GUYANAS

Situadas entre Venezuela y Brasil, las tres Guayanas constituyen todavía un enigma para la mayor parte de América del Sur y del mundo. Guyana, Surinam y la Guayana Francesa, antiguas colonias de Reino Unido, Holanda y Francia, son territorios con una gran riqueza natural y cultural. Sin embargo, la inestabilidad política y el aislamiento respecto al continente ponen en riesgo su desarrollo económico. 


El Tratado de Tordesillas, firmado en 1494 entre España y Portugal, delimitó las fronteras que marcarían las bases del futuro de Sudamérica. La península ibérica acordó repartirse el “Nuevo Mundo”, una decisión que estableció Brasil bajo dominio portugués y a España como soberana del resto del territorio americano. Sin embargo, una región quedó inexplorada debido a su peculiar situación geográfica: el escudo de las Guayanas, considerado una de las formaciones montañosas más antiguas del planeta. Su nombre se debe a un término de la lengua amerindia arawak que significa ‘tierra de mil ríos’, debido a su enorme reserva subterránea de agua potable y al clima ecuatorial, que favorece la extrema humedad de sus selvas. 


Fueron Reino Unido, Holanda y Francia, países que ya habían comenzado su andadura por diversas islas del Caribe, los que aprovecharon la puerta entreabierta que habían dejado los españoles. Aun así, la fiereza de las tribus amerindias y las numerosas enfermedades tropicales diezmaron sistemáticamente las huestes occidentales durante años. No sería hasta el siglo XVII cuando se establecerían los primeros puestos fijos en tierra firme. Las Guayanas se construyeron, en un principio, como destino penitenciario para presos condenados a cadena perpetua o a trabajos forzados. Más tarde evolucionaron como una segunda oportunidad para todos aquellos metropolitanos que quisieran probar suerte y comenzar una nueva vida en un destino exótico.

Consideradas como un crisol de culturas, en sus reducidas dimensiones conviven comunidades con origen en Asia, Europa o África y las etnias amerindias son conocidas por su fuerte carácter reivindicativo en cuanto a sus derechos sobre el territorio. Sin embargo, sus tardías independencias, en el caso de Guyana y Surinam, y la dependencia total de Francia en el caso de Guayana Francesa han creado climas políticos inestables y economías basadas en la exportación de materias primas. Los altos índices de criminalidad y corrupción y sus carencias en materia de derechos —la homosexualidad, por ejemplo, es ilegal en Guyana— ahuyentan una posible inversión extranjera estable sobre la región.