Conocimiento, lenguaje y verdad

Una reflexión de Popper sobre el conocimiento

El conocimiento, y el conocimiento científico en particular, progresa gracias a anticipaciones no justificadas (e imposibles de justificar). [Este conocimiento] adivina, intenta soluciones, forma conjeturas. Estas se encuentran sometidas al control de la crítica; es decir, a tentativas de refutación que suponen pruebas de una elevada capacidad crítica. Estas anticipaciones pueden sobrevivir a esas pruebas, pero no podrían ser justificadas de manera positiva: no es posible establecer con certeza que sean verdaderas, ni tan siquiera que sean "probables" [...]. La crítica de nuestras conjeturas es decisiva: al hacer aparecer nuestros errores, nos hace comprender las dificultades inherentes al problema que pretendemos resolver. Es así como llegamos a adquirir un mejor conocimiento del problema y como nos es posible proponer soluciones más ajustadas al mismo: la refutación de una teoría -es decir, de todo intento riguroso para resolver el problema planteado- constituye siempre por sí misma un progreso que permite acercarnos a la verdad. Y es en este sentido en el que nuestros errores pueden ser instructivos.

Karl Popper: Conjeturas y refutaciones

Antes de comenzar

El ser humano necesita conocer. No se puede vivir sin el conocimiento de la realidad, porque ese conocimiento es el que nos permite actuar y orientarnos en el mundo. Ahora bien, no podemos olvidar que en el proceso de conocer hay un elemento mediador: el lenguaje.

Por otro lado, el ser humano no es un mero espectador en el proceso de conocer, sino que participa activamente construyendo el conocimiento. Siguiendo a Wittgenstein, debemos poner de manifiesto el papel mediador del lenguaje: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".

El lenguaje no basta para expresar el pensamiento. [...] Cuanto más refinadas son las estructuras del pensamiento, tanto más necesario es el lenguaje [...] que es [...] condición necesaria, pero no suficiente en la elaboración del pensamiento.

Jean Piaget: Seis estudios de psicología

La capacidad para el lenguaje procede de unas características inherentes. Hay diferencias, y esas proceden de la experiencia; pero el grueso [...] de la significación, de la estructura, del sonido, forma [...] parte de nuestra naturaleza.

Noam Chomsky: Sociedad del futuro

Cuando los sentidos fallan

El siguiente texto de Julio Cortázar muestra la importancia de los sentidos en la interpretación de la realidad:

"A un señor le cortaron la cabeza, pero como después estalló una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal.

Enseguida notó que cuatro de sus cinco sentidos se le habían ido de la cabeza. Dotado solamente de tacto, pero lleno de buena voluntad, el señor se sentó en un banco de la plaza Lavalle y tocaba las hojas de los árboles una por una, tratando de distinguirlas y nombrarlas. Así, al cabo de varios días pudo tener la certeza de que había juntado sobre sus rodillas una hoja de eucalipto, una de plátano, una de magnolia foscata y una piedrita verde.

Cuando el señor advirtió que esto último era una piedra verde, pasó un par de días muy perplejo. Piedra era correcto y posible, pero no verde. Para probar imaginó que la piedra era roja, y en el mismo momento sintió como una profunda repulsión, un rechazo de esa mentira flagrante, de una piedra roja absolutamente falsa, ya que la piedra era por completo verde y en forma de disco, muy dulce al tacto."

Julio Cortázar: Acefalia

1) El proceso de conocimiento: razón y experiencia

INTRODUCCIÓN

Hay dos cuestiones que preocupan a la filosofía desde sus orígenes. Por una parte, la existencia de un mundo físico real e independiente de la experiencia. Por otra parte, como cuestión fundamental en teoría del conocimiento, una vez afirmada la existencia del mundo, cómo se llegan a conocer sus características y cómo se puede determinar la verdad o precisión de ese conocimiento.

Nuestro conocimiento está codificado por el lenguaje. Éste es el instrumento del que disponen los seres humanos para transmitir e interpretar lo que se conoce. Nos vamos a plantear si es posible pensar o conocer sin tener un lenguaje o si nuestra lengua determina la forma en que interpretamos el mundo.

EL CONOCIMIENTO HASTA LA EDAD MODERNA: LO UNIVERSAL

De los griegos a la Edad Moderna, el conocimiento es conocimiento universal:

1) En Platón, es un proceso de superación de la información de los sentidos (apariencias) hasta alcanzar las ideas, que son universales y están separadas tanto del individuo que conoce como de las cosas.

