¡Las bicicletas!

El paso de peatones discurre en una prolongada diagonal respecto a la observación corriente del conductor. No puede abarcarse en un instante si hay personas cruzando la calle. Pero además, el giro a la derecha conduce a una calle de una sola dirección que es, por otra parte, visualmente el más próximo. Se presta mayor atención, entonces, al sector de la izquierda, el que queda más distante del campo visual normal.

La marcha es suave: estamos en pleno centro; en la ciudad vieja. Ingresamos a la vía con tranquilidad y una atención relativa. Sí, relativa: porque la atención está relacionada con lo previsible. Y lo previsible es que nadie circule en dirección contraria a la establecida. Pero cuidado: los y las ciclistas, esto es, las personas que conducen vehículos de tracción a pedal, no se sienten en la obligación de cumplir con las normas de tránsito.

Guiadas esencialmente por gente joven, es casi un milagro que la tragedia no sea su signo asociado a diario. Dotados, muchos de ellos, de un grado de audacia rayano en una vocación casi suicida, no hay maniobra, por inverosímil que pueda parecer, que no se presencie en algún momento (¡o en varios!), si se permanece muchas horas conduciendo un coche por la ciudad.

El "mérito", si es que alguien tiene alguno, parecería ser, por obvias razones (aunque esto merecerá luego algunas palabras aclaratorias), de los conductores de "las máquinas de matar": los coches.Demás esta decir que el cuidado del medio ambiente, la salud física y la economía doméstica, son efectos prácticos y beneficiosos evidentes del uso de la bicicleta.

Pero no son, necesariamente, fruto de una conducta meditada. Si ello fuera así, la responsabilidad individual respecto a la conducción formaría parte integral de la misma y no merecería objeciones. La razón principal del uso masivo de la bicicleta es de orden económico y poco tiene que ver con una visión socialmente responsable y solidaria. Al fin de cuentas ¿por qué habría de ser de otra manera?

¡Penosa indiferencia!

En el “mundo desarrollado”, el pacto de la posguerra con el capital determinó (matanzas mediante), un sujeto social ausente mas allá de sus intereses inmediatos, o, en todo caso, privados. Así, por ejemplo, las sociedades europeas occidentales conocen, desde hace décadas, que su bienestar radica, en buena medida, en la ausencia del mismo para decenas y cientos de millones de personas.

No se trata de que no posean disposición al sacrificio y méritos propios. De lo que se trata, es que las políticas que desenvuelven sus estados privan a otras sociedades, que también poseen meritos y disposición al sacrificio, de los posibles beneficios que pudieran obtenerse. ¿Lo saben, como decimos, las clases populares de las sociedades en cuestión? ¡Lo saben perfectamente!

De tal suerte que no resulta injusto inferir que la hipocresía es, entonces, tanto en su faz doméstica como especialmente en el ámbito de lo público, uno de sus rasgos característicos: disimular, cínicamente, se ha vuelto un arte masivamente asumido. Por ello, las "sociedades opulentas" de Europa Occidental tienen, además de un PIB con muchos ceros, escasísimos valores que superen el mero estadio de lo declarativo.

En tanto prima un marcado e inocultable individualismo (a veces feroz), la lucha desenfrenada por el "éxito" privado es su seña de identidad. Si se tiene en cuenta el comportamiento de las grandes mayorías frente a la crisis europea y los ajustes consuetudinarios que les afectan, es fácil advertir que no existe disposición alguna a enfrentar de manera conjunta las políticas mencionadas.

Antes bien, el “sálvese quien pueda” caracteriza, sin sonrojo, la conducta y opinión del ciudadano de a pié. Conducta y opinión que cotiza bien al alza en Alemania, cuyos ciudadanos, al menos el 75 % de los mismos, no quieren ni oír hablar de soluciones compartidas. Y sólo titubearon frente a la cuestión griega, cuando Ángela Merkel les puso al corriente de que sus bancos estaban seriamente expuestos a la deuda helena.

Pero no sería justo (con los alemanes), dejar de mencionar que en España, por ejemplo, los trabajadores de la industria del automóvil vibran de indignación ante los bajos salarios de sus pares asiáticos, latinoamericanos o del este europeo.

Concomitantemente, no se tiene noticia de que promuevan protesta alguna que tienda a equiparar sus ingresos con el resto de los trabajadores de de los 15.No resulta, pues, estimulante, imaginar el futuro de la sociedad global. Se avizora tormenta en la “Ilustrada Europa” y más en el “Gran Hermano”, esa porción sí irremediablemente perdida, sin solución de continuidad.

La suerte, por lo tanto, de los habitantes de la mayoría de las naciones y las más numerosas, es gravemente incierta. ¿Se abrirá un nuevo ciclo de guerras civiles fratricidas que desemboque en enfrentamientos entre grandes estados o que determine el sojuzgamiento más brutal de las naciones débiles? Es lo más probable.

*********************

PS 1:el comportamiento de los conductores de automóviles no tiene nada de altruista. Es más: ninguna máquina y sus contra valores asociados es tan estimulante y funcional al sistema del capital. Simplemente calculan, como en todos los casos, costes y beneficios. Y la prisión es demasiado cara.


PS 2: debe quedar claro que no desconozco la meritoria función de sectores claramente comprometidos con otros valores y prácticas sociales. Aunque evidentemente minoritario, el "15 M" es su expresión más elevada y esperanzadora.

(2013)