Capítulo 3

Permitió que Tian Xiao la ayudara a curar la herida. Tian Xiao sonrió felizmente. Se arrodilló junto a Yu Yao, quien dejó caer su ropa debajo de sus hombros. No fue tímido cuando vio el cuerpo desnudo de la mujer, sino que tocó un par de veces sus hombros blancos con curiosidad. Cuando vio a Yu Yao mirándolo con desagrado, detuvo sus movimientos discretamente y le echó un vistazo a la herida en su hombro.

Mucha sangre... —murmuró, casi como si se hubiera asustado.

Yu Yao estaba a punto de decirle que si no podía curarla, entonces que se mantuviera alejado de ella, pero ¡Tian Xiao de pronto se acercó y estampó su boca sobre su herida empapada de sangre!

Los cálidos labios succionaron suavemente su herida y un ligero cosquilleo y una extraña sensación de hormigueo saltaron en su cuerpo. Yu Yao quedó tan atónita que sus ojos se abrieron de par en par. Después de su conmoción, no pudo contener su furia. Lo apartó con un empujón, pero porque sus hombros habían ejercido demasiada fuerza, más sangre comenzó a manar de la herida.

—¿Quieres morir? —preguntó fríamente.

—Te estoy ayudando a curar tu herida. —Tian Xiao, quien había sido empujado al suelo, se sintió un poco agraviado—. Cuando era pequeño y me corté accidentalmente el dedo, mi madre emperatriz me ayudó a curarlo así.

Yu Yao estaba tan enojada que no podía hablar. Pero al pensarlo... Cuando la dinastía anterior se había extinguido, el antiguo príncipe heredero probablemente solo tenía seis años y lo arrojaron a una celda justo después de que aprendió a hablar. Su carácter no era diferente a la de un niño, ¿cómo entendería cómo curar una herida?

—No te vuelvas a acercar a mí o no me culpes por ser violenta.

Tian Xiao asintió y se sentó abrazándose las piernas, con su mirada vacía todavía fija en ella. Ignorándolo, Yu Yao se subió la ropa, cerró los ojos y se durmió otra vez.

A medida que avanzó la noche, el cuerpo de Yu Yao sentía calidez y frío y su frente se sentía tan caliente como si estuviera a punto de quemarse. Tian Xiao ya se había quedado dormido acurrucado en el suelo con las piernas entre los brazos, pero una brisa fresca entró en la prisión en mitad de la noche y se despertó aturdidamente. Después de frotarse los ojos, vio que el sudor frío chorreaba por la cara de Yu Yao y su respiración era tan agitada cual tornado.

—¿Yu Yao? —le llamó y no obtuvo respuesta, por lo que se acercó vacilante a su lado—. ¿Cómo estás?

—No... me toques —carraspeó Yu Yao, pero ya no tenía fuerzas para apartarlo. Tian Xiao sabía que era malo, y por un momento, no pudo preocuparse de nada más. Abrió de un tirón su ropa y vio que la herida de su hombro se había inflamado. Su corazón entró en pánico.

—¿Estás muriendo?

Igual que su madre emperatriz...

La respiración de Yu Yao movía su cabello. Tian Xiao apretó los dientes y decidió que no importaba si lo golpeaba: puso la boca sobre su hombro, medio succionando y medio lamiendo, y limpió su herida con su saliva. La extraña sensación en su hombro hizo que Yu Yao luchara por concentrarse. Se volteó para ver la cabeza enterrada en su hombro y masculló con muchísimo esfuerzo:

—Libidinoso...

Pero estaba tratando desesperadamente de salvarla. Y si esta herida tuviera veneno dentro... Yu Yao no entendía por qué este príncipe heredero sería tan amable con ella. Asimismo, no entendía cuán profundo podría ser el miedo a la soledad para alguien que había vivido en este lugar durante diez años.

Al día siguiente, Yu Yao seguía débil, pero su fiebre había disminuido un poco y su conciencia estaba bastante despierta. Tan pronto como abrió los ojos, vio dos orbes inyectados de sangre mirándola fijamente, y sin importar lo calmada que estuviera, no pudo evitar inhalar un poco debido al susto.

—¿Estás mejor ahora? —La voz ronca de Tian Xiao transmitió cansancio en ella. No había dormido en toda la noche, sino que estuvo siempre mirando fijamente a Yu Yao. Temía que si no prestaba atención, la mujer no volviera a despertarse.

Los hombros de Yu Yao seguían desnudos. Su ropa estaba tan sucia que Tian Xiao no se la volvió a poner. Después de escuchar la pregunta de Tian Xiao, recordó la cálida sensación en su hombro anoche y sus mejillas se sonrojaron de inmediato. Giró la cabeza para mirar el agujero redondo en el cielo y respondió fríamente:

—Sí.

La prisión se quedó en silencio durante mucho tiempo. Yu Yao pareció exprimir dos palabras entre los dientes: "Muchas gracias...", pero después de esperar durante un largo rato, aún no escuchaba la respuesta de parte de Tian Xiao. Volteó la cabeza para echar un vistazo, solo para descubrir que ya se había abrazado las piernas y estaba tumbado en el suelo durmiendo.

Este hombre... era realmente como un niño.