“Sólo me muevo diferente”
No sintió rabia, ni se rebeló, después de que un accidente lo dejara parapléjico el 2016. Una nueva condición a la que se adaptó rápida y estoicamente junto a su familia, y que hoy lo ha llenado de aprendizajes y lecciones que compartir.
Este valdiviano, regalón y menor de tres hermanos, estudió ingeniería eléctrica en la Universidad Católica y se casó con Ana María Ugarte. Sus hijos Nico (14), Joaco (12) y Anita (10) son alumnos de nuestro colegio, una familia en la que se sintieron especialmente contenidos en los momentos de dificultad: “el sentido de comunidad del colegio nos ayudó mucho, nos sostuvo, por eso hemos buscado devolver de cierta forma lo recibido”.
Como matrimonio, han sido monitores de Confirmación, de comunidades de papás nuevos, y él ha hecho charlas en el colegio. Una frase marcadora que un amigo le dijo en uno de sus tres meses en la clínica fue: “un cuerpo más un alma y más miles deseándote el bien, hacen milagros”. Y fue el cariño recibido, ese sentido de pertenencia a una comunidad que los abrazaba, lo que más los ayudó a avanzar. Otra motivación para su sorprendente mejoría fue no perder la independencia porque “no quería convertirme en el cuarto hijo de la Anita”. Porque “el NO no existe” le dijeron, y eso lo incentivó a empezar la búsqueda de su nuevo deporte adaptado, incluso mientras estaba hospitalizado. Aprendió “a dejar de lado el ego, para pedir ayuda y dejarme ayudar”. Cree que ha desarrollado valores como la resiliencia, la perseverancia y la transmisión de esa energía de nunca darse por vencido.
Atletismo al principio (corrió la maratón de Nueva York y ganó la de Santiago) y como seleccionado de bicicleta paraolímpica después, ha mantenido su pasión por el deporte y se ha seguido desafiando, dividiendo su tiempo entre su trabajo en Sparta y sus entrenamientos. Acaba de llegar de Brasil con dos medallas de plata para Chile y cada éxito suma para que pueda conseguir financiamiento estatal y representar a nuestro país en más competencias internacionales.
Y aunque dice que ha superado sin rabia los cambios vividos, si hay algo que lo enfurece y es cuando alguien, sin necesitarlo, estaciona su auto tipo “voy y vuelvo” en los espacios reservados para discapacitados. Pero se le pasa luego. “Me gusta ser autónomo y seguir mi vida casi como antes… y es que ahora sólo me muevo diferente”.