La Parroquia e Iglesia Parroquial

De Villabol, aunque sea bajo el nombre genérico de Suarna, se hace mención en un documento de rey de Asturias Alfonso II el Casto (a. 791-842). Describiendo los límites de la nueva diócesis de Oviedo que acababa de crear, dice: “In Galletia Vallislonga, Suarna, Neira, tota Sarria ... ”, “En Galicia Valonga, Suarna, Neira, toda Sarria ...”. En otro documento posterior se habla expresamente de “Santa María de Villabol (Villa Avioli) en Suarna”. Su titular es Nuestra Señora de la Asunción o Santa María y comprende los siguientes pueblos: Villabol, Xegunde, A Barreira, Sancedo, Mirallos, Estoupelo, Eirixín, Naraxa, Restrumeiro, Castro de Espiñeira, Meñide, Liñares de Bidul, O Vilar da Cuiña, A Ferrería da Cuiña, A Fornaza y Arexo. A mediados del siglo XVII, formaron parte de la parroquia pueblos de la montaña, tales como Ervelláis, Brancio y Riodebangos, además de Novío, etc. La Fornaza y Arexo pertenecieron hasta 1894 a la parroquia de San Agustín de Sena. En este año fueron agregados al Vilar de la Cuiña, que, en condición de hijuela o filial, creada por el obispo Fray Ramón Martínez Vigil, recibía además otros pueblos de la margen izquierda del río, como Liñares de Bidul, A Ferrería, Meñide, Restrumeiro y Castro, por más que estos tres últimos siguieran frecuentando la iglesia matriz de Villabol, bien fuera por inercia o porque la filial carecía normalmente de cura propio.

La iglesia parroquial de Villabol es de estilo románico rústico, con ábside semicircular cubierto de bóveda. La imposta exterior que apoya sobre los canecillos está formada, al igual que estos, de simples lajas de pizarra. La nave de la iglesia es sin duda de época posterior, modificada para aumentar el espacio. Como en el año 1703 la capilla del ábside amenazaba ruina, no sabemos si por esta fecha habrá sido objeto de reforma. Ocurría lo mismo, al año siguiente, con el campanario. Sin embargo, habida cuenta que en el año 1755 manda el visitador construir un pórtico y se levanta de hecho en 1759 el campanario, es posible que fuera en este momento cuando se construyen campanario, pórtico y cuerpo de la nave de la iglesia. Posee el ábside en el centro el clásico tragaluz abierto al naciente, para acoger la luz del amanecer, símbolo de Cristo. Poseyó en algún tiempo un calvario románico, con un Cristo de brazos rectos, toscamente tallado, y de mejor factura la imagen de la Dolorosa y la de San Juan, que se conservaron hasta los años 1940 en la dependencia aneja, por la izquierda, que recibe el nombre de Cabanón, momento en que fueron enajenadas por el cura encargado don Marcial Rubio Martínez, párroco de Lamas de Moreira. El Cristo, presente en la nave de la iglesia, colgado de la pared de la derecha, fue vendido por los años 60 para financiar obras en el templo. Es posible que estas imágenes hubieran estado en algún tiempo ocupando el fondo del ábside, hasta que en el año 1687 fueron desplazadas por el retablo barroco que en esta fecha fue mandado tallar. De todas formas, las paredes del ábside estuvieron cubiertas de pinturas, de las cuales quedan todavía algunos restos detrás del actual retablo. Además de este retablo, el principal, hubo otros dos a derecha e izquierda del arco triunfal que da acceso al presbiterio. Al menos uno de ellos es posible que fuera fabricado por el año 1761, pues en este año se da cuenta de su pintura por obra del mismo artista, don José Villaverde, que pintó y doró el retablo de la capilla de la Fornaza. El retablo del altar mayor fue desguazado por el cura encargado don Marcial Rubio cuando por los años 1940 habilitó, en su lugar, unos cajones para la instalación de las imágenes de pasta de la Asunción, San José y Santa Apolonia que había donado, a petición del sacerdote encargado, doña Manolita Carro, viuda de don José Rois, vecina de Lugo, y relacionada con Villabol por venir en los meses de verano a pasar algún tiempo aquí en la casa conocida como de Rois, propiedad de la familia. Después del Concilio, los altares laterales fueron retirados al ya citado Cabanón, en realidad un trastero, hasta que, descubiertos por el hábil restaurador gijonés “Mino” (Herminio), propuso al párroco, don José Argul Folgueiras, la idea de hacer de los dos un solo retablo y sustituir con él los cajones impresentables que un buen día y en mala hora había hecho colocar don Marcial, con toda su buena pero errada voluntad. Así, en efecto, en el verano de 1992 se cumplía la sugerida reforma, resultando una obra perfecta, tan lograda como si hubiera sido diseñada desde su origen para ocupar aquel espacio. En este retablo se colocó, presidiendo, la imagen románica de la antigua patrona, Nuestra Señora, adaptada en un tiempo para ser vestida y recuperada un día por el párroco don José Argul, que la descubrió al eliminar los trapos que envolvían su cuerpo. En la hornacina de la izquierda se instalaba una bonita imagen tradicional de San Antonio de Padua y en la de la derecha la de San Pedro.

Hubo en esta iglesia tres capellanías de fundación, con sus obligaciones de misas: la de San Matías, la de San Pedro y la de San Alberto. Todas ellas existían ya entre 1669 y 1676. Aparte hubo otras en capillas locales de la parroquia, como la de Santiago en Naraxa, que existía ya bastante antes de 1681, otra, también dedicada a Santiago, en Xegunde (ya antes de 1681), la de la Expectación de Nuestra Señora, en las Viñas de la Cuiña (a. 1710), la de San Juan Degollado, en Liñares de Bidul (a. 1712), aquí también en algún momento la de Nuestra Señora de los Remedios (a. 1827: año del fallecimiento de su capellán, don Agustín Pérez Pasarín, vecino del Vilar), la de San Isidro, en Estoupelo (a. 1712), la de San Cayetano, en Meñide (a. 1726), la de Santo Domingo, en el Vilar de la Cuiña (a. 1757), la de San Antonio, en Restrumeiro (a. 1811) y la de San Bartolomé, en Naraxa (a. 1811). Hubo también la de la Barreira y la de Eirixín, por más que no se mencionen en los libros parroquiales, y parece ser que hubo otra asimismo en Sancedo. Como tampoco se alude nunca, por extraño que ello resulte, en las actas de visita a la Capilla de Penamaría, en Villabol. Hubo, por último, dos cofradías: la del Santísimo, muy pujante y de la que hay constancia ya en 1639, y la de San Antonio, que parece remontarse a 1782.