciativa, quien sale a los caminos, quien busca el encuentro con premura. Su mirada de elección y su llamada personal piden una decisión llena de confianza y de abandono en Él. Porque cuando Jesús llama a alguien para que le siga, no le presenta un programa detallado, ni aduce motivos, ni admite condiciones. La llamada de Jesús compromete en una aventura, en un riesgo. Se trata de seguir su mismo destino sin mapa de navegación.Seguir a Jesús significa incomodarse, alzarse y ponerse en pie, no es quedarse a la orilla del camino, como quien ve pasar a alguien que suscita entusiasmo, polémica o disputa.
Lo que conocemos de las llamadas de Jesús en el Evangelio se ha ido repitiendo a lo largo de los siglos, y es la misma llamada que nos ha hecho a cada uno de nosotros, Familia Salesiana, y la que hace a cada joven que se encuentra con Él, y que desea y decide ser de los suyos. Una decisión que implica la audacia del discípulo que vence cualquier tipo de miedo y suaviza las dificultades inherentes al seguimiento, como son el rechazo, la exclusión, la incomprensión o los riesgos.
Encontrar a Jesús, o más bien ser encontrado por Él, despierta admiración, atracción, fascinación. Pero no basta. Quizá la experiencia más importante que refleja este seguimiento sea la amistad personal con el Maestro. Una amistad que se comprende y se vive como entrega, fidelidad y confianza. Donde no hay amistad personal, no puede haber seguimiento, aunque haya otras cosas, tales como el entusiasmo o la laboriosidad hasta agotarse. La llamada nos pone frente al hermoso horizonte de la amistad, requiere adhesión cordial a la persona de Jesús y cambio radical de vida. Un seguimiento y un caminar con Jesús que se va convirtiendo en comunión con Él (Jn 1,31-51); un seguimiento y un caminar con Él que es también permanecer con Él, puesto que se llega a una experiencia personal de verdadero encuentro(Jn 15,14-16).
Esto que he expresado de manera breve queriendo ir a lo esencial ha de ser, mis queridos hermanos y hermanas, el punto de partida y de llegada, la prioridad máxime de nuestros empeños como educadores y evangelizadores de los jóvenes, de las jóvenes. Desde este mismo momento la invitación que les hago es la de recorrer personalmente, a veces con otros educadores y educadoras de las miles de presencias de nuestra familia en el mundo, y siempre con los jóvenes - siempre con ellos y siempre para ellos-, un camino de fe donde reavivar nuestra relación con Jesús. Sí, de eso se trata. Dejarnos alcanzar por su persona, dejarnos seducir no solo por un ideal o una misión, sino por el Dios vivo encarnado en él. Dejarnos transformar poco a poco por ese Dios apasionado por una vida más digna y dichosa para todos.
Nosotros mismos, y muy especialmente nuestros jóvenes, tienen deseo de Dios y necesidad de Dios. “Italia, Europa y el mundo en estos dos siglos han cambiado mucho, pero el alma de los jóvenes no ha cambiado: también hoy los muchachos y las muchachas están abiertos a la vida y al encuentro con Dios y con los otros, pero son tantos lo que están en peligro de desánimo, de anemia espiritual, de marginación”, nos dice el Papa Francisco a nosotros, Familia Salesiana.[1]
Y deberíamos estar convencidos de que esta apertura al encuentro con Dios, esta necesidad de Dios, se convierte en acontecimiento decisivo para todos nosotros, y muy especialmente para nuestros jóvenes, cuandoel Cristo del Evangelio, sin recortes ni adiciones, es experimentado como quien da pleno sentido a la vida, pasando “de la admiración al conocimiento y del conocimiento a la intimidad, al enamoramiento, al seguimiento, a la imitación”[2]. Este deseo es un reto educativo y pastoral que debemos afrontar si queremos cultivar y desarrollar una espiritualidad cristiana para nuestro tiempo.
Cuando se intuye esto y comienza a vivirse, la perspectiva personal cambia muchas veces porque cada uno vamos tomando conciencia de la gratuidad de Dios, de que Él nos ha amado y nos ama, y pone su mirada en cada uno de sus hijos e hijas. Esto nos anima a buscar muy en serio este encuentro que, generalmente, se va dando de manera gradual, que madura, de ordinario, lentamente, con los altibajos de la limitada respuesta humana, que requiere tiempos y espacios, que implica un proceso de libertad. Es por eso que compartiendo su misma experiencia y convicción personal el Papa Francisco invita, en una entrevista concedida al inicio de su pontificado, a “embarcarse en la aventura de la búsqueda del encuentro y del dejarse buscar y encontrar por Dios”.[3]
3. RECORRAMOS JUNTOS
Al pensar en el camino de la vida, lugar donde todo y lo más importante de ella se juega, podemos contemplar como imagen bíblica a Jesús recorriendo los caminos de Galilea junto con los suyos, encontrándose con tantas personas, predicando, curando… Jesús que recorre los caminos en medio de las gentes, entre sus vidas y rodeado a veces de quienes tienen necesidad, también de los curiosos, de quienes buscan novedad, de los fascinados por su persona, de los indiferentes, de los que lo ven como un peligro y quieren quitárselo de en medio.
