Viña del Mar, Chile
Amherst, Massachussetts
Santiago, España
“Wait Dory….you’re a Spanish Major?”
Casi no me gradué del colegio por mis ausencias de la clase de español. Era mi clase menos favorita porque yo nunca sentía que podía entender ni comunicar lo que quería decir. En estas clases de español cuando tenía 15 años, me sentía como una niña de dos años llorando y gritando en una tienda por la inhabilidad de ser parte del mundo. Pero después de un poco de tiempo, este sentimiento y ganas de expresarme, entender y comunicarme con otros se convirtieron en la razón exacta por la que elegí estudiar español.
Amherst College fue mi decisión de universidad casi entera por las oportunidades de estudiar afuera del país con una ayuda financiera muy generosa. Cuando entré en mi primer año de la universidad, no quería ser estudiante por más tiempo, solo tenía muchos sueños de viajar y experimentar el mundo. Por eso, empecé a tomar clases de español de nuevo, pero con una meta y mentalidad diferente. No había pensado en la posibilidad de elegir la especialización de español, solo de estudiar en España y hablar con los españoles. Pero el plan del universo y de Dios es diferente, todo el tiempo. Después de un año duro y muy malo, me salí de Amherst con la realización de que no es necesario estudiar afuera del país, una se puede ir fuera del país cuando una quiera y tener tantas oportunidades (o posiblemente más por la falta de estudios) de conocer gente nueva y explorar el mundo.
Fue difícil sin la ayuda financiera de Amherst, pero después de un verano trabajando muchísimas horas cada semana, fui a España para hacer el Camino de Santiago en la ruta francesa. Todavía yo no hablaba tanto español a este punto, pero sin embargo, pasé dos meses caminando lento por las montañas verdes y enormes, campos extensivos, la Meseta seca y pueblos romanos. Conocí gente de alrededor del mundo y cada día subía mi agradecimiento que yo había la decisión correcta. Cociné pasta con una mujer mayor coreana quien no hablaba inglés ni español, y a mi tampoco coreano, pero no tuvimos que hablar para comunicarnos y relacionarnos y pasamos muchas horas juntas. Caminé al lado de una artista de Sudáfrica quien paraba cada dos horas para pintar una acuarela pequeña de nuestra vista, no importa donde estábamos. Canté con sacerdotes, recibí bendiciones de monjas, y lloré por las emociones de ser parte de algo más grande de mi.
Cuando completé el Camino, mi dinero fue gastado y regresé a los EE.UU. Pasé tres años siendo guía en una empresa de aventurismo, donde había clientes de alrededor el país y el mundo. Yo escuchaba cuentos cada día de cosas que mis grupos han experimentado y me sentía como estaba viajando con solo las historias. Y por fin, cuando el universo y Dios me dijeron que era tiempo de continuar mis estudios, regresé a Amherst con la meta de explorar lo que no había visto.
Con la especialización de español, estudié en Chile por un semestre en la bella ciudad de Valparaíso, y tuve la oportunidad de ver casi todo el país, del pueblito de Putre más al norte a la frontera con Perú y Bolivia, hasta Patagonia en el sur y todo en el medio. Algunas horas afuera del Parque Nacional de los Torres del Paine en Patagonia, quedé en un hostel por una semana se llama la Casa de Barro, que es construido con materiales naturales como barro, madera en forma natural, vidrio colorado de botellas recicladas, etc. Un día allí, el clima fue imposible salir por la lluvia y viento violento, y por eso todos en la casa nos sentamos en la sala compartida por casi todo el día. Hubo algunos alemanes jóvenes, una española mayor, un costarricense, un americano de Ohio, yo, y algunos más viendo y saliendo. El hombre de Costa Rica, Cesar, nos cocinó platos enormes de papas con huevos y el olor rico de papas fritas y ajo llenó la habitación. Los alemanes nos compartieron cervezas locales, y jugamos algunos juegos de tarjeta todos juntos mientras la lluvia batía las ventanas.
Los hispanohablantes no hablaban más de algunas palabras de inglés, y los otros en el grupo lo mismo con el español. Yo era la traductora entre los dos, y les no importaban los errores de mi gramática o vocabulario, solo la significancia de los sentimientos. Me encantaba el día. Fue un momento bien impactante para mí y me sentía en esos momentos como todo lo que había trabajado por fue realizado en esa tarde acogedora.
Volver a Amherst después del semestre tan mágico fue difícil, pero la universidad me dio otra oportunidad de viajar de nuevo, con una clase sobre el Camino de Santiago con una de mis profesoras más queridas. Cuando yo había hecho el Camino por primera vez, lo caminé sin entender el contexto, la historia (o el mínimo, quién era Santiago). Al final del semestre, tuvimos la oportunidad de viajar por España como una clase y hacer el Camino por otra ruta, la ruta portuguesa que va por la costa oeste. Me encantaba ver cada día a mis compañeros teniendo las mismas experiencias que yo, relacionándolos con desconocidos en los senderos y compartiendo los desafíos entre nosotros para sentirnos más conectados en la solidaridad. Fue la primera vez que he hecho una aventura así con otra gente conocida y fue un deleite en total.
Durante mi tiempo en Amherst, he aprendido que español es una puerta para conectarse con otros, pero no es todo y no podría ser todo. Hay más que se puede decir con palabras en una relación y amistad, pero el español es la asistente esencial para crear una conversación y subir el entendimiento de otros, es decir, abre la puerta. Después de la graduación con un título de español, quiero seguir abriendo estas puertas de conexión, para mi y para otros. El futuro es bien incierto, pero el regalo de hablar otro idioma es ser más adaptable, más independiente, más capaz de pedir ayuda y también ayudar.
¡Gracias por leer mi historia!