60. El ministro, con una indumentaria decorosa para este ministerio, una vez que ha llegado a la habitación donde se halla el enfermo, saluda cortésmente a este y a los demás presentes, valiéndose, si le parece, de la siguiente fórmula:
La paz del Señor reine en esta casa y en todos los que en ella habitan.
61. Luego de haber depositado el Santísimo Sacramento sobre la mesa, lo adora junto con los presentes. Lo puede hacer con una de las siguientes antífonas o con alguna otra fórmula, y observando siempre un breve momento de silencio sagrado:
Oh sagrado banquete
en que Cristo es nuestra comida!
Se celebra el memorial
de su Pasión, Muerte y Resurrección.
El alma se llena de gracia,
y se nos da la prenda de la gloria futura.
62. El ministro invita al enfermo y a los demás presentes a realizar el acto penitencial con estas o semejantes palabras:
Hermanos, reconozcamos nuestros pecados y pidamos el perdón del Señor para que seamos dignos de participar en esta sagrada celebración.
Se hace una breve pausa de silencio.
Luego hacen juntos, la confesión de sus pecados:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mi ante Dios, nuestro Señor.
Y, el ministro concluye siempre:
Dios todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
63. Si es oportuno, uno de los participantes o el mismo ministro lee un breve texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo, uno de los siguientes, el cual se puede introducir con estas palabras o unas semejantes:
Esto dice el Señor:
Jn. 6, 54-58:
El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre.
O bien Jn. 14,6:
Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre sino por mí.
Si es oportuno, se puede hacer un breve silencio sagrado después de la lectura.
64. Luego el ministro introduce a la oración del Padre Nuestro, con estas palabras u otras semejantes:
Estamos aquí reunidos, en torno a la misma mesa para recibir el Cuerpo del Señor como una sola familia. Oremos como Jesús nos enseñó.
Y todos en común prosiguen:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
65. Luego, el ministro, mostrando el Santísimo Sacramento, dice:
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
El enfermo y los demás que vayan a comulgar dicen:
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
66. El ministro se acerca al enfermo y le muestra el Sacramento, diciendo:
El Cuerpo de Cristo (o: la Sangre de Cristo).
El enfermo responde:
R. Amén.
Los demás presentes, que van a comulgar, reciben el Santísimo Sacramento de la forma acostumbrada.
67. Terminada la distribución de la comunión, el ministro hace la purificación. Luego, si se cree oportuno puede guardarse un momento de silencio sagrado.
66. Después el ministro dice la oración conclusiva:
Oremos.
Dios y Padre nuestro, como fruto de nuestra participación en este sacramento de vida eterna, enséñanos a no sobre valorar las cosas terrenales y a desear ardientemente las del cielo.
O bien:
Padre celestial, Dios todopoderoso, a quienes has alimentado con tus sacramentos, concédeles servirte con una vida que te sea agradable.
R. Amén.
69. Enseguida, el ministro, invocando la bendición de Dios y signándose, dice:
Que nos bendiga y defienda Dios todopoderoso y misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.