Recorrer un camino, como experiencia humana, es conocerlo y reconocerlo, saber qué lugares transita y cuáles nos encontraremos más adelante, dónde están las sombras que refrescan, dónde las fuentes. Es experimentar el caminar por pedregales, subir tramos empinados y dificultosos a veces, más fáciles y descansados otras. Como en el caso del peregrino que recorre caminos buscando la fe o a causa de la misma fe, nuestro recorrer el camino de la vida con Jesús es un camino que hacemos en Él (Col 2,6), que hacemos con Él porque nos ha fascinado, y los hacemos juntos.
El mensaje del aguinaldo, como podremos apreciar en los desafíos y propuestas de las páginas finales, pretende subrayar fuertemente que este recorrido, este caminar, no lo hacemos de manera aislada sino juntos, entre nosotros y con los jóvenes.
¿Por qué juntos? Porque esta dimensión comunitaria y eclesial es algo esencial al mensaje cristiano - del que se hablará en estas páginas -. En esencia, se trata de una experiencia en la que el creyente se siente sostenido por un gran Amor y por una comunidad; una comunidad en camino que tiene un proyecto para el futuro. Todo esto hará que vivamos una vida que merece la pena ser vivida y que es la alegría del ser cristiano.[4]
4. UNA AVENTURA DEL ESPÍRITU
4.1. Una aventura muy diferente de cualquier búsqueda de novedad
En muchas culturas existe un primer sentido de la palabra aventura que se traduce por algo semejante al tipo de vida en el que las personas persiguen, como objetivo último, vivir nuevas experiencias, y en la que elementos como la intuición, la incertidumbre, el riesgo, la buena suerte, el éxito o el fracaso son esenciales.
Este concepto de aventura nos habla, así entendido, de emprendedores y buscadores de nuevas emociones donde descubrir caminos desconocidos, experimentar los propios límites, e incluso demostrar la propria capacidad de riesgo. Todo ello serían condiciones imprescindibles en un buen aventurero.
Desde otra perspectiva, y a modo de ejemplo, sabemos que el pensamiento europeo del Romanticismo entendía que “viajar no consistía tanto en explorar nuevos ambientes como en alejarse del suelo natal para entrar en contacto con un nuevo relieve desconocido. En este sentido el viaje es solo formativo cuando uno regresa cambiado …., o no regresa”.[5]
La intención de estas páginas trata de dibujar caminos de interioridad y de espiritualidad para recorrer un tipo de aventura muy particular: la aventura del Espíritu.
4.2. La aventura del Espíritu ES CAMINO DE INTERIORIDAD
Quienes más familiarizados están con el estudio de la interioridad frecuentemente inician su reflexión diciendo que en los últimos años es mucho lo que se ha escrito sobre esta palabra: a veces, se refiere a los caminos interiores que el ser humano intenta recorrer para recobrar el sentido de la vida; otras veces, el anhelo de una una felicidad siempre buscada y tantas veces no encontrada.
El riesgo de las distracciones en este camino de búsqueda es grande. Con un tono un poco crítico se habla de las muchas recetas que proliferan y que aconsejan cómo adquirir un ritmo vital sano, o cómo cuidar y recobrar diversos aspectos de la salud psíquica y espiritual; cómo alcanzar el equilibrio interior, cómo aceptarse a sí mismo para ser feliz, etc. Pareciera que se nos ofrece como un supermercado espiritual en el que escoger y poner en nuestra cesta de la compra lo que tenemos más a flor de piel. Encontramos ofertas exotéricas, exóticas, de “bisutería new-age” y pseudo espiritualidades de todo tipo.[6]
Se nos advierte que el peligro está en los falsos caminos de interioridad que ofrece el mercado, o la realidad idolátrica de ciertas invitaciones a una espiritualidad “escapada” del mundo. Tampoco es más segura “la ideología de la autorrealización y esa cultura del yo obsesionada monotemáticamente por el “¿qué sucede en mí?, ¿cómo me siento?”…, un universo que gira en torno al proprio yo y que aleja de la servicialidad y el interés por los otros”.[7]
También me pareció sugerente una metáfora en la que se da a entender que en ocasiones “se tiene la sensación de que nos ha tocado vivir un tiempo en que las relaciones con uno mismo tienen más de hotel donde uno se aloja de vez en cuando que de ámbito donde el encuentro con uno mismo enriquece la identidad. A menudo pareciéramos más cerca de firmar la defunción de la interioridad que de promover su fortalecimiento”.[8]
Si bien todo lo anteriormente expuesto, mirado en positivo nos habla, de una búsqueda en el deseo de colmar vacíos vitales, es cierto que a veces estas búsquedas responden a acumulación de malestares personales sordos o silenciosos que llegan a hacerse inaguantables. Y es en esta situación donde toda persona, nosotros mismos y nuestros jóvenes, no debemos caer en la trampa narcisista, el ego intimista que recluye al sujeto en sus intereses,y le encierra en su mundo pequeño. Esta realidad que venimos esbozando nos lleva a ver en nosotros mismos, Familia Salesiana en el mundo, y en los mismos jóvenes con quienes compartimos la vida, que es real el peligro de perder o haber perdido (o simplemente jamás encontrado) el gusto por la vida interior y la capacidad para descubrir niveles de profundidad en la propria vida.
