Cuando parece que es ya inminente el momento de la muerte, si está presente el obispo, un presbítero o un diácono, éste dice las oraciones de la recomendación del alma. Si no está presente ningún ministro ordenado, estas mismas preces las dice alguno de los presentes.
Se pueden recitar suavemente con la persona moribunda:
Señor, mi Dios, a ti levanto mi alma, en ti confío. Salmo 25
Jesús, José y María, asístanme en mi agonía.
Uno de los presentes o el ministro proclama la palabra de Dios.
EVANGELIO Juan 6, 37-40
Del Santo Evangelio según San Juan
Jesús dice: «La voluntad de mi Padre es que todo hombre que ve al Hijo y cree en él tenga la vida eterna: y yo lo resucitaré en el último día».
Cuando la condición de la persona enferma pide usar formas breves de oración, se recomienda a los presentes que recen las letanías de los santos, o por lo menos algunas invocaciones por el (la) enfermo(a). Especialmente pueden mencionar los santos patronos: del (de la) moribundo(a), de la familia y de la parroquia. Las letanías se pueden recitar o cantar en la forma acostumbrada.
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Santa María, Madre de Dios, Ruega/ruegen por él /ella
Santa Madre de Dios
San Miguel
San Gabriel
San Rafael
Todos los santos ángeles y arcángeles de Dios,
Abraham, nuestro padre en la fe
David, jefe del pueblo de Dios
Todos los santos patriarcas y profetas
San Juan Bautista
San José
San Pedro y san Pablo
San Andrés
San Juan
Santa María Magdalena
San Esteban
San Ignacio de Antioquía
San Lorenzo
Santas Perpetua y Felícitas
Santa Inés
San Gregorio
San Agustín
San Atanasio
San Basilio
San Martín
San Benito
San Francisco y Santo Domingo
San Francisco Javier
San Juan Maria Vianney
Santa Catalina
Santa Teresa de Jesús
Aquí se pueden incluir otros santos.
Santos y santas de Dios
Muéstrate propicio Líbralo(a), Señor
De todo mal
De todo pecado
Del poder de Satanás
En el momento de su muerte
De la muerte eterna
En el día del juicio
Por tu encarnación
Por tus sufrimientos y tu cruz
Por tu muerte y resurrección
Por tu retorno glorioso al Padre
Por el don del Espíritu Santo
Por tu nueva venida gloriosa
Nosotros, que somos pecadores. Te rogamos, óyenos
Conduce a N. a la vida eterna, que le prometiste en el bautismo.
Resucítalo(a) en el último día, pues él (ella) comió el pan de la vida.
Haz que N. comparta tu gloria, pues ha compartido tus sufrimientos y tu muerte.
Jesús, Hijo de Dios vivo.
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Señor Jesús, escucha nuestra oración. Señor Jesús, escucha nuestra oración.
Cuando parezca cercano el momento de la muerte, se pueden rezar alguna de las siguientes oraciones:
Hermano(a) mío(a),
te pongo en manos de Dios todopoderoso,
para que vuelvas al mismo que te creó
y te formó del polvo de la tierra.
Cuando salgas de este mundo,
que vengan a tu encuentro la Santísima Virgen María,
los ángeles y todos los santos.
Nuestro Señor Jesucristo,
que quiso morir por ti en la cruz,
te libre de la muerte eterna.
El Hijo de Dios vivo te lleve a su Reino
y te reconozca entre sus ovejas, el buen pastor;
que él perdone tus pecados
y te cuente entre sus elegidos;
que veas cara a cara a tu redentor
y goces de la contemplación de Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Para terminar se puede rezar la Salve Regina
Terminadas las preces de la recomendación del alma, mientras el moribundo lucha con la muerte, puede trazarse el signo de la cruz sobre su frente y ofrecerle un crucifijo para que lo bese, diciendo:
El Señor guarde tu salida de este mundo y tu entrada en su reino, en su paz y en su amor.