Pasamos la frontera entre Francia y España por el “puerto de todos”, porque así se llamó hace tiempo el Somport. Descenderemos hasta adentrarnos en el corazón del Gave d'Aspe y nos detendremos en un aparcamiento desde donde empezaremos. Hay un sendero que se interna en el hayedo y que baja hacia el río, lo cruzamos así como otro riachuelo que suele estar seco todo el año. Ascendemos por un sendero ancho, balizado por una raya roja en medio de una blanca, 5 “zetas” bajo el bosque y llegamos a una pista forestal (20 minutos) que nos llevará fuera del bosque.
Cogeremos otro sendero y la pista baja a una granja un poco más abajo. El sendero asciende por el lindero del bosque hasta una vaguada que a veces está encharcada, seguimos por esa vaguada y por la linde de otra mancha de hayas, el camino sale a campo abierto, en mitad de un brezal y nos volvemos a internar en otra mancha de hayas, el último trozo de bosque. (40 minutos) Salimos del bosque y el paisaje es... No hay palabras: al norte la cascada de la Chorrota a los pies del pico del fantasma o Aspe. A nuestros pies, al Este, el Bosque de las Hayas, Candanchú y la pala de Ip. Detrás nuestro los pastos y un valle de tierra roja que se abre y que promete llevarnos hasta el ibón; al sur, las tierras llanas del interior de Francia que con un poco de suerte seremos testigos del espectáculo del mar de nubes.
Nos adentramos en el valle, cruzamos un riachuelo, una zona encharcada, subimos un repecho, subida suave cruzando un par de barrancos, una fuerte pero muy corta subida más y... Llegamos a un llano. Ha pasado hora y media desde que dejamos el bus y nos quedan 15 minutos de llano y bajada al ibón, que desde aquí no se ve. Seguimos y cuando parece que bajamos, el ibón de Estanés de repente, ahí abajo.
Llegamos hasta el final de Canfranc-Estación (1190 metros), junto a la boca sur del túnel del tren.
Cruzamos el río y seguimos una pista que en una vuelta parte un sendero y un cartel que nos indica los 20 minutos de cuesta hasta la Casa Blanca.
Llegamos a la pista forestal de Picauve junto a la mencionada casa que es un vivero abandonado desde hace 100 años y subimos pista arriba unos 50 metros hasta otro sendero a la derecha y un cartel con indicaciones de 1’20 horas hasta la Casa de la Cueva.
El camino aquí es cómodo bajo el bosque, ascendiendo de forma continua pero sin cansarnos. Hay que tener en cuenta que el camino se construyó en la época de la Casa Blanca y por ahí tenían que subir burros y hombre cargados.
Así, hasta llegar hasta la mencionada casa, bajo una visera de caliza y al otro lado de la casa, un túnel que nos lleva al Barranco de San Epifanio, arrasado por un alud todavía reciente. Ascendemos por entre el prado accidental, salpicado de troncos arrancados y tres cuartos de hora más tarde, la cabaña del Vasco (1800 metros) un refugio con cantina y herrería, hoy en ruinas, para toda la gente que allí trabajaba. Desde aquí, descenso por el otro camino. Un camino algo distinto al que hemos subido, ya que hay zonas abiertas, abetos centenarios y el que lleva a las inmediaciones de Picauve, un prado con vistas, y la pista forestal que lleva a la Casa Blanca, que la cogemos esta vez de descenso. En resumen, 602 metros de desnivel, 3 horas de subida y 2:30 horas de descenso.
Oroel es una de esas montañas que se empieza en su base en camiseta y se llega a su cima con jersey y chubasquero.
Por cada 100 metros la temperatura baja medio grado. No es mucho pero justo antes de la cima, todavía dentro del bosque, hay 3 grados menos y ya hay que ponerse algo. Salimos del bosque y el viento corre libre. Por cada 10 kilómetros hora de viento 1 grado menos pero si en vez de esa brisa (que sólo mueve las ramas más jóvenes de los árboles) son 20 kilómetros hora (ramas grandes, no sólo pequeñas) Son 3 grados menos. Tenemos que ponernos algo que nos quite ese viento que nos roba el calor.
Volvamos a Jaca. Está a 820 metros de altura sobre el nivel del mar. 600 metros más que Zaragoza. Seguimos con el bus por una estrecha carretera hasta un desvío a mano izquierda que se interna dentro de un espeso bosque. Es una pista asfaltada que nos lleva hasta un refugio a 1200 metros. Desde Jaca hasta aquí el paisaje ha cambiado. Jaca sólo mantiene campos que se riegan con lo que cae y algún soto junto al río, pero poco después empiezan a aparecer montes cubiertos de árboles con sus hojas secas todavía en las ramas: son robles. Nos cuentan que, si bien los veranos son cálidos, llueve 800 litros por cada metro cuadrado o encima de cuatro chavales haciendo el corro de la patata, que viene a ser lo mismo.
Contábamos que en el desvío de la carretera a Oroel, el paisaje cambia. Son bosques de pino rojo. Éstos nos cuentan una historia parecida pero con final algo diferente: inviernos más duros. Dejamos el bus, cruzamos la pista asfaltada y cogemos un sendero que sube decidido ladera arriba para luego girar hacia el este y proseguir en suave ascensión entre el bosque de pinos cuyo suelo está tapizado a trechos de uvas de oso y brezos.