No se puede cultivar la interioridad si el tiempo se consume en ser espectadores de la vida de los otros, conformándose simplemente con mirar las apariencias. Creo que debemos tomarnos muy en serio esta provocación y acompañar a nuestros jóvenes y a las personas con quienes interactuamos, para que se viva en estado de búsqueda, para que sean y seamos buscadores de lo esencial. Porque cuando una persona, un joven, no descubre, ni tiene interés por caminar desde dentro y hacia dentro de sí mismo, puede convertirse en alguien incapaz de imaginar o soñar su proprio presente y su futuro.
Y para avanzar en este camino, ¿qué podemos entender por interioridad?
En palabras de una religiosa carmelita que ha comprometido su vida en esta búsqueda que la ha de llevar a Dios, “interioridad es la viva conciencia de que todo está dentro del Absoluto, de Dios, del amor, de la vida. La interioridad no es el lugar adonde yo me retiro por decisión propria sino que es caer en la cuenta de que yo estoy dentro de Alguien”.[9] Entiende esta hermana que la interioridad es algo que forma parte de la esencia de nuestra existencia. Es esa fuerza que empuja hacia Dios, es la conciencia de estar dentro de Dios, y experimentar esa conciencia y ese gozo. “Me parece - añade- que todo el mundo tiene la posibilidad de descubrir su interioridad, de descifrarla y, conociéndola, amarla y vivir desde ella”.[10] Y de hecho el catecismo de la Iglesia Católica contiene entre sus primeras declaraciones algo similar cuando se dice: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre verdad y la dicha que no cesa de buscar.[11]
Creo que no es mirada pesimista reconocer o diagnosticar que, en muchas culturas, especialmente las más occidentales de nuestro planeta, la experiencia religiosa está socialmente marginada, o bien, se mutila la interioridad reduciéndola a su dimensión meramente psíquica, sin reconocer su potencial de apertura a la trascendencia. Y es por eso que la búsqueda de los rastros o señales de Dios ha de intentar encontrarlos la persona en su experiencia interior, buceando en sus entrañas en aquello que resuena en su mente y en su corazón porque “Dios está en su interior como pensamiento, conciencia, corazón, realidad psicológica y ontológica”.[12]
Desde la perspectiva cristiana la interioridad no es el lugar al que me retiro, sino la toma de conciencia de que estoy dentro de Alguien o con Alguien. Me percibo como un “yo”recibido por Alguien, como don de Alguien. Cuando al cuidado de la dimensión interior le sumamos un sentido (ese Alguien es la persona de Jesús, o es Dios Padre), ese cuidado se convierte en búsqueda espiritual. Por ello, no es pensable una espiritualidad sin interioridad.
4.3. La aventura del Espíritu ES CAMINO DE ESPIRITUALIDAD
¿Cómo podría definirse la espiritualidad? En esencia podríamos hablar de que decir espiritualidad es decir vivir bajo la acción del Espíritu. En palabras más completas del teólogo Hans Urs Von Balthasar, “la espiritualidad es la actitud básica, práctica o existencia, propria del hombre, y que es consecuencia y expresión de una visión religiosa - o de modo más general, ética - de la existencia”.[13]
Es decir, no se entiende la espiritualidad como algo que se añade, como algo accidental o circunstancial a la persona, sino que hace referencia a la esencia misma de nuestra condición de seres humanos. Entonces, nada en la persona, ni las actitudes, ni los comportamientos, ni las relaciones pueden quedar al margen de la espiritualidad. La espiritualidad, por tanto, penetra todas las dimensiones de la persona. Tiene que ver con su identidad, sus valores, lo que da significado, esperanza, confianza y dignidad a su existencia y se explicita en la relación consigo mismo, con el prójimo y con cuanto trasciende la naturaleza humana, el misterio de Dios.
Y en nuestro caso, como creyentes cristianos y seguidores de Jesús, no hablamos solamente de espiritualidad en general sino de espiritualidad cristiana porque tenemos en Cristo la fuente, la razón, la meta y el sentido de nuestra vida y de la espiritualidad con que la vivimos. Nos descubrimos habitados por Dios, y creemos que hay un sitio en nuestro corazón para Él, y nos descubrimos seres privilegiados por una relación tan personal. Qué bello es esto sabiéndonos al mismo tiempo mendigos de Dios.
