¿Quién no ha experimentado en alguna ocasión cierta emoción mientras escuchaba música? El sonido y la música nos producen emociones, y éstas, modifican nuestra fisiología, nuestras hormonas, alteran nuestro ritmo cardíaco y pulsaciones. Existen multitud de momentos en los que utilizamos la música, ya sea de forma consciente e inconsciente.
Nuestro estado de ánimo, muchas veces se ve reflejado por el tipo de música que escuchamos o entonamos. Una canción triste puede inducirnos a un estado melancólico, mientras que una canción alegre puede excitarnos y proporcionarnos unos minutos de felicidad. Al igual que una música suave y armónica nos acompaña en nuestros momentos de relajación y estudio o una música rítmica nos estimula mientras hacemos ejercicio.
La mente cambia después de haber escuchado música, puede llegar a ser una buena herramienta para mejorar el estado emocional, claro está, siempre y cuando se escuche la música correcta en cada estado de ánimo.
Todos sabemos, que si estamos tristes y decaídos, lo mejor sería escuchar música movida o canciones con una letra positiva, que incite a animarse. Pero a pesar de que es algo obvio, muchas personas caen en escuchar canciones dramáticas, tristes y negativas.
Si las cosas nos van bien y estamos contentos, no pasa nada porque se escuchemos canciones tristes. No pasa nada, siempre y cuando se haga con moderación y acabemos siempre escuchando como toque final, algo más activante y esperanzador.
Una canción triste y negativa, siempre nos disminuirá la alegría y motivación.