Durante la Revolución Sandinista (1979-1990), se implementaron profundas reformas económicas, especialmente en el ámbito agrícola, destacando una reforma agraria que transformó la estructura de propiedad de la tierra en modalidades estatal, cooperativa, comunal e individual.
Se confiscaron tierras de los somocistas para crear propiedades estatales destinadas a programas agrarios, se fomentaron cooperativas para promover la producción alimentaria, se reconoció la propiedad comunal de las tierras indígenas en la región Atlántica y se permitió la propiedad privada bajo condiciones de eficiencia y alineación con los planes nacionales. Además, se nacionalizaron la banca y las principales industrias, se crearon programas de crédito rural para apoyar a pequeños y medianos productores, se controlaron los precios para combatir la inflación y se priorizó la inversión social en salud, educación y vivienda. Estas medidas impactaron positivamente en la distribución de la tierra y la producción alimentaria a corto plazo, pero también provocaron tensiones sociales, dificultades para atraer inversión extranjera y problemas de competitividad económica. Aunque la intención era transformar la economía y mejorar la calidad de vida, los efectos de la guerra civil y las sanciones internacionales limitaron significativamente los logros alcanzados por la revolución.
Se impulsaron grandes avances en infraestructura y servicios públicos. A través del Instituto Nicaragüense de Energía (INE), se construyeron importantes plantas como la Geotérmica Momotombo No.1 y No.2, que ahorraban al país 38 millones de dólares anuales en petróleo. También se edificaron las Centrales Hidroeléctricas El Cuá y Asturias, contribuyendo a la autosuficiencia energética. Se creó el Proyecto Noveno de Energía, se amplió el Sistema Interconectado Nacional y se llevó energía domiciliaria a zonas rurales remotas, beneficiando a 275,862 usuarios al año. La tarifa eléctrica se ajustaba al salario de los trabajadores. Además, mediante el Instituto Nacional de Acueductos y Alcantarillados (INAA), se duplicó la cobertura de agua potable alcanzando al 53.6% de la población y llevando el servicio a 604 comunidades rurales. El sistema de alcantarillado se extendió a casi 98,000 familias. La Revolución modernizó el sector energético, mejoró el acceso al agua y saneamiento, y fortaleció la base para una sociedad con mayor equidad y justicia social.
Se promovió el desarrollo industrial con la instalación de diversas fábricas a nivel nacional, con el objetivo de fortalecer la economía, sustituir importaciones y generar empleo. Entre las más destacadas se encuentran IFRUGALASA, dedicada a la producción de conservas de frutas, jugos y salsas; TEXNICSA, equipada con maquinaria moderna para la industria textil; y COTEXMA, que alcanzó una producción de 400,000 docenas de calcetines y 10.4 millones de yardas de tejido, generando 472 empleos anuales. CARTONICA, inaugurada en 1983, producía 20 millones de metros cuadrados de cartón corrugado para exportación. SALINSA inició en 1984 para producir 45,000 toneladas métricas de sal industrial, reduciendo la dependencia de importaciones. PROFANICSA procesaba maderas preciosas, produciendo plywood, chapas y durmientes para ferrocarril, y generaba divisas por hasta 22 millones de dólares al año, además de 1,394 empleos. También se instaló ENISUEROS, una planta de sueros fisiológicos para el sistema de salud. El Movimiento de Innovadores surgió como respuesta al bloqueo económico, produciendo piezas clave para mantener operativas fábricas y vehículos. Estas iniciativas fortalecieron la autosuficiencia del país en un contexto adverso.
La Revolución Sandinista nacionalizó las minas existentes en todo el país, creó la Corporación de Pesca y Minería e invirtió 23.8 millones de dólares en la rehabilitación de la flota pesquera, incluyendo la compra de 23 barcos, la construcción de un muelle en Corn Island, la remodelación de la Empresa Alinsa en Corinto y la instalación de nuevos cuartos fríos en Promar, Pescasa, Picsa y Copesnica. También se amplió el número de empleos permanentes en las minas y se entregaron equipos de protección a los trabajadores. En el sector turístico, se construyeron centros turísticos para la población de bajos recursos y se remodelaron otros en playas, ríos y sitios naturales con el fin de generar divisas. Entre los principales se encuentran los complejos turísticos de Xiloá, La Boquita, El Trapiche, Granada, el Volcán de Masaya, El Velero y Xilonem. También se construyeron y mantuvieron hoteles como el Centro Turístico Internacional de Montelimar, el Hotel Barlovento, Las Cabañas, Las Mercedes, el Centro de Diversiones y Hotel en Jinotepe, y otros centros como el Bolerama, la discoteca Lobo Jack, Puertos Libres y supermercados internacionales para complementar el turismo nacional e internacional.