Fin del proyecto.
Hubiera sido extraordinario alcanzar el éxito: una sociedad en la que la propiedad social administrada en forma democrática y de manera socialmente responsable, establece las garantías materiales, jurídicas y legales, para que el ser humano lleve a cabo, con la mayor libertad, el desarrollo de todas sus potencialidades .
La abolición de la explotación, de los abusos del poder y del egoísmo, como medida de todas las cosas, formando parte, ya, de la prehistoria social de la humanidad. ¿Puede haber, acaso, un ideal más noble y bello que la búsqueda obstinada de la felicidad compartida?
Hace sinceramente muchos años, que esperaba este fatal desenlace. Se trata, no de la partida de defunción de la Revolución Cubana, la que, en realidad, enfermó de inanición democrática al poco tiempo de su nacimiento.
La democracia, si es que en algún momento fue genuina y no una magnífica y vacía impresión, fruto de las pasiones propias de la epopeya en curso, terminó siendo un ideal petrificado y administrado por el Partido/Estado que opera, como en cualquier estado de ordeno y mando, según la burocracia dominante lo estime pertinente.
Es la aceptación incondicional del fracaso de un modelo, cuyas luces, que no han sido pocas, terminarán apagándose y tan sólo perdurará el recuerdo y la evocación de lo que podría haber sido.
En su lugar, florecerá una "nueva sociedad", que restaurará las viejas condiciones de vida y explotación, que son las que imperan en este desolado planeta, lleno de objetos inútiles, inconmensurable e injusto, en el que cientos de millones de seres humanos viven, sin vivir.
Las nuevas generaciones experimentarán un renacer, mediante la adquisición de bienes y servicios, indispensables para la vida de las personas, y el acicate del enriquecimiento privado contribuirá a edificar la escala de valores que le es connatural.
¡Quizá el socialismo sea, tan solo, un maravilloso sueño!
(2010)