2) Para Aristóteles, el conocimiento sigue siendo universal, pero ahora el entendimiento abstrae los rasgos universales a partir de la experiencia particular de los objetos del mundo.

3) En la Edad Media, la preocupación en torno al conocimiento fue la de elaborar esos juicios universales y necesarios.

El conocimiento de la realidad no estaba mediatizado por el sujeto, que se limitaba a recibir pasivamente la información que proporcionan los sentidos. Fue en la modernidad cuando se introdujo la idea de que el conocimiento era resultado de la actividad del sujeto.

DOS POSTURAS EN LA MODERNIDAD: LA RAZÓN Y LOS SENTIDOS

La aproximación moderna a la idea de conocimiento parte de su comprensión como un proceso en el que intervienen dos elementos: un sujeto, que conoce, y un objeto, que es conocido.

Hay que tener en cuenta, por un lado, las características físicas de los objetos y, por otro, la estructura fisiológica de quien percibe. Muchos animales no ven el color porque no tienen sentidos receptores con los pigmentos adecuados. La percepción del color es una capacidad que en el proceso evolutivo ha aparecido en muchas especies y ha desaparecido en otras.

Los humanos vemos el mundo con una amplia gama de colores, lo que determina nuestra forma de describir, entender y movernos en nuestro entorno. Ahora bien, si ocurre lo mismo con el resto de percepciones de la realidad, ¿vemos el mundo tal como es o tal como somos capaces de verlo?

En el pensamiento moderno, el empirismo y el racionalismo propusieron dos explicaciones divergentes a la cuestión de cómo conocemos:

1) Para el empirismo, el conocimiento comienza y termina con la experiencia, a partir de la información que proporcionan los sentidos.

Los empiristas parten de la idea de que la mente humana es como una página en blanco sobre la que se imprimen todos los conocimientos a partir del contacto con la realidad. Hume distingue entre dos tipos de percepciones: las impresiones, que son inmediatas a la observación del objeto, y las ideas simples, o copias de las impresiones. Las ideas más complejas y abstractas se forman a partir de la asociación de las simples, según unas leyes determinadas.

El empirismo es muy restrictivo con las ideas a las que no corresponde ninguna impresión, como, según Hume, la de causa o la de sujeto.

2) El racionalismo fue la tradición filosófica dominante durante los siglos XVII y XVIII.

Todos los racionalistas comparten la confianza en la razón como el instrumento de los seres humanos para descubrir los procesos que ocurren en la realidad. Los sentidos tienen un papel secundario.

La mente construye la realidad mediante la actividad de la razón, al elaborar las ideas. Por ello, Descartes desconfía de la información sensorial, y busca las ideas innatas (con las que nacen todos los sujetos) y en las que se funda el verdadero conocimiento.

3) Por su parte, Kant plantea una posición conciliadora, de acuerdo con la cual admite con los empiristas la necesidad de la experiencia para conocer, pero coincide con los racionalistas en señalar que el entendimiento aporta conceptos puros, vacíos de contenido empírico, en el proceso de conocimiento.

Para Kant, los sentidos aportan el material del conocimiento, pero es la razón humana quien lo organiza de una forma determinada, común para todos.

Así, establece unas relaciones muy complejas entre sujeto cognoscente y objeto conocido. El sujeto conoce la realidad participando activamente en el proceso, de tal modo que impone sus estructuras mentales al mundo. Por lo tanto, en el conocimiento intervienen ineludiblemente los dos elementos: la razón y los sentidos.

Este debate filosófico está en la base de las modernas investigaciones acerca del conocimiento o de la relación entre lenguaje y pensamiento. Las neurociencias y la psicología han tratado de dar respuesta a esta vieja cuestión de cómo a través de los sentidos nos relacionamos con el mundo. Al mismo tiempo, la sociología y la antropología han tratado de dilucidar la determinación social del conocimiento humano.

Almendro en flor, de Van Gogh

El sujeto humano participa activamente en la construcción del conocimiento, pues organiza la información de los sentidos mediante la razón.

2) La construcción individual y social del conocimiento

LA CONSTRUCCIÓN SUBJETIVA DEL CONOCIMIENTO

No existe conocimiento sin un sujeto cognoscente, esto es, sin alguien capaz de conocer. Por eso, la pregunta sobre cómo es el conocimiento tiene que partir de estudiar cómo se origina y se desarrolla a nivel subjetivo.