Espiritualidad cristiana es entonces, y ante todo, un don del Espíritu. Él es el “Maestro interior” del camino espiritual de cada persona. Él suscita en nosotros la sed de Dios (Jn 4,7) y al mismo tiempo sacia nuestra misma sed. Esa vida «en el Espíritu» es para S. Pablo «vida oculta con Cristo en Dios» (Col 3,3), vida del «hombre interior que se renueva día a día» (2 Co 4,16), «vida nueva» (Rm 6,4). Es el espíritu el que hace del cristiano morada de Dios, capaz de acogerle. Es el Espíritu el que da comienzo a la vida espiritual engendrando al hombre como hijo de Dios.
Los maestros espirituales de todos los tiempos aluden constantemente a este espacio interior donde acontece el diálogo con Dios. San Ignacio de Loyola hablaba del “sentir y gustar interiormente de las cosas de Dios”. Santa Teresa de Ávila compara la vida interior con un castillo interior con muchas moradas, en la principal de las cuales habita el propio Dios. San Juan de la Cruz alude a una “bodega interior” para referirse a ese espacio interior donde es experimenta la intimidad con Dios. En los Evangelios, cuando Jesús de Nazaret se refiere a la oración, alude a un lugar secreto, escondido, habitado por Dios: «Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6).
4.4. Una aventura QUE ES VIDA ABIERTA AL ESPÍRITU SANTO
La consecuencia de todo este dinamismo ha de ser la de sondear, tantear, indagar lo fascinante que es vivir la vida estando abiertos al Espíritu Santo que habita en ella. Dios nos sale al encuentro y nos invita a caminar con Él y a participar de su vida por medio del Espíritu.
Caminar con Dios ha de ser la experiencia más especial, bella, única que pueda alcanzar el ser humano. “Y caminó Enoc con Dios” (Gn 5,22). Es expresión de la esencia de nuestro ser cristianos y forma parte de la experiencia vital y profunda que da sentido pleno a la vida del creyente. Por ello, una vida espiritual intensa implica una constante apertura al Espíritu. De hecho, como sugiere Don Vecchi hablando de nuestra espiritualidad salesiana, creemos que “todo aquello que en el mundo orienta hacia Dios, todo aquello que explícita o implícitamente invoca la presencia o la intervención de Dios, todo aquello que empuja a la búsqueda de Dios tiene al Espíritu como fuerza oculta”.[14]
Si bien conocer a Dios y su búsqueda es más que nuestro proprio deseo. Es, ante todo, Don que se nos brinda y que sintoniza con nuestra condición de buscadores del Absoluto, por más que tantas veces nuestros pasos sean pequeños e inciertos.
Y es en esta perspectiva permanecemos centrados en Jesús para, junto con Él, recorrer un verdadero camino que sea aventura, novedad, aire fresco del Espíritu, sabiendo que no es algo destinado a élites sino a toda persona, todo hombre y mujer, todo joven abierto a Dios; sabiendo que toca la propria vida de manera decisiva, sabiendo que siempre nos conducirá a un encuentro más profundo e íntimo con Jesús, notando que se despliegan las capacidades de la propria persona, que se expresa principalmente en la comunicación de Dios - Misterio siempre inabarcable -, que nos habla y con el que nos comunicamos de maneras diversas, que lanza siempre a salir de sí mismos e ir al encuentro de los otros viviendo la fe en la actividad ordinaria de la vida cotidiana. Todo esto sería expresión de la espiritualidad cristiana.
5. CONDUCIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO
5.1. Jesús evento del Espíritu
La acción del Espíritu Santo llega a su culmen, por designio del Padre, en la persona de Cristo. Toda su existencia es un evento del Espíritu[15] ya desde el momento de su concepción cuando a María, la joven de Nazaret, se le comunica que “el Espíritu Santo descenderá sobre ti, sobre ti extenderá su sombra la potencia del altísimo” (Lc 1,35).
Ya antes del inicio de su ministerio en Galilea “Jesús recibe el Espiritu y Dios se le declara Padre amante (Mt 3,17): es constituido Hijo antes de actuar como apóstol”.[16]
Mientras Jesús se recoge en oración tras su bautismo “el cielo se abrió y descendió sobre Él el Espíritu Santo” (Lc 3,21b-22a), y por medio del Espíritu el Padre lo unge como Mesias y lo presenta como el Hijo Amado. Lleno del Espíritu Santo “es guiado por el Espíritu al desierto...” (Lc 4,1-13). En el Espíritu, llegado al desierto, vence las tentacIones y se muestra especialmente Hijo en el Padre. Siempre en el Espíritu vuelve a Galilea, llega a Nazaret y se atribuye a sí mismo, y públicamente, la profecía de Isaías “el Espíritu del Señor está sobre mí” (Lc 4,18).[17]
En síntesis, estas sencillas referencias a las citas neo testamentarias nos muestran de manera evidente cómo la vida de Jesús ha estado marcada por la presencia y acción del Espíritu de Dios, y cómo su vida fue un aprendizaje, todo un aprender a vivir como Hijo del Padre buscando siempre y en todo su voluntad.
