Estudio por Estructuras

Estudio por Estructura

A. El Estudio de la Biblia Libro por Libro

Si la Biblia es una auténtica biblioteca compuesta por libro individuales, justo será considerar aisladamente cada libro concentrándonos en su mensaje. Este método consiste en estudiar cada libro de la Biblia por separado, analizando su contenido a la luz de las circunstancias históricas en que fue escrito y las características personales de su autor.

El primer paso en este método es escoger el libro. No es una tarea tan fácil como parece. Por otra parte, no todos los libros son del mismo tamaño, lo que significa que el estudio de un solo libro puede llevarnos desde unas cuantas horas, hasta varias semanas. Por esta razón algunos eruditos no aconsejan este método para los que desean estudiar la Biblia con propósito devocional. Les parece que en muchos casos exige demasiado tiempo para concentrarse en todos los detalles y que por lo tanto, se presta mejor para los que estudian la Biblia con fines académicos, como seminaristas, pastores, profesores de Biblia, etc.

Otra razón por qué no es fácil elegir un libro para estudio, reside en la extensa variedad del material bíblico. Algunos libros son cortos y llenos de exhortaciones prácticas como las cartas paulinas; mientras que otros son largos y complicados en su contenido, como las profecías de Ezequiel o Daniel. Lo más conveniente para empezar será elegir un libro corto, cuyo mensaje sea instructivo, práctico y sencillo.   

El siguiente paso consistirá en leer de una sola sentada. No necesariamente con lentitud, ni fijándose en los detalles. En un principio nos interesa leer el texto en su totalidad, a fin de obtener una impresión general de su estilo, mensaje, desarrollo y conclusiones. Deseamos obtener una perspectiva similar a la del que sube el edificio más alto, y desde allí contempla el contorno general de la ciudad: Los cerros que la circundan, las avenidas principales, los parques, las construcciones sobresalientes y la plaza principal.     

No será suficiente leer el libro en esta forma rápida y superficial sólo una vez: hay que leerlo tres, cinco, ocho, diez veces más. Esta lectura repetida no es inútil pérdida de tiempo, pues constituye la piedra angular para la comprensión cabal del libro. Pronto nos daremos cuenta de que cada vez que lo leemos, descubrimos con mayor claridad la organización de su contenido y el desarrollo del pensamiento del autor. Al mismo tiempo, es importante ir anotando las observaciones sobresalientes, tales como: ¿Quién escribió el libro? ¿A quién lo escribió? ¿Cuándo se escribió? ¿En dónde? ¿De qué trata en términos generales? ¿A qué conclusiones llega? Las respuestas a estas y otros preguntas similares constituyen la primera cosecha de nuestro estudio.

Se debe estar alerta para descubrir algunos detalles que el libro oculte. Hay libros que no especifican quién los escribió; Omiten el nombre de las personas a quienes se escribieron u olvidan decir dónde fueron escritos. Con frecuencia estos detalles dan la clave para la compresión de algún pasaje o estimulan a un estudio más minucioso empleando obras de consulta.

El siguiente paso consiste en darle un título a cada capítulo. Se trata de resumir en una sola frase todo su contenido. Cuando el libro tiene pocos capítulos, se puede dar un título a cada párrafo. Esto no es difícil y sí es valioso. Al terminar, podemos asignar un solo título a todo el libro y escoger un versículos que sintetice su mensaje.

Terminada la tarea de titular los capítulos, sigue una labor más interesante aún: elaborar un bosquejo del contenido del libro. Al hacerlo, llegaremos al meollo mismo del mensaje del autor. Si el estudiante no tiene mucha experiencia en la formulación de bosquejos, no se debe desanimar, ¡y mucho menos claudicar! Al contrario, estudiamos porque queremos aprender y para aprender es necesario trabajar. De modo que en lugar de darse por vencido abandonando todo esfuerzo, debe practicar hasta aprender. Es preciso entonces, elaborar un bosquejo del libro entero, que contenga los puntos principales de cada capítulo. Por ejemplo, examine este bosquejo de la primera epístola de Pedro, por el Dr. Walter Dunnett.