Las sensaciones

Todos los seres vivos tienen en común que son sensibles a los estímulos externos. Aunque cada organismo manifieste esa sensibilidad de distinta manera, los órganos de los sentidos son la estructura mediante la que el sistema nervioso se comunica con el mundo.

Los sistemas sensibles de los organismos responden a cantidades específicas de estímulos. Por ejemplo, la frecuencia del movimiento ondulatorio de las moléculas de aire para que una persona oiga oscila entre 20 y 20.000 hercios. Por debajo o por encima de este umbral no percibiría el sonido. Cada especie animal tiene diferentes grados de captación de los estímulos del medio y, por ello, su experiencia del entorno es distinta.

Numerosas especies pueden percibir considerablemente menos que el ser humano, más otras están provistas de sentidos que nos son del todo extraños. Las palomas mensajeras, las aves migratorias o las abejas cuentan con un sentido magnético; algunos peces llegan a registrar campos eléctricos. Las serpientes cascabel ven en la oscuridad como si portaran una cámara de infrarrojos y, de esta manera, localizan sus presas de sangre caliente.

Penzlin, H.: Mundo real e imagen percibida

Los diferentes tipos de componentes del medio (ondas electromagnéticas, en el caso de la visión, o moléculas químicas, en el caso del olfato) interaccionan continuamente con los sentidos dando lugar al primer nivel de acercamiento a la realidad: las sensaciones. Sin embargo, para empezar a hablar de conocimiento es necesario que esas sensaciones se organicen y tengan un sentido, es decir, se conviertan en una percepción.

La percepción

La percepción del ser humano es un proceso a través del cual organiza, elabora e interpreta la información del medio que le rodea. Percibir es asimilar las sensaciones dándoles un significado.

De esta manera, el acto de percibir supone la participación activa del sujeto, porque cuando percibe está anticipando, construyendo su mundo desde sus experiencias, emociones, conceptos e intereses.

Así, cuando se percibe una manzana, llegan una serie de ondas electromagnéticas a la retina que se traducen en impulsos nerviosos. Inicialmente, la manzana no será recibida por la retina como un objeto único, sino que atenderá a sus componentes: forma, color, orientación, profundidad y su relación con otros objetos del espacio. En el córtex visual del cerebro hay diversas áreas específicas dedicadas a procesar todos estos aspectos; cada característica individual se almacenará en un lugar del cerebro.

A la hora de evocar la manzana se activan todas las neuronas implicadas en el análisis de cada propiedad de la manzana. Ahora bien, la manzana no se percibirá de la misma forma por alguien que lleva días sin comer que por quien acaba de salir del banquete de una boda. La percepción es, por lo tanto, un proceso constructivo.

Este proceso presupone otras facultades intelectuales, como la memoria o la motivación, y los intereses, inquietudes o el contexto social del sujeto.

Pensar el mundo: los conceptos

El conocimiento sensible es el comienzo del proceso de conocimiento. El siguiente paso es el salto hacia la generalización, es decir, hacia la formación de conceptos y, en último término, hacia el pensamiento complejo, que construye razonamientos.

El conocimiento humano trabaja con conceptos. A partir de las percepciones de objetos particulares se construyen conceptos generales, que integran la información particular. Así, por ejemplo, el concepto de gato no hace referencia a ningún felino en concreto, pero recoge las características comunes que comparten e identifican a los gatos. Sin esta capacidad conceptual sería necesario asignar un nombre para cada objeto del universo.

El pensamiento representa los objetos mediante conceptos; por ello, un concepto es la representación mental y simbólica de un objeto, prescindiendo de sus características concretas e individuales, para recoger las que comparte con otros.

En resumen, el proceso de conocimiento comienza con una serie de estímulos externos que se convierten en reacciones orgánicas y que dan lugar a conceptos generales, abstractos, que no tienen correspondencia inmediata con ningún individuo concreto.

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL CONOCIMIENTO

El conocimiento humano tiene dos aspectos centrales: pretende conocer la realidad y es un producto socialmente construido; esto es, solamente adquiere sentido cuando varios sujetos lo comparten y construyen comunicándose. La sociología del conocimiento analiza la relación entre el pensamiento y el contexto social en el que se origina.

El ser humano es el animal con menor repertorio de instintos; sin embargo, es el que tiene mayor capacidad de aprendizaje en sus primeros años de vida. Esa capacidad de conocer el mundo y de actuar sobre él en función de ese conocimiento han sido su mayor ventaja adaptativa. Ahora bien, ese proceso de adquisición de conocimiento se produce siempre en un contexto social, que le proporciona un orden específico, esto es, unas categorías predeterminadas para entender la realidad.

