La cebolla es una planta herbácea bienal perteneciente a la familia de las amarilidáceas. Presenta un sistema radicular formado por numerosas raicillas fasciculadas, de color blanquecino, poco profundas, que salen a partir de un tallo a modo de disco, o disco caulinar.
Posee un color morado muy llamativo que la diferencia más fácilmente de los otros tipos de cebolla. Es la más suave de sabor, aunque tiene un deje picante; es la más indicada para consumir en crudo, ya que además aporta un agradable color a tus ensaladas, sándwiches, ceviche o pastas.
Su nombre se debe a su piel completamente blanca. Su diámetro oscila entre los tres y los diez centímetros y su peso medio se sitúa entre los 100 y los 250 gramos. Están disponibles durante todo el año siendo el sabor el mismo independientemente de la estación.
Sus tallos son largos y firmes; las hojas verdes son erectas, huecas y tubulares, pero esta planta sí llega a desarrollar un bulbo alargado de color blanco, aunque nunca alcanza el tamaño y la forma normal de una cebolla blanca.
Previene la fermentación intestinal, la presencia de parásitos y hongos, y el estreñimiento.
Contiene quercitina, un flavonoide de propiedades antiinflamatorias, antialérgicas y protectoras frente al cáncer.
Favorece la digestión, al estimular el hígado, la vesícula y el páncreas aunque debería evitarse en casos de acidez estomacal.
Por su contenido en compuestos ricos en azufre, es uno de los mejores remedios naturales para combatir procesos infecciosos del aparato respiratorio.