La media muerte,
amamantada con nuestra vida,
yacía verdadera como imagen de ceniza a nuestro alrededor —
también nosotros
bebíamos todavía, almas entrecruzadas, dos puñales,
cosidos a piedras del cielo, nacidos de sangre de palabra
en el lecho de la noche,
crecimos
más y más, entrelazados, no
había ya nombre para
lo que nos movía (¿una de las treinta-
y-cuantas
era mi sombra viva,
que trepó por la escalera del delirio hacia ti?)
una torre
construyose la Media hacia el Adónde,
un Hradschin*
de puro No-de-alquimista,
hebreo-de-hueso,
en esperma molido,
escurría por el reloj de arena
que atravesamos nadando, dos sueños ahora, resonando
contra el tiempo, en las plazas.
*Castillo de Praga (N. del T.)
«In Prag»
Der halbe Tod,
grossgesäugte mit unserm Leben,
lag aschenbildwahr um uns her –
auch wir
tranken noch immer, seelenverkreuzt, zwei Degen,
an Himmelsstein genäht, wortblutgeboren
im Nachtbett,
grösser und grösser
wuchsen wir durcheinander, es gab
keinen Namen mehr für
das, was uns trieb (einer der Wieviel-
unddreissig
war mein lebendiger Schatten,
der die Wahnstiege hochklomm zu dir?),
ein Turm,
baute der Halbe sich ins Wohin,
ein Hradschin
aus lauter Goldmacher-Nein,
Knochen-Hebräisch,
zu Sperma zermahlen,
rann durch die Sanduhr,
die wir durchschwammen, zwei Träume jetzt, läutend
wider die Zeit, auh den Plätzen.