Estudie minuciosamente este bosquejo. Note usted cómo cubre todo el libro. Observe también que los inicios van avanzando y describiendo lo que Pedro escribió. Fíjese en lo compacto de sus frases.

Aún cuando antes señalamos el valor de los libros de consulta, es conveniente insistir que en la práctica de este método no se deben emplear tales ayudas, pues el estudiante se defraudaría a sí mismo. Precisamente, el valor de este método consiste en exigirle al estudiante que descubra por sí solo lo que otros posiblemente ya hayan descubierto, pero que ellos también lo hicieron a base de esfuerzo propio Quizá lleve más tiempo, sea más difícil y el resultado no sea perfecto, pero será el fruto de nuestro propio trabajo y a través de ello aprendamos, logrando así nuestro propósito.

PRIMERA EPÍSTOLA DE PEDRO

Bosquejo   

 B. El Estudio de la Biblia por Capítulos

El primer paso en el estudio de un capítulo consiste en leerlo varias veces. Esta lectura repetida permitirá una saturación del contenido y la observación de datos y conceptos que no se captan las primeras veces. A continuación es necesario estudiar el contexto. En algunos casos, la lectura de unos cuantos versículos del capítulo anterior y otros pocos del capítulo que sigue, será suficiente para colocarnos en las circunstancias de que se está hablando. En otros casos, será necesario leer capítulos enteros aún todo el libro. Ejemplo de lo primero sería al capítulo 18 de Mateo, que principia diciendo: “En aquellos tiempos…” Para saber cuáles eran “aquellos tiempos”, hay que leer algunos versículos del capítulo anterior. Pero para entender el capítulo veintiocho de los Hechos, será necesario leer desde el capítulo veintiuno, a fin de comprender por qué Pablo hacía ese viaje a Roma por mar, como prisionero.        

Enseguida, procedamos a dividir el capítulo en párrafos. En algunas ediciones de la Biblia este trabajo ya está hecho. Pero no debemos contentarnos con esa división; si somos minuciosos podemos establecer subdivisiones de estos párrafos, permitiéndonos poseer un cuadro más completo del contenido del capítulo.

Estamos listos ahora para realizar un cuidadoso examen de las secciones en que hemos dividido el capítulo. De estas pequeñas porciones nos interesa descubrir: ¿Qué lugares se mencionan? ¿Qué personas se nombran? ¿Qué doctrinas se formulan, explican o presentan? ¿De qué divisiones de tiempo se habla? (Horas del día, años, estaciones del año, etc). ¿Qué objetos se mencionan? etc. Jeremías, capítulo trece, ilustra bien lo anterior. En la versión Reina Valera 60 ya se encuentra dividido en tres párrafos: 1-11, 12-14 y 15-27. Algunas contestaciones a preguntas como las de arriba formuladas serían: “Jehová” (v.1); “cinto de lino” (v.1); “lomos” (v.1); “agua” (v.1); “Eufrates” (v.4); “hendidura de una peña” (v.4); “podrido” (v.7); “Judá” (v.9); “Jerusalén” (v.9); “dioses ajenos” (v.10); “casa de Israel” (v.11); “Dios de ISrael” (v.12); “tinaja” (v.12); “vino” (v.12); y así sucesivamente.

Ya sea que en la Biblia misma subrayemos estos datos importantes, o que los anotemos por separado - véase la sugerencia para organizar la información obtenida en la figura siguiente -; ahora poseemos una comparación muchos más amplia y correcta del contenido del capítulo y estamos preparados para tratar de bosquejarlo. Esta forma de organizar el material es importante, porque nos permite entender y recordar mejor su mensaje. De ahí la importancia de que el estudiante lo bosqueje.

JUAN 11

Autor del libro: Juan el apóstol

Fecha aproximada en se escribió: 95 d.C.