A través del proceso de socialización se interiorizan las normas sociales, se aprende una serie de hábitos y normas ético-morales que indican cómo comportarse, que estructurarán la conducta. Al mismo tiempo, se adquieren una serie de aprendizajes cognitivos, sobre cómo funciona el mundo.

El aprendizaje de un lenguaje es clave en este proceso, en tanto que nos introduce en las ideas compartidas por los miembros del grupo. A medida que se adquiere, se asimila un universo simbólico, un conjunto de significados que explican, interpretan y ayudan a percibir de forma no problemática ese entorno social.

Así, el conocimiento se da en la sociedad como algo previo (un "a priori") a la experiencia individual, proporcionando a esta última su significado. Esta organización, si bien es particular de una situación histórico-social, se le presenta al individuo como la forma natural de ver el mundo.

3) Conocimiento y lenguaje

LA FORMA DEL CONOCIMIENTO: EL LENGUAJE

El lenguaje suele definirse como un sistema de signos que expresa ideas. Para Saussure, los signos lingüísticos se componen de un significante y un significado. El significado es el concepto o la representación mental de ese signo. El significante es su expresión (acústica o gráfica), y representa convencionalmente las cosas.

El lenguaje ha sido considerado clásicamente el vehículo del conocimiento, la forma en la que éste se presenta. Ahora bien, uno de los problemas más importantes que se derivan de este planteamiento consiste en establecer si el conocimiento ha de tener siempre una forma lingüística o, por el contrario, si es posible el conocimiento sin lenguaje. Para solucionarlo, es preciso determinar previamente qué es el lenguaje y si es posible alguna forma de conocimiento no lingüística.

Lenguaje animal y lenguaje humano

A medida que se van desarrollando disciplinas como la etología, la sociobiología o la semiología animal, parece que la estrecha línea que separa el lenguaje animal y el lenguaje humano se va acortando:

1) Tradicionalmente, se señalaba que la diferencia fundamental entre el lenguaje animal y el humano consistía en que el lenguaje animal era innato, y el humano, aprendido. Pero lo cierto es que hay muchos animales que tienen la capacidad de aprender códigos nuevos (por ejemplo, chimpancés entrenados son capaces de manejar el lenguaje de los sordomudos). Y, por otro lado, no hay que olvidar que la capacidad de aprender un lenguaje es innata también en los seres humanos, aunque requiera del medio para desarrollarse.

2) Otro de los rasgos distintivos que se suele atribuir al lenguaje animal es su carácter mímico. Los animales se comunican con gestos, gritos, intercambios de sustancias, etc., pero los elementos de comunicación son siempre idénticos, estereotipados.

Los sistemas de comunicación no humanos se agrupan en tres diseños:

a) Un repertorio finito de llamadas: una para avisar de la presencia de depredadores, otra de cortejo, etc.

b) Una señal analógica: por ejemplo, cuanto más agitado sea el movimiento de la abeja, mayor será la cantidad de alimento a la que se refiere la danza.

c) Una serie de variaciones al azar sobre un tema: algunas especies de aves cantoras, como el mirlo común, puede introducir cantos nuevos por aprendizaje a partir de sonidos del ambiente para atraer a las hembras en el cortejo.

A diferencia del lenguaje animal, el lenguaje humano es un sistema articulado, con doble articulación. Todas las lenguas humanas está formadas por un número constante de elementos simples, no significativos, pero tienen la peculiaridad de ser susceptibles de combinarse indefinidamente formando grupos significativos.

Esta peculiaridad tiene que ver con la recursividad heurística; esto es, cualquier persona puede producir una combinación nueva de forma absolutamente creativa.

3) Por último, los lingüistas modernos suelen considerar que el lenguaje simbólico humano es absolutamente irreductible a otros medios de comunicación animal (química, auditiva, visual o táctil). En tanto que estos últimos siempre son concretos y situacionales, el lenguaje humano es abstracto y simbólico. Puede utilizar conceptos sobre objetos que no están presentes. Asimismo, esta característica nos remite a la capacidad metalingüística (la capacidad del lenguaje de hablar de sí mismo), exclusiva de los lenguajes humanos.

