El día de San Raimundo de Peñafort, patrón de los abogados y, en general, de los juristas, los alumnos del quinto y último curso de los estudios de licenciatura, tradicionalmente venían celebrando “el juicio bufo” en el hall de la facultad. Como su propio nombre indica, se trataba de escenificar un juicio con su estrado, su tribunal, su fiscal, sus abogados defensores, sus acusados, sus testigos y demás pruebas, que finalizaba con una sentencia condenatoria o absolutoria de los acusados. Su carácter bufo se correspondía con un contenido satírico que se dirigía especialmente hacia los catedráticos por sus manías académicas, por el contenido de la docencia, o por la mayor o menor dureza de los exámenes, haciéndose públicos entre los asistentes los apodos o motes, las virtudes o los defectos, por los que eran conocidos por los estudiantes. El profesorado asistía también a ese simulacro cada año y, con mayor o menor desenvoltura, encajaban las críticas de los alumnos.
Resultaba ser que el juicio bufo del año anterior, el 1969, no se había podido celebrar, pues la festividad se encontraba dentro de la vigencia del estado de excepción, y eso había causado una gran desilusión a los estudiantes que obtendrían la licenciatura en ese año que decidieron adherirse al de 1970, corriendo por la facultad la noticia de que los grises y los sociales, a pesar de no estar en vigor esta vez ningún estado de excepción, lo volverían a prohibir. A ello se añadía que, una vez finalizado el estado de excepción, el 22 de julio de 1969 las cortes franquistas habían proclamado a Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco a título de rey tras la muerte del dictador, lo que significaría la vuelta de la institución de la monarquía hereditaria a España, todo un alarde de anacronismo.
El último curso de derecho, harto ya de la dictadura y de la pretensión de restaurar la monarquía, decidió pasar a la ofensiva, y los comisionados para la organización del juicio bufo decidieron que los acusados fueran los reyes católicos, Isabel y Fernando, así como a sus descendientes, a los que imputarían los delitos de “alta tradición”, “alzamiento de moros en beneficio de cristianos”, y de haber hecho a España grande a costa de Sudamérica y, como libre no lo había sido nunca, decidieron hacerla una”. En ese contexto, el juicio bufo podía extenderse a todos los temas de la actualidad política, desde la dictadura y sus aliados, hasta la monarquía restaurada por Franco, pero también sobre los problemas identitarios de las nacionalidades del Estado.
Toda la preparación se realizó de forma reservada, por no decir clandestina, mientras se convencía a los catedráticos y restantes profesores de la necesidad de dar expreso soporte al acto con su presencia masiva en un espacio reservado, como había acontecido en anteriores juicios bufos, y su compromiso de que actuarían contra cualquier actuación de la policía de ocupar la facultad para impedir su celebración. La convocatoria fue realizada, como de costumbre, en todas las facultades y escuelas de la universidad de Barcelona y el día previsto para la representación, el hall de la facultad de derecho y las escaleras de acceso a las plantas, desde dos horas antes de la fijada para su inicio, se encontraban atiborradas de un público impaciente, rodeando la tarima reservada a los actores del espectáculo. En los alrededores de la facultad se habían desplegado, sin hacer demasiada ostentación, varios jeeps con grises en su interior.