Versículo clave: 11:25

Palabra clave: Resurrección

Nos acercamos ahora a la parte más provechosa del estudio de un capítulo. No es suficiente observar y aprender, debemos aplicar las enseñanzas que descubramos. Quizá ésta sea la razón por qué después de tanto leer la Biblia muchos cristianos obtienen poco provecho. No han aprendido a poner en práctica el producto de su estudio. Teniendo ya a la mano todo el material extraído del capítulo bajo análisis, nos corresponde decidir: a) cuál es su enseñanza central; b) expresar en un corta oración lo que se enseña; y c) buscar la manera de aplicar esa enseñanza a nuestra vida diaria.

Wilbur M. Smith, reconocida autoridad bíblica de nuestra generación, cita un interesante detalle de la biografía de la gran misionera María Slessor: “Su estudio de la Biblia lo hacía temprano en la mañana, tan pronto había luz, generalmente alrededor de las cinco y media, cuando tomaba una pluma delgada y su Biblia, y la abría en el libro que estuviera estudiando, ya fuera en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. Subraya las palabras y las oraciones principales al avanzar, en un esfuerzo por captar el significado del autor y el desarrollo de su argumento… Algunas veces pasaban tres días antes de que dejara un capítulo, pero no lo abandonaba hasta tener alguna idea de su propósito. Era su propia comentarista y en el margen anotaba las verdades aprendidas, las lecciones recibidas, sus opiniones sobre los sentimientos allí expresados o el personaje que se describía. Cuando terminaba una Biblia, empezaba otra, y repetía el proceso, porque descrubría que nuevos pensamientos ocurrián conforme los años pasaban”.

La perseverancia, la observación crítica y la disposición a aplicar las verdades descubiertas, dejan una huella profunda en nuestra vida y rinden amplios dividendos en la labor del estudio de las Sagradas Escrituras. A la luz de lo que cada capítulo nos enseña, veremos más claramente nuestras diferencias; el Espíritu de Dios nos hará más conscientes de nuestros pecados, pero también El se encargará de revelarnos más notoriamente a nuestro Salvador Cristo Jesús.     

                   

C. Estudio de la Biblia por Párrafos

No es raro que el estudiante se proponga analizar cierto capítulo, pero terminé estudiando uno o varios párrafos Es el paso lógico a seguir. Esto está bien, siempre y cuando no olvide que un párrafo es solo una sección de un segmento mayor, y que para enriquecer nuestro acervo bíblico, debemos dominar las parte y también el todo. Lawrence O. Richards dice: “La Biblia no está escrita a pedazos, con pensamiento desorganizados, desparramados por todas partes a través de sus páginas. La mayor parte de la Biblia se encuentra escrita en unidades de pensamientos, largas o pequeñas, que poseen su lógica coherente propia. Y es este desarrollo de pensamiento, esta lógica de la revelación de Dios, lo que determina nuestro acercamiento a la Escritura al tratar de edificar una compresión de la Palabra de Dios”.

Es estudio de la Biblia por párrafos es particularmente indicado cuando se trata de preparar sermones o clases, ya que generalmente en esos casos se pretende analizar únicamente alguna porción de un capítulo. Pero es bueno recordar que la división del texto bíblico en capítulo, párrafos y versículos, no se hizo bajo inspiración divina. Aun las diferentes ediciones de una misma versión difiere en la divisiones de los párrafos. Por ejemplo, la “Biblia anotada de Scofield”, revisión 1960, no observa la misma división de párrafos que la edición de las Sociedades Bíblicas en América Latina de la misma revisión. Por lo tanto, es factible que el estudiante se encuentre en desacuerdo con la forma como algún capítulo en su Biblia aparece dividido; y a la vez, puede sentirse en libertad de dividirlo de acuerdo con su criterio personal.

La división de los párrafos está sujeta al desarrollo del pensamiento del autor. Algunos capítulos son fáciles de dividir porque su forma literal es prosa narrativa o parabólica, pero otros son más difíciles, pues se trata de poesía, profecía o literatura apocalíptica.