Características del lenguaje humano

El cerebro humano está especializado. El lenguaje está localizado en el hemisferio izquierdo del cerebro, y en esta parte hay dos áreas diferenciadas: el área de Broca, encargada de producir el lenguaje, y el área de Wernicke, encargada de comprenderlo. Ahora bien, las nuevas tecnologías de exploración del cerebro han puesto de manifiesto la existencia de otra serie de áreas sensoriales, motoras y de asociación, sin una localización concreta, que participan en la compleja tarea del lenguaje.

Las actividades complejas necesitan de la interrelación de los dos hemisferios en los que está dividido el cerebro. Así, por ejemplo, cuando se lee un cuento, el hemisferio izquierdo entiende el significado de las palabras, pero es el hemisferio derecho el que capta el contenido emotivo y las imágenes utilizadas.

Cuando hablamos del lenguaje humano, estamos refiriéndonos a una serie de capacidades adquiridas a lo largo del proceso evolutivo:

1) La capacidad de emitir sonidos con un contenido simbólico, esto es, palabras con un significado (semántica). El conjunto de palabras del que dispone una lengua es el vocabulario o léxico.

2) La capacidad de combinar, de acuerdo con unas reglas (sintaxis), las palabras construyendo frases con distinto significado.

Estas capacidades hacen referencia a la función expresiva (o emotiva), representativa (o referencial) y apelativa (o conativa) de todo lenguaje. Aunque, según Jakobson, el lenguaje tendría, además, otras funciones, no menos interesantes: una función poética o literaria y una función metalingüística.

3) El lenguaje sirve para poner orden en el mundo, clasificarlo y, en última instancia, entenderlo. Pero su objetivo fundamental es la comunicación, transmitir el conocimiento a otro sujeto. De ahí que otra de las capacidades básicas que presupone el lenguaje es entender lo que dicen las palabras, descifrar el mensaje descubriendo su significado.

Funciones del lenguaje

El lenguaje cumple su función expresiva cuando transmite las emociones o sentimientos del emisor (por ejemplo, una carta personal). En su función representativa, el lenguaje transmite información de forma objetiva (textos científicos). La función apelativa se da cuando el emisor intenta influir sobre el receptor (publicidad). Con la función poética, el lenguaje se sitúa en un plano estético, buscando la belleza (como ocurre en una novela o en un poema). La función metalingüística muestra la reflexividad del lenguaje, su capacidad de hablar de sí mismo (como, por ejemplo, en un libro de gramática).

LAS RELACIONES ENTRE EL CONOCIMIENTO Y EL LENGUAJE

La cuestión de si el conocimiento solo puede tener forma lingüística esconde la problemática relación que existe entre pensamiento y lenguaje. Si se puede pensar sin manejar una lengua determinada, entonces es posible que haya pensamiento antes que lenguaje, y que los animales utilicen alguna forma de conocimiento no verbal.

A estas cuestiones se han dado muchas respuestas, que van desde la identidad absoluta entre pensamiento y lenguaje hasta la incompatibilidad total.

Para Schopenhauer, los pensamientos se disuelven en el instante en el que intentamos pasarlos a palabras.

Las investigaciones más recientes en busca de pensamiento animal muestran que se puede llegar a pensar sin lenguaje, en tanto que estos manejan mapas cognitivos, son capaces de hacer planes y de tener intencionalidad en sus conductas.

Los estudios de trastornos del lenguajes en seres humanos, a su vez, indican que aunque se pierdan capacidades lingüísticas, se puede dar alguna forma de pensamiento. Sin embargo, a medida que los procesos cognitivos se hacen más complejos y abstractos, el lenguaje aparece como el instrumento necesario sin el cual no se podrían pensar ciertas realidades.

El pensamiento es anterior al lenguaje

El primero en mantener esta hipótesis fue Aristóteles cuando establece que el pensamiento es una actividad independiente y previa al lenguaje, mientras que el lenguaje es un signo convencional para referirse a los objetos.

En el siglo XX, el principal defensor de esta tesis es el psicólogo evolutivo Jean Piaget. Éste plantea, como resultado de su estudio sobre las etapas de maduración infantil, que primero se adquieren una serie de habilidades mentales (razonamiento lógico, abstracción, etc.) y después se reflejan en el lenguaje. Habría, por lo tanto, formas de pensamiento no lingüísticas que precederían a la adquisición del lenguaje.

Para Piaget, el proceso de maduración origina el lenguaje. Hasta los siete años, los niños y las niñas tendrían un lenguaje egocéntrico, lo que supone que son poco sensibles a la función comunicativa del lenguaje, que prescinden de su interlocutor y que hablan más de sí mismos. Este lenguaje infantil irá evolucionando hacia un lenguaje socializado.

