"Chau, Loco" 

(Carlos Fernández - 31/03/2010)

Es una cálida tarde soleada de Marzo, caminamos sobre los adoquines como si fueran plumas, vamos flotando.

Adán Buenos Aires se me instala, sin llamarlo…

Cada vez que uno entra a este barrio, sólo poblado de almas, tiene la sensación de estar jugando de visitante.  Hay que refugiarse, estar atento, cuidar el cero a cero.

Pero, en el fondo, sólo somos un minúsculo grupo de viejos “barrabravas” que te vinimos a ver perder el último partido del campeonato.

También hubo una cancha lejana, en la esquina de Mar Chiquita y Capdevila, donde nos agarramos a trompadas a la salida del cole, asistidos por una módica platea que terminó separándonos, cuando consideraron que las piñas eran suficientes, el Colorado, Chumbo, Zazarini y alguno más, que no recuerdo.

Hubo otra cancha en pleno invierno, en un club de la calle Monroe.  Tan modesto era nuestro equipo, que vos eras el arquero.

Pediste un cognac, en el buffet, porque te dolía una muela, solidarios con el dolor, nos bajamos una botella de “Reserva San Juan”.

Salimos a jugar en pedo, perdimos.

También hubo ocasionales traslados compartidos en tu Siambretta desquiciada y fuimos, sin imaginarlo, precursores del casco. Vos manejabas con unos anteojos de soldador de autógena y yo sostenía con las dos manos, generosos tachos de zinc que nos cubrían a los dos.  Surcábamos la ciudad serios y surrealistas.

Después, hubo un partido Nacional, que dura un largo tiempo.  Estábamos en el mismo estadio, pero en hinchadas opuestas.

El destino quiso mantenernos en tribunas separadas, menos mal, a esa altura, los dos estábamos equipados con algo más que los puños de Mar Chiquita y Capdevila.

Dalmiro, que es tan inapropiado como nosotros, sentenció:  “el que se muere pierde”

Chau loco.