Capítulo 69: En el dosel de muselina roja

Como si no reconociera al hombre, Jing Qi no pudo volver en sí durante mucho tiempo, solo se quedó mirándolo perplejamente.

Helian Yi soltó una risilla. —Qué, ¿y esa cara de tonto?

Jing Qi abrió la boca, pero antes de que tuviera tiempo de decir algo, Helian Yi levantó la mano y la movió hacia abajo, interrumpiéndolo. —No voy a discutir esto contigo. Aunque el joven chamán es un rehén, sus habilidades no son malas. Dado que fue recibido por el padre emperador cuando llegó, su partida no debería ser demasiado impresentable. Es por eso que te ordeno a ti que lo vayas a despedir.

Respiró hondo y soltó lentamente en voz baja:

—El padre emperador se encuentra así ahora. Yo no puedo alejarme y cualquier otra persona no será lo suficientemente hábil... Tienes que ir lo antes posible.

Helian Yi levantó la vista para echar un vistazo al empleado Yu Kui, quien reaccionó rápidamente y ofreció un decreto imperial con ambas manos. Jing Qi se puso de pie como si fuera un reflejo y se arrodilló.

Helian Yi tomó personalmente el decreto y se lo entregó. —Esta también es la voluntad del padre emperador, ordenarte que vayas a despedir en persona al joven chamán en su viaje. No leí el decreto de mi padre porque regresé un poco antes para poner todo en orden.

Las cejas de Jing Qi se fruncieron un poco. —Su Alteza...

Con un rostro circunspecto, Helian Yi levantó el decreto. —¿Qué? ¿A estas alturas sigues desafiando la orden?

Hacía mucho tiempo que Helian Pei había perdido el conocimiento. ¿Qué tipo de mandato podría haber emitido?

Helian Yi recordaba ese momento en el patio trasero de la residencia Nan'ning como si fuese ayer, cuando escuchó a Wuxi decir esa devastadora declaración. Lo sintió hilarante en ese momento y pensó que Wuxi estaba construyendo castillos en el aire. ¿Qué relación podría tener el magnífico príncipe Nan'ning de la Gran Qing con un extranjero de una región remota y desolada?

En aquel entonces, todo lo que realmente creía era eso, aparte de la ribera del río Wangyue, ¿qué lugar en este reino podría ser lo suficientemente opulento como para mantener el estilo de vida de este hombre y mantenerlo bien? Pero cómo estaban las cosas ahora, todo eso fue una ridiculez. Los caminos del mundo eran impermanentes. La tierra nivelada se elevaba en grandes olas en tiempos normales, por no hablar de un turbado mundo en caos.

Toda la extensión de las tropas de élite que la dinastía podía utilizar se había perdido en Gansu. Terminar la movilización de las tropas guarnecidas en la frontera del sur y las Guang también tomaría varios días, ¿verdad? ¿Cómo el ejército feroz de los vakurah (que podía viajar mil li en un día) podría darles tiempo suficiente? Lo más probable es que la guerra en la capital no tuviera amparo.

De repente, llegó a entender que, independientemente de si las sangre los relacionaba, ya lo había ubicado en el lugar más suave de su corazón. Tan profundo, pero difícil de describir.

Pero ¿cómo podría soportar... cómo podría soportar verlo caer en las manos de una raza extranjera, junto con una ciudad de prosperidad extenuada?

Era un joven tan prometedor como una orquídea o un árbol de jadeíta, como un mortal desterrado del cielo. Debería poder beber y cantar frívolamente y vivir la vida sin preocupaciones.

Nanjiang estaba lejos, pero el joven chamán seguía siendo el futuro gran chamán, por lo que no debería agraviarlo mucho. Aunque había nubes de miasma, había oído que también había montañas verdes y gente hermosa. La voz de Helian Yi se mantenía baja por temor a que elevarla un poco trajera un indicio de que se estaba asfixiando de emociones y no pudiera controlar su tono inmutado. —Toma el decreto —dijo rígidamente.

Jing Qi levantó la cabeza y lo miró con una expresión complicada.

Helian Yi apartó la vista. Que los separen, solo pensar que estaba a punto de separarse de él, lo hacía sentir roto de dolor. Su mano levantada comenzó a temblar un poco.

—¡Jing Beiyuan, toma el decreto!

Jing Qi cerró suavemente los ojos, extendió los brazos con morosidad y tomó el decreto con ambas manos.

Helian Yi siguió su espalda con la mirada mientras el hombre partía hacia un lugar imperceptible y se desplomó en el trono del dragón como si la fuerza se le hubiera escapado. Se acurrucó en una bola, con los hombros encorvados y la cara enterrada en el recoveco de sus brazos. La amplitud y gloria del trono del dragón enjoyado eran frías y sombrías –como una solitaria escena de otoño– lo que le hacía verse aún más delgado y demacrado en contraste.

Yu Kui guardaba silencio a un lado, mirándolo. Se tragó el suspiro de regreso al estómago.

