En aquel momento quería gritar, para desahogarse y liberar todo su dolor. Decidió correr, todo lo que podía, mientras sus pies dejaban huella en la arena y sus largos cabellos negros acariciaban aquel precioso amanecer. Sus ojos verde aceituna brillaban por sí solos. Se sentía mejor, pero seguía teniendo aquella sensación de rabia y tristeza. Quería escapar de todo, liberarse. Pero no podía, estaba sola, sin nadie, sola ante aquella gran inmensidad, ante aquel mundo lleno de inconscientes.