5.2. María, mujer del Sí, guiada por el Espíritu
María de Nazaret es antes que nada, la joven creyente amada de Dios, con quien Dios mismo dialoga por medio de su ángel (según la narración evangélica), significando o dando a entender que la presencia y acción del Espíritu se realiza en un encuentro respetuoso que es propuesta y respuesta. La misma presencia del Espíritu dependerá, en definitiva, de su sí. En Lc 1,35 -como cité anteriormente- el ángel le comunica el plan de Dios, al que María responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices. Y el ángel la dejó” (Lc 1,38).
Desde este sí, ella no podía imaginarse cuáles iban a ser los caminos que debería recorrer guiada por el Espíritu y, sencillamente, se fió totalmente de Dios. Estuvo presente en Caná, en el inicio de la misión del hijo; estuvo al pie de la cruz en el Calvario, en el momento en que su hijo entregaba su vida; estuvo en oración con los discípulos después de la resurrección y estaba presente cuando el Espíritu Santo irrumpe en Pentecostés. Toda una vida marcada por el sí a Dios y por la apertura a su Espíritu. “En ella, la Madre, la fe resplandece como don, apertura, respuesta y fidelidad”.[18]
5.3. Pedro y Pablo tocados por el Espíritu de Dios
Contemplando a Pedro, el pescador impetuoso de Galilea, en toda su trayectoria de seguimiento del Señor, con sus promesas e infidelidades, sus aciertos y desaciertos, se desprende la gran lección: es el Espíritu quien impulsa a este líder indiscutible,lleno de nobleza y amor al Maestro, a seguir los proyectos de Dios y no deformarlos como simples deseos humanos.
Quien era judío creyente y observante, confiado en la presencia activa de Dios entre su pueblo y dispuesto a hacer prevalecer sus razones incluso con la fuerza, cae rendido ante la evidencia de quien era su Señor. El primero entre los apóstoles en la marcha de la naciente iglesia, lloró su pecado, pero no desconfió del perdón. Esa era su grandeza, no exenta de resistencias hasta el momento de la verdadera conversión.Y es que, en definitiva, cuando dejamos que el Espíritu actúe, nos confirma que como Pedro hemos de convertirnos de nuevo para siempre seguir a Jesús, y no precederle indicándole lo que nosotros creemos que es el camino (Cf. Mt 16,22-23).[19]
Pablo de Tarso fue el observante de la Ley, que escandalizado ante el inaceptable mensaje de un hombre, un tal Jesús muerto en la cruz, sintió el deber de perseguir a los cristianos y quedó alcanzado por Cristo Jesús. Esa experiencia de la que él mismo habla como algo más grande que una visión o una iluminación; la describe sobre todo como una revelación y una vocación recibida justo en el encuentro con el Resucitado. Es aquí donde Pablo fue realmente nacido de nuevo, es aquí donde recibió el Espíritu Santo y fue sanado de su ceguera espiritual y física. Podríamos decir que Pablo estaba decidido en contra de Jesús cuando Jesús estaba decidido a favor de él. Es esta experiencia la que le cambia radicalmente la vida, poniendo todas sus energías al servicio de Jesucristo y su Evangelio, puesto que encontró la razón del valor absoluto ante el que no podía haber límites: Jesucristo.[20]
5.4. Don Bosco, abierto al Espíritu para decir su sí al Señor en los jóvenes.
La vida espiritual de Don Bosco fue una larga y paciente peregrinación hacia lo más hondo de su rica e intensa vida interior. En este proceso de interioridad, como todo en su acción apostólica, fue un camino que transitó dando un paso cada vez, consciente de que la meta que Dios le proponía no se podía alcanzar en un solo movimiento. Necesitó acompañantes, necesitó tiempo, necesitó el aprendizaje. Don Bosco, ya de niño, no pudo renunciar a soñar, se imaginó un mundo diferente para sus jóvenes, un mundo mejor. Pero antes de nada, tenía que saber qué es lo Dios esperaba de él. La acción del Espíritu Santo en él se concretó en llamarle al estado sacerdotal y en formar progresivamente en él un corazón de apóstol de los jóvenes. Hizo su propio camino interior para comprender, para dejarse sorprender por los planes de Dios. Sus manos estaban teñidas del espesor de la realidad de esa sociedad piamontesa del siglo XIX, su corazón ardiente por la salvación de la juventud, sus pies en el camino del compromiso por los más pobres. Pero todo ello no fue fruto de una improvisación. Don Bosco cuidó su vida espiritual para vivenciar sus motivaciones últimas, la fuerza que le animaba y sus ideales más íntimos.
Don Bosco entendió además que esta “aventura del Espíritu” no era una experiencia para unos pocos jóvenes con cualidades excepcionales, o una cómoda evasión de los compromisos. Todo joven que entraba en el Oratorio, fuese cual fuese su estado o condición, era invitado a vivir una vida cristiana plena, y llamado a vivir gozosamente la vida del Espíritu.
