21 de abril, 2024

Oración de apertura: 

Oración utilizada por San Eugenio de Mazenod antes de la Meditación

Oh María, Virgen Inmaculada, fiel adoradora del Padre, Madre admirable del Hijo de Dios, Esposa del Espíritu Santo, suscita en mi alma los sentimientos que tú experimentabas al meditar en tu corazón los misterios que se te revelaron y hazme vivir plenamente el misterio de tu Hijo, mi Salvador, en unión con todos los fieles que honran a la Santísima Trinidad en la oración. Amén.

Texto Oblato

Pero si las alabanzas que merece la vida del rebaño son la gloria del pastor, ciertamente se deben alabanzas a nuestro venerable hermano Carlos José Eugenio de Mazenod, hoy obispo de Marsella, que no deja nada que desear en el cumplimiento de los deberes del cuidado pastoral del rebaño que le ha sido confiado, y que, como fundador y superior de una Congregación de sacerdotes bajo la advocación de los Oblatos de la Bienaventurada Virgen María sin pecado concebida, debe compartir la alegría que sentimos al ver a sus hijos trabajando duramente en la viña del Señor con un gran beneficio para las almas. Estas son las razones que hemos tenido para que, como testimonio perpetuo de nuestra buena voluntad, concedamos a la Sede episcopal de Marsella la condecoración y el honor del palio, (Papa Pío IX, Breve para la concesión del palio).

Del Evangelio Según S. Juan:

Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. (10, 14-15).

Reflexión:

La cuarta semana de Pascua nos invita a reflexionar sobre Cristo, el Buen Pastor. El mensaje de la resurrección, de la victoria de la vida sobre la muerte, se ve realzado por la imagen del pastor que nos asegura continuamente que da su vida por su rebaño. Desde el principio de su ministerio público, San Eugenio vio en la Iglesia el número de ministros quienes en lugar de llevar a la gente al pleno conocimiento del amor de Cristo, el Salvador, alejaban a la gente de él, la llevaban a la ignorancia del amor de Cristo. La misión de su vida se convirtió precisamente en ser cooperador del pastor eterno, que dio su vida por el rebaño para que comprendieran la profundidad del amor de Cristo. Al principio lo hizo con los jóvenes y con los presos, y predicando a los pobres en su lengua, de una manera que pudieran entender. El corazón de San Eugenio era el corazón de Cristo, el pastor. Era un corazón movido a compasión por aquellos que necesitaban escuchar el mensaje del amor de Cristo. No es de extrañar que el Papa Pío IX reconociera el ardiente deseo de San Eugenio de imitar al buen pastor. Como joven sacerdote y misionero, asumió grandes riesgos personales para asegurarse de que todos conocieran la salvación de Cristo. Como fundador y padre de los Misioneros Oblatos, se aseguró de que los pobres y los más abandonados conocieran el amor del buen pastor. Como obispo, su liderazgo pastoral superó a menudo las expectativas. Ciertamente podía decir que conocía al rebaño que se le había confiado y que éste le conocía a él, así como el cuidado y el amor que sentía por ellos. Nuestro camino de peregrinos nos llama ahora a considerar cómo podemos llegar a ser imitadores de Cristo, el pastor, a la manera "mazenodiana". Un obispo que conoció a San Eugenio dijo que tenía un corazón tan grande como el mundo. Este es el corazón del buen pastor. Quizá nuestra oración al reflexionar sobre el buen pastor pueda ser: "Señor, que tengamos un corazón como el de San Eugenio que buscaba conformar siempre su corazón al corazón de Cristo pastor". Que nosotros, como peregrinos, alcancemos también un corazón tan grande como el mundo, capaz de desafiarnos a dar la vida por los pobres y marginados de nuestro entorno.

Preguntas para reflexionar:

1.Considera las formas en que vives el carisma de San Eugenio como peregrino en tu familia o comunidad local. ¿Qué cualidades de una presencia pastoral puedes identificar?

2. De qué manera puedes mejorar tu ser pastoral para otros en la peregrinación misionera?

3. ¿Cómo te ha inspirado San Eugenio a desarrollar el corazón de un pastor, un corazón tan grande como el mundo?

Oraciones Finales

Oración de la Familia Mazenodiana:

Padre Santo, venimos a ti porque Jesús nos ha pedido que oremos para que envíes obreros a tus mies. Envíanos hombres y mujeres generosos, apasionados por Jesús, dispuestos a hacer de toda su vida una oblación total a ti, y hacerse cercanos a los más pobres y abandonados, y a anunciar el Evangelio. 

Envíanos, Señor, personas dispuestas a compartir el carisma de nuestro Fundador, San Eugenio de Mazenod, conscientes de la llamada de Dios a formar parte de la Familia Mazenodiana y a servir a los pobres y a los más abandonados. 

Bajo la inspiración y la protección de María Inmaculada, ayúdanos a encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas y a ofrecerles a Jesús, fuente de nuestra esperanza, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Salve Regina:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, 

vida, dulzura y esperanza nuestra. 

Dios te salve. 

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, 

a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. 

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, 

vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, 

y después de este destierro, muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. 


V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, 

R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


Versión en Latín de la Salve Regina

La cantan los Misioneros Oblatos al final de sus servicios de oración, normalmente la oración de la tarde, y después de exequias de los Oblatos.

Salve, Regina, Mater misericordiæ,

vita, dulcedo, et spes nostra, salve.

Ad te clamamus exsules filii Hevæ,

Ad te suspiramus, gementes et flentes

in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos

misericordes oculos ad nos converte;

Et Jesum, benedictum fructum ventris tui,

nobis post hoc exsilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.


Bendición: 

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos conduzca a la vida eterna. Amén.


V. ¡Alabado sea Jesucristo!         

R. ¡Y María Inmaculada!   


O

V. Laudetur Jesus Christus!

R. Et Maria Immaculata!