El lenguaje es anterior al pensamiento

El pensamiento no sería más que el reflejo del lenguaje. A lo largo del proceso de aprendizaje, socialmente determinado, el individuo va adquiriendo ciertas habilidades lingüísticas. Éstas le ayudan a entender el mundo de una forma determinada, que, posteriormente, quedará recogida en el pensamiento. Por lo tanto, no existe un mundo que se perciba objetivamente, de un modo puro. Todo lo que se le aparece a un hablante, si es comprensible, lo es a través de las categorías de su lenguaje, mediante las cuales clasifica y asimila la experiencia.

Esta posición se conoce como la tesis de Sapir-Whorf, que son los autores que la formulan más explícitamente. Sapir advirtió que los hablantes de diversas lenguas tienden a prestar atención a aspectos distintos de la realidad.

Las consecuencias de esta tesis son varias, aunque la más sobresaliente es que aboca a un relativismo lingüístico, según el cual cada lengua tendría una forma peculiar e intraducible de entender el mundo.

Esta postura plantea el problema de explicar por qué se entienden personas que hablan lenguas distintas (que pensarían también de distinta forma). No se puede comprender la cosmovisión de una sociedad si no se domina su forma de hablar y, en última instancia, de pensar.

Las complejas relaciones entre pensamiento y lenguaje

Hoy el camino parece más complejo, y se habla de una relación dialéctica entre el lenguaje y el pensamiento. Ambos interaccionan y se influyen mutuamente, aunque suele considerarse que el lenguaje ejerce una labor activa y constituyente del pensamiento.

La discusión clásica entre empirismo y racionalismo resurge con fuerza en el debate de la relación entre lenguaje y pensamiento:

1) Desde una perspectiva empirista, destacan las teorías que consideran decisivos los factores externos provenientes del entorno y del medio social.

Desde esta posición, hay pensamiento en el momento en el que hay lenguaje. Para Skinner, el pensamiento no es más que lenguaje subvocal, que se adquiere en un contexto social determinado, producto de un proceso de refuerzo selectivo, de manera que aprender un lenguaje significa interiorizar las conductas lingüísticas del entorno.

2) En una línea racionalista encontramos la interpretación de Noam Chomsky y otros lingüistas. En esta teoría, se admite la existencia de universales lingüísticos innatos y unas estructuras básicas con las que nacen todos los futuros hablantes.

Chomsky afirma que la adquisición de la lengua es, en gran parte, asunto de maduración de una capacidad lingüística innata, que se diferencia y alcanza una realización específica a través de la experiencia. Todo hablante nace con una gramática interiorizada, con unos principios de organización y regulación subyacentes y comunes a todas las lenguas, que lo habilitan para hacer un uso creativo del lenguaje.

A partir de las ideas de Chomsky y del desarrollo de las ciencias cognitivas, adquirió importancia el concepto de representación mental, y se trató de determinar cómo se relacionan entre sí las representaciones mentales y cómo lo hacen con los objetos que representan.

LA IMPORTANCIA DEL LENGUAJE EN LA FILOSOFÍA ACTUAL

Una de las características de la filosofía del siglo XX es lo que se ha denominado su giro lingüístico. En la actualidad, hay una fuerte corriente filosófica que se esfuerza en abordar los problemas de la filosofía a partir del análisis de cómo se expresan en el lenguaje natural. Desde esta perspectiva, se da una reformulación de los temas clásicos. De esta manera, la pregunta "¿qué es el conocimiento?" se transforma en "¿qué queremos decir cuando afirmamos que conocemos algo?".

1) La preocupación central de la filosofía del lenguaje es establecer las conexiones del lenguaje con la realidad. A finales del siglo XIX y principios del XX, positivistas y atomistas lógicos planteaban que el origen de muchos problemas filosóficos se encuentra en las deficiencias e imprecisiones del lenguaje, del instrumento natural de expresión. Todos ellos parten de la idea de que el objetivo primario del lenguaje es representar y comunicar información sobre la realidad.

Frege, Russell, el "primer" Wittgenstein y Carnap abordan los problemas planteados por los lenguajes naturales utilizando la lógica formal.

2) Por otro lado, hay una línea más pragmática que tiene su origen en el segunda época de las obras de Wittgenstein y que intenta aplicar la actitud crítica de la filosofía al lenguaje cotidiano, esto es, al uso que se hace de las palabras y cómo el lenguaje esconde o pone en evidencia las intenciones, deseos o creencias del hablante.