Una de sus intuiciones y realizaciones más brillantes es la de haber introducido, en su labor cotidiana pastoral, la idea del gusto por la vida espiritual. Introducía en la vida de aquellos muchachos chorros de luz, de colores, de notas alegres de vida cristiana. En el Oratorio no se aprendía solo un oficio, el sentido del deber, sino que era afinada, “educada” bellamente la dimensión espiritual de la vida.
6. DESAFÍOS y PROPUESTAS
En páginas anteriores he intentado centrar, en lo posible, la reflexión acerca de lo que puede fundamentar recorrer un camino con Jesús que sea auténtico camino en el Espíritu, algo que nos lleve a apasionarnos por vivir nosotros mismos y acompañar a nuestros jóvenes en una verdadera Aventura del Espíritu que pueda envolver de plenitud y sentido sus vidas, y las nuestras.
En nuestro caminar como familia salesiana con los jóvenes de nuestros mundos allá donde nos encontramos con ellos, hemos visto con dolor, no pocas veces, a muchachos y muchachas en quienes hay tantas semillas de bien -como nos decía Don Bosco-, que están heridos, que se sienten perdidos, que tienen hambre de Alguien que les mire con la ternura que sólo Dios tiene, que desate sus miedos, que libere sus mejores energías y los dones recibidos, que haga ver la perla preciosa que su tierra esconde y que hace rica y valiosa su existencia.
Llegados a este punto el gran desafío es encontrar caminos, medios y propuestas que nos permitan invitar a los jóvenes a sumarse para recorrer juntos un camino que sea verdadero soplo de vida, de aire fresco de Dios, de presencia del Espíritu en sus vidas.
Les propongo algunas pistas que puedan ayudarnos, a modo de lluvia de ideas, como señales viales para nuestro viaje:
A. Mirar dentro
? Aprendamos a mirar dentro: ejercitémonos y eduquemos a descubrir y enriquecer la propia interioridad, ya desde los primeros años, desde la infancia y la adolescencia. Que nuestros jóvenes puedan sentir que cuentan con quienes, frente a culturas de dispersión, les proponen el desafío de la interiorización; frente a la huida, el afrontar el sentido de la vida.
? Ayudemos a los jóvenes a adquirir capacidades y habilidades para entrar en su mundo interior: educar a la escucha y al gusto por el silencio; cultivar la capacidad contemplativa, de asombro y admiración; gustar la experiencia de la gratuidad… Estas habilidades deben ser propuestas y ejercitadas.
? Acompañemos a los jóvenes a explorar, en lo profundo de su corazón, la presencia de Dios que es Amor, Vida y Novedad perenne. Hagamos juntos la experiencia de descubrir y reconocer a Aquel que es más íntimo que nuestra propia intimidad y más alto que lo más alto de nuestro ser.[21]
? Aprendamos a crecer en la vida en Dios a través de la aceptación humilde de los propios límites, dela propia historia personal y del propio pecado.
B. Buscar a Dios
? Aprendamos junto con los jóvenes a ser buscadores de Dios y leer la propia vida como bendición de Dios, a maravillarnos de su Presencia y sus huellas en nosotros, a reconocerlo como Quien nos busca, Aquel que está, El que vive en nosotros.
? Tengamos el coraje y la valentía de preguntarnos en la oración si esto que hacemos o no hacemos es conforme a la voluntad de este Dios-Amor que nos habita y propongamos este mismo ejercicio a los jóvenes.
? Promovamos una pedagogía del deseo de Dios que lleve a buscar el sentido religioso de la vida y a abrevar del “pozo de agua viva que es Jesús”.[22]
C. Encontrarse con Jesús
? Propongamos con osadía a los jóvenes experiencias que nos lleven al Encuentro Personal con Jesús, aun encuentro capaz de fascinarnos y de cimentar nuestra vida, sabiendo que “cuánto más se conoce a Cristo, cuanto más se le sigue, tanto más entra en nosotros el Espíritu y nuestros ojos son más capaces de verlo”.[23]. .
? Sugiramos a los jóvenes estrategias para madurar una verdadera amistad con Jesús, que sin duda irá moldeando sus miradas, su mentalidad y sus valores.
D. Ser de los Suyos
? Testimoniemos a los jóvenes nuestra alegría de seguir a Jesús y anunciémoslesque es hermoso ser cristiano: “¡Querría hacerles entender [a los jóvenes] que es hermoso ser cristianos!… ¡y es hermoso y es justo también creer![24]
? Dejémonos conducir por el Espíritu que mueve nuestros corazones y el de los jóvenes a optar decididamente por ser de los Suyos. Alimentemos y cuidemos nuestro vínculo con Él por medio de la oración, de la Palabra de Dios, de la Reconciliación y de la Eucaristía.
