¿Qué debo hacer para perdonar?  

Fernando Alexis Jiménez

Millares de personas en el mundo entero se encuentran acosadas por el rencor. No pueden vivir en paz. Se preguntan si es posible perdonar. Por supuesto que sí, con ayuda de Dios.

Cuando evaluamos las heridas del alma, es necesario llegar a la conclusión de que muchísimas personas las enfrentan. No somos unos cuantos los que, en algún momento de la vida, experimentamos hechos traumáticos que se grabaron para siempre en nuestro corazón.

Ligado a este elemento hay otro: Las personas heridas dañan a otros y, al tiempo, se lastiman a sí mismas. Termina convirtiéndose en un ciclo que no parece terminar.

Puede que a primera vista una persona luzca muy equilibrada, pero generalmente puede albergar situaciones difíciles que han afectado su vida emocional. Incluso, debajo de toda persona difícil puede esconderse un ser herido. Si a este hecho le sumamos una baja autoestima de la persona, el panorama se complica más.

¿CÓMO TRATAR CON ALGUIEN HERIDO?

En primer lugar, un aspecto del cual es necesario tener claridad, está relacionado con la auto evaluación que debemos hacernos.

¿Estamos heridos? ¿Se nos dificulta perdonar? Avanzar en esos dos elementos no es algo que se logra de la noche a la mañana. Es un proceso.

No podemos escapar a la realidad de que las heridas del alma deben ser sanadas, y no en nuestras fuerzas sino en las de Dios. Quien busca remedio inmediato, sencillamente está equivocado.

Si además, de reconocer y pedirle al Señor Jesús que sane nuestras heridas, nos toca compartir espacio sentimental con una pareja herida, o quizá los hijos, es necesario mirarlos más allá de la superficie. Entender que sus reacciones tienen un origen. Y sobre esa base, si el amor de Cristo mora en nosotros, debemos tratarle con comprensión y cierto margen de tolerancia.

PERDONAR NO ES FÁCIL

¿Ha pensado por un instante cuánto daño le puede estar causando la falta de perdón?  Si no es así, le invito para que haga un alto en el camino. Formúlese el interrogante. ¿Lo hizo? Ahora le invito a preguntarse: ¿Cuántas personas a su alrededor están en las prisiones del rencor, el odio y el resentimiento? Su existencia es un desastre. No disfrutan nada, en absoluto, porque todo cuando alcanzan— en el trabajo, en la iglesia o en la sociedad— se ve empañado por la rabia que carcome sus corazones.

Recuerdo el caso de un joven que odiaba a su padre desde la niñez. Por alguna razón estaba dolido y esas heridas, conforme pasaba el tiempo, se hacían más profundas.

Lo odio con todas mis fuerzas”, solía repetir y jamás prestó atención a quienes le llamaban a considerar que se trataba de su progenitor.

Un viernes en la noche, cuando el hombre regresaba a casa, sufrió un accidente. Un tracto camión arrolló el vehículo en que viajaba.

En el funeral, el muchacho lloraba intensamente. Estaba inconsolable. “Jamás lo perdoné, ni le pedí perdón”, se lamentó cuando hablamos. ¡Tenía sobre sus hombros una pesada carga que se tornaba difícil de sobrellevar!

¿TODAVÍA GUARDA RENCOR EN SU CORAZÓN?

Medite en su situación. ¿Guarda rencor hacia su cónyuge? ¿Quizá no soporta a sus hijos por algún error que cometieron? Y ¿qué de sus padres? ¿Les tiene en estima o guarda alguna molestia hacia ellos?

Probablemente todo el cúmulo de molestia hacia personas cercanas es producto de malinterpretar las cosas o de una excesiva susceptibilidad. O tal es contra usted que guardan resentimiento.

Cualquiera sea la situación, le invito a leer la siguiente la reflexión de un eminente conferencista cristiano de nuestro tiempo:

“La gente herida encontrará una ofensa donde no hay ninguna. Si usted sabe que no ha hecho nada malo, recuerde que no importa qué digan otros sobre usted, sino lo que usted crea sobre usted mismo. Puede disculparse por el dolor que sientan y tener compasión por su estado, pero no debe tomarlo como algo personal. Eso puede ser difícil incluso para una persona con una imagen saludable de sí misma, pero vale la pena el esfuerzo.” (John Maxwell. “Cómo ganarse a la gente”. Grupo Nelson Editores. 2012. EE.UU.  Pg. 35)

Un paso clave para no vivir atados al rencor y el odio, es hacer un listado de aquellas personas por quienes sentimos molestia. Se sorprenderá al conocer que muchas veces, en el listado, aparecerán miembros de su familia.