Austin, Grice o Searle prestan una atención especial al componente de acción que el lenguaje supone.

4) El conocimiento y el problema de la verdad

CONOCIMIENTO Y VERDAD

Hemos visto el conocimiento como un proceso que, partiendo de la experiencia sensible, llega a construir conceptos y teorías que intentan describir, explicar y predecir la realidad. Ahora bien, esta descripción de la actividad natural de conocer deja sin resolver el problema filosófico fundamental de distinguir entre lo verdadero y lo falso. Y, en último término, deja abierta la cuestión de si es posible o no alcanzar la verdad.

Ya Parménides, en el siglo V a.C., había distinguido dos caminos: la verdad y la opinión. Para Platón, conectado con esta idea, solo había un tipo de conocimiento, el verdadero, puesto que conocer es una facultad infalible, y el error pertenece al ámbito de la opinión.

Sin embargo, Marx y Engels, en el siglo XIX, problematizaron el conocimiento al mantener que el error y la falsedad son elementos constitutivos del proceso de conocer humano. Señalaron, asimismo, que a lo largo de la historia de la humanidad han existido concepciones falsas e ideológicas que han intentado presentarse como verdaderas. Ahora bien, ¿significa esto que no es posible conocer la verdad?

En el proceso de conocer intervienen un sujeto y un objeto. Esta relación ha sido entendida de distinta manera en la historia de la filosofía. Si ponemos el peso sobre el sujeto, entonces es éste el que crea o construye el objeto, y tendremos un idealismo. Si, por el contrario, la fuerza de la relación se sitúa en el objeto, se entenderá que es el mundo exterior el que predomina sobre la idea, y nos encontraremos con el realismo.

Ambas posiciones, realismo e idealismo, dan lugar a diferentes modos de entender y situar los criterios de verdad:

1) El idealismo mantiene que no se puede conocer directamente la realidad, sino que la estructura cognitiva del ser humano se impone y determina el modo de ver las cosas. Hay una distancia insalvable entre lo que las cosas son y lo que le parecen al sujeto, por lo que el criterio de verdad está en el sujeto, no en el objeto.

2) El realismo defiende la posibilidad de un conocimiento objetivo. Se puede llegar a conocer objetivamente la realidad, como si no mediara en el proceso ningún sujeto. El mundo es la única fuente de conocimiento y el único criterio de verdad.

3) Otro tipo de teorías de la verdad no prestan atención a la relación sujeto/objeto, sino que sitúan el criterio de verdad en el acuerdo entre los individuos de una comunidad. Se trata de teorías del consenso y de teorías pragmáticas.

Pues bien, te diré, escucha con atención mi palabra, cuáles son los únicos caminos de investigación que se pueden pensar; uno: que es y que no es posible no ser; es el camino de la persuasión (acompaña, en efecto, a la Verdad); el otro: que no es y que es necesario no ser. Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable; no conocerás, en efecto, lo que no es (pues es inaccesible). 

Parménides: Poema

TEORÍAS DE LA VERDAD

La duda en torno a las condiciones de posibilidad de un conocimiento objetivo y verdadero se sembró muy pronto, en los orígenes de la filosofía, y todavía hoy constituye un problema que continúa siendo discutido. ¿Cuáles son las condiciones en las que se puede calificar una afirmación como verdadera?

En este punto no se toma el conocimiento como un proceso, sino como algo que está ya dado, y la pregunta se centra en la posibilidad de justificar su objetividad. La teoría del conocimiento tropieza aquí con la dimensión ontológica del conocimiento, esto es, con la relación entre el conocimiento y la realidad.

Una de las cuestiones centrales en la reflexión filosófica con respecto al conocimiento ha sido determinar qué es la verdad. Ello supone encontrar un criterio que ayude a diferenciar lo verdadero de lo falso. Analicemos brevemente las diferentes formas de explicar la verdad más importantes en la historia de la filosofía.

Verdad como correspondencia

La teoría de la verdad como correspondencia parte de dos supuestos previos: por un lado, existe una realidad independiente del pensamiento y, por otro, se puede llegar a conocerla. Se corresponde con las posiciones empiristas y realistas en la teoría del conocimiento.

Esta postura fue mantenida por Aristóteles (siglo IV a.C.) y retomada durante la Edad Media por Santo Tomás de Aquino (siglo XIII), quien señala que la verdad es la adecuación entre el intelecto y la cosa.