E. Apropiarse de valores fundamentales
? Eduquemos desde los primeros años a estimar y a “saborear en todos los ámbitos de la existencia la familia, la amistad, la solidaridad con quien sufre, la renuncia al propio yo para servir al otro, el amor por el conocimiento, por el arte, por las bellezas de la naturaleza”.[25] Anunciemos la inmensa alegría de creer en un Dios que asumió plenamente todo lo humano y el ser parte de la creación y denunciemos con valentía aquello que impida el que todos puedan reconocer, contemplar y disfrutar de su Presencia en nuestro mundo.
? Acompañemos a los jóvenes en su experiencia de fe en comunidad cristiana y eclesial como espléndida oportunidad para el descubrimiento y maduración personal de la propia vida en Dios.
? Propongamos a los jóvenes el desafío de aceptar la vida como donación, como servicio que nos hace mejores, que libera del propio egoísmo y da sentido a nuestra vida. El Espíritu de Dios siempre nos empujará a donarnos, porque esa es la “lógica de Dios”,
F. Madurar un proyecto de vida
? Colaboremos con los jóvenes, con fe y profunda convicción personal, a fin de que puedan madurar su proyecto de vida, haciendo camino para que al vivir la vida como donación, en todo tipo de servicios y profesiones, puedan ir desde las primeras experiencias significativas, aunque circunstanciales, al compromiso total de una vida que responde al llamado de Dios. Quien se adentra en los caminos del Espíritu no ha recibido solamente algunas cualidades como si fuesen regalos de aniversario, sino que “posee una especie de código genético conforme al cual va creciendo”.[26]
EPÍLOGO
He ofrecido como pistas estos Desafíos y Propuestas con el secreto deseo de que puedan ayudar a toda nuestra Familia Salesiana en los más diversos contextos geográficos y pastorales del mundo. Es posible que si no todo, algunos de estos desafíos y propuestas pueda ser adecuados u oportunos según los momentos pastorales que se estén viviendo y la realidad evangelizadora, catequética y pastoral del lugar.
Me permito concluir con tres sencillos aportes que pudieran iluminar nuestro esfuerzo por caminar en este año de la Misericordia que hemos iniciado, justamente en la vivencia de un Dios que por ser así ha de encontrarnos, a nosotros y a los jóvenes, con un corazón que lo busca.
La primera es ésta: Comparto plenamente el pensar y sentir del Rector Mayor precedente al sugerir a la Familia Salesiana que el deseo de los jóvenes en querer “ver a Jesús” es ya para nosotros motivo fundamental para llegar a ser discípulos de Cristo, puesto que ¿quién presentará a Jesús los sueños y las necesidades de los jóvenes?, ¿quién posibilitará a los jóvenes ver a Jesús? En nuestro acompañarles y hacer camino a su lado radica nuestro ser, y convertirnos en verdaderos compañeros y apóstoles de los jóvenes.[27]
La segunda es ésta: En este camino que venimos proponiendo, “no podríamos hacer nada mejor que esto: orientar hacia los jóvenes hacia la santidad”[28]. Acompañarlos en el camino de maduración en la Fe hasta metas altas, y ser nosotros los primeros que creemos en ellos, que nos lo tomamos como meta en la propia vida, siendo determinante nuestro testimonio personal. Así lo hizo Don Bosco, que puso todo en juego para realizar su sueño (proyecto de Dios sobre él) en favor de sus jóvenes.
Por último, no olvidemos que los procesos son lentos y han de ser graduales, como muestra la propria paciencia y pedagogía de Dios. A tal fin nos recordaba el Papa Juan Pablo II en la Juvenum Patris: “ Os conforte la inagotable paciencia de Dios en su pedagogía hacia la humanidad, ejercicio incesante de paternidad revelada en la misión de Cristo, maestro y pastor, y en la presencia el Espíritu Santo enviado a transformar el mundo.
La escondida y poderosa eficacia del Espíritu está dirigida a hacer madurar la Humanidad sobre el modelo de Cristo. Él es el animador del nacimiento del hombre nuevo y del mundo nuevo (Cf Rm 8,4-5). Así vuestra fatiga educativa aparece como un ministerio de colaboración con Dios y será ciertamente fecunda”[29].