Habiendo decidido qué párrafo deseamos estudiar, procedemos a poner en práctica algunos de los principios de trabajo ya mencionados. 1) la lectura repetida del pasaje. Esto nos ayudará a observar los detalles que no logramos captar en la lectura inicial. Los personajes, lugares, cosas, tiempos, doctrinas y temas que en cada versículo se mencionan. De estos elementos surgirá la enseñanza del párrafo y el fruto de nuestro estudio. 2) análisis cuidadoso del contexto. Es preciso estudiar detenidamente los párrafos anteriores al pasaje y los que siguen. Solo así tendremos un concepto claro de lo que el escritor quiso decir.

Terminado lo anterior, estamos listos para lanzarnos al estudio del párrafo elegido. Para facilitar la tarea, incluimos aquí un esquema - en el cual mostramos la manera de desmembrar un párrafo hasta lograr arrancarle su mensaje. Primero habrá que escribir un resumen general del contenido del párrafo en nuestras propias palabras. No se trata de repetir lo que dice, sino de condensar su contenido. Esto nos ayudará a dominar el movimiento en el pasaje: ¿Qué pasa aquÍ? ¿Quién toma parte? ¿Dónde se lleva a cabo?, etc.      

En segundo lugar, extraeremos las ideas principales del pasaje. AL principio nos parecerá que todo es importante, pero un análisis minucioso descubrirá ciertos conceptos sobresalientes del escritor. El propósito de entresacar estas ideas claves es captar lo verdaderamente importante de entre todo lo que aquí se está diciendo.

La tercera fase del trabajo consiste en bosquejar el párrafo entero. Es decir, concretar el contenido del pasaje, pero colocándolo en la forma organiza de tal manera que destaquemos las declaraciones principales y subordinemos las ideas secundarias a ésta. Lograremos entonces captar con toda claridad la forma como el autor va desarrollando su tesis.

El cuarto paso reside en hacer una lista de las enseñanzas que el párrafo contiene. La idea es dejar que la Biblia hable por sí misma, sin que la mente se apresure a las implicaciones que su mensaje pudiera tener para otros o para las personas a quienes presentamos el fruto de nuestro estudio. Las enseñanzas deben surgir del texto bíblico con claridad, sin que nos entreguemos a largas y complejas reflexiones.

Llegamos por último al momento de realizar las aplicaciones personales. Tómese en cuenta que hablamos de aplicaciones para nuestra vida, por eso las denominamos personales. No se trata de descubrir en el pasaje argumentos que nos sirvan para señalar las deficiencias en las vidas de los demás. El Prof. Richards, citado antes, agrega: “No es necesario entenderlo todo, porque no estamos estudiando la Biblia solamente para aprenderla, sino para vivirla. Lo que sí es necesario, es que respondamos a lo que entendemos; que vivamos de acuerdo con la luz que Dios nos da. De tal manera, entonces, que lo que usted llegue a entender de la Biblia, será mucho más importante que lo que no entiende”.

Marcos 1:35-39

D. El Estudio de la Biblia por Versículos

No existe un método exclusivo ni infalible para el estudio de los versículos de la Biblia. Difieren tanto uno del otro dentro del mismo capítulo, que es muy difícil sugerir alguna fórmula de estudio que se aplique a todos los versículo por igual. Dwight L. Moody decía que existen dos formas diferentes de estudiar la Biblia: “Una es estudiarla como un telescopio, abarcando grandes porciones de todo el libro y tratado de encontrar en ella el plan de Dios; la otra es como un microscopio, tomando un versículo a la vez, disecándolo y analizándolo”. Tal escrutinio microscópico es el que más se acerca a la fórmula ideal para el estudio de los versículos.

Esta clase de estudio es apropiada particularmente en relación con la lectura devocional de la Biblia. Con frecuencia derivaríamos gran provecho si en lugar de continuar apresuradamente la lectura, nos detuvieramos a analizar algún versículo que encierre enseñanzas importantes. Algunos predicadores se especializan en esta clase de estudio, pues lo consideran el más práctico para la predicación. Y en ocasiones, quien estudia la Biblia por capítulos o párrafos termina por dedicar una porción de su tiempo al examen minucioso de un solo versículo.

