Su presentación con la planta le ha granjeado rápidas simpatías: parece que los hayamos cosechado nosotros. Su forma perfecta, esférica, y su color cercano al carmín completan su poder de seducción. Del intenso color rojo se deduce que abundan en licopeno, un compuesto altamente antioxidante.
Lo mejor es su aroma a tomateras, profundo al separarlos de sus tallos y olerse las manos. No te lo lleves a la boca a las primeras de cambio. Disfrútalos antes de prepararlos, en la propia rama: inspira sus aromas, distingue las notas dulces, acres, picantes. Si no huele, malo…
El sabor destaca por su armonía, sin picos, con acidez contenida y algo más de dulzor al final. Jugosidad moderada y textura más cremosa que harinosa. Lo peor, el excesivo grosor y dureza de su piel. Para ensaladas y para asar o saltear en trozos grandes son una buena elección.
Su temporada va de noviembre a junio.
No los guardes en la nevera porque por debajo de los 10 ºC pierden sabor y se ponen harinosos. Déjalos en un lugar ventilado.
El tomate es una fruta procede de México, donde se cultivaba hace 2.500 años. Desde entonces se fue extendiendo su cultivo por todo el mundo y se ha incorporado a múltiples culturas.
El tomate se ha convertido en un clásico de la huerta de verano. Son muy versátiles en la cocina, son un ingrediente básico de ensaladas, salsas y sopas frías, como el gazpacho. Descubre 8 variedades que te deleitarán.