El presentador se acercó al micrófono y dio la bienvenida a los grupos de asistentes, diferenciándolos por su especialización universitaria y resaltando la pretendida supremacía de la licenciatura de derecho sobre las restantes con ocurrencias más o menos divertidas. A continuación recordó a los asistentes que el año anterior el juicio bufo no se pudo celebrar por el estado de excepción, a diferencia de lo que ocurría en esos momentos por lo que era posible que, en el futuro, el juicio bufo se alternara anualmente con el estado de excepción, sin que fuera fácil concluir que era el estado de excepción el que provocaba el juicio bufo o el juicio bufo el que provocaba el estado de excepción. Cada vez que se hacía referencia al estado de excepción una ensordecedora pitada de los asistentes se extendía por todo el edificio. Finalmente identificó a las partes del juicio, el Ministerio Fiscal como parte acusadora, contra los reyes católicos, que comparecerían bajo palio, con lo que no quería acusarlos de irreverentes sino de políticos, a los que consideraba culpables de la apertura, la cerradura, la coyuntura y la caradura reinantes en nuestra maltrecha España y que, para concretar su responsabilidad, habría que escarbar en las entrañas de la historia y llegar hasta el fondo de las causas, “por más que una parte pretenda, a base de crisis ministeriales, hacer Borbón y cuenta nueva a todo cuanto antecede”, porque todo ello era imputable, en gran medida, a los reyes católicos, culpables de los delitos de “tiesa majestad”, “alta tradición”, “aragonicidio, aborto del país en que vivimos, haber dejado abierta la jaula del águila imperial y que el águila imperial se comiera a la paloma de la paz, haber usado a dios como remedio para todo y ahora no había dios que lo remediara, de ser solamente buenos administradores de sus bienes a pesar de practicar un cristianismo muy anterior al Opus Dei; siguiendo con su acusación, el fiscal acusó a los reyes católicos y a los herederos de la corona, de reclutar en la ayuda de sus tropelías a unos seres asquerosos y sucios hasta tal punto que eran conocidos como los “suciales”, los cuales, a su vez, eran auxiliados por unos seres incultos, que sólo conocían las cuatro reglas de su mujer, por lo que eran llamados “los grises”. A medida que avanzaba el juicio bufo, las canciones y las intervenciones del fiscal y de los testigos, adornadas con canciones del conjunto musical improvisado sobre la tarima, iban radicalizando el rechazo y la crítica bufa. Uno de los testigos depuso sobre las preguntas relacionadas con el tema identitario catalán. Cuando el presidente del tribunal le instó a que dijera su nombre y apellidos, se identificó como “Pompeu Sucdecunils i usdefruits, pero que todos sus amigos lo conocían como Psuc; a la pregunta sobre su estado contestó “Catalunya, lliure i independent”, ante lo que el tribunal le aclaró que se trataba de su estado civil. El conjunto musical adornó esa declaración con una canción basada en la música del “ara digueu” de Raimón y con la siguiente letra:
Anem fotuts desde fa cinq-cents anys,
I fa molt de temps que el Barça no guaña la lliga,
I si a Tuset ara es parla en català,
A Robadors només en català es com lligas.
Nois que veniu aquí a estudiar,
Si sapiguèssiu quant ens ha costat,
Posar al siscents les quatre barres i la verge montserratina,
Per esperar que els angelets del cel,
per a nosaltres vinguin a canviar la truita……….
Tots veiem als inmigrants,
que s´han donat a la reproducció masiva,
I si nosaltres no ens espabilem,
haurem de fotre el camp cap. a Sevilla.
Ara digueu, ara digueu, ara digueu.
Ruano estaba sorprendido de que el juicio bufo no hubiera recibido hasta esos momentos ninguna invasión de policías, probablemente debido a la asistencia masiva y al hecho de que se celebrara de puertas adentro de la facultad, sin incidencia en la Avenida Diagonal. Después le tocó el turno a la monarquía, que llevaba en sí misma un claro contrasentido, como se acreditaba por la circunstancia de que necesitaba para existir y ejercer el poder un reino, y esa palabra estaba compuesta de dos sílabas: ¡rey-no! Cuando el tribunal le preguntó al testigo Cristóbal Colón sobre sus datos personales, al llegar a la nacionalidad, contestó entonando la canción italiana “la verità ti Faria male”. Sobre la presencia cada vez mayor de ministros del Opus Dei en el gobierno de la dictadura y su connivencia con la sucesión monárquica, el locutor resaltó que esa organización parece que fue fundada por un escribano que se dice de Balaguer, lo cual no parecía muy verosímil, pues habría que llegar a la conclusión de que, bien la Obra de Dios, que es lo que en castellano significa Opus Dei, no ha sido obra de dios, sino del escribano, bien que el escribano se creía dios. De fondo, el conjunto musical, siguiendo una melodía religiosa de la virgen de Fátima (el 13 de mayo en Cova de Iría bajó de los cielos la virgen María), cambió la letra por la siguiente:
Había una secta de mucho cuidado,
que ocupaba cargos los más renombrados.