Como en los métodos sugeridos anteriormente, el primer paso consistirá en la lectura repetida del versículo. Ya que en este caso se trata de solo un versículo, es mejor que lo aprendamos de memoria, para repetirlo mientras nos dedicamos a otras labores y para saturar con él nuestro subconsciente, de manera que son estar consciente de ello, la mente esté trabajando con su mensaje. Tarde o temprano, sin embargo, será necesario que nos sentemos con la Biblia abierta y papel y lápiz, para  dedicarnos al versículo que deseamos estudiar. Incluimos aquí un ejemplo de una “hoja de trabajo”, como guía.

HOJA DE TRABAJO

Hebreos 7:25

          

6. Aplicaciones Personales:

Al iniciar nuestro trabajo con la Biblia abierta, no interesa familiarizarnos primeramente con el contexto. Debemos investigar quién escribió todo el pasaje, a quién fue escrito y aproximadamente cuándo. Obsérvese en la “hoja de trabajo” que damos como ejemplo, cuán importantes con las enseñanzas de los versículos anteriores al veinticinco, pues la declaración “Por lo cual”, es la culminación de lo que el apóstol ha venido enseñando a través de todo el capítulo.  

En segundo lugar efectuamos la observación. Esta la dividimos en tres partes: a) de palabras claves cuya importancia se deriva de su significado; b) de la estructura gramatical, deteniéndonos a observar con todo cuidado la función gramatical de cada término; c) de la “atmósfera” que prevalece en el versículo. Existen, por ejemplo, versículos que reflejan una atmósfera de tristeza, enojo, amor, ternura, gratitud, urgencia, gozo, humildad, desaliento, o alguna otra cosa. Indudablemente que al descubrir el espíritu con que el pasaje fue escrito, nos acercamos más que en ninguna otra forma a discernir el temperamento y la mente del escritor.

Como tercer paso, se debe estudiar el mismo versículo en distintas versiones. Sin duda que el estudiante posee una versión preferida, pero conviene comparar varias con el fin de ampliar nuestra comprensión de las palabras en el versículo. Claro que si la persona se encuentra capacitada para leer el texto en la lengua original, ya se hebreo o griego, derivará el máximo provecho; pero como la mayoría no lo puede hacer, lo más útil, entonces, es leer diferentes versiones para arribar a la que parezca ser la idea original del escritor.

Por ejemplo, el versículo que se analiza en la hoja de trabajo - Hebreos 7:25 -, adquiere insospechados giros cuando consultamos la Biblia de Jerusalén, que lo vierte así: “De ahí que puede también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor”.

La Versión Moderna traduce: “puede salvar hasta lo sumo”, en lugar de “perpetuamente” de Reina Valera 60. La versión Antigua de Reina-Valera (1909) traduce: “eternamente”, mientras que la Versión Popular dice: “para siempre”.

Con la información a la mano, el cuarto paso será formular un bosquejo del contenido del versículo. Es importante organizarlo sistemáticamente. No nos debe sorprender que se pueda elaborar dos o más bosquejos de un solo versículo. Al contrario, debemos tratar de hacerlo así para disciplinar nuestra mente mediante este magnífico ejercicio. El bosquejo nos dará un cuadro compacto de lo que el versículo tiene que decir.

En quinto lugar, se debe elaborar una lista de las enseñanzas del versículo. En los términos más claros y sencillo, nos interesa determinar lo que el autor ha querido enseñar. Al hacer esto, debemos tener cuidado de no dictarle a las Escrituras lo que deben enseñar, sino acercarnos con una mente receptiva, para que sea la Biblia la que nos hable y enseñe.    


E. El Estudio de la Biblia por Palabras 

  Es un testimonio a la inspiración de las Escrituras y un elogio a su perfección, que sea posible derivar tan abundantes y sorprendentes riquezas del estudio de las palabras que la componen. Dice un autor: “Así como una puerta gira sobre pequeñas bisagras, las declaraciones teológicas importantes de la Biblia con frecuencia dependen de las palabras más pequeñas, como preposiciones y artículos”. ¡Ay de aquella personas que al estudiar la Biblia pasa por alto esas pequeñas y en ocasiones insignificantes unidades gramaticales llamadas palabras!

