La homeostasis se define como la tendencia a mantener un ambiente interno estable y relativamente constante. El cuerpo mantiene la homeostasis para muchas variables además de la temperatura. Por ejemplo, la concentración de diversos iones en la sangre debe mantenerse constante, junto con el pH y la concentración de la glucosa.
Los sistemas biológicos, constantemente son llevados lejos de sus puntos de equilibrio. Por ejemplo, cuando te ejercitas, tus músculos aumentan la producción de calor e incrementa la temperatura de tu cuerpo. Del mismo modo, cuando bebes un vaso de jugo de frutas, tu glucemia sube. La homeostasis depende de la capacidad de tu cuerpo para detectar y oponerse a estos cambios.
Para mantener la homeostasis se suelen usar ciclos de retroalimentación negativa. Estos ciclos actúan en oposición al estímulo, o señal, que los desencadena. Por ejemplo, si la temperatura de tu cuerpo es demasiado alta, actuará un ciclo de retroalimentación negativa para volver a disminuirla hacia el valor de referencia, o valor nominal, de 98.6°F / 37°C.
El ejemplo anterior sirve para representar de mejor manera el funcionamiento de la homeostasis. Esto comienza desde que se supera su limite de estabilidad, posteriormente el sistema biológico por medio de sensores nota la superación de dicho limite y crea un mecanismo de control para regular el problema que posterior mente efectúa para regular al sistema a sus niveles ordinarios .
La homeostasis comprende tanto mecanismos fisiológicos como etológicos: sudoración, jadeo, ocultación, etc. En definitiva, los mecanismos homeostáticos son fundamentales a lo largo de la vida de los animales, ya que pueden regular y mantener el organismo en condiciones óptimas aun cuando se dan situaciones adversas. Por ejemplo, se ha demostrado que, en algunos roedores, el nivel de azúcar en la sangre se mantiene constante aunque no tengan acceso a ningún tipo de alimento.