Que María, Madre Auxiliadora, Mujer del Sí que acogió al Espíritu de Dios en su corazón y en su vida, nos asista en esta bella y apasionante responsabilidad que como Familia Salesiana tenemos en la Iglesia de hoy para con los jóvenes, y que se haga realidad uno de los deseos que el Papa Francisco nos dirigía, casi al final de su carta en este histórico año del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco:
“Don Bosco os ayude a no defraudar las aspiraciones profundas de los jóvenes: la necesidad de vida, apertura, alegría, libertad, futuro; el deseo de colaborar en la construcción de un mundo más justo y fraterno al desarrollo de todos los pueblos, en el cuidado de la naturaleza y de los ambientes de vida. Con su ejemplo los ayudaréis a experimentar que solo en la vida de gracia, o sea, en la amistad con Cristo se hacen plenamente realidad los ideales más auténticos. Tendréis la alegría de acompañarlos en la búsqueda de síntesis entre fe, cultura y vida, en los momentos en los que se toman decisiones importantes, cuando se trata de interpretar una realidad compleja”.[30]
Con todo afecto y la bendición del Señor les saluda,
Ángel Fernández Artime, sdb – RECTOR MAYOR
Roma, 31 de Diciembre 2015
[1] FRANCESCO, Come Don Bosco, con i giovani, per i giovani. Lettera di Papa Francesco al Rettor Maggiore dei Salesiani. Città del Vaticano, Roma, LEV, 2015, 4
[2] ACG 406. Lettera del Rettor Maggiore Pascual Chávez: Portare il Vangelo ai giovani, Roma, 2010, 21
[3] Francisco: Entrevista a Antonio Spadaro sj, Ciudad del Vaticano, 21 septiembre 2013
[4] Cf. Benedicto XVI. Primera entrevista concedida a Radio Vaticana antes de la XX Jornada Mundial de la Juventud en Colonia. Citado por Pascual CHÁVEZ. Conferencia a la CISM (Conferencia Italiana de Superiores Mayores) en Luis Fernando GUTIÉRREZ: Discípulos y apóstoles de Jesucristo, Madrid, CCS, 2014, 222
[5] Francesc Xavier MARIN: Interioridad y experiencia psicológica, en Autores Varios: La interioridad: un paradigma emergente. Madrid, PPC, 2004, 107
[6] Cf. Cristina KAUFMANN: Interioridad y Mística Cristiana, en Autores Varios: o.c., 53-54
[7] Dolores ALEIXANDRE: Interioridad y Biblia. El Don que se recibe en lo escondido. En Autores Varios, o.c., 39
[8] Francesc-Xavier Marin: Interioridad y experiencia psicológica. En Autores Varios: o.c. p-107
[9] Cristina KAUFMANN, Interioridad y Mística Cristiana.En Autores Varios:o.c. 56
[10] Ibid, 57
[11] Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 27
[12] J.E. VECCHI, Spiritualità Salesiana,Elledici, Torino, 2001, 10
[13] H.U. VON BALTHASAR, El Evangelio como criterio y norma de toda espiritualidad en la Iglesia, “Concilium” 9 (1965) 7-8
[14] J.E. VECCHI: Spiritualità Salesiana. o.c. 11
[15] Ibid, 15
[16] J.J. BARTOLOMÉ, Aprender a ser Hijo de Dios obedeciéndole. En J.J.BARTOLOMÉ-Rafael VICENT (de): Testigos de la radicalidad evangélica. Madrid, CCS, 2013, 24
[17] Cf. Marco ROSSETTI, La radicalidad de Jesús de Nazaret como entrega de la propria vida a los demás. En J.J. BARTOLOMÉ-Rafael VINCENT, o.c. 40-44 Cf. J.J. BARTOLOMÉ, Aprender a ser Hijo de Dios… o.. 24-29 Cf. J.E.VECCHI, Spiritualità Salesiana, o.c. 13-17
[18] Documento de la Asamblea Latinoamerica de Obispos en Puebla, 296
[19] Cf. Benedicto XVI. Audiencia General. Ciudad del Vaticano, 17 mayo 2006
[20] Cf. Benedicto XVI. Audiencia General. Ciudad del Vaticano, 25 ocutbre 2006
[21] Cfr. San Agustín, Confesiones, Libro III, n. 11
[22] Renta BOZZATTO, fma: Educare i giovani a “vivere nello Spirito”. En Atti della XX Giornata di Spiritualità della Famiglia Salesiana: Riscopriamo con i giovani la presenza dello Spiritu nella Chiesa e nel mondo. Roma, 1998, 110
[23] J.E. VECCHI, “Nella Speranza siamo stati salvati” (Rm 8,24): riscopriamo con i giovani la presenza dello Spirito nella Chiesa e nel mondo per vivere e operare con fiducia nella prospettiva del regno. En Atti della XX Giornata… o.c.,151
[24] Benedicto XVI. Primera entrevista concedida a Radio Vaticana antes de la XX Jornada Mundial de la Juventud en Colonia. Citado por Pascual CHÁVEZ. Conferencia a la CISM (Conferencia Italiana de Superiores Mayores) en Luis Fernanddo GUTIÉRREZ: Discípulos y apóstoles de Jesucristo, Madrid, CCS, 2014, 222
[25] Benedicto XVI. Ibid,3
[26] J.E. VECCHI, “Nella speranza siamo stati salvati…” o.c. 159
[27] ACG 406 (2010), 16
[28] J.E. VECCHI, “Nella speranza siamo stati salvati...” o.c. 174
[29] G.PAULO II, Juvenum Patris, 20 (nota: la cursiva es del autor)
[30] FRANCISCO, Como Don Bosco con los jóvenenes y para los jóvenes, o.c. 9