Proyecto Interdisciplinar

Cada sitio guarda en la memoria de sus habitantes historias y relatos que se han sucedido de generación en generación, aportando a la construcción de una identidad local. Esas historias guardan relación con protagonistas y con sitios específicos que se convierten en símbolos propios, motivo de orgullo para los habitantes. El objetivo es recuperar esas historias y visibilizar los testimonios materiales e inmateriales para aportar a la preservación de la memoria.

El agua es el elemento esencial para la transformación de nuestro paisaje y, con ello, la posibilidad de subsistencia de los grupos humanos. La historia de la provincia de Mendoza está íntimamente ligada al uso del agua, a la en la presencia del recurso hídrico y su uso para modificar suelos de secano en terrenos fértiles y aptos para el desarrollo humano. Las políticas de administración y distribución del agua fueron una preocupación desde los primeros habitantes de esta provincia hasta la actualidad.

La presencia de los grupos humanos actúa sobre el paisaje, transformándolo. Esa acción define lo que denominamos paisaje cultural. A medida que las poblaciones crecen, cada vez más se ven amenazadas las características del paisaje natural poniendo en riesgo el equilibrio que debería mantenerse. Por este motivo, es fundamental reconocer y valorar los rasgos patrimoniales del paisaje natural.

Los asentamientos humanos reservan espacios para el intercambio social, se trata de los escenarios donde se da la vida comunitaria. Estos espacios se han desarrollado a lo largo de la historia, acompañando el crecimiento de esos núcleos urbanos y constituyen verdaderas expresiones de valor patrimonial, no sólo por sus características físicas, sino fundamentalmente porque resguardan los modos de sociabilización de cada época permitiendo reconstruir la historia, recuperar la memoria para proteger y conservar el patrimonio.

Museos, contenedores de la memoria. Las musas, en la antigüedad griega eran consideradas las custodias de la memoria. De allí deriva el concepto del museo que, aunque como espacio específico haya aparecido de la mano de la Ilustración, devela el interés que a lo largo de la historia ha tenido la humanidad por conocer el desarrollo de culturas distantes y, al mismo tiempo, por la preservación de la cultura propia. Estos espacios para la conservación de la memoria, en la actualidad, pueden encontrarse como ámbitos cerrados o espacios urbanos abiertos y requieren para su construcción de la comunidad en su conjunto, ya que en ellos se encuentra referenciada su propia historia.

Desde tiempos remotos, la vida después de la muerte ha constituido una preocupación de todas las culturas, atravesando aspectos simbólicos, éticos, materiales, entre otros. Desde los enterratorios antiguos, las tumbas (monumentales o modestas), los cementerios en altura de las culturas aborígenes americanas, los camposantos, los mausoleos, etc. constituyen expresiones que guardan relación entre la vida y la muerte, asociados a ritos, costumbres, tradiciones. Hasta hace algunos años, estos espacios se revelaban como sitios patrimoniales por poseer los restos de alguna figura o personaje reconocido; en la actualidad representan manifestaciones patrimoniales complejas no sólo por la forma en la que organizan la disposición de los restos, sino fundamentalmente por la fusión de los aspectos materiales e inmateriales involucrados. La arquitectura, el arte de las sepulturas y el cotidiano hacer en vida de quienes hoy descansan ahí, nos permiten realizar un recorrido por distintos momentos de la historia y las circunstancias sociales de sus tiempos.