La historia de Chile se divide en numerosos periodos, empezando siempre en el periodo prehispánico. Pero ir hasta allí sería remontarnos demasiado. Para ponernos en contexto solo nos hace falta ir hasta el día 4 de noviembre de 1970, día en que Salvador Allende, el candidato de la unidad popular, se hace con el poder mediante la vía electoral. Esto hace que en Chile se instaure una sociedad socialista a través de la democracia, una experiencia única a nivel mundial, haciendo que de manera temprana comiencen a verse las primeras medidas políticas tomadas por el nuevo gobierno, como una reforma agraria, políticas que aseguren la educación y la sanidad públicas y gratuitas para el pueblo chileno y la nacionalización del cobre y de varias empresas, principalmente empresas estadounidenses. Durante el primer año se mejoran las condiciones de la clase obrera, aumentan los salarios y se congelan los precios. Todo esto hace que en 1971, el líder socialista Fidel Castro visite el país y proclame su total apoyo político a la unidad popular, presidida por Allende. Esta visita sin embargo hará que los miembros de la izquierda comiencen una revolución popular basada en la lucha de clases, algo a lo que Allende se oponía. También se producen tomas de terrenos aprovechando los resquicios legales que dejó la reforma agraria y los enfrentamientos entre partidarios y opositores de Allende eran cada vez más frecuentes.
La presión aumenta, estalla una crisis económica y la población cada vez está más dividida, tanto es así que en las elecciones parlamentarias de 1973 la representación se divide casi a partes iguales entre el partido de Allende y la Confederación de la Democracia (alianza electoral chilena de centroderecha). A pesar de este reparto, la CODE no consigue la suficiente representación para echar del poder al presidente y comienzan a considerar que las fuerzas armadas son la única solución, mientras que, ante las amenazas de un pronunciamiento militar, Allende sigue manteniendo la vía pacífica. Pero la mañana del día 11 de septiembre de 1973 el palacio de la moneda despierta en llamas. Sobre las 11 de esa misma mañana, tanques, aviones y fuerzas armadas bajo las órdenes de Augusto Pinochet Ugarte, abren fuego contra el edificio presidencial, llevándose consigo tanto el proceso democrático socialista, como la vida de su presidente, Salvador Allende.
Desafortunadamente en Chile se instaura una dictadura encabezada por Pinochet. En este trabajo no nos vamos a meter en profundidad a ver los estragos sociales, los muertos, las torturas, el terrorismo que dejó a su paso el dictador, pero si lo deseas, puedes acceder a esa información en el enlace que encontrarás al final de esta sección. Para entender qué está pasando en Chile en este momento, lo que realmente nos interesa de la etapa de Pinochet es el modelo económico que se instauró en el país durante esos años. Se optó por sustituir el modelo económico socialista por un modelo neoliberal basado en el capitalismo más salvaje. Esto fue prácticamente un experimento ya que era la primera vez que se instauraba este modelo económico en todo Latinoamérica. Se privatizaron todos los servicios básicos (agua, gas, electricidad, sanidad, educación, etc.) y realmente de puertas para afuera, Chile prosperaba. Había conseguido incrementar su PIB y había crecido económicamente según las cifras macroeconómicas. Claro que estas cifras macroeconómicas no reflejaban el sufrimiento y la desigualdad que sufría el pueblo chileno en aquella época debido a la dictadura. Estas cifras servían para justificar la dictadura de Pinochet.
En 1990 llegó la democracia con la caída de Pinochet y esto hizo que el pueblo chileno recuperase sus derechos y dejase atrás los rastros de una dictadura cruel. Se reformó la constitución y se mejoraron las condiciones del pueblo chileno, acabaron las torturas y las persecuciones. Todo cambio, a excepción del modelo económico que se había instaurando durante la dictadura. Ningún servicio básico llegó a nacionalizarse, no existía la intervención estatal y continuaban las desigualdades sociales generadas por esto. Chile parecía más una empresa que un país.
Las cifras macroeconómicas siguen aumentando, aunque esto no se ve reflejado en la calidad de vida de los chilenos. Ese modelo económico se había implementado para responder a las demandas sociales, pero la teoría capitalista y el neo-liberalismo no van de aumentar la calidad de vida de la gente, van de generar beneficios, beneficios para las empresas, beneficios para los empresarios y cuanto más mejor. En este caso, si eres un gran empresario en Chile seguramente vivas muy bien, pero si eres un trabajador de esa empresa, tu beneficio va a ser el mínimo posible y la mayoría de la población en el país (y por supuesto en el resto del mundo) somos trabajadores. Podríamos pensar en la meritocracia para paliar este tipo de situaciones, que en función de los méritos que hayas conseguido a través de tu esfuerzo, de tu realización, podrás pertenecer a clases sociales superiores, pues bien, esto en Chile es imposible. Si naces obrero, casi en el 100% de las ocasiones, vas a morir obrero, pensemos en que no existe nada público, la totalidad del sistema educativo es privado y no se dan ayudas desde el estado para paliar esta situación. Si naces obrero, lo más probable es que nunca puedas llegar a acceder al sistema universitario y en Chile, los mejores puestos laborales, con grandes salarios, solo se pueden llegar a conseguir a través de formación universitaria. La movilidad social de Chile es nula. Solo el 11% de los estudiantes obreros acceden al sistema universitario frente al 84% de los estudiantes de clases altas. El sistema de pensiones también es privado, con una media de 286 dólares mensuales.
En 2019 el Banco Mundial confirmaba que un 6,7% de la población chilena vive con menos de 6 dólares mensuales y que la media de ingresos es de 562 dólares mensuales, un salario muy cercano al mínimo. El 70% de la población chilena vive endeudada a causa de todos estos factores económicos. Pero como ya dijimos, desde fuera, Chile es leído como uno de los países más estables de Latinoamérica.