Opus, Opus, Opus Dei, Opus, Opus, Opus Dei.
Hacían las cosas con un gran misterio
y al fin se sentaban en los ministerios.
Opus, Opus, Opus Dei, Opus, Opus, Opus Dei.
Su primer eslogan de orden social,
es joder al pobre y hacer capital.
Opus, Opus, Opus Dei. Opus, Opus, Opus Dei.
Su segundo eslogan es algo tremendo,
estar siempre al lado de alguno jodiendo.
Opus, Opus, Opus Dei, Opus, Opus, Opus Dei.
El relator finalizó afirmando que, tal era la capacidad del Opus de copar los cargos políticos que, a la entrada del Pardo y en muchos otros edificios del país, habían colocado un cartel de “Prohibida la entrada a toda persona ajena a la obra”. Las risotadas y los aplausos del público interrumpieron el juicio durante más de diez minutos.
Antes de dictar sentencia, el tribunal se retiró para deliberar, mientras el conjunto musical cargaba contra la monarquía en la figura de Juan Carlos musicando esta vez la canción “en la arena escribí tu nombre”, de Los Payos:
Tu nombre escribí en la arena
Y no en la Constitución.
La arena se la lleva el viento,
navegante campeón.
¡Coge tu corona y póntela,
¡Vete allí a las cortes, allí a reinar!
Chi-virí-virí, Borbón, Borbón,
Navegante campeón.
Las Cortes te soportaron,
Tu malísimo sermón,
El pueblo no aguanta tanto,
Navegante campeón.
¡Coge tu corona y tírala, vete a hacer deporte con Samaranch!, (bis)
Si alguna duda te cabe
de tu mala situación,
pregúntale a tu abuelito
por el gran pueblo español.
Chi virí virí, Borbón, Borbón,
Navegante campeón. (bis).
Finalmente, con la música del ¡Ay, Carmela!, el coro del conjunto reforzado y con el volumen de los altavoces a su máxima potencia, se añadió,
“Treinta años de victoria,
Ay Carmela, ay Carmela,
De monsergas y de historias,
Ay Carmela, Ay Carmela,
Han armado esta refriega,
Ay Carmela, Ay Carmela,
con el tonto y con la griega,
Ay Carmela, Ay Carmela.
Con un sucesor tan chulo,
Ay Carmela, Ay, Carmela,
Con un sucesor tan chulo,
Ay Carmela, Ay Carmela,
¡Iros a tomar por culo!,
Ay Carmela, Ay Carmela,
¡Iros a tomar por culo!,
Ay Carmela, Ay Carmela.
Viva quinto de derecho,
que son los que dan el pecho,
luchamos contra los grises,
mercenarios y sociales,
¡qué manada de animales!
! Nos pusieron expedientes,
rectores y malas gentes, Valdecasas y Cifuentes.
Con un sucesor tan chulo, ¡iros a tomar por culo!
Finalmente el presidente del Tribunal dio lectura a la sentencia, presidida por la aplicación de los principios generales del derecho, entre los que destacaban especialmente tres: que “si Gibraltar era una espina para España, Madrid era para Cataluña “tota la carcanada”; que “España es el istmo que une Andorra con Gibraltar”; que “lo que le hacía falta a la Falange últimamente era mucho yugo”; y que “si la patria es madre, allí había más de un hijo de puta suelto”. A los reyes católicos se les condenaba, por haber cometido todos los delitos de que eran acusados, a ponerse las coronas en el culo, pero al revés, que es como pinchan; a defenderse con los guerrilleros de Cristo Rey, que eran los reyes del Cristo; y a reconocer a la prole por tonta del culo que fuera. Como cómplices y encubridores, se condenaba también al Conde de Barcelona a que dijera públicamente en nombre de qué se llamaba de Barcelona y a Escribá de Balaguer a que buscara en la obra un obrero, a ver si lo encontraba.
Mientras tanto, grupos de estudiantes habían ido adhiriendo a los cristales cartones con caricaturas de Juan Carlos, en las que se denominaba al sucesor de Franco a título de rey como “Juan Carlos I, el pelele,” o como “Juan Carlos I, el fratricida”.