En la actualidad, esta teoría de la verdad fue replanteada por Russell, quien mantenía la existencia de un isomorfismo entre realidad y pensamiento. Para que una proposición sea verdadera, tienen que existir en la realidad el conjunto de hechos a los que se refiere.

Para Russell, lenguaje y realidad comparten una misma estructura lógica, por lo que debe darse la misma articulación entre los elementos de una proposición y los hechos que componen un estado de cosas. En esto consiste el isomorfismo entre realidad y pensamiento.

Tarski expuso esta misma concepción en su teoría semántica de la verdad. La adecuación se produce entre un enunciado acerca de las cosas reales (lenguaje-objeto) y otro enunciado sobre el propio lenguaje (metalenguaje); o sea, la verdad es la relación entre dos enunciado lingüísticos de distinto nivel. Tarski pone de manifiesto el papel mediador que tiene el lenguaje en el proceso de conocimiento.

Verdad como coherencia

Históricamente, las teorías de la verdad como coherencia han sido mantenidas por autores racionalistas o idealistas, como Spinoza, Leibniz o Hegel. Estas teorías se mueven en un plano lingüístico. Hablan de las relaciones entre los signos (matemáticos, lingüísticos, etc.) de un sistema.

No es necesario contrastar con el mundo exterior la verdad o falsedad de una afirmación, porque una proposición es verdadera cuando no entra en contradicción con el resto de proposiciones que conforma una teoría. Su verdad o falsedad depende de la relación que mantiene con otros enunciados del sistema.

En el siglo XX, resurgieron estas teorías de la verdad como coherencia gracias a los matemáticos y los lógicos, principalmente, que creen que lo fundamental de cualquier sistema (matemático, lingüístico, filosófico, etc.) es la ausencia de contradicción.

Verdad como desvelamiento

Las teorías de la verdad como desvelamiento o alétheia plantean que la verdad se encuentra en la realidad en general (en el ser), y la misión del sujeto es descubrirla, hacerla visible.

Este planteamiento surge con Parménides, pero Heidegger lo desarrolla más explícitamente: las cosas se encuentran ocultas y el objetivo del conocimiento es permitir que se muestren como son a través del discurso.

Verdad como consenso

Hay teorías que conciben la verdad como consenso y la sitúan en el plano de las relaciones entre sujetos. Así, según Durkheim, la oposición entre verdadero y falso se reduce a un problema de acuerdo y desacuerdo social.

Habermas considera que una buena definición de la verdad no debe olvidar los aspectos intersubjetivos, propios de la vida en comunidad. Se trata de buscar el consenso en el discurso, pero en una situación ideal en la que todos los participantes hablen en igualdad de condiciones y se puedan escuchar todas las opiniones relevantes.

La verdad es el producto intersubjetivo de una comunidad de individuos en relación activa a través de un discurso común.

Verdad pragmática

La concepción pragmática de la verdad afirma que es verdadero aquello que se muestra eficaz en la práctica.

Según Charles S. Peirce, una sentencia es verdadera cuando los que utilizan el método científico persisten en la afirmación de su verdad. Sólo el método científico alcanza y sustenta indefinidamente un consenso de opiniones. Los demás métodos sólo llegan a acuerdos temporales. La verdad científica es la que mayores éxitos prácticos ha alcanzado y, por tanto, la más fiable.

En último extremo, algunos autores como John Dewey han afirmado que el éxito o la utilidad son los únicos criterios fiables de verdad.

Verdad como perspectiva: la hermenéutica

La hermenéutica, con el precedente de Nietzsche, tiene en cuenta las condiciones desde las que el sujeto busca y enuncia la verdad. Según Ortega y Gasset, la verdad sólo se podría obtener con la suma de todas las perspectivas particulares de ver el mundo.

Gadamer subraya que la verdad no es monopolio exclusivo de las ciencias naturales, que pretenden distanciarse de cualquier prejuicio para alcanzar la objetividad. De hecho, toma la experiencia de la verdad en el ámbito del arte como modelo de referencia para las demás disciplinas.

En toda comprensión y en toda experiencia de la verdad (también la científica) la persona está condicionada por una serie de prejuicios que posibilitan la comprensión y el acercamiento a la verdad.

La verdad tiene un carácter existencial. Aparece en el diálogo y es fruto de un acuerdo, de la "fusión de horizontes" de los sujetos.