6ºA

(20)

Le pregunté cómo lo hacía y él me respondió:

-   Como siempre, bro.

Pensaréis que esta respuesta es de alguno de vosotros, pero no, era mi padre. Desde que se enteró de que os llamáis bro unos a los otros, ahora él me llama así.

-   ¿Dónde jugáis el sábado, bro?

-   ¿Qué tal en el cole, bro?

-   ¡Suerte con el examen, bro!

Lo peor fue que se me ocurrió llamarle bro un día y me castigó una semana encerrada en mi habitación, sólo podía salir para ir al colegio, sin tablet ni móvil, sin ir ni a los partidos, ni a los entrenos de voleibol. En fin, ya me quedó claro que no le puedo llamar así y nunca más se me va a ocurrir hacerlo.

(9)

Al inicio parecía algo sencillo, pero hacer pan con ajo no es nada fácil. Un día intenté hacerlo y no hubo quien se lo comiese… ¡ah! y el ajo estaba crudo, una combinación matadora, pero aquel día aprendería a hacerlo.

Fui a la feria y una señora lo vendía, le pregunté cómo lo hacía y me dijo que me fuese, pero le di un bocata de lomo y aceptó.

Desde ese día sé hacer el mejor pan con ajo del mundo.

(7)

Miré a mis amigas y nos reímos porque mi amiga le había llamado mami a nuestra profesora Maite. Entonces no podíamos parar de reír mientras el resto de la clase no sabía por qué nos reíamos tanto. Pero unas semanas más tarde fue mucho peor

Iba caminando con mis amigas por la calle y una de nosotras se cayó, pero el resto iban tan concentradas hablando que solo escuchamos un pequeño golpe sin importancia. Hasta que oímos gritar a alguien detrás de nosotras tan alto que tuvimos que ir a mirar qué pasaba y descubrimos que era Juana que se había caído por una alcantarilla. Entre todas la ayudamos a salir y la llevamos al médico, ya que no sería la última vez. 

Cada vez que cuento esta historia no puedo parar de reír.

(19)

Lo que me daba más asco en el mundo, sin duda, eran los insectos, decía yo muy preocupada por si aparecía alguno de esos bichos tan repugnantes. Llegamos a clase y, después de una larga charla, la profesora de naturales nos dijo que íbamos a ir al Museo de los Insectos. Miré a mis amigas y nos reímos porque era casualidad que después de la charla de insectos fuésemos a verlos. Nos dirigíamos hacia el museo y empezamos a ver insectos por todas partes; antes de entrar, a la izquierda del camino, vi un insecto muy peculiar. A todos nos daba miedo cogerlo y asco tocarlo, pero yo al final me atreví y lo llevamos al museo. Allí nos dijeron que habíamos encontrado el insecto que era todos los insectos a la vez. Por fin había superado mi gran miedo.

(20)

¿Por qué todo me pasa a mí?

Un  día, a la salida del colegio, iba paseando con mis amigas, cuando, de repente, salió una rata y se me subió por el pantalón. Lo peor fue que justo minutos antes estábamos hablando que lo que me daba más asco en el mundo, eran las ratas. Yo no me podía creer lo que estaba pasando. 

Salí corriendo hacia casa de mi abuela para contárselo. Cuando llegué y se lo conté, me dijo:

"Eso te pasa por hablar. A lo mejor, si no hubieras dicho nada, la rata no hubiera aparecido. Así aprendes. Eso se llaman lecciones de vida. Para la próxima vez, ya lo sabes."

Nuevo comienzo

¿Por qué todo me pasa a mí?

(8)

¿Por qué las madres dirán tales groserías, que si las cumples te cae bronca?

Pues eso me pregunté yo, entonces fui a preguntárselo a mi madre y me dijo que ya era mayor, por lo tanto, lo podía saber. Me dijo que las madres tenían un idioma universal que aprenden cuando su hijo o hija ya sabe hablar. Este idioma se te viene a la cabeza de forma instantánea. Lo que más me sorprendió fue que tenían un superpoder: tienen telepatía entre madres y mediante esa telepatía, se lo pueden decir a sus hijos. En fin, un rollo, entonces me fui con mis amigos a jugar al parque. Durante el camino me entró un mareo, cerré los ojos y cuando los abrí estaba en mi casa, seguro que es otro poder de madres.

(3)

¿Será un duende? Me pregunté con mucha ansia al ver los Teletubbies. En cuanto mi madre, llamándome a cenar, interrumpió mi gran sospecha. Yo me enfadé y le grité pataleando y chillando. Me dijo: "haz lo que quieras" en un tono muy alto, pero yo sabía que no significaba que hiciese lo que quisiese, así que ahí vino mi siguiente cuestión: ¿por qué las madres dirán tales groserías que si cumples, te cae bronca? Para descubrir esto pregunté por la calle, llamé a distintas madres, busqué en internet, etc. Pero en ese momento me di por vencida , ya que nada funcionó.

(24)

Una corta brisa hizo que me entrara frío cuando estaba estudiando lengua. Me levanté para comprobar si alguna ventana estaba abierta. Todas estaban cerradas y yo me extrañé, porque seguía sintiendo esa corta brisa. Recorrí el pasillo y fui a la habitación del final, todo en orden. Fui a mi habitación y oí un ruido en la cocina, me acerqué y vi unas pequeñas huellas, pero la ventana estaba cerrada. ¿Será un duende? Seguí las huellas y descubrí a mi hermana pequeña, corriendo y abriendo y cerrando las ventanas, sin zapatillas y con los calcetines sudados. ¡Qué traviesa es! 

(3)

Cuando me senté en mi escritorio a hacer los deberes, de repente, una corta brisa hizo que me entrara el frío, pero no le di importancia. Me puse un abrigo y seguí estudiando, pero esta vez...oía como alguien subía lentamente las escaleras mientras se escuchaba un bate golpeando el suelo y, en ese momento, vi unos ojos rojos detrás de toda la oscuridad del pasillo. Abrí el balcón para escapar, pero su coche estaba enfrente de mi casa. Como no hay mucha altura en el balcón, no me lo pensé y salté. Seguí corriendo hasta ver el Ferrari negro del asesino.

Cuando llegué, cogí una de las armas que había en el coche. Tenía tres opciones: había una espada, una pistola y un hacha. Sin dudarlo, cogí la pistola y, sin apuntar, disparé con los ojos cerrados. En cuanto los abrí, vi toda la balconera llena de sangre y, después de un tiempo reflexionando, me fui en el Ferrari del asesino.

(20)

Se abrió la puerta lentamente haciendo un ruido muy extraño, mientras que yo estaba acabando los deberes en mi cuarto. Cuando escuché ese ruido de la puerta de la entrada, me asusté y miré a ver quién era, porque yo estaba sola en casa en ese momento. 

Yo sentía que había alguien dentro, pero rebusqué y rebusqué y no vi a nadie. Decidí entonces volver a mi cuarto y seguir con los deberes. Cuando me senté en mi escritorio me quedé aterrorizada. En mi cuaderno de mates, alguien había escrito una nota: 

"Quien busca lo que no debe, se encuentra lo que no quiere". Lo peor era que había sangre en la nota.