Jing Qi regresó a su residencia, se dirigió directamente a su estudio y colocó la mano sobre un pequeño esquinero discreto y antiguo. Después de quedarse parado allí en silencio durante un rato, abrió las tres cerraduras con la llave que traía siempre consigo, tiró el decreto dentro y sacó una botellita.

Entonces, se dio media vuelta y se fue.

En el momento en que se giró, la expresión digna, vacía y solemne que casi parecía una máscara desapareció inmediatamente con un suave restregado. No quedó ni un solo rastro, lo que provocó que se viera como la misma expresión minúsculamente sonriente y completamente oprobiosa de siempre.

Después del día en que Jing Qi fue al palacio en medio de la noche, Wuxi sabía que algo grande había sucedido sin que tuviera que decir nada. La residencia había estado extraordinariamente calma durante los últimos días y hacía un tiempo que el grupo de Zhou Zishu –que de vez en cuando venía a beber– no había aparecido. El propio Jing Qi también entraba y salía: se iba apresuradamente de la residencia muy temprano en la mañana y a veces ni siquiera regresaba después de que la gente hubiera prendido las linternas.

En este momento, el cielo aún no había oscurecido. Wuxi se encontraba en medio de su práctica en el patio. Jing Qi expulsó a los sirvientes y entró solo, sin hacer ruido. Simplemente se apoyó contra un gran árbol, se cruzó de brazos y miró.

Cuando practicaba, Wuxi se concentraba por completo. A Jing Qi le encantaba esa apariencia ensimismada que tenía, como si el cielo pudiera estar cayéndose y no le prestara atención. Cuando hacía algo, solo tenía esa cosa en mente, e incluso cuando practicaba artes marciales, inefablemente exudaba una sensación de "quietud".

Eso era porque tenía la consciencia tranquila.

En menos de una shichen, le puso pausa a su práctica. Al levantar la cabeza y ver a Jing Qi, una sonrisa apareció inmediatamente en su rostro. Era una sonrisa tan genuina que cualquiera que la viera no podría evitar la estimulación de sonreír también.

—¿Por qué llegaste tan temprano hoy? —preguntó mientras se acercaba.

Jing Qi encarnó una ceja. —El príncipe heredero cortó a todos los que alegaban lo de trasladar la capital. Nadie hizo alboroto.

Wuxi se sorprendió, pero como en realidad estaba bastante de acuerdo con esto, asintió. —Si fuera yo, los habría cortado hace mucho tiempo. La batalla todavía no comienza, ¿por qué correr?

Los asuntos que le importaban eran limitados, restringidos únicamente a los que concernían a Nanjiang. Las personas que le importaban eran aún más limitadas, restringidas únicamente a la que tenía ante sus ojos. Solo sabía que había campamentos en las inmediaciones de la capital, sin entender las especificaciones de cuántas personas había ni cuán confiables eran. Probablemente era una de las pocas personas verdaderamente optimistas que quedaban en la capital.

Jing Qi no tenía intención de dar explicaciones, así que asintió con una sonrisa. —La forma en que ustedes dos piensan es bastante idéntica. La Gran Qing y Nanjiang evitarán la guerra en el futuro.

Aunque estaba hablando, sus ojos miraban sin pestañear a Wuxi. Ya tenía un par de ojos de flor de melocotón, así que cada vez que se quedaba mirando casualmente a alguien, ello traía un matiz indescriptible consigo. Wuxi solo sintió que la expresión en esa mirada era como un pequeño gancho, atrapando el corazón y haciéndolo galopar. Por consiguiente, soltó una tos seca. —...¿Por qué me miras así?

Jing Qi sonrió en silencio y sus ojos se curvaron suavemente. Debido a que sus pestañas eran gruesas, eran como trazos de tinta dibujados en las comisuras. Había habido un gran aguacero en la capital hace unos días (los inicios del otoño habían llegado), y aunque el clima estaba algo fresco, todavía se decoraba como si fuera verano. No se sabía si el botón de su escote se había caído por sí solo o nunca se había abrochado en primer lugar, pero revelaba un cuello excepcionalmente blanco.

Wuxi se detuvo inmediatamente al sentir una contracción en el corazón y su boca pronto se puso notablemente seca.

Jing Qi de repente extendió la mano, le levantó el mentón con dos dedos y se acercó, como si estuviera tomándose libertades con una joven doncella. —Mírate... Guapo, eh —susurró.

Wuxi retrocedió un paso, sin saber cómo reaccionar. —Beiyuan, deja de bromear —exigió en voz baja.

Riendo en voz baja, Jing Qi ubicó los brazos alrededor de su cintura y sus posiciones cambiaron velozmente. La espalda de Wuxi quedó presionada contra el tronco del árbol, sin ningún lugar de retirada, mientras que Jing Qi quedó prácticamente pegado a su cuerpo, con dedos que le agarraban suavemente el mentón. —¿Quién fue el que amenazó, y con tal poder, que mataría a todos los que me gustaran hasta que no quedara ninguno? ¿Qué te pone tan tímido ahora? —dijo con un tono juguetón.