UN DEBATE DE MUCHOS SIGLOS

El gran interrogante de si el hombre puede conocer a Dios, ha sido motivo de debate durante siglos por parte de filósofos y teólogos. No hay una respuesta única que satisfaga a todos, ya que depende de la definición cada quien tenga acerca de qué es conocer a Dios.

En primer lugar, consideremos a quienes se oponen a la posibilidad de conocer al Señor. Precisan que la existencia del mal en el mundo es incompatible con un Dios bueno, que todo lo puede.

Hay quienes se afianzan en el hecho del sinnúmero de personas que no creen en el Todopoderoso creador. Si tanto no creen, es porque no existe, señalan como argumento principal.

Un tercer grupo advierte que es tan complejo definir a Dios, que no podemos saber nada de Él y, por ende, no lo podemos conocer.

Es Dios quien se revela al género humano. Por tanto, el que alguien diga que acepta su existencia y que es fácil o difícil conocerlo, no reviste tanta importancia, como tener un encuentro personal con Él. Dejarnos encontrar por Él.

En última instancia, la cuestión de si el hombre puede conocer a Dios es una cuestión de fe. No hay pruebas científicas que demuestren o refuten la existencia de Dios, por lo que cada individuo debe decidir por sí mismo en qué cree.

¿DE QUÉ MANERA SE NOS REVELA DIOS?

Hay muchas formas, podríamos decir que infinitas, sobre la forma como el Supremo Hacedor se revela al hombre. No hay una respuesta única que satisfaga a todos, ya que diferentes tradiciones religiosas y personas individuales tienen diferentes experiencias y comprensiones del Creador supremo.

No obstante, para que hagamos las cosas sencillas, podemos señalar que hay por lo menos cinco formas como Dios se manifiesta en Su grandeza a las personas:

1. Dios se revela a través de la naturaleza: La belleza y el orden del mundo natural a menudo se ven como un reflejo de la gloria y la majestad de Dios. El Salmo 19:1 dice: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos".

2. Dios se revela a través de la experiencia humana: Las alegrías, el amor, la compasión, la creatividad, el sentido de propósito, los dolores y los misterios de la vida también pueden ser vistos como oportunidades para encontrar a Dios. El abanico de experiencias del género humano es muy amplio.

3. Dios se revela a través de las escrituras sagradas. La Biblia, el Corán, el Torá y el Bhagavad Gita son algunos ejemplos de escrituras sagradas que son veneradas por millones de personas en todo el mundo. Coinciden en la existencia de un Ser supremo, creador de todo, incluso de la vida humana.

4. Dios se revela a través de la profecía y los milagros: Algunas tradiciones religiosas creen que Dios se ha revelado a través de profetas o mensajeros especiales, o a través de milagros y eventos sobrenaturales. Estos eventos pueden verse como signos del poder y el amor de Dios, y pueden ofrecer evidencia de la existencia de Dios para aquellos que la experimentan o creen en ellos.

5. Dios se revela a través de la experiencia personal: En última instancia, la forma más profunda en que Dios se revela al hombre es a través de la experiencia personal. Esto puede tomar muchas formas diferentes, como la oración, la meditación en la Palabra, la adoración o simplemente pasar tiempo en la naturaleza.

Cuando abrimos nuestros corazones y mentes a Dios, podemos experimentar su presencia y amor en nuestras vidas de manera única y significativa.

Ahora, tengamos en cuenta que la experiencia de cada persona es única, aunque hay muchas otras formas en las que Dios se comunica con nosotros. Lo más importante es estar abierto a la posibilidad de una relación con el Padre eterno y buscarlo con un corazón sincero y una mente abierta.


CAPACIDAD PARA PERDONAR

El segundo paso, es pedir a Dios la capacidad de perdonarlos. Decídase a hacerlo. Recuerde lo que enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo: 

“Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero, si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.” (Mateo 6:14, 15. NVI).

