Las estadísticas que reflejan las encuestas entre oftalmólogos de lo que ha dado en llamarse “burnout” reportan un aumento importante en el número de afectados. Tenemos que usar números de USA porque la tasa de respuesta a las encuestas aquí es bajísima. “Solo” el 40% de los oftalmólogos está afectado y de estos la mitad se quieren retirar de la profesión. Es fácil asumir que por estas tierras las tasas no son menores.
Entre las causas se citan los pagos decrecientes de honorarios, la “empapelada” que han significado las historias clínicas electrónicas y la pérdida de respeto de los pacientes.
El síndrome “burnout” que traduce literalmente a “quemado y afuera” se caracteriza por la sensación de futilidad en el trabajo diario, despersonalización en el trato con pacientes y colegas y agotamiento emocional, con progresivo desinterés por la profesión. La práctica de cada día, se arrastra como una pesada carga.
Creo compartir con muchos colegas un síndrome contrario que llamaría “vivir en gracia” y se deriva de las múltiples oportunidades en las que cada día los pacientes expresan su agradecimiento.
Son varios los elementos que contribuyen a que podamos vivir en gracia.
El central y que es eje de los demás es vivir constantemente convencido del propósito de nuestra profesión: ayudar a los demás, aliviarles el sufrimiento, recuperar o mejorar visión. Parece obvio pero cuántas veces nos vemos dominados por la preocupación de cuanto me pagan, cuántos pacientes veo, cuántas cirugías tengo programadas, que tanto daño se hace a mi prestigio o que tan importante me he vuelto en la profesión.
Cuando nos centramos en nuestro papel central de servir, ayudar, curar, consolar todo lo demás se va dando como por arte de magia y tendremos siempre pacientes expresando su agradecimiento, así no hayamos tenido éxito.
Un segundo principio que nos dará coherencia y paz interior es el apego a la verdad. Cuando nos alejamos de ella, cuando en el afán de incrementar nuestros números, prometemos más de lo que somos capaces de dar, allí es donde aparecen los irrespetuosos y agresivos, que nos desconsuelan. Nos alejamos de la verdad cuando no somos capaces de explicar en términos simples lo que llevó a una complicación o un mal resultado. Allí empiezan las segundas opiniones, las malas relaciones con el colega que sí dijo la verdad y los abogados a no dejar pasar oportunidades.
Un tercer ejercicio es combatir la arrogancia y prepotencia. Tenemos que ser conscientes, que producto de nuestros largos años de estudio y sacrificio y nuestro esfuerzo por adquirir habilidades y destrezas que rayan en lo milagroso, nuestro ego tiende a inflarse, a veces desproporcionadamente. Contrastamos nuestra sabiduría con la ignorancia de los enfermos y los estudiantes. Y se cae fácilmente en el maltrato, el desprecio y la humillación. Algunos lo practican convencidos de que así debe ser la enseñanza lo que hace que su modo, se traslade con facilidad a los pacientes Se gesta así el incomprensible fenómeno de un paciente bien operado o bien tratado, pero descontento con el médico quien no ha logrado mostrar ni una fibra de empatía. El siente que todos deberían estar agradecidos de poder interactuar con tan grandioso personaje.
Una cuarta estrategia que contribuye al “Burnout” es la “cistitis” crónica. Siempre estará disfrazada de interés por el cuidadoso seguimiento del paciente. Pero el impulsor es “construir una agenda” que se vea llena. La importancia y el éxito se mide por la demora en las citas. “Mis citas están a 6 meses y mi programa quirúrgico está copado por tres meses” repite orgulloso mientras sufre una desproporcionada expansión torácica y un peligrosos incremento en los niveles de bronce en plasma. Salvo algunas situaciones específicas obvias como el glaucoma crónico, ¿es realmente mejor cuidado citar con frecuencia a un paciente al que solo se le va a decir en forma repetida: “ va muy bien”? No sería mejor tomarse el tiempo para enseñarle auto cuidado y los signos de alarma con la advertencia de consultar rápido en caso de necesidad?. Con el agregado que si su agenda no está llena de recitados, le van a encontrar cupo pronto y le va a poder solucionar su problema serio a tiempo. Son muchos los desprendimientos de retina tempranos que he operado con éxito, porque el paciente no podía conseguir cita con su oftalmólogo pronto. Y he constatado muchos ojos perdidos mientras esperan los 3 meses de la cita después de una pérdida súbita de visión.
En la medida en que seamos capaces de diseñar estrategias para nuestras prácticas que maximicen el valor que le entregamos a los pacientes y no nos peguemos de copiar artificios de lo que otros han establecido como éxito, tendremos mejores posibilidades de sentir que le estamos aportando algo a los demás, podremos vivir en Gracia con las muchas gracias que recibimos y podremos evitar el fastidioso olor a quemados.
Alberto Castro/ 2023
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