Esta riquezas de las palabras de la Biblia, proviene en parte de sus idiomas originales. En su erudito tratado sobre “Los Sinónimos del Antiguo Testamento” Roberto Baker Girdlestone nos habla acerca de esto diciendo: “Como una ilustración de la riqueza y variedad del idioma hebreo, se puede mencionar que siete diferentes palabras se pueden traducir “negro”; ocha palabras existen para “hacha”; nuevo para “vino”; doce para “belleza”; trece para “luz”; catorce para “oscuro”; dieciséis para “enojo”; dieciocho para “miedo” y veinte para “llanto”. Y del griego del Nuevo Testamento se puede decir otro tanto. Kenneth S. Wuest escribió: “Nuestro idioma es totalmente inadecuado para ofrecer una traducción completa de algunas de las palabras en el griego Novotestamentario; y debido a que no contiene palabras cuyo significado sea igual al significado total de las palabras griegas, lo mejor que se puede hacer es reproducir la idea principal del griego y contentarse con esto”

En ocasiones el significado de un capítulo entero se aclara cuando comprendemos el significado de una sola palabra. Un excelente ejemplo es el capítulo 11 del libro de Hebreos. En otros casos sucede exactamente lo opuesto: tenemos que entender el capítulo para comprender la palabra. Esto es el caso del capítulo 4 de Romanos, si deseamos entender la palabra “fe”.  

El esquema adjunto, sirve como guía para el estudio de una palabra. Principiamos estudiando su etimología, es decir, indagando su origen. Para ello serán de mucha utilidad algunos libro de consulta. Un buen diccionario bíblico, un léxico griego-español o hebreo-español, y cualquier otro libro de carácter técnico del cual podemos echar mano. Después de investigar las raíces etimológicas de la palabra, se debe elaborar una lista de sus sinónimos y antónimos en las Escrituras. Esta es una labor clave, pues observando palabras similares y disímiles se logra una mejor comprensión de su significado.     

El libro Secretos Claves, de J. Harold Greenlee, ilustra muy bien lo anterior. En relación con la palabra “amar”, usada en Juan 21:15-20, el Dr Greenlee explica: “En el Nuevo Testamento encontramos cuatro términos para “amor”, dos de los cuales aparecen frecuentemente en el griego: agapao y phileo. En este pasaje el Señor usa agapao las primeras dos veces, y phileo la tercera”. Con esta información y la que el Dr. Greenlee nos proporciona en el resto del capítulo, efectuamos un buen principio en el estudio etimológico de la palabra. Solo resta localizar los sinónimos, los cuales en el presente ejemplo un diccionario nos indica que son: afección, cariño, etc.; y los antónimos: aversión, odio. etc.  

Contando ya con la información gramatical básica, podemos proceder como segundo paso a investigar el uso de la palabra en el libro que estemos estudiando. En el caso de “amar”, debe buscarse en todas las ocasiones que aparezca en el Evangelio según Juan, y luego estudiaremos su morfología, esto es sus formas y variaciones, así como sus derivados; por ejemplo, amado, amor, amante, amoroso, cariño, querer, afecto, amistad, pasión, adoración, apego, etc.

El tercer paso será averiguar el uso que de la palabra se hace en toda la Biblia. Esto comprende tanto la observación de sus variaciones y derivados, como la primera ocasión que la palabra se usa en las Escrituras. A menudo estas pesquisas iluminan el significado. También será útil analizar cuidadosamente el uso de la palabra acercándonos lo más posible a su significado en los idiomas originales.

Después de anotar, a manera de resumen y en nuestra hoja de trabajo, las enseñanzas de la palabra, escribiendo en frases sencillas lo que distintos significados de la palabra nos enseñan. Y finalmente, hemos de terminar con las aplicaciones personales o generales, según el uso que  se pretenda dar al fruto del estudio, como se hizo en el caso de los versículos.