Cuando nos decidimos a perdonar, somos libres. Es un proceso maravilloso que nos permite ver la vida con otros ojos, pero, además, nos ayuda a dejar a un lado la pesada carga que hemos arrastrado o quizá pesa sobre nuestros hombros.

¿Es fácil? Puede que no si lo intentamos en nuestras fuerzas. Si por el contrario buscamos la ayuda del Señor Jesús, Él nos ayudará. Hágalo por su bien, el de su familia y el de quienes le rodean.

A propósito, si no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, le invito para que lo haga ahora mismo. Le aseguro que no solo emprenderá una nueva vida, sino que, además, disfrutará cada instante de su existencia.

LA NECESIDAD DE PERDONAR A LOS SERES AMADOS

Una atribulada mujer me escribe desde Guerrero, en México, para referirme el dolor que le causa la infidelidad de su esposo. ¡Él cometió adulterio con una vecina hace catorce años! Le pidió perdón, decidió cambiar, en adelante fue un hombre de casa... Pero ella insistía en reprocharle su actitud en cada nueva discusión.

Por supuesto, esa actitud hacia su cónyuge se veía reflejada en su malestar permanente, el desánimo e incluso, en su vida espiritual.

Le respondí refiriéndole la necesidad de perdonar a su esposo y darse los dos una nueva oportunidad. Incluso le recordé un pasaje que tengo resaltado con color amarillo en mi vieja Biblia

“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.”  (Marcos 11:25. Reina-Valera 1960).

¿Se ha preguntado qué significa perdonar? Le invito a considerar la raíz de este término.  En el griego – perdonar— es afiemi y significa, entre otras cosas, dejar ir o abandonar. Esta es la misma palabra que se encuentra en Juan 4:28 y 1 Corintios 7:11.

Sobre esa base, perdonar es abandonar o dejar a un lado ese sentimiento destructivo; es lo que debemos hacer con cualquier sentimiento de rencor o venganza hacia quienes pecan contra nosotros, para que nuestros pecados sean perdonados después de la salvación inicial.

En otras palabras, dejar que aquellas cosas se vayan. ¡No albergue amargura o un deseo de venganza contra aquellos que han pecado contra usted!

El afamado autor y conferencista, John Maxwell, escribe:

“La inclinación natural de muchas personas es contrarrestar el fuego con fuego, y el dolor con dolor. Sin embargo, desquitarse de una persona herida es como patear a un hombre caído. El estadista Sir Francis Bacon dijo: “Eso es cierto, que un hombre consumado por la venganza mantiene sus heridas frescas, las cuales de no ser así sanarían y a él le iría bien.” Si alguien estalla con rabia contra usted, lo mejor que puede hacer es perdonarle y seguir adelante.” (John Maxwell. “Cómo ganarse a la gente”. Grupo Nelson Editores. 2012. EE.UU.  Pg. 36)

Estamos llamados a perdonar, pero si aquél a quien hemos ofendido no nos quiere perdonar y en reiteradas ocasiones hemos intentado llegar a un clima de entendimiento sin mayores resultados, es tiempo de volver la mirada a Dios y pedirle que sane el corazón herido de quien dañamos con nuestras palabras o acciones.

Le aseguro que el Dios de poder en el que hemos creído, no solo ayudará en el proceso, sino que traerá en nuestro mundo interior. ¡Hoy es el día para perdonar con ayuda del Señor Jesús!

UN EJEMPLO DE PERDÓN

Aun cuando nos hemos empecinado en pecar, Dios nos perdonó desde la eternidad. No nos lo merecemos. Es gracia. Una manifestación de Su amor ilimitado.

Dios materializó ese amor y gracia, al enviar a Su Hijo Jesús a morir por nuestros pecados en la cruz. Su sangre nos limpió de pecados, nos abrió las puertas a una nueva vida y nos asegura la vida eterna. Aprópiese hoy de esa gracia, disponible para usted y su familia.

A propósito: ¿Ya recibió a Jesucristo como su Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Le aseguro que no se arrepentirá, y podrá emprender un nuevo camino de crecimiento personal y espiritual. ¡Tome la decisión hoy mismo!

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