Reto 6 Humorismo

Los cuatro humores

Hipócrates (460  - 370 a. C.)

Los humores son los fluidos corporales vitales: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Un exceso o deficiencia extrema de cualquiera de los humores en una persona puede ser un signo de enfermedad. La terapia hipocrática se concentraba en restaurar este equilibrio. Por ejemplo, se creía que tomar cítricos era beneficioso cuando había un exceso de flema.

Un desequilibrio moderado en la mezcla de estos fluidos produce ciertos patrones de comportamiento. Esta teoría se vinculó con la teoría popular de los cuatro elementos (tierra, fuego, agua y aire) propuesta por Empédocles.

Cada humor corresponde a uno de los cuatro temperamentos tradicionales.

Los cuatro temperamentos

Galeno (129 - 200 d.C.)

Desarrolló la primera tipología de temperamento. Los clasificó como calientes/fríos y secos/húmedos tomados de los cuatro elementos.​ También podía existir un equilibrio entre las cualidades, dando un total de nueve temperamentos. La palabra "temperamento" en sí proviene del latín "emperare", "mezclar". En la personalidad ideal, las características complementarias estaban exquisitamente equilibradas entre cálido-frío y seco-húmedo.

Es una teoría anterior a la psicología que sugiere que hay cuatro tipos fundamentales de personalidad: sanguíneo, colérico, melancólico y flemático.

La ciencia médica moderna ha rechazado la validez de esta teoría y no reconoce una relación fija entre las secreciones internas y la personalidad. Sin embargo algunos sistemas de análisis psicológico de la personalidad utilizan categorías similares a los temperamentos griegos como metáforas.

El desequilibrio de pares de cualidades (frio, seco, húmedo, caliente) resultaba en una de las cuatro categorías de temperamento (o tipos de personalidad):

Sanguíneo: El temperamento sanguíneo (optimista y social) corresponde a las personas en quienes predomina la sangre. La sangre se relacionaba con el elemento clásico del aire​ y tiene los rasgos "caliente" y "húmedo".

Colérico: El temperamento colérico (mal genio e irritable) corresponde a la bilis amarilla. La bilis amarilla se relacionaba con el elemento clásico del fuego, y las características de "calor y sequedad".

Melancólico: El temperamento melancólico (analítico y tranquilo) se liga a la bilis negra. La bilis negra se relacionaba con el elemento clásico de la tierra, y las características de "frío y seco".

Flemático: El temperamento flemático (relajado y pacífico) tiene relación a una predominancia de la flema. La flema se relacionaba con el elemento clásico del agua, y le corresponden las características "húmedo y frío".​

La personalidad

El concepto engloba el patrón de comportamientos, actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio conductual que caracteriza a una persona. 

Tiene una cierta persistencia y estabilidad a lo largo de su vida, de tal modo que las manifestaciones de ese patrón en las diferentes situaciones poseen algún grado de predictibilidad.

Las tres almas de Platón

Mito del carro alado

Representa el alma racional con la metáfora del auriga. Es la parte más excelente del alma, se identifica con la razón y nos faculta para el conocimiento y la realización del bien y la justicia. Es un principio divino y dotado de inmortalidad. La sitúa en la cabeza (el cerebro).

Representa el alma irascible con la metáfora del caballo bueno y dócil a las instrucciones del auriga. Gracias a esta parte el auriga puede seguir a los dioses hacia el mundo de las Ideas y la contemplación de la Idea de Bien. En el alma irascible se encuentra la voluntad, el valor y la fortaleza. La sitúa en el pecho (el corazón).

Representa el alma concupiscible con la metáfora del caballo malo, poco dócil y que dirige al carro hacia el mundo sensible. Es la parte del alma humana más relacionada con el cuerpo y en ella se encuentran los placeres sensibles y los apetitos o deseos sensibles (deseos sexuales, apetitos por la comida, la fama, la riqueza…). La sitúa en el abdomen (hígado).

El auriga dirige el carro manejando ambos caballos, pero estos a su vez queriendo ir en direcciones opuestas debido a su naturaleza. Igualmente, se procura avanzar hacia el vuelo del alma (la iluminación, la búsqueda de la verdad); si el jinete (razón) quiere elevarse no basta usar solamente los deseos espirituales (caballo blanco), también es necesario usar las cosas corporales (caballo negro). 

Cuando el carro/alma no es bien dirigido, el alma cae en el mundo de las cosas materiales y encarna en un cuerpo pero si es controlado correctamente, el alma vuelve al mundo de las ideas. Asimismo, el alma tiene la capacidad de elevarse hacia lo divino. 

El alma humana está guiada por dos caballos que viven en conflicto, por lo que guiarla por el camino del bien es una tarea complicada. Platón asigna a cada alma una «virtud» que son: templanza, propia del alma apetitiva; valentía, propia del alma irascible, y sabiduría o prudencia, propia del alma inteligible.

Texto: La República, 580, e

«- Como, según lo dicho, el alma de cada uno, al igual que la ciudad, se divide en tres partes, nuestra demostración, a mi entender, recibe una segunda prueba.

– Tú dirás.

– Veamos: al ser tres esas partes, serán tres igualmente los placeres que se corresponden con ellas. Del mismo modo los deseos y los cargos.

– ¿Cómo dices? -preguntó.

– Hay una parte, decíamos, con la que el hombre conoce; otra, con la que se encoleriza, y una tercera a la que, por su variedad, no fue posible encontrar un nombre adecuado; esta última, en atención a lo más importante y a lo más fuerte que había en ella, la denominamos la parte concupiscible. Este nombre respondía a la violencia de sus deseos, tanto al entregarse a la comida y a la bebida como a los placeres eróticos y a todos los demás que de estos se siguen; y la considerábamos amante de las riquezas, por satisfacerse con ella esos deseos, de manera más especial.

– Esa es la denominación razonable -dijo.

– Si añadiésemos, además, que el placer más afín de esta facultad es la ganancia, ¿no apoyaríamos nuestra idea en un principio fundamental hasta el punto de aclarar para nosotros la referencia a esa parte del alma?. ¿No crees que la llamaríamos con razón ansiosa de riquezas y ganancias?.

– Sí, eso creo -dijo.

– Bien. Hablemos de la parte irascible; ¿no decimos que arrastra siempre y enteramente a la dominación, a la victoria y al deseo de gloria?.

– ¿Convendría, pues, que la llamásemos amiga de disputas y honores?.

– Sería lo mejor.

– En cuanto a la parte que conoce, resulta claro para todos que tiende siempre y por completo a conocer la verdad, dondequiera que se encuentre, y que nada le importa menos que las riquezas o la reputación.

– Así es.

– A esta habrá que llamarla con toda justicia amante de la ciencia y del saber.

– ¿Cómo no?.

– ¿Y no es verdad también -pregunté- que unas veces manda en el alma de los hombres esa parte ya dicha, otras alguna de las dos restantes, según convenga?.

– En efecto – dijo.

– De ahí que para nosotros los caracteres principales de hombres sean tres: el filosófico, el ambicioso y el avaro.

– No cabe duda.»

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