El dibujo es una forma de expresión que puede realizarse tanto de manera analógica como digital. Personalmente creo que ambas tienen sus propias características, ventajas e inconvenientes. El dibujo por medios analógicos aporta autenticidad, el trabajo es más personal y la sensación es también más auténtica. El tacto del papel, los trazos, la presión y las texturas contribuyen a la singularidad de cada obra. Además, podemos experimentar con una amplia variedad de materiales, como lápices, carboncillo, tinta y rotuladores. Cada material tiene sus propias características y permite diferentes efectos. El proceso de realización es otro de los aspectos importantes, dibujar a mano requiere tiempo y paciencia, es un proceso meditativo que te conecta con la obra de manera profunda. Eso sí, los errores son difíciles de corregir y los trabajos necesitan un espacio de conservación y almacenaje.
Por otro lado, el dibujo digital permite la realización de ajustes y correcciones con mayor facilidad, hay multitud de aplicaciones que funcionan sobre distintos dispositivos, que ofrecen una gran variedad de herramientas digitales para conseguir los más variados efectos. Un trabajo puede compartirse instantáneamente en diferentes formatos y de manera inmediata, incluso se puede trabajar sobre uno de manera colaborativa. Además, puedes almacenar una gran cantidad de obras sin ocupar espacio físico, y el dispositivo sobre el que se trabaja puede durar muchos años. Sin embargo, aunque las tabletas gráficas simulan la experiencia táctil, no es lo mismo que dibujar directamente sobre papel. Y la seguridad de las obras puede representar algún problema pues trabajo digital puede ser robado o copiado más fácilmente.
En resumen, considero que ambas técnicas tienen su lugar en el ámbito de la representación gráfica. Mi elección del dibujo analógico como medio de expresión ha venido determinada por mis preferencias personales, los objetivos plásticos y artísticos que pretendo conseguir y el tipo de experiencia que busco.