Advertencia: esta sección está llena de analogías. Espero por lo menos una de ellas sea de ayuda.
Yo veo a los pensamientos como elementos secretados por nuestra mente. Me gusta ver los pensamientos casi de la misma manera que otros elementos de nuestro organismo. Como nuestra boca segrega saliva o nuestro hígado bilis, nuestra mente genera pensamientos. No sé si puede hacerse esta analogía de manera tan directa, pero a mí me ayuda porque le quito sentimientos de culpa (“no sé por qué estoy teniendo este pensamiento” o “no puedo creer que acabe de pensar eso”), reduce su veracidad (no tengo que creer todo lo que pienso), y me ayuda a integrar de verdad que yo no soy mis pensamientos (me ayuda a separarme de mi mente).
Otras maneras de ver los pensamientos:
Analogía 1: Los pensamientos son como un tren que van cambiando de estación en estación de manera casi automática. De repente nos damos cuenta que llegamos a una estación desconocida, extraña, profunda o hasta ficticia y nos preguntamos ¿pero cómo llegué hasta aquí?
Analogía 2: los pensamientos son como nubes en el cielo que llegan y pasan.
Analogía 3: los pensamientos son como ramas en la selva dirigidas por un mono que va de rama en rama de manera aleatoria.
Analogía 4: los pensamientos son como troncos de madera que corren por un río.
¿Tienes otra analogía que te guste?
Bueno, independientemente de la manera en la que visualices los pensamientos, intenta observarlos. Tú los puedes observar porque tú no eres tus pensamientos. Tú no eres tu mente.
Observar: Entonces, imagina que observas la nube pasar, o el tronquito flotando sobre el río o el tren de estación en estación. Simplemente, observa. Sin juzgarlos, sin involucrarte con ellos. Sin darles o quitarles fuerza. Solamente obsérvalos.
(Y a propósito, no te juzgues si llegas a juzgar un pensamiento, simplemente nótalo e inténtalo otra vez)
En algún momento notamos que estamos siendo consciente de la conciencia sobre nuestros pensamientos. Estamos observando al observador. Esto se denomina consciencia metta y puedes leer más sobre ello, aquí.
Etiquetar: Otro paso que puedes seguir es asignarle una categoría a tus pensamientos. Por ejemplo, si pasa por tu mente un pensamiento relacionado con tu trabajo, puedes ponerle la etiqueta “trabajo”. O si notas un pensamiento sobre algo que debes hacer, le puedes asignar la etiqueta “planeando”. O si estás pensando en algo que ya sucedió, la etiqueta puede ser “pasado”. No es necesario usar etiquetas muy detalladas (evita etiquetas cargadas de emoción o muy específicas, como “estoy pensando sobre mi mejor amiga que me debe $1000 y nada que me paga” o “lo divertida que estuvo la fiesta del sábado pasado”)
De nuevo, sin juzgar, sin involucrarte, solamente observando y etiquetando a nivel genérico y neutro.
Puedes verlo como que eres un científico observando un evento interesante, pero desidentificandote de éste.
Dejar pasar: una vez observes tus pensamientos sin juzgarlos y sin involucrarte con ellos (etiquetar es opcional), déjalos pasar. Si ves tu pensamiento como una nube, imagina que viene un viento que se la lleva suave pero rápidamente. Si lo ves como un tronco sobre un río, imagina que la corriente se lo lleva hasta la otra orilla o hacia abajo de una montaña donde ya no lo puedes ver.
Yo en lo personal imagino que mi pensamiento es un documento en mi computador y cuando lo observo y lo quiero dejar ir, lo arrastro hasta el bote de basura digital o una de las carpetas que veo en mi monitor (creo que esto pasa al estar tanto tiempo frente a un computador). Haz lo que te funcione a ti.
La brecha: al dejar ir a un pensamiento y antes de que, inevitablemente, llegue el siguiente nos queda un espacio. ¡Aquí es donde está la magia! Ya sea que estés meditando, practicando atención plena o simplemente observando tus pensamientos, enfócate en ese espacio, ese silencio, ese descanso entre pensamiento y pensamiento.
Un atajo: el shortcut que nunca me falla cuando quiero tener ese espacio mágico de silencio es hacerme la pregunta a mi misma “ok, ¿cuál será mi próximo pensamiento?”. Inténtalo ahora mismo. En serio, dale. Si, ya, te demoras 2 segundos. Dale: “¿cuál será mi próximo pensamiento?”
¿Resultado? Si mi bola de cristal no me falla, no lograste generar ningún pensamiento. Te quedaste en blanco, ¿verdad? ¿a que está buenísimo el truquillo este? Inténtalo la próxima vez que tengas la cabeza a mil y necesites un respiro.
Bueno, y con esto, te informo que ya tienes los pasos para un tipo de meditación. Hay muchos tipos, pero si tan sólo te sientas cómodamente y sigues los pasos de observar tu pensamiento sin juzgarlo y dejarlo ir, enfocarte en la brecha que se genera y hacerlo de nuevo una vez un nuevo pensamiento entre tu mente, ya estarás practicando meditación. Puedes ver más sobre la meditación aquí.
Lo importante es trabajar con nuestra mente y seguir el ciclo las veces que sean necesarias. No pasa nada si tus pensamientos regresan. No pasa nada si se te olvida que los estás observando y terminas super involucrado con uno de ellos (hasta que te das cuenta y regresas a observarlo). Los pensamientos continuarán a fluir, sigue el ciclo, obsérvalos y déjalos ir las veces que sea necesario. Ten paciencia, no tienes que llegar a ningún sitio. Nadie está contabilizando los minutos que lo “logras” (no hay nada que lograr en ese instante en todo caso). Es el proceso lo que importa. Disfruta y hazlo. Hazlo constantemente. Hazlo todos los días, cada vez que lo recuerdes. (Pista: yo puse un recordatorio en mi celular que me recuerda regresar al presente. Una amiga puso una calcomanía (autoadhesivo) en su escritorio que le recuerda estar en el presente).
Este tema me hace pensar en muchas analogías más, aquí dos más:
No sé si esta analogía es fácil de visualizar o no para ti, pero para mí lo es. Tanto así que el otro día estaba caminando frente a un lago y tomé esta foto de los brillos del agua. Tuve muchos deseos de saltar e irme a la profundidad para sentir su calma (así como cuando buceas) pero no lo hice porque no tenía ropa para cambiarme (ni me quería dañar el peinado):