10 minutos más tarde el sendero gira, tramo corto, vuelta a girar, tramo corto... Así, conforme subimos el bosque cambia. Primero son hayas jóvenes, con sus hojas todavía en las ramas, que crecen al abrigo de los pinos; luego estas hayas se hacen más y más abundantes y en algunos tramos, los pinos se hacen raros. Salpicando el sendero también podemos encontrar acebo, ese arbusto de hojas de color verde brillante muy duras y con 5 espinas protegiendo cada hoja, y arboledas de álamos temblones en los rincones más húmedos. Seguimos subiendo y los mismos pinos cambian, ahora aparecen abetos.Hayas y abetos necesitan parecida cantidad de agua y que la temperatura no sea muy alta pero... los abetos aguantan temperaturas más bajas. Dicho de otro modo. Hemos llegado a un punto del sendero en que hace más frío durante más veces al año que un poco más abajo. Estamos a 1600 metros de altura, ha pasado una hora y todavía no estamos en el punto más frío de Oroel. Salimos a la luz, a una zona cubierta a medias de densos cojines de espinos. Son los erizones. En algunas zonas los erizones han dejado que crezcan bojes que protegen del sol. De un sol abrasador que sólo deja crecer a estas plantas y algún pino. Pero nada más. Acabamos de salir de un bosque que podría estar en Siberia y saltamos a un desierto de guijarros soldados y espinos. Y así es, a partir de aquí hasta la cima, a media hora de distancia de una inmensa cruz de hierro, a 1770 metros de altura.
La entrada es un camino que parte del puente sobre el río Aragón (1450 metros), poco antes de llegar a Rioseta; 4 kilómetros después de Canfranc. Pasamos junto a una fuente y una chimenea de una herrería abandonada, que asciende y se interna en el bosque. La pista se divide: a la izquierda el Camino de Santiago que nos llevaría de vuelta a Canfranc y a la derecha al final del valle de la Canal Roya y más allá.
El bosque se espesa y aclara según avanzamos hasta que finalmente, desaparece durante un gran trecho y es sustituido por bojes, rosales y un canchal que impide que crezca nada.
Además hay algún prado y en uno de éstos, un cartel que señala al “Cubilar de Chinipré” como inicio de un sendero balizado con marcas amarillas y blancas. Cruzamos el río por un puente (1500 metros), lo seguimos curso arriba hasta llegar antes de un barranco (45'), ya que el camino gira y asciende por una loma empinada y traza varias “zetas” hasta superar una cresta; primera vallonada. La bordeamos y la superamos. Estamos en Chinipré, a la vista del refugio (45'; 1850 metros). Si el tiempo acompaña rodearemos el barranco y subiremos hasta la divisoria de la margen opuesta al refugio (1:00 hora; 2100 metros) para ver todo el valle de Izas con unas vistas de sus escarpes grandiosas, así como la Moleta, Pala de Ip... Volvemos por el mismo sitio.
"...nace una senda que gana altura por la margen orográfica izquierda del barranco [1000 m]. ... El camino es pedregoso y la vegetación es tan profusa que no cesan las sorpresas: acebos, fresas silvestres, serbales, orquídeas, ...hiedras, avellanos y madreselvas. Se cruza el limpio curso del Barranco de Carbonera y se asciende por la pendiente bajo la sombreada protección del arbolado. Dejando un sendero a la izquierda, se encuentran lugares más soleados y mediterráneos. Pronto aparece un resalte rocoso con sus comunidades vegetales. Cuando parece que erizones y encinas se van a adueñar de las laderas, la pendiente senda prosigue en la ladera derecha y se interna en los sectores más umbríos y oscuros de la sierra. El haya y el abeto blanco dominan el terreno. ...La luz solar tan apenas llega al suelo, impedida por la tupida pantalla de follaje de estos árboles, lo que se traduce en una escasez de sotobosque y en un amontonamiento de hojarasca. Conectando con un camino más amplio, en la parte alta del abetal, se sigue a mano derecha. Finalmente, llegados a lo alto del Collado de las Eretas de Cúculo [1376 m], el paisaje arbolado desaparece, dando paso a pastizales y matorrales de erizón. Tiempo y desnivel: Una hora y 15 minutos. 360 metros de desnivel." [1]
A partir de aquí, de un camino más amplio, en la parte alta del abetal (tal y como cuenta la reseña), lo seguimos a mano izquierda y ascendemos hasta la ermita de San Salvador (1547 m, 20') que no tiene ningún valor artístico salvo el paisaje. Estamos en la cima de un precipicio de conglomerados rojos (iguales que los que forman Riglos, que se ven al Sur) sobre el que andaremos durante la próxima hora en una sucesión de bajadas y subidas hasta el Monasterio Nuevo (1200 m; 1,15 horas). Una vez aquí, buscamos las marcas de Gran Recorrido hacia el norte (a la izquierda del mirador) y descendemos a Santa Cruz de la Serós (789 m, 1 hora). En resumen, 3,50 horas y 547 metros de desnivel.