Cualquiera que fuera presionado contra un árbol por su amado no podría manejar una provocación como esta. Además, Wuxi era un joven que acababa de reconocer lo que eran los sentimientos y aún no entendía lo que era la lujuria. Todo lo que sentía era que su sangre surgía en explosiones, que sus palabras se unían rápidamente con un poco de torpeza y su cabeza estaba vacía. Solo pudo decir una frase: "Beiyuan... deja de bromear".

La mirada de Jing Qi merodeó mientras las yemas de sus dedos jugueteaban con los cabellos que colgaban de las sienes de Wuxi. Dirigiéndole una mirada a su escote, bajó aún más la voz, prácticamente adherido a la oreja de Wuxi. —Debido a esa amenaza tuya, temía que tontear derramara sangre a mi alrededor... Este príncipe ha dormido en una colcha fría que nadie ha calentado quién sabe cuántos días. ¿Eres tan poco generoso, joven chamán, que ni siquiera me lo vas a compensar?

Una explosión se desató en la cabeza de Wuxi. —B-Bei... Beiyuan... esto no está bien, todavía no estamos oficialmente casados, n-no deberíamos —logró tartamudear con mucha dificultad.

Jing Qi se quedó estupefacto por un momento antes de darse cuenta de lo que quería decir. La bravuconería al fin se rompió, se inclinó en el cuello de Wuxi y se rio estentóreamente.

¿Cómo podía existir una flor tan exótica en este mundo? ¿Y cómo se las arregló para encontrarse con una persona como esta? Empezó a creer que los cielos le estaban facilitando las cosas, pero cuando lo pensó con detención, sintió que habían cambiado a una táctica diferente para tomarle el pelo:

No era buscar, mas no encontrar. Era amar, mas después separarse.

El sonido de su risa se detuvo abruptamente y bajó la cabeza. Wuxi no pudo ver claramente su expresión y se sintió un poco nervioso, así que, luego de vacilar, agarró el hombro de Jing Qi para preguntar:

—¿Qué ocurre, Beiyuan?

Jing Qi negó con la cabeza, limpiando del rabillo de sus ojos las lágrimas que habían salido debido a la risa. De repente giró la cabeza y preguntó sin rodeos:

—Te deseo. ¿Puedes entregarte a mí?

La garganta de Wuxi rebotó de una manera antinatural, aturdido por un momento. En todo momento hubo una voz en su cabeza que decía que esto estaba mal, pero bajo la atenta mirada de Jing Qi que parecía ser hechizante, se fue debilitando cada vez más hasta que lentamente asintió con la cabeza.

Mientras sonreía, Jing Qi le mordió la oreja. —Iré a tu habitación esta noche.

Dicho eso, lo soltó, dándose la vuelta y marchándose por cuenta propia.

Wuxi se quedó allí en su lugar por un momento. Pensando que todo esto era una ilusión, se alejó flotando como si anduviera de sonámbulo, con los brazos coincidiendo con el ritmo de sus piernas. Cuando estaba cenando, debido a que su mente estaba en luna más lejana, dejó caer dos pares de palillos en sucesión e incluso terminó rompiendo accidentalmente el tazón. Nuahar –a quien había traído específicamente para que le atendiera por temor a que quedarse en la residencia fuera un inconveniente– simplemente pensó que su joven chamán estaba poseído. La cara del otro a veces era digna, a veces se saturaba de rojo y a veces revelaba una sonrisilla indescriptiblemente tonta, lo que era excepcionalmente extraño.

La perturbadora cena se comió con gran dificultad y probablemente ni supo lo que había comido. Le ordenó entonces a Nuahar que trajera agua caliente para tomar un baño temprano.

—Joven chamán, ¿no practica usted por la noche? ¿Quiere descansar tan temprano? —preguntó con horror.

—Anda a descansar más temprano esta noche —respondió Wuxi a vuelapluma—. No es necesario que me atiendas.

Nuahar parpadeó y parpadeó, luego volvió a parpadear y terminó determinando que este tipo estaba poseído.

La luna estaba arriba de las ramas de los sauces. Nervioso, Wuxi cogió un libro y lo hojeó de principio a fin, pero no sabía lo que había leído. Su mente se encontraba igual que una cuadriga. Cuánto más se oscurecía el cielo, más se alejaba de la realidad. No se sabía cuánto tiempo había transcurrido cuando la puerta de repente se abrió desde el exterior con un chirrido e inmediatamente levantó la vista.

Vio que Jing Qi vestía holgadamente una túnica tan alba como las perlas, con el cabello suelto y disperso. Al parecer acababa de terminar de bañarse y secarse. El hombre parpadeó tranquilamente, cerró la puerta por detrás y caminó en su dirección. Con cada paso que se acercaba, el latido del corazón de Wuxi se aceleraba cada vez más.

Cuando Jing Qi se inclinó, cogió el libro que sostenía y lo tiró a un costado, Wuxi sintió que su corazón latía tan rápido que ya no latía.

Sobre ese "Te deseo" (我想要你), también se podía traducir como: te anhelo/te quiero (de posesión)/te codicio; deseo/anhelo/quiero/codicio tenerte".